Vivimos en una sociedad cambiante. La era posmoderna impone cambios que parecen avasallar con todo a su paso. Se rechazan los absolutos, incluyendo las Escrituras, en pro del respeto y la valorización de quienes no aceptan las verdades de la Biblia, siempre buscando ser políticamente correctos. El más leve fundamentalismo religioso es mal visto, y muchas iglesias cristianas consideran que deben adaptarse a estos cambios para ser relevantes dentro de la cultura voluble que las rodea. Muestra de esto es la creciente aceptación en muchos círculos cristianos de prácticas que antes se condenaban, tales como el aborto, el matrimonio homosexual y la ideología de género (LGBT).
Sin embargo, la Biblia rompe con ese esquema. Dios no cambia (Mal. 3:6), y “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8). Y el evangelio de Jesucristo, las buenas nuevas de salvación a través de la justificación por la fe, es un “evangelio eterno” (Apoc. 14:6). Ese evangelio está contenido en el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12. Se trata de un mensaje que no cambia, al igual que su Autor. Y ningún ser humano tiene la prerrogativa de cambiarlo o declararlo obsoleto.
Si bien esta gran verdad es conocida en el seno del adventismo, hoy más que nunca corremos el riesgo de caer en la tentación de ceder a la ola de cambios que impone la sociedad actual y, tal vez imperceptiblemente, diluir o aguar el poderoso triple mensaje angélico.
Ya en su tiempo Elena de White advertía: “No debe suavizarse el tono de la verdad, no debe disimularse el mensaje para este tiempo. El mensaje del tercer ángel debe ser fortalecido y confirmado. El capítulo 18 de Apocalipsis revela la importancia de presentar la verdad no en términos mesurados, sino con valentía y poder. Ha habido demasiados rodeos en la proclamación del mensaje del tercer ángel. El mensaje no ha sido dado tan clara y distintamente como debiera haber sido proclamado” (El evangelismo, 232).
La pregunta que podría surgir es: ¿cuán relevantes son estos mensajes en nuestra era ecuménica postmoderna? ¿Son importantes o simplemente opcionales?
Debemos recordar que los mensajes de los tres ángeles constituyen la misión y razón de ser de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Pero la misma existencia del adventismo corre peligro si olvidamos nuestra identidad y atenuamos la revelación de Dios en las Escrituras con respecto a los engaños del papado histórico que los reformadores como Lutero dieron su vida para exponer. El amor de los adventistas por los católicos y los protestantes debe reflejar el amor de Dios por el mundo (Juan 3:16). Correctamente entendidos, los mensajes de los tres ángeles son buenas nuevas para todos, protestantes y católicos por igual, si se entienden en un contexto centrado en Cristo. Y es con ese amor y celo misionero que debemos salir a proclamar el triple mensaje angélico.
En este contexto, son oportunas las siguientes palabras de Elena de White: “En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con ésta y nada debe desviar nuestra atención de ella” (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 17).
No dejemos de proclamar los mensajes de los tres ángeles a un mundo que perece. No dejemos de predicarlos desde el púlpito y en las casas. No dejemos de enseñarlos cuando damos estudios bíblicos, y en toda oportunidad que se presente. Pero, sobre todo, no dejemos de vivenciarlos en nuestro diario vivir, y de regocijarnos en la luz que emana de ellos.
Sobre el autor: editor asociado de Ministerio.