Análisis de las declaraciones de Elena de White respecto de las funciones del pastor.

Cuando estudiamos la historia de la Iglesia Adventista del séptimo día, percibimos que varios pioneros y líderes entendieron que el evangelismo público, o itinerante, es el modelo de liderazgo pastoral. Entre estos, estaba J. L. Mc Elhany, I. H. Evans, Carly B. Haynes, A. G. Daniells y Roy A. Anderson. En defensa de esta idea, todos ellos se apegaban a algunas declaraciones de Elena de White. Aquí transcribimos algunas de esas afirmaciones.

 “Después de un viaje misionero, Pablo y Bernabé volvieron sobre sus pasos, visitando a las iglesias que habían levantado y escogiendo personas que se unieran a ellos en su trabajo. Hoy, también los siervos de Dios deben trabajar de la misma manera, eligiendo y entrenando a jóvenes dignos como colaboradores suyos” (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 18).

 “Si nuestros pastores, en lugar de estar revoloteando sobre las iglesias para mantener en ellas el soplo de vida, fuesen adelante con el trabajo para con aquellos que están afuera del rebaño, los que están en la iglesia recibirían una corriente vital del Cielo, al escuchar que personas fueron llevadas al Cordero de Dios. Ellos deberían orar en favor de los obreros, y sus oraciones serían como una hoz afilada en los campos de cosecha” (General Conference Bulletin, 5 de abril de 1901).

 “Los pastores que están revoloteando sobre las iglesias, predicándoles a aquellos que ya conocen la verdad, harían mejor en ir a lugares que todavía están en tinieblas. A menos que hagan eso, ellos mismos y sus congregaciones van a transformarse en enanos espirituales” (Review and Herald, 9 de febrero de 1905). “No eduquen a las iglesias para que esperen constantemente auxilio pastoral […]. Armados con la espada del Espíritu, debemos ir a la batalla, levantando la Palabra de la vida y buscando salvar a los perdidos” (Review and Herald, 11 de julio de 1899).

MODELO PASTORAL

 Por otro lado, la visión de que el pastor debe cuidar del rebaño fue defendida por líderes como H. M. S. Richards, J. D. Rhodes, Orley Berg, entre otros. Estos también encontraron apoyo en los escritos de Elena de White:

 “El tiempo en que vivimos es de máxima solemnidad. Todos nosotros tenemos una tarea que requiere diligencia; en especial los pastores, que deben cuidar y alimentar al rebaño de Dios” (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 257).

 “Su obra no consiste simplemente en hablar desde el púlpito. Solo comienza allí. Debería visitar a las diferentes familias, y llevar a Cristo allí, llevar sus sermones allí, llevarlos en sus acciones y sus palabras. Cuando visita a una familia, debería averiguar cuál es su condición. ¿Es él el pastor del rebaño? La obra del pastor no se hace toda desde el púlpito. Debería hablar con todos los miembros del rebaño, con los padres para conocer su posición y con los hijos para conocer la de ellos. Un ministro debería alimentar al rebaño del cual Dios lo ha hecho mayoral” (ibíd., t. 2, p. 547).

 “Puede ser que sea predicador, pero también debería estar capacitado para actuar como pastor” (ibíd., t. 5, p. 498).

 De acuerdo con los escritos de la mencionada autora, el modelo pastoral de trabajo incluye la educación de los miembros de iglesia en la fidelidad a Dios en todos los aspectos de la verdad: “Ha habido descuido de parte de los ministros. No han inculcado en el corazón de sus oyentes la necesidad de ser fieles. No han educado a la iglesia sobre todos los puntos de la verdad y el deber, ni han obrado con celo para alistar a los miembros en el trabajo e interesarlos en todos los ramos de la causa de Dios. Se me ha mostrado que, de haber sido debidamente educada la iglesia, ellos hubieran avanzado mucho más allá de lo que están ahora. El descuido de parte de los ministros ha hecho que el pueblo se vuelva indiferente y desleal. No han sentido que son individualmente responsables, sino que se han excusado por causa de que los ministros no cumplieron su deber pastoral” (ibíd., t. 5, p. 282).

 El pastor Arturo G. Daniells entendía que los pastores deben visitar a sus iglesias solamente de vez en cuando, y emplear la mayor parte del tiempo en el evangelismo público. Sin embargo, hablando a la iglesia en Vermont, Elena de White afirmó:

 “Lo que Vermont necesita no son solo predicadores que vayan por las iglesias, y oren y exhorten ocasionalmente. Continuamente se podría llamar a nuevos obreros de entre el pueblo de Dios en Vermont. Se necesitan fervientes y celosos obreros para fortalecer las cosas que restan, sirviendo a las necesidades espirituales del pueblo. […] Pero los que simplemente salen a visitar las iglesias ocasionalmente […] no deberían ser una carga para la tesorería del Señor” (ibíd., t. 2, p. 573).

 También advirtió a los pastores para que empleen la mayor parte de su tiempo en el cuidado y la educación misionera de la iglesia:

 “Si los pastores dedicasen más atención a conseguir que su grey se ocupe activamente en la obra y a mantenerla así ocupada, lograrán mayor suma de bien, tendrían más tiempo para estudiar y hacer visitas religiosas, y evitarían también muchas causas de irritación. […] Así puede el pastor educar a hombres y mujeres para llevar responsabilidades en la buena obra que tanto sufre por falta de obreros. […] Una iglesia que trabaja es una iglesia que crece” (Obreros evangélicos, p. 208).

 “Un verdadero pastor tendrá interés en todo lo que se relacione con el bienestar del rebaño, y lo apacentará, guiará y defenderá” (ibíd., p. 198).

¿CONTRADICCIÓN?

 Existe el peligro de que algunas personas, analizando estas declaraciones en forma superficial, encuentren alguna contradicción en ellas, considerando que en algunas ocasiones la señora Elena de White enfatizó el modelo itinerante del trabajo pastoral, pero también destacó el modelo pastoral de trabajo. ¿Cómo es posible armonizar tales afirmaciones? Es importante que comprendamos que, a veces, ella hablaba a pastores que trabajaban en nuevos territorios, en los que no había iglesias. En otras ocasiones, ella se dirigía a pastores que trabajaban en lugares en los que la iglesia ya había sido establecida.

 En realidad, ella realiza una clara distinción entre el trabajo del pastor en un nuevo campo y el que fue designado para iglesias establecidas. En lugares sin la presencia de la iglesia, el pastor debe servir primeramente como evangelista, conquistador de personas para Cristo. Sin embargo, en las iglesias establecidas, su trabajo primordial es cuidar del rebaño y alcanzar a los que todavía no fueron alcanzados por el evangelio. Ella dice: “Cuando trabaje donde ya haya algunos creyentes, el predicador debe primero no tanto tratar de convertir a los no creyentes como preparar a los miembros de la iglesia para que presten una cooperación aceptable” (Servicio cristiano, p. 89).

 Con la siguiente ilustración, Elena de White desarrolló su concepto de evangelismo pastoral: “El predicador no debe tener el sentimiento de que debe encargarse por sí mismo de toda la obra de predicación, trabajo u oración; debe educar a personas que lo ayuden en ello en toda iglesia. […]

 En ciertos respectos, el pastor ocupa una posición semejante a la del capataz de una cuadrilla de trabajadores o del capitán de la tripulación de un buque. Se espera que ellos miren porque los hombres que están a su cargo hagan correcta y prontamente el trabajo a ellos asignado, y únicamente en caso de emergencia han de atender a detalles” (ibíd., pp. 88, 90).

 Ella continuó, relatando la historia del propietario de un gran molino que, en cierta ocasión, encontró al superintendente realizando algunas reparaciones simples en una rueda, mientras media docena de trabajadores de aquel sector observaban ocasionalmente. Cuando el propietario supo lo que estaba pasando, llamó al encargado a su oficina y lo dimitió en forma inmediata. “Este incidente puede aplicarse a algunos casos, pero no a otros. Pero muchos pastores fracasan al no saber, o no tratar de conseguir, que todos los miembros de la iglesia se empeñen activamente en los diversos departamentos de la obra de la iglesia” (ibíd., p. 90).

  En otra ocasión, el mismo punto fue abordado con una analogía diferente:

 “La fortaleza de un ejército se mide mayormente por la eficiencia de los hombres que se encuentran en sus filas. Un general sabio instruye a sus oficiales a fin de que entrenen a cada soldado para el servicio activo. Trata de desarrollar la mayor eficiencia posible de parte de todos. […] Lo mismo ocurre en el ejército del Príncipe Emmanuel” (La maravillosa gracia de Dios p. 29).

 “Los sobreveedores espirituales de la iglesia deben idear medios y modos de dar a cada miembro de la iglesia una oportunidad de desempeñar alguna parte en la obra de Dios. […] Son pocos los que comprenden cuánto se ha perdido por causa de esto” (Obreros evangélicos, p. 364).

MINISTERIO GLOBAL

  Esas ilustraciones nos ayudan a ver que Elena de White tenía un equilibrado concepto respecto del ministerio pastoral y el evangelismo. No podemos caer en el peligro de enfatizar demasiado y unilateralmente un aspecto, en detrimento del otro.

 A fin de que tengamos una iglesia sana, con una experiencia espiritual creciente, necesitamos mantener una teología equilibrada en relación con el ministerio global. De acuerdo con ese concepto, el pastor debe atender a la iglesia alimentándola espiritualmente, atendiendo las necesidades del rebaño; y al mismo tiempo, inspirar, educar, entrenar y capacitar a la iglesia, perfeccionando sus dones, para la misión de alcanzar a los que todavía están afuera del redil. Él mismo debe ser evangelista y llevar el mensaje de salvación a lugares todavía no alcanzados.

Sobre el autor: Profesor en la Facultad de Teología de Bahía, Cachoeira, Bahía, Rep. del Brasil.