Debemos abandonar algunas concepciones no bíblicas acerca del pastorado.

¿Cuál es la obra del pastor?

Esta es la pregunta más elemental que puede ser hecha acerca del ministerio pastoral. Al mismo tiempo, es una cuestión crucial, cuya comprensión determinará todos los rumbos, prioridades y actividades del pastor.

Mucho se ha hablado y escrito acerca del ministerio pastoral, las cualidades del ministro, las estrategias de trabajo, las técnicas de liderazgo, los métodos de evangelizaron, consejería, predicación, etc. Pero, a pesar de tantas investigaciones y literatura referente al tema, es innegable la tendencia a construir el ministerio sobre la base de modelos extraídos de fuentes no bíblicas. Tal equívoco puede reducir la obra del pastor a la categoría de una profesión como cualquier otra o, al menos, privar a la iglesia de recibir los cuidados indispensables de un ministerio orientado e informado por la Palabra de Dios.

La influencia de los conceptos modernos de liderazgo y gerenciamiento está puertas adentro del ministerio pastoral.

La imagen del pastor como un “líder”, distinguido de los demás sistemas de liderazgo practicados en la sociedad secular solo por el adjetivo “secular”, está difundida en forma alarmante en el mundo evangélico de forma general y en la Iglesia Adventista de manera particular.

No estoy negando que la adopción de métodos, estrategias y técnicas desarrollados por los expertos en liderazgo pueden resultar útiles en el trabajo del pastor. El marketing, la motivación, la satisfacción del “cliente”, que en nuestro caso son las personas que concurren a la iglesia, la búsqueda de resultados mensurables, la planificación estratégica, la capacitación sistemática de los colaboradores, etc., son herramientas que pueden y deben ser debidamente adaptadas al contexto de la iglesia y aplicadas por el pastor en su trabajo. La pregunta que quiero plantear es la siguiente: La figura de líder ¿es la que mejor define la obra del ministro del evangelio? El modelo bíblico de ministerio ¿es bien representado por la figura del líder? La respuesta es No, definitivamente.

Modelos en boga

Pero, a pesar de no ser un modelo bíblico, es el modelo cada vez más visto y propagado en la iglesia. El gran peligro es que este modelo, conforme es practicado en el mundo, viene acompañado de varios elementos intrínsecos a él que desvirtúan la descripción bíblica de ministerio. El apóstol Pablo, en su segunda Carta a Timoteo, por ejemplo, se vale de diversas metáforas que describen muy bien ciertas facetas del ministerio y del ministro, que se oponen frontalmente a la definición secular de liderazgo y del papel del líder en el mundo de hoy.

Así, mientras muchos pastores, influenciados por un modelo no bíblico, se ven como gerentes ejecutivos listos y aptos para dar órdenes, Pablo los describe como maestros que necesitan ser “idóneos para enseñar también a otros” (2 Tim. 2:2). Moldeado por un concepto extrabíblico, el pastor a veces quiere comportarse como un general merecedor de total servilismo por parte de los comandados. Pablo, todavía, lo compara con un soldado cuyo objetivo es satisfacer a Aquel que lo reclutó. Y todas las demás metáforas empleadas en este texto (atleta, labrador, trabajador, vaso y esclavo) no se parecen en nada a la imagen del líder empresarial o del gerente ejecutivo, tan emulada por muchos pastores modernos.

Con los avances tecnológicos, la comunicación instantánea alrededor del planeta y la globalización, el mundo actual exige de los profesionales de todas las áreas mayor especialización y más competencia. Los que no alcanzan los objetivos requeridos sencillamente quedan al margen de la corriente que fluye en dirección al éxito, al reconocimiento, a los mejores salarios y al respeto y la admiración de todos. Y desdichadamente, esa onda avasalladora está entrando progresivamente en la iglesia por puertas y ventanas. Gradualmente, a lo largo de las últimas décadas, la dimensión pastoral del ministerio está siendo sustituida por el aspecto profesionalista.

John Me Arthur, Jr. denuncia esta tendencia de los pastores modernos:

“Algunos líderes contemporáneos de la iglesia imaginan que son empresarios, profesionales de los medios, artistas, psicólogos, filósofos y abogados. Estas nociones contrastan de modo sobresaliente con el tenor del simbolismo que las Escrituras emplean para describir a los líderes espirituales”.[1]

Y Ricardo Barbosa, en su prefacio a la obra de Eugene Peterson titulada La vocación espiritual del pastor, advierte:

“Los líderes están más ocupados y preocupados por las estructuras eclesiásticas, el crecimiento de iglesia, las herramientas tecnológicas y la funcionalidad. Son realidades que no pueden negarse, pero que no constituyen la vocación […] Para él [Pablo], lo que más importaba no era la funcionalidad de su ministerio, el éxito de su carrera, la eficiencia de su apostolado, sino Cristo; la imagen de Cristo formada en la vida de sus hijos e hijas en la fe”.[2]

Peligros de un concepto equivocado de Ministerio

Dentro de los muchos peligros posibles de este concepto equivocado de ministerio, están los siguientes:

Primero, el trabajo del pastor pasa a ser evaluado de acuerdo con los parámetros convencionales de una empresa u otra organización secular. Los resultados visibles y mensurables, como construcciones, bautismos, nuevas iglesias, crecimiento financiero, etc., se anteponen a la dimensión espiritual del ministerio. El mensaje que se transmite, de manera sutil pero irrefutable, es que estimular a la iglesia a un cristianismo profundo, a la fe, a la devoción, a la bondad, a la esperanza, son tareas secundarias en la agenda del pastor.

El segundo peligro de ver al ministerio desde esta perspectiva no bíblica es que desarrolla la tendencia de valorar más la personalidad carismática del pastor que su carácter. Richard Exley, ilustre pastor evangélico, comentando acerca de la preparación de los candidatos al ministerio, apela: “Debemos establecer nuevos modelos: preparar líderes para el servicio en lugar de personalidades carismáticas”.[3]

En las descripciones bíblicas con respecto a la elección de hombres y mujeres para que ocupen posiciones en la iglesia, el carácter es el punto de partida. La condición esencial exigida en la elección de los siete diáconos, por ejemplo, fue: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hech. 6:3). Más tarde, cuando la elección de directivos para la iglesia incluía otros cargos y actividades, Pablo, en su primera epístola a Timoteo, capítulo 3, enumera las cualidades de los candidatos a ancianos, diáconos y diaconisas. Y el énfasis allí reposa sobre los rasgos de carácter mucho más que sobre los talentos y la aptitud personal.

¿Qué aprendemos de esto? Que el ministerio pastoral es moldeado y determinado más por el carácter del ministro que por su competencia profesional o por su personalidad carismática. Estas últimas tienen su importancia y su lugar, pero no son en absoluto, la base para un ministerio aprobado por el Cielo. Exley expresa esta idea con las siguientes palabras: “El ministerio es más una expresión de quién es el ministro que de lo que sabe; fluye de su carácter, de su espíritu, más que de su intelecto”.[4]

Todavía hay un tercer peligro en esa imagen que apunta a conceptuar al pastor como un líder profesional: el peligro de envolver al ministerio en un juego de vanidades en el que la agenda de trabajo es influenciada por el deseo de reconocimiento y por el interés por ganar posiciones en la jerarquía institucional. Se desarrolla un verdadero glamour en tomo de las funciones administrativas y departamentales, como si fuesen la coronación o premio merecido con todas las honras por un trabajo competente. Por consiguiente, muchos son tentados a tener como motivación este tipo de reconocimiento. Y cuando no lo alcanzan, se sumen en la frustración, y no sin mucho esfuerzo consiguen encontrar algún sentido de realización en la obra de pastorear el rebaño del Señor.

Por una cuestión de supervivencia del ministerio, los pastores necesitamos orientar nuestros esfuerzos de acuerdo con el modelo bíblico. Para tener una correcta concepción del ministerio, debemos comenzar con la Biblia y extraer de ella la esencia de nuestra vocación. Solo después, en completa sintonía con el modelo bíblico, es que debemos adoptar las buenas ideas, los buenos programas, las buenas estrategias y las buenas herramientas producidas por los hombres y por las instituciones.

De entre las diversas metáforas bíblicas, la que mejor retrata la obra del ministerio es la del pastor de ovejas. Jesús, a fin de explicar su obra, aplicó a sí mismo esta metáfora: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). El apóstol Pedro, usando la misma metáfora, hace una descripción sucinta, pero muy esclarecedora, con respecto al ministerio pastoral y la actitud del pastor frente al rebaño: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:1-3).

Hay varios elementos en este texto que señalan la obra y la persona del pastor; pero quiero destacar, según nuestro contexto, solo dos de ellos. Primero, la responsabilidad primaria del pastor debe ser “apacentad la grey de Dios que está entre vosotros” (vers. 2). El término pastorear (poimano, de poimen) tiene el sentido de “alimentar el rebaño”. Las ovejas no son como los demás animales, dotados del instinto que los conduce al alimento; necesitan ser conducidas hacia el pasto y el agua. El pastor es el que provee alimento para las ovejas. Nada en el ministerio pastoral puede suplir la deficiencia en este punto en particular.

Para proveer tal nutrición a las ovejas, existe una fuente de alimento: la Palabra de Dios. Así, no es ninguna exageración afirmar que la mayor oportunidad del pastor frente al rebaño es el púlpito. Es principalmente desde allí que el alimento sólido debe ser distribuido; no hay ningún otro momento tan adecuado como este para proporcionar una comida sólida a las ovejas. Menospreciar la predicación significa menospreciar el primer objetivo del ministerio pastoral.

“El blanco del pastor no es agradar a las ovejas, sino alimentarlas; no es hacer cosquillas en sus orejas, sino alimentar su alma. No está allí para ofrecer gotitas de leche, sino verdades bíblicas como sólidas comidas. Los que no alimentan al rebaño no son aptos para ser pastores”.[5]

La “inanición” espiritual produce algunos serios problemas para el rebaño y para el pastor: disminuye la producción de lana, impide la reproducción natural del rebaño y deja a las ovejas susceptibles de ser atraídas por otros “pastores”. En contrapartida, un rebaño bien alimentado estará protegido contra los ataques del enemigo, tendrá fuerzas para resistir a las inclemencias del tiempo, se reproducirá naturalmente y será leal a su pastor.

El segundo punto que merece ser destacado está expresado en: “siendo ejemplos de la grey” (vers. 3). El pastor marcha al frente del rebaño, para así ser seguido por las ovejas. Es así como conduce, siendo visto por las ovejas. “Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10:4). Las personas de la iglesia aprenden tanto por lo que ven como por lo que escuchan. La eficacia de la enseñanza de la Palabra es obtenida por el ejemplo de vida observado en el que la transmite. El más sencillo predicador que practica en su vida los principios que predica se convierte en poderoso y convincente.

No se trata de exigir a los pastores que sean perfectos e impecables; solo Jesús es el Modelo supremo. Pero el pastor solo es pastor en la medida en que vive una vida que merezca ser vista e imitada por las personas. Los apóstoles comprendieron muy bien el valor y la influencia de ser un ejemplo digno de ser imitado por los miembros de la iglesia:

2 Tesalonicenses 3:9: “No porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis”.

1 Timoteo 4:12: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”.

Tito 2:7, 8: “Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros”.

Filipenses 3:17: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”.

1 Corintios 11:1: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.

En Juan 10, Jesús revela otras características del pastor. Vamos a destacar aquí solo algunas de ellas que, sumadas a las que se encuentran en 1 Pedro 5:1 al 3, ya consideradas, nos ayudarán a formar un concepto, si bien no completo, por lo menos esclarecedor con respecto al ministerio pastoral.

Entra por la puerta del redil (vers. 1, 2). El verdadero pastor obtiene acceso e influencia sobre las personas de un modo legítimo. Se aproxima e invita. El falso pastor usa medios ilegítimos, invade y compele.

Conoce a las ovejas y es conocido por ellas (vers. 3, 14). Eso incluye convivencia personal profunda. El pastor está familiarizado con cada familia de la iglesia, sus tristezas y sus alegrías. No solo eso, sino también es conocido por las personas; las personas tienen acceso a él.

Provee alimento (vers. 3). Conduce a las verdes praderas donde hay alimento sólido y abundante. Como ya fue mencionado anteriormente, este es el aspecto primordial del ministerio pastoral: alimentar al rebaño.

Guía (vers. 4). Como también fue dicho, el pastor va adelante del rebaño para conducirlo. Esto incluye instrucción y ejemplo de vida.

Protege (vers. 9). La figura de la puerta apunta a la protección del rebaño; aquello que impide el acceso a ladrones y predadores. El pastor tiene la responsabilidad de proteger al rebaño en contra de los peligros externos y, al mismo tiempo, cuidar que no se aparten del área de protección, que es la iglesia.

Da su vida por las ovejas (vers. 11, 15). Esto significa amor, dedicación, des prendimiento y renuncia. La persona que acepta el llamado al ministerio pastoral debe estar dispuesta a vivir en función de la salvación de las almas aun en detrimento de sus propios intereses personales. El ministerio no es una carrera con grados de ascenso; tampoco una vitrina para alcanzar admiración y reconocimiento por parte de las personas. El ministerio es, antes que nada, una misión y, como tal, tiene su motivación en sí misma. No hay garantías de recompensas terrenales ni de reconocimiento humano. La alegría debe ser encontrada en la certeza de la aprobación de Dios. Eso es lo que significa dar la vida por las ovejas.

Para ampliar la comprensión de este tema, es necesario un estudio más amplio y abarcante. Existen otros pasajes que ayudan a delinear y explicar el ministerio pastoral como, por ejemplo, 1 Timoteo 3:1 al 7 y 2 Tesalonicenses. Pero lo que fue considerado en este artículo ya nos autoriza a hacer algunas advertencias a cada pastor y cada dirigente en la estructura de la iglesia:

  1. El ministerio pastoral adventista está en peligro de dejarse moldear por modelos no bíblicos, principalmente los modelos de liderazgo, gerenciamiento y administración modernos. Cuídese de no dejarse llevar por esa tendencia secular.
  2. El pastor necesita conocer con claridad exactamente cuál es su función. La fuente de esta información se encuentra en la Biblia y no en las tendencias sociológicas, psicológicas, mercadológicas y filosóficas del momento.
  3. Todos los planes y los proyectos que la iglesia desarrolle con el propósito de alcanzar sus objetivos de crecimiento y expansión, deben respetar el aspecto pastoral del ministerio, jamás exigiendo que los ministros dejen de ser pastores para ser meros promotores. Una cosa no puede reemplazar a la otra.
  4. Y, finalmente, busque el poder y la sabiduría divinos con la intención de aplicar a su ministerio la amonestación del apóstol: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:5)Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la DSA.

Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la DSA.


Referencias

[1] John McArthur, Redescobriendo o Ministério Pastoral (Río de Janeiro: CPAD, 1998), p 14.

[2] Eugene Peterson, A Vocacáo Espiritual do Pastor (San Pablo: Editora Mundo Cristáo, 2006), p. 8.

[3] Richard Exley, Peligros que Rondan o Ministério (publicado originalmente por la Asociación General, y en portugués por el Centro de Altes Gráficas de la UCB, 2003), p. 97.

[4] Ibíd . p. 98.

[5] McArthur, p. 47.