La presencia pastoral debiera reflejar siempre el vínculo que une al ministro con Dios. El artículo plantea una serie de preguntas para examinar nuestro ministerio.

Las palabras del título de este artículo fueron tomadas de la Biblia: “Un varón de Dios estuvo aquí”, y están referidas a un profeta del Señor.

Como ministro de Dios esta frase me hizo pensar muchas veces y preguntarme, cuando estoy realizando visitas pastorales: Al salir de los hogares visitados, ¿fue ésa la impresión que dejé? ¿Dirá aquella familia que visité lo mismo que se dijo del profeta de Dios? ¿Fue ésa la impresión que quedó en aquella familia? ¿Cómo fue mi comportamiento allí? ¿Hablé de Dios, de los planes que Él tiene para con sus hijos? ¿Mostré realmente que soy un hombre de Dios?

Queridos compañeros de ministerio, a veces vivimos situaciones coyunturales que han contribuido para que los hermanos de nuestro rebaño hayan obtenido las impresiones más negativas y humillantes del ministerio.

El ministerio adventista “para esta hora” debería ser el más consagrado de todos los tiempos. ¿Por qué? Porque somos los mensajeros del Señor de la hora undécima. Debemos dar a la trompeta el sonido certero y oportuno para un mundo confuso, tambaleante, enfermo y herido. Todos sabemos que vivimos días sin precedentes en la historia de la humanidad, en los cuales el mal nunca fue mayor.

Es hora de hacer un inventario de nuestro ministerio y de nuestra vida como ministros de Dios.

Debemos cambiar el cuadro. No estamos tan bien como creemos y los miembros están sintiendo esto. Ancianos equilibrados de algunas iglesias grandes me han confiado sus preocupaciones: sermones sin vida, sin gran valor espiritual, monótonos; visitas que dejan mucho que desear. Compañeros de ministerio, es verdad que estoy generalizando y que no todo está perdido pero, querrámoslo o no, éste es el cuadro realista que se presenta delante de nosotros.

La iglesia necesita vernos como sus pastores, como sus verdaderos líderes espirituales. Actuemos de tal modo que los miembros puedan ver que sus ministros poseen la “fe que ha sido una vez dada a los santos” y que en nuestra vida ministerial damos prueba de la obra que realizamos.

Bien sabemos que el Espíritu del Señor se está retirando poco a poco de la tierra. En forma clara, el reloj divino marca las horas postreras. La última batalla será librada muy pronto y los soldados del gran General todavía no tienen sus arcos tensados.

Establezcamos un programa de visitación tal que los hermanos se den cuenta de que quien los visita es un “varón de Dios”, y los resultados no se harán esperar. La iglesia necesita ver que tiene un ministerio auténtico, sin máscara; la iglesia colaborará con él para terminar la tarea y Cristo podrá venir a buscarnos en breve.

Sobre el autor: José R. Mello es pastor distrital en Castro, estado de Paraná, Brasil.