Reseña crítica de dos libros relacionados con el crecimiento de la Iglesia.

El conocido pastor bautista Dr. Rick L.Warren ha escrito obras de amplia difusión y alto impacto, incluso entre los lectores hispanohablantes. Muchos creyentes han leído con interés sus libros Una iglesia con propósito (1995)[1] y Una vida con propósito (2002)[2] y han reaccionado de distintas maneras. Los siguientes pensamientos expresan una impresión breve, provocada por la lectura de estos trabajos.

Una iglesia con propósito

Warren, graduado del Seminario Teológico Bautista del Sur en Fort Worth, Texas, cuenta la historia de la Iglesia de la Comunidad del Valle de Saddleback, en el Condado de Orange, California, que él plantó en 1980 y que ha venido pastoreando durante treinta años. El fundador comparte en este libro los secretos que llevaron a su congregación, de 205 asistentes a 10.000, quince años después, y es conocida como la iglesia bautista de más rápido crecimiento en la historia de América. Esta iglesia madre había comenzado otras 25 iglesias para el momento de la publicación de libros y en los últimos siete años había bautizado a 9.100 nuevos creyentes.

El autor parte de la base de que “sólo Dios puede hacer que la iglesia crezca” (1 Cor. 3:6). Su tesis expresa que el crecimiento es una consecuencia natural de una iglesia viva; de allí deriva que el punto clave es la salud de la iglesia (Col. 2:19). Dice textualmente: “El crecimiento de la iglesia es el resultado natural de (a salud de la iglesia”.[3]

Haciendo memoria de la historia de Saddleback, resurgen las primeras convicciones: (1) la atención puesta en la gente y no en los edificios, (2) la necesidad de pastorados prolongados, (3) el llamado a alcanzar a los no creyentes, (4) el contacto directo con la comunidad, (5) el ofrecimiento de una clase de culto diferente y (6) una clara definición de visión y demisión.

Warren se concentra luego en el propósito movilizador de la iglesia, e insiste en la necesidad de definirlo o redefinirlo. Ese propósito claro constituye el fundamento para lograr una iglesia saludable. Los propósitos deben ser no solo definidos, sino también comunicados con regularidad y aplicados a cada sector de la iglesia, además de servir como centro organizador de toda la iglesia. Es correcta la indicación de extraer dichos propósitos de la Biblia misma.

Saddleback definió los cinco propósitos de la iglesia: adoración, evangelización, comunión, discipulado y servicio. Se organizó luego de acuerdo con los propósitos, teniendo en cuenta los diferentes círculos de compromiso: (a) la comunidad, (b) la multitud (asistentes regulares), (c) la congregación (miembros bautizados), (d) los comprometidos y (e) el núcleo (obreros y líderes). Vino luego la aplicación de los propósitos a la programación, la planificación, el presupuesto, el personal, las predicaciones, etc.

Rick Warren cree que una iglesia no puede alcanzar a todas las personas, por lo que debe decidir su grupo meta entre aquellos a quienes puede alcanzar mejor, y entonces desarrollar una estrategia adecuada. Al mismo tiempo, la desafía a atraer multitudes, a través de una gran cantidad de ministerios orientados a las necesidades de la comunidad.

La adoración es un punto clave en la estrategia de Warren. Propició lo que se denomina un “servicio para buscadores” (orientado a los inconversos). Está convencido de que no existe un estilo correcto de culto, salvo un servicio caracterizado por el amor y el respeto, que sea práctico, orientado a las necesidades de la gente y sensible a los temores que hubieren, las carencias y las necesidades de los incrédulos. No cree que se deba comprometer el mensaje, pero sí ser comprensible. El propósito de evangelización gobierna los cultos principales de los fines de semana, y el propósito de edificación para los creyentes se realiza por medio de cultos a mitad de semana.

Un delicado asunto pasa por la planificación del culto para los inconversos. Se habla de servicios de fácil acceso, breves (setenta minutos), fluidos, luminosos, brillantes, alegres, creando una atmósfera atractiva y haciendo que las visitas se sientan cómodas.

Todavía más complejo es el criterio recomendado para la selección de la música, de acuerdo con el estilo musical preferido por el grupo al que se desea alcanzar. El autor no cree que haya estilos musicales buenos y malos, mejores y peores, ni música sagrada y secular, salvo por el mensaje de la letra. Dice concretamente: “No existe tal cosa como ‘música cristiana’, solo existen las letras cristianas”.[4] Saddleback eligió la música pop/rock contemporánea. Dice su pastor: “Usamos el estilo de música que escucha en la radio la mayoría de las personas que asisten a nuestra iglesia”.[5] Luego de tomar una encuesta a la comunidad, se abandonaron los himnos y se optó por una música rítmica, de letras actuales, en permanente renovación, con el acompañamiento de una orquesta.

La siguiente preocupación se ha vuelto prototípica del pensamiento de Warren: “Invitamos a los inconversos a que vengan y se sientan en sillas del siglo XVII (a los cuales llamamos bancos), a que canten canciones del siglo XVIII (a las que llamamos himnos), y a que escuchen instrumentos del siglo XIX (el órgano de tubo), y luego nos preguntamos por qué pensarán que estamos pasados de moda”.[6]

La predicación también está dirigida a los no creyentes. Se trata de una predicación temática (tópica), que se considera mejor para la evangelización, y que se origina en una necesidad de los oyentes. Se usan traducciones recientes de la Biblia, se colocan títulos atractivos, y a menudo se predican series de temas.

La intención es que los asistentes se conviertan en miembros maduros de la iglesia, incentivando relaciones fuertes y la participación en pequeños grupos. El ideal final es que los miembros pasen a ser ministros al servicio de Dios. Para ello, se escoge una estructura organizativa dinámica, sin reuniones de comité, pero con abundantes ministerios diferentes que toman sus propias decisiones. Las pautas son mínimas, la responsabilidad y la autoridad se delegan y se proporciona el apoyo necesario.

Una iglesia con propósito da evidencias de la enorme capacidad de comunicación de su autor para mostrar aquello que se ha probado en la práctica de su iglesia. El libro viene recomendado como un verdadero clásico por una gran cantidad de líderes eclesiásticos y predicadores de diversas denominaciones. Cualquier lector interesado en el desarrollo de la iglesia reconocerá aquellas ideas frescas y positivas, que podrán ser aplicadas en otras congregaciones. La propuesta del autor, en cuanto a la salud de la iglesia, destinada al crecimiento y a la claridad del propósito que debe mover todo su accionar, no puede discutirse.

La obra también despierta interrogantes y cuestionamientos sinceros, entre aquellos que han tenido contacto con su contenido. Habrá quienes concuerden con el lugar protagónico que el autor asigna a Dios en el crecimiento de la iglesia, como también existirán otros que sientan recelos a causa del típico acento de muchos bautistas en la soberanía absoluta de Dios. No pocos felicitarán el énfasis en la autoridad normativa de la Biblia, al mismo tiempo que no compartirán la creencia fundamentalista en la infalibilidad de las Escrituras.

Warren se ha volcado hacia uno de los polos de tensión característicos de los problemas pastorales. Ha elegido a los no creyentes como objetivo de la acción de la iglesia. La actitud parece generosa y acertada. Al mismo tiempo, parece admitir que es suficiente con que las personas hayan aceptado la fe cristiana, sin preguntarse por la pureza de la doctrina o la legitimidad de su experiencia. ¿Es que debemos solo predicar a los no creyentes, o se requiere que el pueblo de Dios testifique de la verdad presente a todo aquel que esté dispuesto a escuchar, sea creyente o incrédulo? Dejar que otros trabajen por las personas que la iglesia no se propuso alcanzar, ¿no es un paso demasiado grande hacia la aceptación de cualquier expresión cristiana como adecuada para la evangelización en este tiempo?

El autor ha asumido su elección en la reñida tensión respecto del objetivo del culto. Considera la adoración y la evangelización casi como sinónimas. Sin embargo, los que preconizan los cultos para buscadores deben recordar la prioridad de la adoración y de la orientación vertical en las acciones litúrgicas. Pareciera que el triple objetivo de adorar, edificar y evangelizar en adecuado equilibrio responde mejor al modelo de adoración del Nuevo Testamento.

El modelo propuesto por Warren está orientado por un sistema congregacional de gobierno, centrado en un liderazgo pastoral sin límites de tiempo. Es evidente que de este modo la iglesia alcanza un estilo más definido, y elabora su actividad con mayor proyección. En contraste, debiera tenerse en consideración las bondades de un sistema representativo de gobierno, con un ministerio amplio, en el cual la diversidad de dones obra en beneficio de la iglesia y de su misión.

Una iglesia que se vuelca a la evangelización en todas sus actividades centrales puede caer en la tentación de exagerar su contextualización, asumiendo como propias las características de aquellos que todavía no han sido alcanzados por el poder transformador del evangelio de Cristo. Quizás el ejemplo más evidente de esta adaptación desbalanceada sea la adopción de un estilo de música propia de los gustos secularizados. Al decir que no hay un estilo de música que sea sagrado o espiritual fuera del mensaje de su letra, y al elegir el rock por su popularidad y universalidad, Warren ha ido demasiado lejos. Es verdad que existe el desafío de la actualización y la innovación permanentes, pero no es posible borrar toda distinción entre lo sagrado y lo profano, ni adaptar el mensaje de tal manera que se ponga en riesgo la identidad de la iglesia.

Una vida con propósito

La difundida obra de Rick Warren Una vida con propósito, se presenta como “la guía de una jornada espiritual de cuarenta días”.[7] El autor cree que los cuarenta días son un período espiritual significativo, y organiza su libro en cuarenta capítulos cortos. Mucho de bueno, inspirador y orientador puede hallarse en esta publicación.

El autor aborda directamente la cuestión del propósito por el cual estamos en la tierra, y extrae de la Palabra de Dios cinco propósitos revelados. Coloca a Dios en el comienzo de todas las cosas, y se niega a pensar en la persona humana como un accidente. Plantea el destino eterno que Dios propone a quienes se dejan guiar por el Cielo. Desde esa perspectiva, la vida se presenta como una asignación temporal. Los cinco propósitos son: (a) adorar, (b) amar a los creyentes, (c) asemejarnos a Cristo, (d) servir con nuestros dones y (e) testificar a los demás. A continuación, se desarrollan estos cinco propósitos.

  • “Fuiste creado para agradar a Dios”. La adoración se describe como un estilo de vida que nada tiene que ver con el estilo de culto o de música. El argumento es que “Dios ama todos los estilos musicales porque él los inventó […]”[8] Este tipo de glorificación por medio de la experiencia hace sonreír a Dios. Es clara la idea de que el corazón de la adoración es la rendición, la entrega y la amistad con Dios por medio de la oración, la meditación y la obediencia.
  • “Fuiste hecho para la familia de Dios”. Se ingresa por medio del bautismo a una comunidad de amor. Ese lugar de pertenencia debe ser una iglesia viva y local. La vida en comunidad debe cultivarse y fortalecerse mediante la participación en pequeños grupos. El compañerismo se restaura, y los creyentes cuidan de su iglesia.

1. “Fuiste creado para ser como Cristo”. Para ello, los creyentes han de cooperar con el trabajo del Espíritu Santo. Dios usa su Palabra, las personas y las circunstancias con el fin de obrar el crecimiento, mientras transforma la vida por la verdad, a través de los problemas y las tentaciones, en un proceso que lleva tiempo.

2. “Fuiste formado para servir a Dios”. Esta es una asignación que debe aceptarse mientras se encuentra la forma de servir a Dios. El secreto es usar lo que Dios ha otorgado, es decir, los dones y los recursos. Los verdaderos siervos están interesados no tanto en el liderazgo como en el servicio.

3. “Fuiste hecho para una misión”. Encontrarla es hallar también el propósito de la vida. Ese mensaje necesita ser compartido con el mundo entero. Esa misión da equilibrio a la vida, y le asigna un sentido trascendente.

El contenido de Una vida con propósito es realmente amigable, y desafiante en muchos sentidos. Trata un tema básico y práctico, en un programa de cuarenta días. La plataforma teológica que sostiene esta invitación puede ser objeto, no obstante, de algunas observaciones imprescindibles.

Rick Warren vuelve a colocar su énfasis en la soberanía y la predestinación de Dios, en términos que muchos considerarán exagerados. Dice, por ejemplo, que “Dios diseñó cada característica de tu cuerpo”, y que” […] escogió tu momento exacto de nacer y de morir”.[9]

Parece dejar de lado otros factores ambientales del mundo caído en que vivimos, y ciertas determinaciones libres de los individuos, con efectos sobre la vida. Desde la perspectiva del autor, el destino humano está enteramente fijado. “Como todos los días de tu vida se escribieron en el calendario de Dios desde antes de que nacieras, todo lo que te pasa tiene significado espiritual. “¡Todo!”.[10] En esto Warren es deliberado: “Como ya hemos visto las cinco maneras en que Dios te ha formado para el servicio, espero que tengas un aprecio más profundo por la soberanía de Dios y una idea más clara de cómo te ha preparado para el propósito de servirlo”.[11] E insiste una vez más: “Tu forma fue determinada soberanamente por Dios para su propósito, de manera que no debes resentirte o rechazarla”.[12]

Quienes sostienen un concepto antropológico monista rechazarán con energía la creencia del autor en la inmortalidad del alma. Dice el autor: “Tu cuerpo terrenal es una simple residencia temporal para tu espíritu”. En consecuencia, cree que la muerte “será la última hora de tu vida en la tierra, pero no el fin de tu ser”,[13] y que “en la muerte no dejarás tu hogar, más bien irás a casa”.[14] Tal parece que se ignora la enseñanza bíblica de que la inmortalidad es un atributo exclusivo de la Divinidad. Warren asegura que” […] como Dios, somos seres espirituales-nuestros espíritus son inmortales y perdurarán más que nuestros cuerpos terrenales […]”.[15]

Warren es enfático en su negativa de ver en la música, aun sin palabras, un lenguaje con cualidades morales y espirituales. Lo asegura: “Pero no existe un estilo bíblico. En la Biblia no hay notas musicales; ni siquiera tenemos los instrumentos que se usaban en los tiempos bíblicos”. Su tesis es que “la música ‘cristiana’ no existe como tal: solo hay música con letra cristiana. Lo que convierte una canción en sagrada son las palabras, no la melodía”.[16] Esta postura es absolutamente discutible, ya que la música es un lenguaje que dice mucho, independientemente de su letra. Por otro lado, la Biblia habla de los instrumentos que se usaban en la adoración del Templo, y tenemos una idea de sus características.

Las obras que reseñamos brevemente son cautivantes, y de interés para creyentes interesados en hallar el propósito para la iglesia y para la vida. Hay mucho de bueno para retener, y varios conceptos que necesitan examinarse con espíritu crítico y atento a las enseñanzas de las Escrituras.


Referencias

[1] Rick Warren, Una iglesia con propósito: Cómo crecer sin comprometer el mensaje la misión, trad. Cecilia de De Francesco (Miami, Florida: Vida, 1998).

[2] Warren. Una vida con propósito. ¿Para qué estoy aquí, en la tierra?, trad. Vida Publishers/Purpose Driven Ministries (Miami, Florida: Vida, 2003).

[3] Warren, Una iglesia con propósito, p. 56.

[4] Ibíd., p. 289.

[5] Ibíd, p. 293.

[6] Ibíd., p. 299.

[7] Warren, Una vida con propósito, p. 7.

[8] Ibíd, pp. 67, 68.

[9] Ibíd, pp. 21, 22.

[10] Ibíd, p 211.

[11] Ibíd, p 269.

[12]  Ibíd., p 275.

[13] Ibíd., p.39.

[14] Lbíd., p.53.

[15] Ibíd., p. 185.

[16] Ibíd., p. 68.