Cuando los demás intentan algo y fracasan, no falta quien diga que existe un motivo para ello: no trabajan, no predican con propiedad, emplean métodos malos de propaganda, y se siguen enumerando un sin fin de debilidades.

Pero cuando nosotros fracasamos en la realización de algún proyecto, ¡qué cantidad de razones valederas aducimos para justificarnos! El tiempo, atracciones contrarias, la naturaleza conservadora de la gente, etc. Sería saludable si de vez en cuando alguien dijera: “Hice lo mejor que pude, pero fracasé. Me alegro de que el Hno. X haya recibido tan ricas bendiciones de Dios. Estudiaré nuevamente mis actuaciones para descubrir mi debilidad. Estoy animado, y decidido a abrirme paso, con la ayuda de Dios.” —The Ministry, junio de 1955.