He trabajado en el ministerio durante más de catorce años, he servido bajo seis presidentes de asociaciones en tres uniones diferentes. Hace poco, tuve una experiencia que produjo en mí una profunda impresión.
Dos o tres veces en el año visito al presidente de la asociación para cambiar ideas acerca del trabajo en mi distrito. Otras veces me comunico con él por carta y por teléfono. Esta visita en particular fue otra de esas ocasiones de rutina, sin problemas graves. Al final de nuestra entrevista ocurrió esta experiencia singular a la que me refiero: el presidente sugirió que nos arrodillásemos para orar.
Han transcurrido varios meses desde ese momento memorable. Ya no recuerdo qué se dijo en la oración; no recuerdo quién hizo la oración, si fue el presidente o si fui yo. Tan sólo recuerdo que el presidente de mi asociación oró conmigo. No olvidaré muy pronto la impresión o la bendición que recibí.
No quiero dejar una idea equivocada: he orado en público y en privado con todos los presidentes con quienes he servido. Digo tan sólo que hasta entonces ninguno había orado conmigo cuando no había nada en particular por lo cual orar, cuando nos reuníamos para tratar los asuntos comunes que todos debemos resolver. Hasta aquí parecía que se debía orar sólo cuando había problemas difíciles que nosotros no podíamos resolver. Esta experiencia tuvo profundo efecto en mí.
Reconozco que sería difícil e inconveniente para un presidente orar con todos los pastores que acuden a su oficina. No estoy sugiriendo que esto sea una necesidad; digo tan sólo que tal vez sería conveniente que los ejecutivos orasen más a menudo con sus colaboradores. Además, los presidentes de asociaciones pueden tener muchos problemas que nosotros los pastores locales ignoramos, y por eso deberíamos recordarlos diariamente en nuestras oraciones.
Por nuestra parte, los pastores tenemos muchos problemas que ellos ignoran, porque consideramos nuestra responsabilidad impedir que ellos sean recargados con cada dificultad que surge en nuestras iglesias. Pero encontramos fortaleza en la comunidad de la oración. Por favor, hermano presidente, ore con nosotros y por nosotros.
Un Pastor.