Un joven habla francamente acerca de lo que significa experimentar las agonías de la homosexualidad y el SIDA.
Moyer: Ron, ¿creció, usted, en un hogar adventista del séptimo día?
Ron: Sí, crecí en un hogar adventista. Mis padres eran adventistas. Asistí a escuelas adventistas, desde el primer grado de primaria hasta el nivel universitario. Mi vida escolar no fue feliz. Quizá porque en el fondo de mi ser sabía lo que se estaba desarrollando dentro de mí. Mi vida dentro del sistema educativo adventista fue una experiencia dolorosa. Estudié teología en el colegio durante tres años y medio y luego abandoné los estudios. Más tarde estudié enfermería y trabajé como enfermero.
Moyer: ¿Cuándo descubrió que era homosexual? ¿Cómo se sintió cuando se dio cuenta de ello?
Ron: Cuando tenía cinco o seis años de edad sentí que era diferente a los demás niños. No sabía cómo llamarlo al principio, pero alrededor de los 12 años comprendí lo que significaban estas diferencias. Fue una experiencia sumamente dolorosa. No era algo que yo deseara. No era algo que yo hubiera elegido. Durante muchos años traté de negarme a ser así.
Moyer: ¿Qué hizo cuanto tuvo la clara conciencia de ser homosexual?
Ron: No podía hablarle a nadie acerca de mis sentimientos. Yo estaba convencido de que si alguien lo sabía, sería objeto del prejuicio, de la burla y el odio. Yo no sabía qué era realmente la homosexualidad común. Pensaba que yo era el único en el mundo. Por tanto, vivía en una atmósfera en la cual siempre tenía que esconderme. Reprimía mis sentimientos. Fue horrible.
Moyer: ¿No tenía a nadie con quien discutir sus sentimientos?
Ron: No. Ciertamente no podía discutirlo con mis padres y en ese tiempo yo no creía que la iglesia fuera un lugar seguro para tratar tales asuntos.
Moyer: ¡Ningún pastor le parecía lo suficientemente confiable?
Ron: No. No había ningún pastor a quien pudiera acudir.
Moyer: ¿Cree usted que la homosexualidad es un mal común en la iglesia adventistas del séptimo día?
Ron: No soy experto, pero creo que dentro de la iglesia adventista la proporción es la misma que afuera; eso quiere decir uno de cada diez. Al margen de las cifras, la realidad es que hay personas dentro de la iglesia que están luchando con el problema de la homosexualidad.
Moyer: ¿Existe alguna ayuda para los homosexuales dentro de la iglesia adventista?
Ron: ¿Qué quiere decir usted cuando habla de ayuda?
Moyer: ¿Tiene la iglesia actualmente un lugar en su estructura o en su esquema de doctrinas al cual una persona con inclinación homosexual pueda ir y decir: “necesito que me ayuden a manejar esto”?
Ron: La homosexualidad no parece ser un tópico que la iglesia adventista se atreva a discutir sin incomodarse. La única opción posible para mí fue permanecer en la iglesia y aparentar que era “normal”. Lo contrario significaba abandonar la iglesia. Desafortunadamente, elegí esto último. Mientras estuve en la iglesia no hubo lugar para la discusión de asuntos sexuales en lo absoluto, mucho menos de problemas como la homosexualidad.
Moyer: ¿Ha oído hablar de los ministerios de “cambio” que pretenden convertir a los homosexuales en heterosexuales? ¿Qué piensa usted al respecto?
Ron: Conozco poco acerca de los ministerios de cambio. He tenido algunas experiencias realmente desagradables con la gente de los ministerios de “cambio”. No me gusta el enfoque que le dan, porque no me gusta decirle a Dios cuál es su voluntad. En última instancia, lo mejor que puedo hacer en mi caso es someter mi sexualidad a Dios y permitir que él me oriente hacia lo que es apropiado, en vez de decirle que debe convertirme en heterosexual.
Moyer: ¿Conoce usted a alguien que haya dejado de veras de ser un homosexual para convertirse en heterosexual?
Ron: No. He escuchado de algunos, pero pienso que el asunto es mucho más complejo, porque la sexualidad humana no es tan sencilla. No puedo decir que alguien es ciento por ciento homosexual y que otro individuo es totalmente heterosexual. Hay gente en todos los niveles que son una combinación de ambos. Por esa razón me cuesta creer que alguien haya sido cambiado. Puede ser que para alguien haya sido posible vivir un estilo de vida heterosexual, pero que esta misma experiencia no sea una realidad para toda la gente. Yo no me siento cómodo realmente con una regla de medir que determina cuándo se ha graduado alguien en la escuela de la sexualidad saludable.
Moyer: Entiendo que usted se relacionó con una organización llamada Kinship. ¿Qué piensa usted de su obra?
Ron: En parte fue muy buena; pero también, muy dolorosa. Están haciendo algo que la iglesia adventista no hace, esto es, crear un foro para aquellos que luchan contra la homosexualidad. No concuerdo con la conclusión a que llegan en cuanto a cuál es el comportamiento apropiado. Por tanto, mi relación con Kinship ha sido un tanto difícil.
Moyer: ¿Promueve, Kinship, una respuesta de uniformidad o variedad?
Ron: En base a mi limitada experiencia con Kinship, podría dar una diversidad de respuestas. Dentro de Kinship hay quienes creen que la mejor manera de resolver el problema de la homosexualidad es el celibato. Y en el otro extremo del espectro hay gente que siente que la promiscuidad y todo lo demás es saludable y está bien. Yo me he sentido realmente incómodo con muchas de esas posiciones.
Moyer: Usted se ha reconciliado con Dios y con la Iglesia Adventista del Séptimo Día ¿verdad?
Ron: Volví a Dios a través de siete pasos en el proceso de recuperación. Yo nunca planeé regresar al adventismo, y francamente no me gustaba la idea cuando Dios me lo sugería. Sin embargo, la razón por la cual he vuelto es porque hay asuntos muy importantes para mí que son características singulares del adventismo, tales como la observancia del sábado y el mensaje pro salud. La Iglesia Adventista tiene una verdad sumamente abarcante. No siempre me he sentido bien en relación con la forma en que usan esta verdad. Por esto ha sido un tanto difícil, para mí, volver.
Moyer: Usted es muy abierto y directo en sus puntos de vista acerca de la iglesia y la homosexualidad. En este sentido, ¿cómo lo han recibido los adventistas?
Ron: Depende de qué generación hablamos y de qué área del país. Me he enfrentado a una diversidad de actitudes, aunque la gente nunca ha sido desatenta conmigo. En términos generales, la generación de mis padres no puede entenderme. Lo que ocurre por lo general es que se erige una pared entre nosotros, que los hace sentirse incómodos y corren tan rápido como pueden en el sentido contrario. He sido muy bien recibido por los adventistas universitarios. Ellos me apoyaron mucho, y fueron capaces de ver valores en mí, aun cuando no se sentían necesariamente cómodos con todas las experiencias de mi vida.
Moyer: Actualmente usted sufre SIDA. ¿Cuándo lo descubrió?
Ron: En el verano de 1985 supe que era portador del virus HIV. Es posible que me haya infectado en la primavera de 1984. En ese entonces prácticamente no sabíamos nada acerca de este mal.
Moyer: ¿Cómo hizo frente a esa noticia? ¿Cómo afectó su vida diaria el repentino descubrimiento de que tenía SIDA?
Ron: Al principio me negué a aceptarlo. Y siendo que el SIDA es un padecimiento fuera de lo común y está latente en el sistema durante muchos años después de que uno ha sido infectado con el virus HIV, uno tiende a ignorar el problema. Cuando supe que estaba infectado con el HIV, la opinión de la comunidad médica era que probablemente sólo tres de cada diez por ciento de los que estaban infectados desarrollarían el SIDA completamente. Por eso, al principio no creí que fuera una amenaza para mí. Sencillamente ignoré el asunto y lo saqué de mi mente. La realidad, por supuesto, era distinta: casi todos aquellos infectados con el virus HIV desarrollan el SIDA con el tiempo. Esa realidad me afectó duramente.
Si no hubiera vuelto a Dios a través de la recuperación, no sé qué habría hecho en ese momento. El drama de manejar uno su propia muerte cuando apenas anda en los 30 años, no es una tarea normal ni agradable. Además, la sociedad tiene su propio punto de vista acerca de la enfermedad y de la manera cómo juzga a los pacientes de SIDA. También he tenido que vérmelas con grandes limitaciones físicas y muchos cambios en mi vida.
Moyer: ¿Qué factores le ayudaron a salir adelante mientras luchaba contra la enfermedad?
Ron: El programa de “los 12 pasos” me ha ayudado realmente a hacerle frente a la enfermedad así como a superar la adicción sexual. Sin embargo, de ninguna manera puedo separar los 12 pasos de mi experiencia cristiana. Una comprensión correcta del evangelio me ha ayudado eficazmente a aceptar la realidad de mi muerte.
Moyer: Esa es una hermosa declaración. Al reflexionar en su experiencia, ¿qué debería hacer la iglesia por aquellos que sufren como usted?
Ron: En términos generales, la iglesia no ha sido muy útil para mí. De hecho, no busqué en realidad ninguna ayuda de la iglesia, una vez más porque sentía que no era un lugar seguro. A nivel de la iglesia local, sin embargo, he encontrado aceptación. Allí puedo hablar abiertamente del problema de la homosexualidad y del SIDA. Ahora, en cuanto a lo que la iglesia “debe hacer”, es una pregunta muy difícil. Es difícil para mí dictaminar cuál es el comportamiento apropiado para alguien.
Pero quizá hay algo que la iglesia debería hacer. Siempre hemos dicho que somos un pueblo que ama, y ahora parece que tenemos la oportunidad de probarlo. El problema del SIDA es una situación sumamente difícil que suscita toda una gama de otros problemas relacionados, como por ejemplo, si nos sentimos cómodos o no con el concepto de homosexualidad. La iglesia no tiene un foro saludable donde los jóvenes puedan discutir este asunto. Claro, no podemos esperar una posición oficial; aquellos que nos sentimos competidos a amar porque conocemos a Dios y por causa de nuestra relación con él, deberíamos poder manejar este asunto y hallar nuestro propio camino para alcanzar a la comunidad de los que padecen SIDA.
Moyer: Como una víctima del SIDA, ¿qué espera usted en realidad que la iglesia haga?
Ron: Primero, que la iglesia sea clara acerca de lo que Dios dice referente a la homosexualidad. Ahora ya no creo que la homosexualidad sea un estilo de vida saludable. Muchas iglesias adventistas no están dispuestas a encarar el problema. Pero hay otras iglesias que sí lo están haciendo. Sin embargo, nosotros no estamos dispuestos a hablar del asunto en lo absoluto. Yo necesito pertenecer a una iglesia que sea clara en cuanto a lo que es la voluntad de Dios en esta área; al menos, cuál es mi percepción de Dios en este asunto.
Segundo, necesito pertenecer a una comunidad que sea capaz de reconocer que soy una persona valiosa, alguien a quien Dios ama profundamente. Estoy cansado de que me rechacen. Es doloroso.
Sobre el autor: Es director asociado del Instituto de Misiones Mundiales, de la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan. El nombre del entrevistado, “Ron”, es un pseudónimo.