Una propuesta de triunfo durante la tormenta angustiosa del tiempo del tin

A medida que el tiempo se acaba y el planeta se lanza hacia su cita final con el destino, nos preguntamos si llegaremos al tercer milenio. Una cosa es segura: hay una sensación de que algo importante esta por ocurrir. Nunca antes la gente de todo el mundo había informado o descrito una variedad tan grande de encuentros con apariciones de la virgen María. Nunca antes habían sido aceptados mundialmente los espiritistas o habían tenido un impacto tan grande, o había tenido tanta influencia un fenómeno como el de la Nueva Era. Los cristianos en Estados Unidos tienen una oportunidad sin precedentes de dominar la política norteamericana a través de los auspicios de organizaciones como la Coalición Cristiana. Algo debe de haber detrás del escenario (véase Apoc. 16:12-16).

La tierra vuela a través de su historia hacia la consumación final, como una aeronave en un vuelo transoceánico. Ha pasado mucho tiempo desde el despegue; el viaje se está volviendo sumamente cansador y afrontamos cada vez más turbulencias. Al mirar hacia el futuro, un cielo oscuro. Lleno de aprensiones nos amenaza. Tenebrosas nubes dominan el horizonte. Mientras el planeta vuela en medio de ellas se arremolinan a su alrededor y lo presionan hasta hacerlo temblar. Hubo un tiempo en que se podía volar por encima o alrededor de estas tormentas, pero estas rutas ya no se pueden encontrar fácilmente. Es el destino final de la tierra volar derecho hacia este tormentoso futuro.

La mayor crisis de todos los siglos está desenvolviéndose ante nosotros. Las cosas nunca mas serán iguales. El tiempo de angustia previo, el tiempo de angustia, y el tiempo de la angustia de Jacob dominan el horizonte profético de un planeta tembloroso.

Las buenas nuevas

Estas cosas son dignas de interés y preocupación. A nosotros no nos gusta la idea de una ley dominical con la imposición final de un decreto de muerte (véase Apoc. 13:15). Ni tampoco nos sentimos cómodos con el pensamiento de que todo el mundo seguirá y obedecerá a un opresivo poder mundial, en la adoración de esa autoridad llamada la bestia (véanse los vers. 3, 4), mientras las naciones, con los Estados Unidos a la cabeza, impongan esa adoración (vers. 12). Es perturbador saber que las libertades básicas como comprar y vender serán severamente limitadas a menos que se le rinda homenaje a este poder dominador (véase el vers. 17). Y a nadie le gusta la perspectiva de ser objeto de execración universal.

En una encuesta reciente aplicada a estudiantes universitarios, 56 por ciento dijeron que le temían a los eventos finales. De hecho, 41 por ciento dijo que preferirían morir antes que pasar por los eventos de los últimos días. Un estudiante dijo: “Mejor me gustaría ir al cielo a través de la resurrección”. Y sin embargo, paradójicamente, 88 por ciento declara que conocía a Jesús como su amigo personal. Pero son tantos los que están animados por los cuidados de la vida diaria o con la perspectiva de las circunstancias venideras, que no pue den ver al Cristo que esta por llegar.

Ya es tiempo de que los adventistas sepan, con toda claridad, que los eventos finales tienen mas que ver con quien viene que con que viene. Estos perturbadores eventos tienen mucho mas que ver con Cristo que con crisis. Él es quien hace toda la diferencia. Él es quien viene con una luz mas brillante que la del sol. Su gloria disipa los mas negros nubarrones. Con él, ninguna noche de este dolorido planeta es oscura o vacía. Sus rayos de luz que vienen del future iluminan el centre de nuestros problemas, y nosotros que estamos en espera del advenimiento deberíamos saberlo. Aunque las tinieblas envuelvan al planeta, son impotentes para detener la entrada de esta luz divina. Con él, la negrura nunca es terminal ni tampoco duradera. Con el tenemos un future, no una noche. Él es luz, y él es nuestro future. La huella de su recorrido es así, y así será hasta el fin del tiempo. Los adventistas deben saber esto con profundidad y certeza.

Debemos cantar acerca de esto

Si tengo un mal día, es mejor olvidarlo cantando. Sin embargo, los santos de los últimos días cantaran el cantico de su experiencia después del más horrendo periodo de problemas jamás imaginado (Dan. 12:1). La Escritura dice: “Y cantaban un cantico nuevo delante del trono… Y nadie podía aprender el cantico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra” (Apoc. 14:3). Estos son los que pasaran por redo este periodo. Es el “cántico de su experiencia”.[1]

¿Cuándo cantan este cantico? El contexto dice que están de pie en el monte Sion con Cristo (véase Apoc. 14:1). El monte Sion es “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22). Esta ciudad está en el cielo ahora y descenderá a la nueva tierra después del milenio (véase Apoc. 21:13). El contexto dice también que los 144,000 seguirán al Cordero (Cristo) por dondequiera que vaya (véase Apoc. 14:4). “Parece señalarse algún privilegio especial de los 144,000 cuyos detalles no son revelados”.[2] Este privilegio, creo yo, tiene que ver únicamente con la razón por la cual pasan a través de la gran crisis de la prueba final. En este respecto se parecen a Cristo, que vivió a través de su tiempo de prueba sin ninguna seguridad de la presencia consoladora de su Padre. Jesús no tuvo mediador en el cielo. Lo mismo ocurrirá con los 144,000. Demostraran en una forma comparativa lo que él demostró en una forma absoluta: que un ser humano depende de Dios para vivir una vida victoriosa bajo las más difíciles circunstancias. Así los 144,000 se unen con Cristo para dar respuesta a las grandes cuestiones de la gran controversia. Seguirán a Cristo por dondequiera que va (Apoc. 14:4) y vivirán para siempre para contar la historia a los innumerables mundos del espacio infinito.

Este es el punto focal. Estas personas cantan acerca de sus mayores problemas mucho tiempo después de haberlos sufrido, ¡sencillamente porque saben que todo lo que han experimentado valió la pena vivirse, especialmente a la luz del Cordero que han estado siguiendo! Esto coloca a los eventos finales en una perspectiva totalmente distinta. De repente comprendemos el hecho de que aun en medio de problemas sin precedentes, hay mucho mas que solo tinieblas y ominosos horrores.

Las palabras del canto

De modo que son los 144,000 los que entonan el cántico, y el canto que entonan se llama “el cantico de Moisés siervo de Dios, y el cantico del Cordero” (Apoc. 15:3). Estas son las palabras: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?, pues solo ni eres santo; por lo cual, todas las naciones vendrán y te adoraran, porque tus juicios se han manifestado” (vers. 3, 4).

Notemos el énfasis especial del cántico. No hay ni una sola palabra acerca del gran problema por el cual acaban de pasar, ni tampoco acerca de la vida victoriosa que vivieron. ¡Desde el principio hasta el fin se magnifican en el canto los maravillosos hechos de Dios! Es la obra de Cristo lo que cuenta en cada paso de nuestra salvación, y por lo tanto, cuando todo se haya dicho y hecho, la obra de Cristo es la única que contar. Pero, ¿por qué se le llama a este canto el cantico de Moisés? Porque lleva nuestra mente hasta aquella gran liberación que Dios obro en favor de Israel en el Mar Rojo cuando salía de Egipto, como un tipo de la liberación final. Cuando el gran ejército de Faraón se lanzó sobre los israelitas desarmados, “los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová” (Éxo. 14:10). Desde un punto de vista natural no había esperanza para ellos. Un terrible temor los invadió. Pero “Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca mas para siempre los veréis. Jehová peleara por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (vers. 13, 14). En otras palabras, Dios dice: “Descansen en ml, confíen en mí. Yo puedo sacarlos de esta situación”.

Descansar en Jesús

Lo mismo ocurrirá con el “Israel” del tiempo del fin. Cuando todo parezca desesperado, veremos a Jesús y descansaremos en él, y confiaremos en el para llevamos hasta el otro lado. Este descanso y esta confianza en Jesús tienen mucho que ver con la cuestión del sábado que vendrá cuando un amenazante gobierno civil se levante sobre nosotros. La legislación dominical no solo involucrara la cuestión de qué día es santo; sino que en un sentido mucho más profundo tiene que ver con la experiencia del sábado. Es esta experiencia semejan- te al sábado que invita a reposar en Cristo y seguirle, aun cuando parezca que hacerlo pone a todos los enemigos en contra nuestra; es la misma esencia de la experiencia de los 144,000, y es el corazón de su cantico.

No fueron los israelitas los que hicieron que las aguas del Mar Rojo se abrieran, fue Cristo quien lo hizo. No fue Moisés quien abrió las aguas del mar. Lo hizo Cristo. Sus hombres escasamente armados no destruyeron al ejército egipcio. Fue Cristo. “La mano poderosa de Cristo replegó las aguas del Mar Rojo, de modo que se detuvieron como una muralla. Así abrió un pasaje en seco a través del mar, e Israel paso sin mojarse los pies”.[3]

Consideremos el cantico de Moisés. “Cantare yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cantico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabare; Dios de mi padre, y lo enaltecerá” (Éxo. 15:1, 2). “Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada” (vers. 13). Y así continua el cantico hasta el versículo 18. No hay ni una sola palabra que se refiera al gran problema que acababan de pasar. Todo el cantico se refiere a Dios y su asombroso poder manifestado en favor de su pueblo. El cantico de Moisés y el cántico del Cordero se refieren a Cristo, no al tiempo de angustia. Trata acerca de Cristo, no acerca de la crisis. Es ahora cuando debemos aprender a considerar toda lucha de nuestra vida y de la misma manera la gran crisis final: ¡viendo a Cristo a través de la crisis!

Así como Cristo estuvo con su pueblo en el Mar Rojo, estará con los 144,000 en el gran tiempo de angustia. Él es el Dios que está al lado de su pueblo en medio del homo de fuego (Dan. 3:25). Es el Cristo que está en medio de todas las iglesias (Apoc. 1:12, 20). Él prometió: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Cristo hace la diferencia decisiva en los eventos finales como lo hizo en el rescate del Mar Rojo. Sin él no hay buenas nuevas. ¡Pero a causa de el tenemos las mejores buenas nuevas que jamás podrían anunciarse! Pasar a través de los eventos finales tiene mucho más que ver con lo que el va a hacer por nosotros que con lo que nosotros haremos por él.

Cuando llegue el momento final, Cristo proveerá el poder de la lluvia tardía para fortalecernos y sostenernos (véase Joel 2:28). Él enviará las plagas contra un mundo confederado contra su pueblo (véase Apoc. 16). Él destruirá al enemigo y libertará a su pueblo (véase Apoc. 18). ¡No extraña que los 144,000 tengan algo por lo cual cantarán eternamente! El foco de este cántico siempre debe ser nuestro foco. De modo que no serán los hijos de Dios quienes sufrirán en las angustias finales de la historia, sino aquellos que promulguen un decreto de muerte los que experimentarán un terror sin nombre (Apoc. 6:12-17).

Dos escenas del segundo advenimiento

Pero el juego no concluye hasta que todo termina. En el primer cuarto del juego del fin del tiempo hay una ley dominical. En el segundo, hay un decreto de muerte, y entonces las plagas azotaran la tierra. El cuarto, es el clímax: el Armagedón y el segundo advenimiento. Nosotros sabemos que cuando el juego termine, Cristo manifestara su poder y arrasara con la oposición. Entonces los santos serán llevados hacia el hogar donde estarán seguros para siempre. Por tanto, debemos mirar hacia los eventos venideros después del final del juego. Esto hace toda la diferencia.

Hay una comparación dramática en Apocalipsis 14 y 19 que es importante. En el capítulo 14 vemos a Cristo cabalgando sobre una nube blanca con una corona sobre su cabeza. Viene para libertar a su pueblo. La corona es un Stephanos, es decir, una corona de laurel, emblema de victoria, que obtiene un ganador en este juego semejante a los juegos olímpicos. Es el mismo Stephanos que portan los redimidos (véase Apoc. 4:4). El capítulo 14 describe a Jesús como uno de nosotros. Ha pasado por el peor tiempo de angustia que se pueda imaginar, mucho mayor que el nuestro, en Getsemaní y el Gólgota. En Apocalipsis 14 viene como el compasivo Libertador, el Hijo del Hombre, el Redentor que porta la corona de los redimidos.

En Apocalipsis 19 viene cabalgando sobre un caballo blanco para hacer guerra, juzgar, y para echar al enemigo en un lago de fuego. Viene con múltiples coronas, cada una de ellas como una diadema que solo puede usar la realeza. Viene como Rey de reyes y como Dios conquistador. A la vista de un Cristo tal los santos se regocijan, porque “Dios os ha hecho justicia en ella” (Apoc. 18:20). Ahora, en Babilonia no hay cántico ni quién lo cante. Es un lugar destituido de música (véanse los vers. 21, 22) y lleno de temor.

¿Qué dice Dios a sus hijos en estos dos cuadros del segundo advenimiento? Él dice, “comprendo; yo sé por donde pasareis. Yo iré con vosotros”. Nuestro amado Salvador nos enviara ayuda en el momento mismo en que lo necesitemos. El camino del cielo quedo consagrado por sus pisadas”.[4] Él también dice: “Yo soy el Rey de reyes, no temáis cuando todos los poderes civiles del mundo se unan con todos los poderes religiosos apóstatas para oponerse a vosotros. Ellos no son más que volutas de humo para mí, el Rey eterno. No temáis lo que podrían hacer contra vosotros. Yo tendré la última palabra. Vendré para destruirlos. Cuando languidecéis en prisiones, mis ángeles vendrán a vosotros, “trayéndoles luz y paz del cielo”.[5]

“Ciertamente con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los impíos. Por cuanto has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocara tu morada. Pues a sus ángeles mandara acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Sal. 91:8-11).

La repentina liberación (véase Apoc. 18:8, 10, 17) trae gozo a los santos. “Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura (Sal. 46:l-3)”.[6]

Cuando sus enemigos no tengan cántico, los santos cantarán su cántico nuevo. Dicho cántico es cantico de triunfo y no de tragedia, de fe y no de temor, de Cristo y no de crisis. Ese es nuestro destino: cantar este cántico. Lo que se avecina será difícil, pero emocionante.[7] Nos encontrará en el Éxodo final, frente al Mar Rojo, y cruzándolo sólo con la ayuda de Cristo.

Sobre el autor: Norman L. Gulley. Ph.D., es profesor de teología sistemática en la Universidad Adventista del sur, Collegedale, Tennessee.


Referencias

[1] El conflicto de los siglos, pág. 707.

[2] Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 7, pág. 840.

[3] Id,. Comentarios de Elena G. de White, tomo 1, pág. 1115.

[4] El conflicto de los siglos, pág. 691.

[5] Id., pág. 685.

[6] Id., págs. 696,697.

[7] Este artículo es acerca de Ios 144,000. Hay otros que llegarán a ser mártires (véase Apoc. 20:4). Para ellos, véase 1 Corintios 10:13.