Es innegable que en el seno de la sociedad hay una serie generalizada de innovaciones. Los cambios, producidos en fracciones de segundos por las imágenes de la televisión, son responsables de esa condición humana. La industria y el comercio analizan esta realdad social y llenan el mercado con nuevos productos que satisfacen al ávido consumidor de cosas nuevas. Como iglesia, no estamos fuera del ámbito de esa influencia. Se percibe entre nosotros ese mismo condicionamiento que nos impulsa a buscar cosas diferentes. Por eso, es muy común oír expresiones tales como “música nueva”, “programa nuevo”, etc.
Un ejemplo de eso es lo que sucede con la Santa Cena. Puesto que es algo que se hace cada tres meses, a algunos les molesta que el programa del rito tenga la misma estructura, y dan rienda suelta a su imaginación. Pero la creatividad a veces excede los límites de la tolerancia, porque la Santa Cena no es un programa, ni es tampoco una ceremonia común. Es un rito. La diferencia reside en sus elementos simbólicos y representativos. Cada detalle de su esencia tiene un significado, y no se los debe alterar. Jesús instituyó este rito. Lo hizo en lugar de la Pascua judía, con el objetivo fundamental de que contribuyera a poner en funcionamiento la memoria cristiana. “Haced esto en memoria de mí”, dijo (1 Cor. 11:24, 25). Los elementos concretos son necesarios, pero no nos olvidemos de los abstractos.
EL SIGNIFICADO DE LOS EMBLEMAS
El pan ázimo (sin fermentar) simboliza el cuerpo de Jesús, molido y quebrantado por nuestros pecados. El Maestro podría haber elegido otro símbolo, pero encontró que el pan era lo mejor para representar su sacrificio. Nadie tiene derecho de alterar ese símbolo, o sustituirlo por otro, nada más que por el gusto de celebrar una Cena diferente.
El cáliz debe contener el fruto de la vid sin fermentar. Cristo podría haber elegido el agua. Después de todo, él mismo dijo que era el agua de la vida. ¿No sería un buen símbolo? Pero decidió usar el jugo de la uva, para que fuera un símbolo más amplio y completo del significado que deseaba transmitir. El jugo de uva es lo que más se parece a la sangre que derramó por nosotros. Y no sólo por causa del color, sino sobre todo por el proceso de fabricación del jugo de la uva en los tiempos de Jesús: las uvas se exprimían pisándolas en el lagar.
La Santa Cena es un rito antiguo. Se lo instituyó hace dos mil años. Por orden de Jesús debe continuar hasta que él venga y nos la sirva personalmente en el Reino de los Cielos (Mat. 26:29). Y, por todo lo que se ve, el simbolismo se mantendrá.
LO QUE ES CORRECTO
Por lo tanto, debemos prestar atención especial a los elementos de la Santa Cena que, de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras, deben ser:
• El rito de humildad (el lavamiento de los pies).
• Pan ázimo (sin fermentar).
• Jugo de uva sin fermentar.
• Los emblemas: al pan y al jugo de uva se los debe servir.
• La bendición sobre los emblemas se debe pronuncia! separadamente. Se sirve primero el pan y después el jugo de uva (1 Cor.11:23-26).
LO QUE ES INCORRECTO
Nunca se debe introducir alteraciones, porque vulneran la estructura litúrgica de la cena:
• Omitir el lavado de los pies.
• Lavar los pies en casa, para evitar movimientos en la iglesia.
• Hacer el rito de humildad después del pan y el vino.
• Los hombres no deben lavar los pies de las mujeres y viceversa, salvo en ocasiones muy especiales, cuando los participantes son cónyuges.
• Usar cualquier otra cosa que no sea pan sin fermentar.
• Usar vino fermentado u otros jugos en lugar de jugo de uva sin fermentar.
• Servir el pan y el vino al mismo tiempo, o invertir el orden.
• Permitir que los hermanos se sirvan los unos a los otros.
LO QUE SÍ PUEDE VARIAR
Hay cosas que se puede hacer para que la Cena sea diferente, sin afectar a su simbolismo:
• De vez en cuando se puede tener el rito de humildad antes del corto sermón inicial. Al llegar los hermanos se dirigen al lugar indicado: después se reúnen para oír el sermón y participar de los emblemas.
• Se puede celebrar el rito de humildad entre cónyuges o en familia, cuando el padre, la madre y los hijos participan juntos. Esto es muy bueno para el Año Nuevo, cuando la familia puede renovar sus votos de fidelidad a Dios. No se lo debe convertir en rutina; se lo debe reservar para ocasiones especiales.
• La decoración de la mesa puede variar. Por ejemplo, se pueden usar como adornos flores, uvas, espigas de trigo, panes redondos, candelabros, un mantel que cubra toda la mesa. En otras oportunidades la mesa podría estar sin adornos, sólo con los emblemas.
• La misma ubicación de la mesa podría contribuir a que una Cena sea diferente de otra. Una vez podría estar donde normalmente está la mesa de la Escuela Sabática. En otra, en lugar del púlpito, o en diagonal, en un extremo de la plataforma.
• El horario también puede variar. Se la puede celebrar a la hora del sermón del sábado de mañana, o el sábado de tarde, el viernes de noche, a la puesta del sol del viernes, en lugar del culto de oración del martes o miércoles de noche, a la hora de la reunión de evangelización del domingo de noche, durante una vigilia, etc.
• En alguna ocasión se puede usar sólo música instrumental, en otra música congregacional o a cargo de un grupo. También el rito de la humildad puede ser sin música. El silencio hace del momento algo más reflexivo, y favorece la oración de a dos en dos antes del rito.
• En una ocasión los emblemas se pueden distribuir mientras el pastor oficiante lee los textos pertinentes. En otras se lo puede hacer mientras se escucha música instrumental, o en silencio para favorecer la meditación.
Como se ve, se puede hacer una Santa Cena diferente sin alterar su significado. Jesucristo instituyó la Santa Cena con propósitos bien definidos, que se deben conservar, con el fin de que se cumplan en la vida de cada adorador. Cualquier alteración que vulnere ese significado es anatema.
Sobre el autor: Profesor del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT), Engenheiro Coehlo, SP, Brasil.