La Inteligencia Artificial (IA) se ha ido desarrollando a pasos agigantados en las últimas décadas. Y la aparición reciente de la IA generativa, como ChatGPT, ha demostrado cuánto ha crecido esta área de la tecnología. Y, si bien ChatGPT despertó al público a la existencia de la IA, no la llevó a nuestra vida cotidiana. La IA ya estaba presente en el corrector ortográfico, la búsqueda de Google, las aplicaciones de navegación, Siri, Alexa, la transcripción de voz a texto, las redes sociales, los videojuegos, el reconocimiento facial, los filtros de spam, escaneos médicos asistidos y mucho más. Incluso gran parte del contenido consumido en Internet es fruto de algoritmos de la IA, que predice y sugiere páginas web basada en las últimas búsquedas de los usuarios y en temáticas relacionadas.

Ante esta nueva realidad, pastores y líderes de la iglesia deben evitar los extremos. Criticar públicamente todas las formas de IA en la iglesia es problemático, especialmente porque muchos ya podrían estar usando alguna forma de esta tecnología. Ahora bien, ¿qué se puede decir del uso intencional de la IA generativa en los ámbitos espiritual y eclesiástico? ¿Cuáles son sus implicaciones para el ministerio pastoral?

Primeramente, debemos ser conscientes de lo que se puede hacer con la IA generativa; es decir, algoritmos que pueden generar textos, imágenes, códigos, videos, etc. Por ejemplo, la IA generativa puede investigar temas bíblicos, crear gráficos, generar preguntas para Grupos pequeños, y escribir sermones, blogs y guiones de podcasts. Los miembros de iglesia también pueden recibir consejería espiritual en este sistema.

Pero, de aquí se puede extraer una reflexión. ¿De dónde obtiene su información esta computadora que todo lo sabe, y cómo la produce? Todos los modelos de IA generativa se entrenan utilizando un conjunto específico de datos. Un ejemplo es ChatGPT. Cuando se le hace una pregunta, predice una respuesta que te resultará satisfactoria dados los parámetros de tu consulta y tu propia formación sobre lo que se considera satisfactorio. La IA generativa brinda respuestas colaborativas y calibradas para complacer a la multitud. Si le pides a ChatGPT consejos sobre la vida cristiana, solo te dará la sabiduría más convencional: respuestas altamente individualistas, autoexpresivas y memorizadas.

Pero la mediocridad de las respuestas de ChatGPT no es el único problema. El acceso rápido y fácil a información aparentemente infinita puede socavar el discipulado. ¿Por qué trabajar duro para estudiar la Biblia y crecer en sabiduría, cuando un robot puede hacerlo por ti? La IA generativa, como ChatGPT, ofrece eficiencia y ahorro de tiempo en la realización de algunas tareas, pero ofrece a los usuarios resultados que no involucran trabajo o esfuerzo personal.

Nuestras acciones deben ajustarse primero a los principios bíblicos, y no meramente a la conveniencia o la eficiencia. Así, aunque la IA generativa puede ser capaz de escribir sermones, debemos recordar que ese es el deber de los pastores. Descuidar esta responsabilidad no solo es poco ético, sino también imprudente. Una máquina, por avanzada que sea, no puede conocer los corazones de las personas en una congregación, por lo que no puede calcular responsablemente sus palabras para guiarlas hacia la verdad bíblica que necesitan escuchar. No puede sintonizarse con el Espíritu Santo, que debería guiar nuestros esfuerzos homiléticos.

Si utilizas la IA sin ninguna convicción ética, cometerás errores éticos. ¿Por qué? Porque terminarás cayendo en el utilitarismo: “Si hacer x logra determinado objetivo de manera más eficiente, entonces hacer x es lo correcto”.

Por lo tanto, como pastores, debemos usar la IA de manera asertiva. Si no estarías dispuesto a decirles a tus miembros de iglesia o a los administradores de tu campo que algo se preparó usando ChatGPT, entonces no lo uses. Aquí sin duda rige el consejo inspirado del apóstol Pablo: “Sometan todo a prueba y retengan lo bueno” (1 Tes. 5:21).

Sobre el autor: editor en la Asociación Casa Editora Sudamericana.