Cuando la asociación me pidió, hace unos tres años y medio, que me trasladara a la ciudad de Torrance para dar estudios bíblicos, nos reunimos con el pastor Goffar y su esposa para orar por la ganancia de muchas almas para el reino de Dios.
Cierto día la Hna. Goffar sugirió un plan que contemplaba una comida una vez por semana, complementada con un programa de índole educativa. No pude pensar en nada mejor que la preciosa Palabra de Dios enseñada mediante hermosos cuadros en colores. Después de orar en busca de dirección, asistida por algunas fieles hermanas de nuestra iglesia, abrí mi casa a la gente. Las hermanas invitaron a sus amigas no adventistas, y yo llevé a algunas señoras con quienes estudiaba.
Iniciamos este proyecto con pocas personas, pero al final del primer año habíamos bautizado a ocho almas, y contábamos con una asistencia de 29 señoras. Comenzamos el ciclo de reuniones en septiembre y lo terminamos en junio. El primer año permitimos que las madres llevaran a sus hijitos, pero pronto vimos que eso ocasionaba muchos inconvenientes. En una ocasión la Sra. Goffar atendió a 22 niñitos mientras yo presentaba el estudio. El segundo año hicimos arreglos para que asistieran únicamente adultos. Este año se bautizaron cinco personas, y el tercer año, seis.
Los esposos asisten ocasionalmente. Nuestro pastor acude a las reuniones de vez en cuando para conocer a las señoras interesadas; este contacto rompe el prejuicio. Aprenden a apreciarlo y comienzan a desear asistir a la iglesia para oírlo predicar.
Nuestras comidas nos permiten enseñarles a preparar alimentos saludables. Así les damos el mensaje de la salud sin que se percaten de nuestra intención. Les ofrecemos menús debidamente equilibrados, y también intercambiamos recetas. Nunca predicamos la reforma pro-salud, sino que en una forma aparentemente casual les explicamos las razones que nos impiden comer o beber cosas que son perjudiciales para el organismo. Las señoras transmiten a sus esposos e hijos lo que van aprendiendo, y de este modo toda la familia se educa en los caminos del sano vivir.
Después de la comida, las hermanas de la iglesia ayudan a quitar las cosas de la mesa y a lavar la loza, y yo me dedico a dar un estudio bíblico ilustrado. Nuestras reuniones se realizan en un ambiente muy familiar, desprovisto de toda exigencia convencional, actitud que estimula el compañerismo personal. Aun las más tímidas no tardan en sentirse a gusto. Siempre hacemos girar la conversación en torno a temas que no desagradan a Dios. Fomentamos un verdadero ambiente cristiano en estas reuniones.
Antes de mucho tiempo las señoras están listas para asistir a la iglesia, y se sienten cómodas en ella, porque todas las barreras han sido quitadas en nuestras reuniones previas. Conocen a muchas de las hermanas como sus amigas personales, y también conocen al pastor y a la instructora bíblica. Cuando entran a la iglesia sienten que son de los nuestros.
Sería imposible llevar a cabo un programa de esta magnitud sin contar con la ayuda de nuestras apreciadas hermanas. Ellas preparan los platos para la comida, invitan a sus amigas y acuden con ellas. Cinco leales hermanas colaboran cada año en este plan. Y hay otras que comenzaron a ayudarnos aun antes de ser bautizadas. Hemos encontrado que las señoras de edad, y especialmente las que viven solas, quedan complacidas con este programa. Sin embargo, entre las asistentes contamos a diez señoras jóvenes. Nuestras reuniones parecen llenar una necesidad en sus vidas, y antes que lo noten, son llevadas hacia Cristo y encuentran justamente lo que más anhelaban.
Estamos convencidas que este provechoso proyecto de estudios bíblicos es un plan que gana almas. Requiere la dirección del pastor y de su esposa, y de la instructora bíblica. Nuestras hermanas también se llenan de gozo, porque ellas desempeñan una parte definida en su realización: contribuyen a llevar nuevos miembros a la iglesia. Es sorprendente lo que ha logrado este proyecto en bien de los miembros de nuestra iglesia. Aunque no es el único plan que tenemos para aumentar nuestra influencia en la comunidad, nuestro grupo de trabajo reconoce que ésta es una manera muy efectiva de romper los prejuicios y de conducir a la gente hacia la iglesia. Queremos compartir el plan porque nos parece provechoso.
Sobre el autor: Instructora bíblica de la Asociación Sur de California.