San Pablo dejó muchas instrucciones interesantes al joven ministro Timoteo. En el capítulo 4, versículo 5, de la segunda epístola a su discípulo, el apóstol expresa lo siguiente: “Tú empero sé vigilante en todas las cosas… cumple bien tu ministerio.” (V. M.)
En mi concepto, con estas palabras el apóstol le hizo ver a Timoteo su misión en una forma muy adecuada. Le dijo que en su calidad de obrero cristiano debía ser vigilante en todo si quería cumplir bien su ministerio.
Al estudiar cuidadosamente su vida, notamos que el gran apóstol de los gentiles ejerció esta vigilancia en todos los ramos de su servicio. En segunda de Corintios 11, después de describir sus trabajos, termina diciendo en el versículo 28: “Además… la solicitud de todas las iglesias.” San Pablo fue un obrero cristiano que siguió un programa de trabajo bastante equilibrado. Sus epístolas revelan su interés en todas las actividades de las iglesias.
Si examinamos el ministerio del Señor Jesús. encontraremos que está impregnado del mismo principio. El Salvador dedicó su atención a una gran variedad de asuntos y a diversas actividades. Su ministerio se caracterizó por sus enseñanzas, predicación y curaciones. Prestó la debida atención a todos los aspectos de la obra. No descuidó ningún ramo poco deseable por otro que gozara de sus preferencias.
El obrero cristiano de hoy también debiera tener un programa de trabajo bien equilibrado. Sin embargo, algunos se interesan solo por la obra pastoral y descuidan el evangelismo. Nuestros ministros debieran dar cabida en su programa de trabajo a todos los ramos de la obra. El ministro comete un error si sólo tiene interés en el evangelismo o la obra pastoral, y no coopera también con los departamentos. Hay obreros que dejan pasar mucho tiempo sin animar a un hermano de la iglesia a entrar en el colportaje. En nuestras iglesias hay jóvenes a quienes se debe aconsejar (fue acudan a nuestros colegios a fin de prepararse para el ministerio. Al tener un programa de trabajo equilibrado. nuestros ministros cumplen con la recomendación de San Pablo de ser vigilantes en todo y cumplir bien su ministerio.
Como obreros cristianos, también debiéramos prestar atención a nuestro plan de estudios. A veces nos sentimos inclinados hacia la historia y descuidamos las demás disciplinas del saber. Hay quienes dicen: “Me gusta mucho la arqueología,” y al mismo tiempo siguen un programa de estudio que excluye la historia natural, materia Utilísima para la preparación de los sermones. Por otra parte, algunos llenan sus sermones de argumentos y lógica, sin pensar en espiritualizar las lecciones de la Biblia. También existe el peligro de restar tiempo a la meditación. Tengamos presente, ministros y obreros cristianos, que nuestro programa de labor debe ser bien equilibrado.
En nuestra vida privada también debemos buscar el equilibrio. A veces dedicamos todo nuestro tiempo al ministerio y descuidamos a nuestra familia. Otras veces no nos tomamos tiempo para las relaciones sociales. Las reuniones con amigos, en las cuales se conversa de diferentes asuntos de la vida, enriquecen las relaciones de los seres humanos. Aunque estemos muy ocupados, dediquemos tiempo a estas actividades que son edificantes en muchos sentidos.
Nuestros ministros y obreros deben tener también un sentido equilibrado de la necesidad del progreso de la obra en otros campos, uniones y divisiones. Una vez pasé tres semanas en cierto país asistiendo a una serie de reuniones. Durante mi estada allí me llamó poderosamente la atención el hecho de que en las oraciones que se elevaron en esas reuniones nunca se pidió a Dios que bendijera la obra del Evangelio en otro lugar que no fuera ese país. No debemos limitar nuestras oraciones en favor de la obra de Dios a un solo campo o a una sola iglesia. Es una doctrina aceptada por todas las denominaciones que el Evangelio debe ser predicado en todo el mundo. Que nuestro concepto de la importancia de la predicación del mensaje de salvación en todo el mundo, además de nuestro propio campo o país, sea equilibrado también. “Tú empero sé vigilante en todas las cosas… cumple bien tu ministerio.” (2 Tim. 4:5, V. M.)