La libertad, en general, se define corno la ausencia de compulsión o restricción. Sin embargo, no es sólo algo negativo; es la oportunidad de hacer y ser algo de valor. La libertad exige la elección de buenos fines u objetivos, o al menos la opción entre distintos caminos en una dirección reconocida como’ buena. Implica que el individuo, y por extensión los grupos humanos, tienen una inteligencia y una conciencia activas. La libertad para hacer lo que es malo o fútil o estúpido, es el necesario reverso de la verdadera libertad, porque sin posibilidad de elección no hay libertad ni personalidad moral. La libertad del individuo y el grupo necesariamente implica respeto a la libertad de otros individuos y otros grupos; en caso contrario se convierte en dominación y privilegio, con perjuicio para la libertad de otros, al negarles el bien que es postulado como libertad para uno. En la cultura establecida y la sociedad organizada, la libertad es reconocida por la ley y la costumbre, con sus corolarios sociales y éticos de que no ha de ser ejercida en perjuicio de otros quebrantando ciertas normas bien conocidas que protegen su libertad, y que esa libertad no será empleada en detrimento del orden público y la moral, definidas en términos generales y sujetas a reforma (M. Searle Bates, Libertad Religiosa, págs. 320, 321).