Raíces bíblicas y aplicaciones contemporáneas del ministerio pastoral
Pastorear rebaños era un trabajo noble en la antigüedad. Abel (Gén. 4:2), Jabal (4:20), Abraham (13:2), Isaac (26:14), Jacob (30:43), José (37:2), Moisés (Éxo. 3:1) y muchos otros personajes bíblicos cuidaban rebaños. En la antigua literatura griega, el título de “pastor” también se daba a gobernantes y filósofos, como Homero, Hesíodo y Platón.[1] La literatura hebrea atribuía el término a Dios, como Pastor de Israel (Gén. 49:24), y también a quienes cuidaban animales y personas.
Este artículo busca mostrar cómo el Señor pastorea a su rebaño con esfuerzo, dedicación y responsabilidad. El cuidado de las ovejas es una ilustración que el propio Jesús enseñó y ejemplificó en su ministerio terrenal, dejándonos preciosas lecciones. Él es el Buen Pastor, el Pastor Modelo, que ama y sirve a sus ovejas hasta el punto de morir por ellas (Juan 10:11). Si aplicamos las instrucciones del Pastor divino, tendremos éxito en nuestro ministerio.
Pastorear animales
En tiempos bíblicos, el pastor conducía al rebaño a verdes praderas y permanecía constantemente a su lado (Gén. 31:38-40). Cuidaba de las ovejas enfermas y las protegía de depredadores (Jer. 43:12). Esta actividad se confiaba a los hijos o hijas (Gén. 29:9; 37:2) o a un jornalero (Gén. 30:31, 32), y requería de vigilancia constante.[2] Elena de White comenta: “Los merodeadores de las tribus errantes, o las bestias feroces […] acechaban para saquear los rebaños. El pastor velaba por su rebaño, sabiendo que lo hacía con peligro de su propia vida”.[3] Como defensa, los pastores tenían perros que alertaban el peligro, una práctica habitual en la época patriarcal.[4]
El pastor negligente debía pagar el precio del animal perdido, como en el caso de Jacob y su suegro Labán (Gén. 31:39). Esto implicaba que la actividad del pastor exigiera un alto nivel de responsabilidad, integridad y relevancia. A lo largo del tiempo, esta función fue destacada por profetas, sacerdotes y reyes. Algunos de ellos eran considerados subpastores,[5] es decir, líderes que cuidaban de la gente física, social, cívica y espiritualmente. El término hebreo roêh, “pastor”, tiene varios significados, como “gobernante”, “maestro”, “amigo estimado”, “alguien que alimenta y cuida”.[6] Así pues, las responsabilidades de pastorear ovejas también pueden aplicarse al cuidado de las personas, algo que ha adquirido gran relevancia en las Escrituras.
Cuidado personal de personas
En relación con el cuidado pastoral de personas, R. Laird Harris señaló que, “desde la más remota antigüedad, los gobernantes han sido legitimados sobre la base de su capacidad para pastorear a sus respectivos pueblos. Hammurabi y muchos otros gobernantes de la antigua Asia occidental fueron llamados pastores y descritos como líderes que pastoreaban a sus súbditos”.[7]
La práctica de pastorear fue adoptada por Dios cuando comisionó pastores que guiaran a su pueblo. Moisés, que cuidaba animales en Madián (Éxo. 3:1), fue llamado por Dios para sacar a los israelitas de Egipto. David, que pastoreaba el rebaño de su padre (2 Sam. 5:2), fue ungido rey de la nación elegida. El rey persa Ciro, que antes de nacer fue elegido para repatriar a Israel, también fue llamado “pastor” por Dios (Isa. 44:28). Enfrentado a la muerte, Moisés pidió a Dios que pusiera un pastor sobre Israel para que las “ovejas” estuvieran bien cuidadas (Núm. 27:16, 17). Siglos más tarde, quienes desempeñaron un ministerio leal y responsable fueron recordados por el pueblo de Dios como “pastores” (Isa. 63:11). Los profetas del exilio hacían hincapié en la dedicación pastoral y reprendían a quienes maltrataban al rebaño y vivían a sus expensas. Comentando sobre esto, John Taylor señaló: “Este oficio pastoral se había vuelto tan indispensable a los ojos de Dios que quienes lo descuidaban, incumpliendo los propósitos para los que habían sido llamados […] se los condenaba a terribles males y eran descritos como pastores brutales que destruían las ovejas”.[8]
Los profetas Ezequiel y Jeremías indican que los pastores negligentes serían castigados, las ovejas sinceras serían devueltas a sus pastos y aparecería el Buen Pastor (Eze. 34:1-6; Jer. 23:3-5). En cuanto a la profecía de Ezequiel 34:11 y 12 de que Dios buscaría a su rebaño como un pastor, Elena de White comenta que “Cristo aplicó estas profecías a sí mismo, y mostró el contraste que había entre su carácter y el de los líderes de Israel”.[9]
En medio de estas descripciones de pastores negligentes, surge la promesa del Pastor mesiánico (Eze. 34:23, 24; Miq. 5:3; 4:8) que “cumplirá su misión; porque él realmente apacentará las ovejas”.[10] El profeta Zacarías anunció la venida del Buen Pastor y destacó varios modelos pastorales contrastantes.
Pastores negligentes
El pastor negligente lleva al pueblo al extravío (Zac. 11:3-5). Los pastores insensatos, además de traficar con las ovejas, “tenían la audacia de bendecir a Jehová por su buena suerte de hacerlo (vers. 5). Cegados por su egolatría, no se consideraban culpables cuando maltrataban pecaminosamente a la grey”.[11] Warren Wiersbe comentó que “era común que los pastores llevaran ovejas para el matadero, pero en este caso, los propios pastores son quienes serán llevados para el matadero”.[12] Para ejemplificar el cuidado pastoral negligente, Dios ordenó a Zacarías que representara el papel de un pastor moralmente deficiente, corrupto e inútil, que no buscaba a las ovejas perdidas, ni alimentaba al rebaño ni curaba sus heridas, sino que las sacrificaba para alimentarse (Zac. 11:15-17). Este era el retrato de los dirigentes de Israel que dejaron de mirar al Buen Pastor.
El renacentista John Bunyan reflexionó sobre las consecuencias de este descuido: “¿No te dolerá ver a toda tu iglesia ir al infierno detrás de ti? […] Oh vil y maldita criatura, guía ciego, ¿no te contentaste con caer tú mismo en la fosa, sino que nos arrastraste contigo al mismo lugar?”.[13] En esta época final, en la que muchos tienen el título de pastor, pero viven a expensas de ventajas y posiciones personales, la advertencia de Bunyan es relevante.
Un pastor verdadero
En lugar de pedir a Zacarías que predicara un sermón, el Señor le ordenó que desempeñara el papel de líder que cuida del pueblo con celo y respeto. Adquirió un rebaño y se convirtió en pastor. El profeta se apropió entonces de dos instrumentos: una vara para guiar a las ovejas y un cayado para protegerlas. La Biblia dice: “apacenté a las ovejas destinadas a la matanza, los pobres del rebaño. Y tomé dos cayados: a uno puse por nombre Gracia; y al otro, Unión, y apacenté a las ovejas” (Zac. 11:7).
Zacarías prestó especial atención a los oprimidos que necesitaban mayores cuidados.[14] El cuidado pastoral leal y fiel experimentado por Zacarías, que guarda a los de dentro y evangeliza a los de fuera, fue ejemplificado por los apóstoles (Hech. 11:29, 30) y puede cumplirse hoy en el ministerio de los siervos de Dios. El Espíritu Santo está cerca para cumplir esta obra (Juan 14:16). ¿Está tu ministerio también lleno de “gracia” y “unión”? ¿Proteges a las ovejas de adentro y buscas a las de fuera? ¿Qué tipo de recompensa esperas obtener al final de tu viaje?
Esto me recuerda una historia. Después de cuatro décadas sirviendo a Dios en el campo misionero africano, Henry C. Morrison regresó en barco a los Estados Unidos. Durante el viaje, notó que Thodore Roosevelt, por ese entonces presidente del país, también estaba a bordo. Al llegar al puerto de Nueva York, Morrison se sintió decepcionado al ver al presidente siendo recibido por una gran comitiva, mientras que él, que había dedicado tantos años al servicio de Dios, no tenía a nadie esperándolo. En ese momento de tristeza, Morrison escuchó la voz de Dios diciendo: “Henry, tú aún no has llegado a casa”. La gran recompensa del pastor fiel estará en las mansiones celestiales. Allí, Jesús y sus ángeles estarán esperándote para recibirte, entregarte una corona de gloria y decirte: “¡Bien, siervo bueno y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:23).
El Pastor divino
Isaltino Gomes afirma que el versículo: “ ‘Levántate, espada, contra el Pastor y contra su compañero –dice el Señor Todopoderoso–. Hiere al Pastor, y se dispersarán las ovejas; y yo volveré mi mano contra los pequeños’ (Zac. 13:7), no se refería a un pastor cualquiera, sino que prefiguraba al Pastor Supremo que vendría a la tierra para dar su vida por sus ovejas, su pueblo”.[15] El rey David presentó poéticamente a Jesús como el Pastor que cuida de sus ovejas (Sal. 23:1-3). El Salmo 23 se centra en lo que Jesús hace por su pueblo de forma permanente: satisface sus necesidades en cualquier circunstancia. Incluso ante el sufrimiento, la opresión, el descuido y la maldad, la fuerza se renueva al saber que el Señor es el Buen Pastor que siempre está ahí.
Al dar su vida por las ovejas, el Pastor divino se apega a sus ovejas (Eze. 34:31) y lleva a cabo una auténtica labor de cuidado pastoral (Mat. 26:31). En su muerte, Jesús estableció una relación de íntimo conocimiento con nosotros, y desempeñó el papel del Buen Pastor, que atrae a las ovejas a su redil (Juan 10:14, 15).
La amplitud, la pasión y el propósito de Dios para pastorear en todo momento motivan a los líderes llamados por Cristo a consagrar diariamente su vida y su familia a Dios. Los impulsa a tener una visión más amplia de la predicación del evangelio y a hacer planes y objetivos más específicos para capacitar y santificar a la iglesia. Cuando amamos a Dios y nos interesamos por las personas por las que Jesús murió, nuestra vocación ministerial se convierte en una relación de amor profundo. ¿Está tu cuidado pastoral en este nivel? ¿Se centra en Cristo y en sus méritos salvíficos? Mantengámonos optimistas, esperanzados y apasionados en nuestro ministerio, convencidos siempre de que se cumplirán en nosotros las palabras de Pedro: “cuando venga el Gran Pastor, recibirán una corona de gloria y honor eternos” (1 Ped. 5:4, NTV).
Sobre el autor: Pastor jubilado, reside en Curitiba, Brasil
Referencias
[1] Enciclopedia de la Biblia (Barcelona: Garriga, 1963), t. 5, p. 911.
[2] Ibid.
[3] Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Florida: ACES, 2008), pp. 444, 445.
[4] Samuel L. Ventura, Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado (Barcelona: Clie, 1985), p. 896.
[5] Enciclopedia de la Biblia, t. 5, p. 911.
[6] Charles F. Pfeiffer, Wycliffe Bible Encyclopedia (Chicago: Moody Press, 1975), t. 2, p. 1284.
[7] R. Laird Harris, Dicionário Internacional de Teologia do Antigo Testamento (São Paulo: Vida Nova, 1998), p. 1438.
[8] John B. Taylor, Ezequiel: Introdução e Comentário (São Paulo: Vida Nova, 1984), p. 196.
[9] White, El Deseado de todas las gentes, p. 442.
[10] Mario Veloso, Comentario del evangelio de Juan (Nampa: Pacific Press, 1997), p. 269.
[11] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día (Florida: ACES, 1995), t. 4, p. 1132.
[12] Warren W. Wiersbe, Comentário Bíblico Expositivo-Proféticos (Santo André, SP: Geográfica, 2008), t. 4, p. 580.
[13] Citado en Spurgeon, Lecciones a mis alumnos (1980), t. 2, p. 11. Disponible en: <link.cpb.com.br/27b4f4>, consultado el 29/5/2023.
[14] ¡El pueblo quería que Zacarías desista! Él pidió su salario, y le dieron 30 monedas de plata, el precio de un esclavo (Éxo. 21:32), una cantidad que describió sarcásticamente como un “precio magnífico”. Zacarías estaba tan disgustado con su sueldo que fue al templo y le arrojó las monedas al alfarero que estaba trabajando allí, quizás haciendo vasijas para los sacerdotes. Estos gestos fueron proféticos, pues Judas vendió a Jesús por treinta monedas de plata, pero devolvió el dinero arrojándolo en el templo (Mat. 27:1-10). Los sacerdotes usaron el dinero para comparar el campo del alfarero y transformarlo en un cementerio para extranjeros. Ver Wiersbe, Comentário Bíblico Expositivo-Proféticos, t. 4, p. 580.
[15] Isaltino G. C. Filho, Os Profetas Menores (Rio de Janeiro: Juerp, 2002), t. 2, pp. 158, 159.