Después de cincuenta años de ministerio pastoral y cuarenta años al frente de la iglesia adventista Pioneer Memorial, en la Universidad Andrews, el pastor Dwight Nelson se jubiló en junio de este año. Además de ser un predicador habilidoso, Nelson es escritor, presentador de televisión, evangelista y profesor de Teología. Posee una maestría y un doctorado en Ministerio por la Universidad Andrews. Está casado con Karen Nelson, que es enfermera, y juntos tiene dos hijos: Kirk y Kristin.
¿Cómo fue su llamado al ministerio?
Soy un predicador de cuarta generación y adventista de quinta generación. También soy hijo de misioneros, nací en Japón y estuve allí hasta los catorce años. Mi plan era ser médico cirujano. ¡Incluso tengo mi propio microscopio para hacer experimentos! Pero, en mi primer año de secundaria en Singapur, un visitante de la Asociación General pasó por allí e impartió una conferencia a todos los hijos de misioneros. No recuerdo quién era, ni mucho lo que dijo, pero recuerdo el momento del llamado. Él dijo: “Todos los que van al ministerio, ¡levántense!” Yo sabía que no necesitaba ponerme de pie, porque deseaba ser médico. Sin embargo, me di vuelta y vi muy pocas personas de pie. Esto me dejó confundido. ¿Por qué casi nadie se levantó?, pensé. En ese momento, escuché una voz en mi mente: “Y tú ¿por qué no te paraste?” A partir de ese momento, supe que Dios quería que me convirtiera en pastor. En aquel momento de convicción, no vi ninguna luz; no recibí el manto de nadie. Pero escuché una voz en mi mente diciendo que debía ser pastor. Sí, Dios usa maneras diferentes para llamar a personas diferentes. ¿Tuvo dudas y desafíos al comienzo de su ministerio? ¡Ciertamente que sí! Cuando estaba en el segundo año de la Facultad de Teología, comencé a pensar: “No sé si quiero hacer esto. Tal vez debería convertirme en abogado. Los abogados hablan mucho, ¿no es verdad?” Cierto día estaba solo en mi habitación. Ya no sabía qué hacer. De repente, vi un libro en mi pequeña biblioteca escrito por Carlyle B. Haines, cuyo tema apuntaba a los ministros jóvenes. Comencé a leerlo como si Dios estuviera hablando conmigo. Las palabras eran más o menos así: “¿Recuerdas que Yo te llamé? Voy a llevarte a donde necesito de ti, no importa lo que hagas. Así que, aprende a confiar en mí y a depender de mí”. Yo creí en eso, y así ha sido mi vida.
¿Cómo ve a la iglesia actual comparada con la iglesia en la que comenzó?
La vida se volvió demasiado complicada, y eso es absolutamente increíble. Cuando miro cincuenta años atrás, yo era un joven de 21 años que salía de la Facultad. Me casé a los 22. ¿Cómo era la iglesia cuando salí de la Facultad? ¡Era maravillosa! Me convertí en pastor asociado de un pastor llamado Phil. ¡Él me recibió y me llevó sobre sus alas! También me dijo: “Dwight, quédate conmigo. Solo acompáñame”. Esto fue la mejor cosa que pudo pasarme al comienzo de mi ministerio. Y a todos los pastores experimentados que están leyendo esto ahora, les digo: ustedes están siendo observados por los más jóvenes. Ellos están aprendiendo lo que deben y lo que no deben hacer.
Ciertamente, la iglesia era menos complicada. Pero los medios de comunicación han cambiado todo. Ahora tenemos la Generación Z, los “hijos” de las redes sociales. Ellos poseen los mayores índices de problemas de salud mental que cualquier otra generación. ¿Sabes por qué? Porque el celular aisló a toda esta generación. Están en su propio mundo. Tienen quinientos amigos, pero nunca se encuentran con ninguno de ellos. Recientemente padecimos una pandemia. Ahora tenemos un mundo nuevo. La Pandemia aisló a todos aún más. La Iglesia Adventista no volvió a ser lo que era antes de la Pandemia. Tengo miembros que ya no están en la iglesia. Hasta sé que algunos están asistiendo a los cultos, pero tienen un nuevo ritmo. Prefieren quedarse en sus pijamas y sus bebidas calientes mientras adoran con sus dispositivos electrónicos en las manos. Nuestra iglesia está cambiando lentamente, muy lentamente.
Los pastores de hoy son muy independientes. Eso presenta un nuevo desafío para los administradores. Los alumnos son diferentes. Los profesores, también. ¡Todo el mundo cambió! Hoy en día es necesario cortejar, convencer e invitar. En caso contrario, las personas se irán. Al mismo tiempo, ya no podemos mandar. Los tiempos han cambiado. Sin embargo, gracias a Dios, “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Heb. 13:8). Él dice: “Yo, el Señor, no cambio” (Mal. 3:6).
¿Cómo es su rutina de lectura y escritura?
Suelo decir a mis alumnos del seminario que existen tres reglas para predicar de manera refrescante y creativa. La regla número uno es la lectura. La regla número dos es la lectura. La regla número tres es la lectura. ¡Lee, lee, lee! Si no te gusta leer, no entres al ministerio. Lee lo máximo que puedas. Pon delante de tus ojos buena literatura. Algunas personas dicen: “Yo solo leo la Biblia y a Elena de White”. No, eso no es bueno. Elena de White era una buena lectora. Leía teología, biografía, filosofía y ciencias. ¡Leía todo el tiempo! Leía historias, noticias y biografías. Juan el Bautista acostumbraba ir a la ciudad solamente para observar a las personas. ¿Por qué hacía esto? Para conocer mejor a las personas a las que tenía que predicar. Estas también son las personas que tengo que alcanzar con mi mensaje.
Ahora, en cuanto a la escritura, mis libros salen exclusivamente de mis sermones. Dedico varias horas por semana a escribir un sermón. Cuando termines de escribir un sermón, no lo tires; guarda lo que escribes. Si predicas una serie de diez sermones, tendrás diez capítulos de un libro. ¡Eso fácilmente suma 128 páginas! En resumen, escribe, guárdalo y presérvalo. Escribe para la revista Ministerio. Escribe para la Revista Adventista. ¡Escribe un libro! Cuando predicas un sermón, las personas de la iglesia son bendecidas por él. Pero, cuando publicas un artículo o un libro, su contenido alcanza a personas de lugares inimaginables.
Con relación a las series de sermones que hago en mi iglesia, paso mucho tiempo pensando, orando y anotando ideas. Si tú no planificas, tomas notas y te preparas con anticipación, no lograrás nada. Coloca todo en un archivo personal. Sé disciplinado. Los buenos sermones del sábado no surgen el viernes a la noche. Tienes que trabajar el contenido a lo largo de la semana. Ten la certeza de que Dios hará grandes cosas en ti y por ti; pero necesitas prepararte intelectual y espiritualmente.
¿Cuál es la importancia de una vida de oración?
Para quienes están comenzando el ministerio ahora, empiecen a desarrollar una vida de oración. No hay vida sin oración. Si tú no tienes una vida de oración, no tendrás una vida de pastor. La oración es la cosa más importante que puedes hacer. Suelo decir a los predicadores: “Si no oras en tu escritorio, no tendrás poder en el púlpito”. Sí, yo quiero poder en el púlpito. Necesito poder. No puedo traer mi propio poder; soy totalmente dependiente del poder que viene de fuera de mí. La oración es absolutamente esencial para la obra pastoral. Necesitamos pasar al menos una hora con Jesús todos los días. Poca oración, poco poder; algo de oración, algo de poder; mucha oración, mucho poder. Es así como funciona.