Planificación, esfuerzo, perseverancia y compromiso explican el avance adventista en Sudamérica.

Actualmente, la Iglesia Adventista del Séptimo día en Sudamérica tiene una de las más elevadas tasas de crecimiento numérico y de expansión geográfica de todo el mundo. Con la estrategia del Evangelismo integrado, y bajo el lema de “Comunión y Misión”, los pastores y los miembros implementan un programa integrado de crecimiento sustentable para la iglesia. Impresionado por el entusiasmo verificado en la iglesia en el Brasil, el Pr. G. Ralph Thompson, ex secretario de la Asociación General, durante un seminario realizado en la Universidad Andrews, en enero de 1990, se refirió al país como un lugar en el que el pueblo parece “respirar el evangelismo”. Lo mismo puede ser dicho de otros países de Sudamérica.

Quizás algunas personas imaginen que el intenso crecimiento de la Iglesia Adventista en Sudamérica sea el resultado natural de predicar a una población receptiva. Indudablemente, esta región puede ser considerada mucho más abierta al mensaje del evangelio que algunas otras partes del mundo. No obstante, lejos de ser accidental, la experiencia positiva disfrutada en estos días fue construida con el pasar del tiempo, a través de mucho esfuerzo y continuos experimentos metodológicos.[1] Este artículo destaca los puntos principales en el desarrollo de esta experiencia.

Evangelismo a través de las publicaciones

De acuerdo con lo que sabemos, los primeros adventistas del séptimo día en llegar a Sudamérica fueron algunas familias ruso-alemanas, que fueron bautizadas en Europa y emigraron, en los años 1880, hacia Rio Cunha, cerca de Rio dos Cedros, en Santa Catarina.[2] Pero, entre 1879 y 1880, un paquete de revistas tituladas Die Stimme der Wahrheit [La voz de la verdad] ya había sido entregado en el puerto de Itajaí, en el mismo Estado de Santa Catarina.[3] Más publicaciones procedentes de Alemania y Francia alcanzaron el continente sudamericano, despertando el interés en el mensaje adventista. No pasó mucho tiempo hasta que las oficinas de la Review and Herald, en Battle Creek, Estados Unidos, recibieran correspondencia de Sudamérica, solicitando la visita de misioneros.

En diciembre de 1891, tres colportores, E. W. Snyder, C. A. Nowlen y A. B. Staufer, llegaron a Montevideo, República del Uruguay. Inmediatamente, se mudaron a Buenos Aires, República Argentina. Dado que ninguno de ellos hablaba ni comprendía el español ni el portugués, y solo Staufer hablaba el alemán, comenzaron a trabajar entre los inmigrantes ingleses y alemanes, intentando alcanzar, en la medida de lo posible, a personas interesadas en el mensaje adventista. Durante los años 1890, aparecieron muchos otros colportores, y los primeros bautismos fueron realizados por F. H. Westphal, que llegó a la Argentina en 1894,[4] y otros pastores.

Evangelismo público

Muchos de esos primeros colportores realizaron pequeñas reuniones evangelizadoras, durante la noche, con las familias que se interesaban en el mensaje adventista por medio de las publicaciones. Con el pasar del tiempo, algunos evangelistas se aventuraron a realizar reuniones mayores. A comienzos de 1927, el Concilio de la División Sudamericana recomendó no solo “un esfuerzo más agresivo por parte de los evangelistas”, sino también insistió en “que cada presidente, superintendente y director de departamento planifique decididamente, en la medida de lo posible, unirse por lo menos a un esfuerzo de evangelización en 1927”.[5] Al año siguiente, el presidente del área, Carlyle B. Haynes, notable evangelista, ejemplificó la teoría, realizando una gran serie de evangelización en un sofisticado auditorio de Buenos Aires, dirigido a la población angloparlante. Además de las reuniones de evangelización, la campaña también se convirtió en “un instituto de entrenamiento ministerial para obreros”.[6] Mientras tanto, la participación laica avanzaba bajo el lema de “cada converso, un generador de conversos”.[7]

Hasta los años 1940, el evangelismo público en Sudamérica siguió un abordaje apologético protestante, que no era bien recibido por la población predominantemente católico-romana. Poco después, el evangelismo adventista experimentó un cambio significativo de paradigma. Walter Schubert, inmigrante alemán de la Argentina, sustituyó el abordaje tradicional por un método más sensible “a la psicología básica de la sociedad católica”.[8] De acuerdo con Daniel Belvedere, las campañas de Schubert comenzaban “con un concierto de música clásica y religiosa, luego una serie de conferencias acerca de los problemas mundiales, luego otra sobre la solución de las dificultades que enfrenta el hombre y otra sobre las relaciones humanas. Finalmente, los introducía en las grandes verdades de la Biblia”,[9] utilizando una terminología familiar para su audiencia católica. El “Señor Evangelismo”, como Schubert llegó a ser conocido, inspiró a muchos evangelistas, algunos de los cuales siguieron la estrategia de coordinar simultáneamente varias series en la misma ciudad.[10]

En 1970, Daniel Belvedere introdujo el evangelismo de Semana Santa en la Asociación Bonaerense. Ese programa consistía en la realización de reuniones evangelizadoras todas las noches, durante toda la semana antes de la Pascua. Se establecieron 147 puntos de predicación paralelos en diferentes barrios, 17 programas “La Voz de la Juventud”, junto con otras reuniones conducidas por pastores. Se incluyó a 262 predicadores laicos, jóvenes y adultos, apoyados por más de 600 obreros voluntarios.

Más de 4.300 personas asistieron a las reuniones.[11] Desde entonces, el evangelismo de Semana Santa se ha diseminado a lo largo de Sudamérica, convirtiéndose en un importante instrumento de predicación.

Evangelismo de radio y televisión

Durante los turbulentos días de la Segunda Guerra Mundial, las personas se hicieron más receptivas a los elementos proféticos de las Escrituras y la esperanza del regreso de Jesús. Así, en 1943, el programa radiofónico “La Voz de la Profecía” salió al aire por primera vez en el territorio de Sudamérica. El programa era presentado en idioma español, inicialmente como “La Voz de la Profecía”. Doce años más tarde, pasó a ser llamado “La Voz de la Esperanza”, y tenía como orador a Braulio Pérez Marcio.[12] En portugués, “A Voz da Profecía” era transmitido en el Brasil por Roberto Mendes Rabello.[13] A la par de las transmisiones, se establecieron escuelas bíblicas por correspondencia, para ayudar a los oyentes interesados a recibir estudios bíblicos. Bajo el título “Empezó ya la ‘ofensiva aérea’ ”, L. H. Lindebeck sugería en un artículo que, al igual que las fuerzas aéreas estaban desempeñando un importante papel en esa guerra, “La Voz de la Profecía” debía realizar lo mismo en la “guerra contra Satanás”.[14]

En esos días, la radio era muy popular, y los programas de alta calidad, como “A Voz da Profecía”, ayudaban a construir una buena reputación de la iglesia, al igual que a despertar el interés en el mensaje adventista. En determinados lugares, el mismo nombre del programa era usado como publicidad para las campañas evangelizadoras. Esta estrategia ayudaba no solo a abrir puertas en lugares poco receptivos a la identificación “Iglesia Adventista del Séptimo Día”, sino también a alcanzar a muchos oyentes del programa. Aun así, muchos de ellos no terminaban siendo alcanzados, se unían a otras confesiones evangélicas.

Con el intento de establecer un puente entre el programa y sus oyentes, a fines de los años 1970, el liderazgo brasileño de “A Voz da Profecía” pasó a incentivar a las principales iglesias de cada distrito pastoral para le establecieran “Mini filiales de las Escuelas Bíblicas”.[15] La Escuela Bíblica por Correspondencia del programa enviaba las direcciones de las personas que solicitaban estudios bíblicos a esas mini filiales de cada distrito, a fin de que los interesados fueran visitados por el pastor, un instructor bíblico o alguien capacitado para ministrar los estudios. En abril de 2001, un nuevo programa de estudio bíblico interactivo, on One, fue creado y puesto a disposición en la dirección www.bibliaonline.net, con una interesante red de “instructores, visitadores, intercesores, consejeros voluntarios y pastores”, empeñados en brindar asistencia a las personas interesadas en el mensaje adventista.[16]

A comienzos de los años ’60, se comenzó a realizar una producción sistemática de programas de televisión. Así, en noviembre de 1962, Alcides Campolongo lanzó, a través de TV Tupi, Sao Paulo, el programa “Fé Para Hoje” [Fe para hoy] que, poco tiempo después, pasó a ser transmitido también en Río de Janeiro y en Porto Alegre.[17] En junio de 1963, Enrique Chaij también lanzó, por el Canal 13 de Buenos Aires, un programa de cinco minutos llamado “Momentos de Meditación”. Este programa continuó hasta 1970, cuando el Pr. Chaij comenzó a transmitir por la televisión una versión de su programa radiofónico “Una Luz en el Camino”.[18] En los años ’80, “A Voz da Profecía” lanzó otro programa de televisión llamado “Encuentro con la Vida”,[19] que, a comienzos de los años ’90, fue sustituido por “Está Escrito”.[20]

Esas y algunas otras iniciativas alcanzaron su clímax con el desarrollo de una red de radio y televisión llamada “Novo Tempo”. (“Nuevo Tiempo”, en los países de habla hispana de la DSA.) Las estaciones de televisión son sucursales de “Hope Channel” [Canal de la Esperanza]. Mientras tanto, los sitios www.esperanca.com.br (portugués) y www.esperanzaweb.com (español) proveen el apoyo básico para la expansión evangelizadora. Toda la red es coordinada por el Sistema Adventista de Comunicación, inicialmente establecido en Nova Friburgo, RJ, y actualmente en Jacareí, SP, en el Brasil.

Predicación a grandes audiencias

A fines de los ’80, se introdujo una nueva fase en la expansión evangelizadora por Alejandro Bullón, pastor peruano que, en esa época, lideraba a los jóvenes de la Unión Este-Brasileña. En 1986, el Pr. Bullón organizó una reunión campestre de jóvenes en Itabuna, BA, que atrajo a más de diez mil jóvenes de todas las regiones del Brasil.[21] El éxito de esa iniciativa sirvió como base para el lanzamiento de grandes cruzadas de reavivamiento y evangelización en estadios y gimnasios deportivos. La primera de esas cruzadas tuvo lugar en 1988, con el nombre de “Proyecto Sol” (Semana de oragáo e louvor [Semana de oración y alabanza]), en el gimnasio de Ibirapuera, en la ciudad de Sao Paulo, que atrajo a más treinta mil personas.[22] Como actividades preparatorias para el evento, cada joven fue animado a 1) desarrollar amistad con otro joven no adventista, 2) incentivar a esa persona a asistir a un culto de puesta de sol del viernes en un ambiente familiar, 3) estudiar el “Seminario de las Revelaciones del Apocalipsis” y 4) asistir a un programa especialmente preparado para visitas, un sábado en la iglesia.[23]

En cada una de las ocho noches del “Proyecto Sol”, se realizó un llamado específico para que las visitas aceptaran a Cristo como su Salvador y Señor. Durante las dos siguientes décadas, el Pr. Bullón realizó eventos similares en muchas otras ciudades del Brasil y en todos los países de Sudamérica, con un programa centrado en Cristo como la solución para las crisis existenciales. Este programa puede ser realizado durante toda la semana (Proyecto Sol) o solo el fin de semana (Proyecto Revive).

Bajo la inspiración de la campaña estadounidense denominada “NET 95”,[24] Mark Finley lanzó un programa de nueve días, en la ciudad de Sao Paulo, en junio de 1999, que fue conocido como “Hechos 2000”. A partir del Centro Universitario Adventista de São Paulo, UNASP (campus São Paulo), la campaña fue transmitida vía satélite a muchas iglesias brasileñas y a otros países de habla portuguesa. Se estima que fue acompañada por, aproximadamente, unas doscientas mil personas.[25]

Al año siguiente, los Prs. Henry Feyerabend y Joel Sarli presentaron la serie “Esperanza 2000” en la iglesia de Villa Formosa, también en la ciudad de Sao Paulo. Abarcando las 27 doctrinas adventistas, las conferencias también fueron transmitidas vía satélite a todo el Brasil y a Portugal. Solo en la Unión Central-Brasileña, se instalaron 1.800 antenas en iglesias, auditorios y casas, de manera que la campaña alcanzó a unas 300.000 personas.[26] Desde entonces, se han implantado proyectos semejantes en otras partes del Brasil y, en menor escala, en algunos otros países de Sudamérica.

Grupos pequeños

A lo largo del tiempo, se han realizado experiencias en cuanto al establecimiento de Grupos pequeños en el territorio de la División Sudamericana. Inmediatamente después de que el plan de filiales de la Escuela Sabática fue lanzado en 1934 por la Asociación General,[27] también fue implementado en Sudamérica. Más tarde, se hicieron planes para reorganizar, tanto como fuera posible, las clases de Escuela Sabática en “unidades evangelizadoras”, con base en la proximidad geográfica de las residencias de los miembros. A comienzos de los años 70, el Pr. Mario Veloso dio inicio a las koinonías, en la Universidad Adventista del Plata, en la Argentina. Las koinonías eran unidades de jóvenes que “se reúnen una vez por semana en la casa de uno de sus integrantes”.[28] A partir de allí, el proyecto fue diseminado por la Unión Austral y, oportunamente, alcanzó toda Sudamérica.[29] En noviembre de 1981, la Comisión Ejecutiva de la División Sudamericana votó implementar el así llamado “Proyecto Pionero”. Entonces, se recomendó que, el sábado 27 de marzo de 1982, por lo menos una unidad evangelizadora de la Escuela Sabática de cada congregación dejara permanentemente la “iglesia madre”, con el fin de establecer un nuevo núcleo adventista en un lugar previamente escogido.[30] No hay dudas de que estos proyectos pavimentaron el camino para la adopción y la consolidación de los Grupos pequeños.

En el año 1982, un libro de Paul Yonggi Cho, disponible en inglés, español y portugués,[31] influyó bastante en el desarrollo del concepto de grupos pequeños, y no tomó mucho tiempo para que surgieran en diferentes partes de Sudamérica, pero sin continuidad. Con el pasar del tiempo, a pesar de todo, los Grupos pequeños se convirtieron en una de las más fuertes estrategias para el crecimiento de la iglesia en el Perú.[32] El éxito peruano inspiró al liderazgo de la iglesia a adoptar la misma estrategia básica para su programa de evangelización, conservación y discipulado de los miembros en la División Sudamericana.

Evangelismo integrado

Todos los programas de evangelización mencionados hasta aquí son incorporados en lo que se dio en llamar el Evangelismo integrado en la iglesia de Sudamérica. El concepto de “evangelismo integrado” se desarrolló y abarca grandes proyectos evangelizadores, que incluyen a administradores, directores de departamentos, trabajadores de instituciones, pastores de distrito y miembros en general.[33] Más recientemente, el programa fue ampliado, para incluir un mayor espectro de estrategias, en el que cada segmento de la iglesia utiliza sus propios recursos para cumplir, lo más eficazmente posible, su misión evangelizadora.

Excelente ejemplo de esta interacción de fuerzas y métodos es el “Proyecto Impacto Esperanza” lanzado en 2008 en toda Sudamérica. El proyecto alcanzó su clímax el sábado 6 de septiembre, con la distribución de 20 millones de revistas y 25,5 millones de folletos con mensajes acerca de la segunda venida de Jesús. Todo esto fue complementado por la exposición de grandes carteles en muchas ciudades, autoadhesivos para automóviles, CDs, transmisión de videos, conferencias y encuentros de evangelización.

Ediciones especiales de la Revista Adventista, en portugués y español,[34] orientaron a todos los departamentos y las instituciones con respecto a la forma de participar del proyecto. Por ejemplo, las dos casas publicadoras de la DSA donaron el material impreso. Las industrias de alimentos enviaron folletos a sus clientes y muchas instituciones educativas organizaron proyectos de distribución de publicaciones en ciudades o pueblos aledaños sin presencia adventista. Además de su potencial evangelizador y espiritual, el proyecto generó un fuerte sentimiento psico- social de pertenecer a una iglesia que cumple con entusiasmo su misión en el mundo.

Cantidad y calidad

En el territorio de Sudamérica, las realidades socioculturales difieren de un país a otro. Existen lugares más resistentes que otros a la predicación del evangelio eterno. No obstante, la experiencia de la iglesia en esta región demuestra una vez más que su crecimiento y su expansión no suceden por casualidad. Todo es resultado de mucha planificación, experiencias e intentos, persistente trabajo, mientras intentamos integrar a todo el personal y las fuerzas institucionales en un gran y bien elaborado programa de evangelización.

El presidente de la Iglesia Adventista en Sudamérica, Pr. Erton Köhler, afirma que “la preocupación es que el crecimiento en cantidad no sacrifique la calidad. Podemos crecer mucho, pero necesitamos crecer bien. Para eso, necesitamos estimular a cada miembro para que desempeñe su papel como misionero”.[35]

En realidad, el gran foco de la evangelización en Sudamérica se debe ampliamente al cooperativo compromiso de pastores y miembros con la misión que nos fue confiada por Jesucristo.

Sobre el autor: Rector del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología de la DSA, Brasilia, DF, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Floyd Greenleaf, The Seventh-Day Adventist Church in Latin America and the Caribbean (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1992).

[2] Víctor Vicenzi, Historia de Rio dos Cedros (Blumenau, SC: Fundagáo “Casa Dr. Blumenau”, 1975), pp. 124,125.

[3] Germano Streithorst, Revista Adventista [edición en portugués] (marzo de 1958), p. 29.

[4] F. H. Westphal, Pioneering in the Neglect Continent (Nashville, TN: Southern Publishing, 1927).

[5] Carlyle B. Haynes, “A larger evangelism”, South American Bulletin (febrero de 1927), p. 1.

[6] Adventist Review and Sabbath Herald (30 de agosto de 1929), pp. 18,19.

[7] South American Bulletin (mayo-noviembre de 1929).

[8] James Zackrison, Ministry (septiembre de 1979), p. 14.

[9] Daniel Belvedere, Revista Adventista (mayo de 1981), p. 19.

[10] Rubén Pereyra, Revista Adventista [edición CPB] (octubre de 1976), pp. 16-18.

[11] Daniel Belvedere, Ministerio Adventista (julio-agosto de 1971), p. 9.

[12] Milton Peverini García, Vida de Bráulio Pérez Marcio, Fundador de La Voz de la Esperanza (Nampa, ID: Pacific Press Publishing Association, 2007).

[13] Léo Ranzolin, Uma Voz Dedicada a Deus: A Vida de Roberto Rabello (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2007).

[14] L. H. Lindbeck, Revista Adventista (agosto de 1943), p. 11.

[15] Revista Adventista [edición CPB] (marzo de 1979), p. 28; (diciembre de 1979), p. 21.

[16] Ibíd. (julio de 2002), p. 28.

[17] R. M. Rabello, Revista Adventista [edición CPB] (octubre de 1963), p. 17.

[18] Enrique Chaij, Ese chico travieso… llamado por Dios (Buenos Aires, AR: Ediciones E, 2005), pp.67-100.

[19] Roberto Conrad Filho, Revista Adventista [edición CPB] (septiembre de 1988), pp. 12,13.

[20] Assad Bechara, Ibíd. (noviembre de 1991), p. 41.

[21] Wilson de Almeida, Ibíd. (agosto de 1986), pp. 20-23.

[22] Revista Adventista [edición CPB] (septiembre de 1988), pp. 17-21.

[23] Ibíd. (abril de 1988), p. 20; (marzo de 1988), p. 20; (junio de 1988), pp. 20,21.

[24] William G. Johns- son, Adventist Review (febrero de 1995), pp. 8-10.

[25] Vanderlei Dorneles, Revista Adventista [edición CPB] (julio de 1999), pp. 13-16.

[26] Paulo Pinheiro, Ibíd. (julio de 2000), pp. 22, 23.

[27] Departamento de Escuela Sabática de la Asociación General, A Escola Sabatina: Sua Historia, Organizando e Objetivos (Washington, DC: Review and Herald, 1938), pp. 164-167.

[28] Mario Veloso, Ministerio Adventista (julio- agosto de 1979), pp. 6-9.

[29] Daniel Rodé, Davar Logos, t. 3, nº 1, 2004, p. 61.

[30] Revista Adventista [edición CPB] (enero de 1982), p. 24.

[31] Paul Yonggi Cho, Successful Home Cell Groups (Plainfield, NJ: Logos International, 1981); Grupos familiares y el crecimiento de la iglesia (Miami, FL: Vida, 1982).

[32] Wemer Mayr, Revista Adventista (julio de 2000), pp. 5-8.

[33] Revista Adventista [edición CPB] (julio de 1999), p. 28.

[34] Revista Adventista [edición CPB] (mayo de 2008); Revista Adventista (junio de 2008).

[35] Erton Köhler, Revista Adventista [edición CPB] (enero de 2007), p. 7.