A menudo se ha acusado a los adventistas de enseñar que la expiación no fue completa en la cruz. ¿Es esto cierto?

La respuesta a esta pregunta depende de la definición que se le dé al término “expiación”. La palabra [atonement en inglés] se encuentra una sola vez en el Nuevo Testamento (Rom. 5:11), donde es la traducción de katallagué, una palabra que significa “reconciliación”, y así ha sido traducida en otros lugares (Rom. 11:15; 2 Cor. 5:18, 19). El verbo relativo katallásso se encuentra seis veces y en cada caso ha sido traducido “reconciliar” (Rom. 5:10: 1 Cor. 7:11; 2 Cor. 5:18-20). Katallagué también debería haberse traducido “reconciliación” en Romanos 5:11 [así se ha traducido en las versiones españolas corrientes].

La palabra “expiación” es mucho más frecuente en el Antiguo Testamento. Se halla con mayor frecuencia en la expresión verbal “hacer expiación” (Lev. 1:4; véase Exo. 29:36), pero ocasionalmente también en la forma sustantiva “expiación” (Lev. 23:27, y otros). El verbo es la traducción de una forma intensiva del verbo hebreo kafar, una palabra que básicamente significa “cubrir”. La forma simple se encuentra en Génesis 6:14, y aunque está traducida allí “calafatearás”, significa realmente “cubrir”. Así, se cree que el significado básico de “expiación”, tal como está usado el término en el Antiguo Testamento, es el de cubrir el pecado. De éste vienen los significados derivados “enmendar”, “restituir”, “expiar”, “hacer expiación”.

En círculos teológicos el término “expiación” ha asumido un significado técnico y generalmente se usa para describir el efecto redentor de la encarnación, los sufrimientos y la muerte de Cristo. No todos los cristianos están acordes en cuanto a qué se logró mediante esos acontecimientos de la vida de Cristo, y por consiguiente sostienen diferentes teorías de la expiación.

Por lo tanto, es necesario aclarar qué aspecto de la expiación está en consideración en cualquier afirmación concerniente a la misma.

Generalmente los que enseñan que en la cruz se hizo una expiación completa, consideran el término en su sentido teológico popular, pero lo que ellos quieren decir en realidad es que en el Calvario se ofreció el sacrificio expiatorio de Cristo enteramente suficiente para nuestra salvación. Todo verdadero cristiano está pronta y sinceramente de acuerdo con este concepto. “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Heb. 10:10). Los que consideran este aspecto de la obra de Cristo como una expiación completa aplican este término solamente a lo que Cristo realizó en la cruz. No incluyen en su definición la aplicación de los beneficios de la expiación hecha en la cruz a cada pecador.

Sin embargo, hay quienes creen que la expiación tiene un significado mucho más amplio. Están perfectamente de acuerdo con aquellos que recalcan la completa expiación de la cruz en el sentido de un sacrificio enteramente suficiente y único por el pecado. Ellos creen que en la cruz del Calvario no sucedió nada menos que eso.

Sin embargo, ellos creen que el antiguo servicio simbólico del santuario trae a luz otros aspectos de la expiación. En el sacrificio de la mañana y de la tarde, ven el sacrificio expiatorio provisto para todos los hombres (Exo. 29:38-42). En la ofrenda personal hecha por el mismo pecador, ven la apropiación de la expiación por parte del individuo (Lev. 4:31). Luego venía el gran pináculo del día de la expiación —el día del juicio— cuando se acababa definida y finalmente con el pecado. Esos antiguos servicios, creen ellos, eran símbolos de la obra de Cristo. Los sacrificios de mañana y de tarde y las ofrendas individuales por el pecado señalaban el sacrificio del Salvador en la cruz del Calvario. El ministerio del sacerdote en esos servicios señalaba el ministerio de Cristo como sumo sacerdote en el santuario celestial, donde él aplica los beneficios del sacrificio expiatorio a cada pecador. Entonces los servicios del día de la expiación, ellos creen, señalaban la obra que se realizaría en lo que ellos llaman el juicio investigador que a su tiempo culminará con la destrucción final de la iniquidad al fin del milenio.

Un estudio de ciertos incidentes del Antiguo Testamento, no relacionados con el santuario, ayudará a ilustrar algunos de los significados que derivan apropiadamente de la palabra hebrea kafar, que es traducida “expiación”:

1. Notemos el incidente de Moisés y Aarón relacionado con la fundición del becerro de oro. Esto está registrado en Éxodo 32. Allí se habla de la infidelidad del pueblo mientras Moisés estaba en el monte con Dios. Bajo la dirección de Aarón hicieron un becerro de oro, recordando su larga estada en la tierra de Egipto [donde se adoraba al buey Apis]. Cuando Moisés descendió del monte, se airó por la apostasía del pueblo, y en esa crisis fue cuando la tribu de Leví se puso de su lado. Entonces declaró a Israel: “Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré [haré expiación, en la KJV] acerca de vuestro pecado” (Exo. 32:30). Aquí se habla de expiación, una expiación hecha evidentemente sin sacrificio cruento, sin que se derramara una gota de sangre sobre el altar. ¿Cómo se hizo? Moisés no trajo un sacrificio como ofrenda al Señor; no, hizo una expiación por el simple hecho de tomar el lugar del pueblo. De hecho, se convirtió en su sustituto. En esto era una figura apropiada del Señor Jesús, el Salvador de la humanidad. En su anhelante deseo de que el pueblo pudiese salvarse, estaba dispuesto a que su nombre fuera borrado del libro de la vida de Dios. “Si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (vers. 32).

2. Otro caso es el de David en su relación con los gabaonitas. Está registrado en 2 Samuel 21. Saúl había muerto a muchos gabaonitas, cuya tribu Israel había solemnemente jurado preservar. David, al tratar de enmendar lo malo que había sido hecho, convocó a representantes de los gabaonitas y les preguntó: “¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción [expiación] os daré?” (vers. 3). Luego sigue la historia de lo que hicieron. Cuando fueron colgados siete de los descendientes de Saúl, quedó hecha la expiación. Aquí expiación significa hacer compensación adecuada por el daño que ha sido hecho. Este aspecto también está abarcado por la obra expiatoria de Cristo. Este pensamiento está recalcado por las siguientes palabras:

“[Cristo] ascendió a los atrios celestiales, y de Dios mismo oyó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, de que por su sangre todos podían obtener vida eterna. El Padre ratificó el pacto hecho con Cristo, de que recibiría a los hombres arrepentidos y obedientes y los amaría como a su Hijo. Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer ‘más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre’” (Elena G. de White, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 734. La cursiva no aparece en el original).

“Cuando sobre la cruz exclamó: ‘Consumado es’, se dirigió al Padre. El pacto había sido llevado plenamente a cabo. Ahora declara: Padre, consumado es. He hecho tu voluntad, oh Dios mío. He completado la obra de la redención. Si tu justicia está satisfecha, ‘aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo’… Se oye entonces la voz de Dios proclamando que la justicia está satisfecha” (Id., pág. 774).

3.     Otro incidente más, registrado en Números 16, ilustra bien un aspecto adicional de la expiación. Israel había provocado alevosamente al Señor. El pueblo había murmurado contra Dios. Doscientos cincuenta príncipes, hombres de renombre, se habían rebelado contra el Altísimo Como resultado de esta apostasía se declaró una plaga en el campamento de Israel. En relación con esto tenemos la declaración divina:

“Y dijo Moisés a Aarón:… ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos” (vers. 46).

“Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad” (vers. 47, 48).

Aquí vemos a Aarón como mediador, símbolo apropiado de Cristo Jesús, nuestro bendito Salvador. Al interponerse de esa forma entre el hombre y Dios, y por su abnegación y devoción que lo hubieran llevado al sacrificio, estando entre los vivos y los muertos, cubriendo al pueblo de la ira de Dios, hizo expiación por ellos.

4.     Sin embargo, hay otro aspecto del asunto que hay que considerar. Se deduce del relato registrado en Números 25. Israel había caído victima de las trampas seductoras de los paganos que lo rodeaban. Había pecado ignominiosamente a la vista de Dios al cometer las abominaciones de los cananeos. Un hombre trajo a una mujer pagana al campamento. Dios mostró su desagrado enviando una plaga entre el pueblo. Entonces Finees, nieto de Aarón, percibiendo la gravedad de la ofensa, salió en el nombre de Dios y traspasó a los ofensores. Cuando esto fue hecho, la plaga se detuvo. Debido al celo de este hombre por la obra de Dios, el Señor dijo: “He aquí yo establezco mi pacto de paz con él; y tendrá él, y su descendencia después de él, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel” (vers. 12, 13).

En esta oportunidad vemos que este fiel sacerdote hizo expiación quitando de en medio a los incorregibles ofensores. Se le enseñó al pueblo de Israel este aspecto del plan de Dios en el servicio del santuario del día de la expiación. El acto final de ese gran día era el alejamiento del macho cabrío de Azazel, representante del instigador del mal. Este macho cabrío era llevado fuera del campamento de Israel y excluido para siempre. Así será en la obra final de Dios. Entonces el último acto del gran plan de Dios de purificar el universo del pecado consistirá en la eliminación del mayor de todos los ofensores, el que es mentiroso desde el principio, ese antiguo adversario, el diablo y Satanás.

Estos cuatro incidentes nos enseñan importantísimas lecciones concernientes a la obra de la expiación. En el propósito eterxia.de Dios, el que hace la expiación es el mediador. Todo en el servicio simbólico —los sacrificios y la obra del sacerdocio- señalaban hacia Jesucristo, nuestro Señor. El tomó nuestro lugar y murió por nosotros. Al hacerlo se convirtió en nuestro sustituto. Al morir en la cruz, al rendir su vida como expiación por el pecado, hizo una compensación adecuada por el mal hecho; cargó plenamente con la penalidad de la ley quebrantada de Dios.

“El sacrificio de Cristo en favor del hombre fue pleno y completo. La condición de la expiación se había cumplido. La obra para la cual él había venido a este mundo se había efectuado” (Elena G. de White, Los Hechos de los Apóstoles, pág. 24).

Pero, la obra realizada en el Calvario implica también la aplicación del sacrificio expiatorio de Cristo al alma anhelante. Esto se proporciona mediante, el ministerio sacerdotal de nuestro bendito Señor, nuestro Sumo Sacerdote, en el santuario celestial.

No solamente su pueblo es purificado del pecado mediante el sacrificio del Hijo de Dios y salvado por la eternidad, sino que el universo entero ha de ser purificado de la mancha de la iniquidad al ser destruido completamente el autor del pecado. Entonces seguirá un nuevo cielo y una nueva tierra (2 Ped. 3:13) que serán el hogar eterno de los rescatados de todas las edades, los que han sido redimidos por la preciosa sangre del Cordero.

Algunos de los primeros escritores adventistas, creyendo que la palabra “expiación” tenía un significado más amplio que aquel al cual se apegaban muchos de los otros cristianos, se expresaron en el sentido de que la expiación no se efectuó en la cruz del Calvario, sino más bien por Cristo después que comenzó su ministerio sacerdotal en el cielo. Ellos creían plenamente en la eficacia del sacrificio de Cristo para la salvación de los hombres y por cierto que estaban segurísimos que este sacrificio había sido hecho de una vez para siempre, pero preferían no usar la palabra “expiación” al referirse solamente a la obra del sacrificio de Cristo en el Calvario. Repetimos, ellos creían tan plenamente como nosotros que el sacrificio de nuestro bendito Señor en la cima del Gólgota fue pleno y completo, que nunca más debía repetirse, y que había sido hecho de una vez por todas. Su concepto era que el sacrificio de Jesús proporcionaba los medios de la expiación, y que la expiación misma era hecha solamente cuando los sacerdotes ministraban la ofrenda del sacrificio en favor del pecador. Visto desde este ángulo, se comprenderá que la pregunta es, después de todo, una cuestión de definición de términos. Hoy, no estando frente a los mismos problemas que tuvieron que enfrentar nuestros primeros escritores, creemos que el sacrificio expiatorio fue hecho en la cruz y fue provisto para todos los hombres, pero que en el ministerio sacerdotal de Cristo nuestro Señor en el cielo este sacrificio expiatorio es aplicado al alma sincera.

El énfasis en este concepto más amplio, sin embargo, de ninguna manera quita mérito a la plena eficacia de la muerte del Hijo de Dios hecha una vez por los pecados de los hombres. Es lamentable que una falta de definición de términos tan a menudo lleve a la incomprensión del más grande tema del mensaje cristiano.