Tener el título de pastor es fácil. El desafío es ser pastor y actuar como pastor. El desafío consiste en ser un pastor conforme al corazón de Dios, ser pastor de acuerdo con la voluntad y la manera de pensar de Dios.

Sólo Dios puede preparar a un pastor. Él nos elige, y tenemos su promesa de que nos apoyará todos los días para que llevemos a cabo la tarea que nos confió. Pero la eficacia del pastor depende de su ardor espiritual y su capacidad para relacionarse con los demás.

El ministerio de Jeremías se basaba en este concepto. Aunque se lo califica como “profeta llorón”, en realidad fue un hombre de Dios, de vida auténtica y transparente, convencido de su vocación profética, convicción que se reflejaba en los mensajes que proclamó en tiempos sumamente difíciles, de apostasía e idolatría.

Jeremías dedicó toda su vida adulta a un ministerio profético que duró por lo menos cuarenta años. Pasó por cinco reinos y por diferentes situaciones. Por esa razón, proclamó mensajes distintos, y trató cada situación y época a partir de los contextos históricos y religiosos por los que pasó.

Como en los tiempos de Jeremías, hoy Dios también llama a pastores para que desarrollen un ministerio de acuerdo con las circunstancias por las que tienen que pasar, que tenga como base exclusiva su Palabra santa e infalible. En Jeremías 3:15, encontramos conceptos que son órdenes para el ejercicio de un ministerio pastoral eficaz en nuestros días.

La conciencia del llamado para el ministerio

Sin una conciencia nítida y vivida de nuestro llamado al ministerio, no seremos pastores. Tener el título de pastor es fácil. El desafío es ser pastor y actuar como pastor. El desafío consiste en ser un pastor conforme al corazón de Dios, ser pastor de acuerdo con la voluntad y la manera de pensar de Dios.

En este contexto, necesitamos desarrollar la capacidad de comprender que sólo somos siervos e instrumentos al servicio de Dios y de su iglesia. Ser pastor según el corazón de Dios es guiar a la iglesia de Cristo para que haga siempre la voluntad de Dios, aunque cueste mucho y haya que hacer frente a grandes desafíos. Nuestro primer compromiso es con Dios.

Apacentar el rebaño con sabiduría e inteligencia

Apacentar no es sólo llevar a las ovejas a un lugar deleitoso. También es enseñarles a elegir el alimento y la mejor manera de extraer de él la mayor cantidad de nutrientes posible. Apacentar es cuidar la salud del rebaño, protegiéndolo si es necesario, disciplinando a las ovejas rebeldes para preservar la integridad espiritual de todo el rebaño.

En la época de Jeremías había pastores que aterrorizaban al rebaño, con filosofías y doctrinas extrañas (Jer. 23:1-8). Ése no es el ministerio pastoral que Dios espera de nosotros. El Señor nos llamó para que estemos delante de su rebaño, conduciéndolo con sabiduría e inteligencia.

La sabiduría es un don del Espíritu Santo (1 Cor. 12:8). Nos habilita para identificarnos y para discernir las necesidades reales del rebaño, no las aparentes. Es la percepción afinada que permite distinguir los carneros infiltrados y los lobos disfrazados de ovejas, que tienen piel de oveja, huelen como las ovejas, balan como ellas, pero tienen el corazón y la actitud del lobo. El don de la sabiduría aclara los ojos y la percepción del pastor para que pueda ver las verdaderas necesidades del rebaño.

La inteligencia también es un don espiritual (Sant. 1:5; 3:17). Nos ayuda a elaborar estrategias en favor de la iglesia y a crear múltiples métodos de evangelización.

La inteligencia pastoral también nos capacita espiritualmente para oír a los miembros, descubrir sus ansiedades, escuchar lo que dicen, ver sus lágrimas y distinguir el sabor de ellas; a fin de descubrir la respuesta acertada para una determinada circunstancia, en el momento preciso. Inteligencia pastoral significa tener, de parte de Dios, las certezas absolutas que responden las dudas del rebaño y satisfacen sus carencias.

Apacentar con sabiduría y con inteligencia va mucho más allá de la sofisticación cultural o de nuestra formación teológica. Es ser portavoces de Dios para invitar a los que no tienen a Cristo a fin de que acepten la salvación y se conviertan en voceros de su iglesia.

Conclusión

Invito a todos mis colegas en el ministerio, al margen de la actividad en que se desempeñen, a reflexionar acerca de nuestro compromiso ministerial. No importa si administramos, enseñamos, escribimos o predicamos, seamos pastores según el corazón de Dios, conscientes de una vocación que se debe manifestar por medio de un ministerio espiritual, sabio e inteligente.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.