Dios creó a los seres humanos con diferentes capacidades, aspiraciones, gustos y dones. Esto significa que, en su gran y extraordinario plan, Dios coloca a cada persona en el lugar donde será más útil. Esta verdad se evidencia en este pensamiento inspirado: “Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar especial designado en la Tierra donde hemos de trabajar para Dios” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro [ACES, 2011], p. 262). No hay dudas que la expresión “lugar especial designado en la Tierra” incluye habilidades e intereses que se alinean con los diferentes ministerios.
Frente a tantas posibilidades de servicio en la iglesia, hay una que merece especial atención, reflexión y cuidado: el ministerio de la capellanía adventista. Algunos se identifican con este ministerio en el contexto educativo, trabajando en escuelas o universidades para fortalecer la vida espiritual de los estudiantes con el apoyo de los líderes y profesores de estas instituciones. Otros descubren que el ámbito hospitalario es su campo de actividad más prometedor, ya que se sienten llamados a promover la espiritualidad en las instituciones médicas, al tiempo que fomentan la atención a los pacientes y les ofrecen los medios para conocer al Médico de los médicos. Además, hay quienes ejercen su ministerio en nuestras editoriales, fábricas de alimentos y centros de medios de comunicación, llevando a cabo una labor tan relevante como la de quienes trabajan en otras áreas.
La División Sudamericana reconoce el enorme potencial de nuestras instituciones, tanto en términos pastorales como misioneros. Frente al crecimiento de la iglesia en todos los aspectos, es necesario que quienes trabajan en capellanía tengan una mayor preparación técnica, además de no perder de vista las necesidades espirituales de quienes forman parte de estas instituciones. Es esencial recordar que ellas existen con un propósito misionero. Por esta razón, el ministerio del capellán adquiere gran relevancia, al tener una doble vocación: cuidar de los que están dentro y llegar a los que muestran interés por nuestros servicios.
Elena de White escribió: “Se asigna una obra particular a cada cristiano” (Servicio cristiano [ACES, 2014], p. 13). Teniendo en cuenta este pensamiento en el contexto de la capellanía, es evidente que no podemos desdeñar la labor de los capellanes que trabajan en instituciones de salud, en el ámbito educativo, en fábricas de alimentos y editoriales, entre otros lugares. Deben ser hábiles en el cuidado, la comunicación, el tacto, el trabajo en equipo, la empatía y la confidencialidad, sin perder de vista la profundidad teológica y la comunión íntima con Dios. A través de este ministerio, muchos serán fortalecidos en su fe y muchos otros serán alcanzados para el Reino.
Ante esta realidad, no podemos olvidar que “A cada uno se le ha asignado una obra, y nadie puede reemplazarlo. Cada uno tiene una misión de maravillosa importancia, que no puede descuidar o ignorar, pues su cumplimiento implica el bienestar de algún alma, y su descuido el infortunio de alguien por quien Cristo murió” (Elena de White, Servicio cristiano [ACES, 2014], p. 15).
Sobre el autor: Secretario ministerial para la Iglesia Adventista en Sudamérica
