En lugar de esperar las circunstancias adecuadas a fin de poder actuar, lo que debe hacer es cambiar las circunstancias.
Una definición simple de “visión” es que incluye la capacidad de una persona de “ver algo antes de que sea visto”. Antes de cualquier gran invención, realización o idea transformadora, alguien tuvo una visión; es decir, alguien lo vio antes.
Uno de los líderes bíblicos con visión fue Jonatán, hijo de Saúl. El capítulo del primer libro de Samuel se centra en una atractiva historia de implementación visionaria, que tiene aplicaciones prácticas para los dirigentes de hoy. El incidente sucedió cuando los israelitas estaban en mala condición, en manos de los filisteos. El pueblo estaba desmoralizado. El Rey estaba perturbado; los enemigos los estaban destruyendo.
Comparta con la persona adecuada
“Aconteció un día, que Jonatán hijo de Saúl dijo a su criado que le traía las armas: Ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, que está de aquel lado. Y no lo hizo saber a su padre” (1 Sam. 14:1).
En el caso de que tuviera el plan de atacar a un enemigo, ¿no sería más lógico compartirlo con el Rey? Pero, Jonatán escogió no decir nada a su padre, el Rey. Compartió el plan solo con su escudero de confianza.
Necesitamos ser cuidadosos y saber a quién contamos nuestra visión, porque algunas personas se opondrán a nuestros sueños. Algunos se reirán, y otros cuestionarán nuestra sabiduría. Por lo tanto, no espere a que todos sean capaces de percibir su visión. Otros pueden no comprender su previsión, porque no es la visión de ellos.
La oposición no significa que su objetivo no sea digno de ser perseguido. Si bien no quiere ser negligente ni irresponsable, desea avanzar por fe. Las mayores ideas inicialmente generaron oposición o desinterés. Así, si está convencido de que Dios le dio una visión, no se preocupe por la crítica, hasta podría ayudarlo. Puede ser la lija con la que Dios esté puliendo la obra de arte que está construyendo. Al mismo tiempo, no deje que la crítica detenga su progreso. A fin de cuentas, el maligno está contra todo lo que Dios bendice.
Vaya al frente
“Y Saúl se hallaba al extremo de Gabaa, debajo de un granado que hay en Migrón, y la gente que estaba con él era como seiscientos hombres. Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí, sacerdote de Jehová en Silo, llevaba el efod; y no sabía el pueblo que Jonatán se hubiese ido” (vers. 2, 3). Tres grupos estaban acampados bajo un granado, y todos formaban parte de la visión para derrotar al enemigo. Estaba el rey Saúl, que debía tener un plan para liquidar a los adversarios. Con él, los soldados que debían ejecutar la visión de Saúl; Ahías, el líder religioso debía confirmar la visión. Todo ellos tenían algo que hacer, pero no hicieron nada. Los desmoralizados líderes, sentados bajo el granado, sentían tristeza por ellos mismos, mientras Jonatán, un joven, actuaba. Pero “no sabía el pueblo que Jonatán se hubiese ido”. Mientras las autoridades permanecían sentadas, rumiando la derrota prevista, la nueva generación se movía.
Jonatán prefería morir a permanecer inactivo. Él pensó que tener un plan e intentar hacer algo, aunque fracasara, era mejor que no hacer nada y sufrir. El mayor enemigo de la iglesia de estos últimos días no es la mundanalidad, sino la indolencia. Dios nos llama a hacer algo. La acción es más importante que los discursos, los gráficos, las ideas, las opiniones, las palabras y los deseos. Lo que decimos no es tan importante como lo que hacemos. La “opinología” no está incluida en los dones espirituales.
Durante el tiempo en que pastoreé cierta iglesia, teníamos un equipo de fútbol con el que esperábamos interactuar y hacer amigos con la comunidad. A veces, lograba jugar. Durante el partido, todo el mundo afuera opinaba. Cierto día, pensé haber escuchado a alguien gritar: “¡Saquen al pastor! ¡Es pésimo!” Durante el intervalo, muchas personas nos ofrecieron ideas, consejos y estrategias. No solamente eran directas e insistentes con respecto a lo que debíamos hacer, sino además se enojaban muchísimo si no jugábamos de la manera en que lo habían pedido.
¿No se parece un poco al trabajo en la iglesia? Muchos observan, se quejan, aconsejan; pero pocos realmente trabajan. Algunas veces, un 20% de la congregación hace el 80% del trabajo. Dios no espera que hagamos todo, pero espera que hagamos algo. La acción inspira a nuestros hermanos, desarrolla nuestras fuerzas y capta la atención de Dios. Tal vez tenga en su computadora el proyecto de una gran idea para su iglesia o su área de trabajo. ¿Qué le impide implementarla? En lugar de esperar las circunstancias adecuadas, cambie sus circunstancias. Las personas pueden no levantar una estatua en su homenaje, pero su Creador sonreirá. ¡Haga algo!
Cambie el miedo por la fe
“Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizás haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (vers. 6).
Es natural, y hasta saludable, tener algún temor. Antes de actuar sobre una visión recibida de Dios, si no siente algo de aprehensión, entonces probablemente esa visión no haya sido originada por Dios. Si ya sabía cómo hacer las cosas, ¿para qué necesita de Dios? Pero, si espera a que el temor desaparezca, antes de alguna gran realización, probablemente jamás lo conseguirá. Un visionario intentará grandes cosas, a pesar del temor.
La fe motivó a Jonatán a la acción. Él dijo: “¡Vamos!” Pero, escondida bajo su fe, asomaba una crisis de duda: “Tal vez el Señor actúe en nuestro favor”. Como parte de su plan, algunas veces Dios nos permite experimentar turbulencias antes de triunfar, de modo que al final del día comprendamos que nada hicimos por nosotros mismos.
A comienzos de mi ministerio, escuché esta declaración: “Si Dios no está totalmente involucrado en lo que está haciendo, sus esfuerzos serán absolutamente inútiles y estarán destinados al fracaso”. ¿Qué hizo este año que lo sacó de su zona de comodidad? ¿Qué riesgos, sin precipitaciones, ha propuesto a las personas que lidera? ¿Qué idea osada e innovadora, fuera de lo común, implementó? Use el pincel de Dios, y repinte el cuadro con colores vivos. Descubra la pasión por la vida en todo lo que haga. Usted fue diseñado para experimentar la audacia.
Poder de muchos
“Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues aquí estoy contigo, a tu voluntad” (vers. 7).
Jonatán comprendió que, si bien pensamos que es más fácil hacer las cosas en solitario, es más efectivo cuando hacemos participar a otras personas. Existe una gran palabra con gran poder, y esa palabra es la conjunción “y”. Una cosa es decir “Yo”, y otra es decir: “Mi iglesia y yo”. Muchas veces fallamos en comprender, en nuestra sociedad polarizada, que nos necesitamos unos a otros. La unidad de muchos multiplica el impacto.
Dios nos creó para vivir en comunidad. Él cree firmemente que una visión debe ser dada al líder primeramente; pero no exclusivamente. Una visión correcta, compartida con la persona adecuada, en el momento oportuno y con el objetivo apropiado será ejecutada de la mejor manera en menos tiempo. En esta vida, necesitamos de mentores, personas sabias a quien podamos escuchar. Ellas tienen experiencia, y pueden ayudarnos a encontrar maneras de tratar con todas las situaciones. También necesitamos de amigos, personas afectuosas en las que podamos apoyarnos. Ellas pueden no tener todas las respuestas, pero al saber que ellas están allí para apoyarte, puede marcar la diferencia.
A fin de cumplir la misión que el Señor nos confió, necesitamos de todas las personas. Tradicionales y contemporáneas, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, de primera y segunda generación, colegas acreditados y hermanos voluntarios. Somos una iglesia. Cuando nos atacamos entre nosotros, creamos confusión en los jóvenes, desanimamos a los más experimentados y retrasamos el progreso.
Hoy oro pidiendo que Dios te conceda una visión clara, ayudándolo a desarrollar un plan sustentable. Y que te continúe guiando en el liderazgo de un pueblo que necesita ver las cosas antes de que sucedan.
Sobre el autor: Secretario ministerial y evangelista de la Unión Sur de la División Norteamericana.