El profeta Aggeo fue uno de los guías del pueblo de Dios durante la reconstrucción de Jerusalén y la reedificación del templo, después que los israelitas volvieron del cautiverio en Babilonia. Este siervo de Dios fue uno de los hombres que ejercieron su ministerio en tiempos de mucha perplejidad y confusión. El pueblo estaba rodeado de enemigos tanto externos como internos, estos últimos surgidos a causa de la indiferencia y la disensión, como también de la frialdad en la experiencia religiosa de muchos. Aggeo sintió la necesidad de encauzar las cosas a fin de poder terminar la construcción del templo y establecer de nuevo el culto del Dios verdadero.

 Para lograr tal fin, dio al pueblo un mensaje simple pero al mismo tiempo lleno de poder: “Pensad bien sobre vuestros caminos.” Dos veces repitió esta directiva en el capítulo primero de su profecía. Este capítulo contiene muchas otras declaraciones del profeta que exhortaron al pueblo a meditar. Seguramente Aggeo quería que el pueblo mismo tomase la iniciativa y no que ésta les fuera impuesta por alguien.

 La experiencia descrita en este capítulo del libro de Aggeo constituye una lección para nosotros, los obreros en la causa de Dios. Nos insta a meditar en la forma en que realizamos nuestras tareas. Nos impulsa a investigar las Escrituras para saber qué rumbo tomar. Nos desafía a pensar en las verdades de más profunda significación para nuestra vida. Nos inspira a la diaria meditación.

 Las Sagradas Escrituras nos revelan que el pensar es algo de muchísima importancia. El rey sabio nos dice lo siguiente acerca de ello: “Porque cuál es su pensamiento en su alma, tal es él.” El apóstol Pablo sintió plenamente la importancia de la meditación, y en consecuencia instó tanto a los creyentes como al ministerio de la iglesia primitiva a cultivar este noble arte. En el capítulo 4 de su Epístola a los Filipenses hallamos un contraste entre dos diferentes clases de gente que se encuentran en la iglesia, a las que aconseja “que sientan lo mismo en el Señor.” En este mismo capítulo el apóstol menciona seis características de las cosas en las cuales debemos pensar y termina exhortándonos: “En esto pensad.”

 En sus epístolas a Timoteo, Pablo recomienda varias veces el estudio y la meditación como elementos de mucha significación en la vida de todo obrero. Realmente, los factores que más contribuyeron al crecimiento espiritual de la iglesia cristiana primitiva fueron el estudio y la meditación. Esto sigue siendo así también en nuestros días. Sin embargo, se ha perdido en la actualidad el arte de reflexionar. El valor de un obrero se determina, en gran medida, por su poder de meditación, ya que este hábito tiene mucho que ver con el éxito que alcance en sus actividades.

 No sólo se valora el pensamiento en el mundo religioso, sino también en el de los negocios. Muchas veces nos inclinamos a pensar que las actividades comerciales son más bien mecánicas, que requieren poca meditación. Sin embargo, no es así. En el moderno mundo de los negocios, el pensamiento es apreciado en todo su valor.

 Uno de los hombres más destacados en el mundo de los negocios de cierto país, solía reunir a sus vendedores para intercambiar con ellos opiniones sobre la mejor marcha de su establecimiento. Pero llegó una mañana cuando los vendedores no tuvieron ninguna sugestión que hacer, y entonces aquel hombre de negocios, que fue el precursor de los métodos agresivos de venta en el mundo entero, se levantó y dijo: “Lo que nos sucede es que no pensamos lo suficiente. Se nos paga no para que trabajemos con los pies, sino con la cabeza. Los pies jamás podrán competir con el cerebro.

 “El pensamiento ha sido el padre del progreso desde el principio de los tiempos. La ciencia es el resultado del pensamiento, y éste es la técnica del éxito en esta firma y en cualquier otro negocio. Todos los empleados de la sección de ventas de esta casa ganarían el doble si pensaran y usaran la cabeza como deben. La expresión ‘No pensé,’ ha costado al mundo millones de dólares.”

 Por su parte, el administrador hizo imprimir grandes tarjetas en las que campeaba una sola palabra: ¡Piense! Hizo colocar estos carteles en todas las secciones de la fábrica y los remitió también a todas las sucursales.

 El discurso y los carteles fueron motivo de grande inspiración para los vendedores de las empresas comerciales de todo el mundo. Yo creo que es una excelente ilustración del poder del pensamiento.

 En nuestra calidad de ministros de Dios, debemos dedicar tiempo y consideración a la meditación. El ministro sirve de guía para el pueblo; por lo tanto, debiera pensar muy bien lo que dice en sus sermones. Tiene que aconsejar constantemente a los miembros de la iglesia, y esta tarea es una de las más difíciles de realizar. Para cumplir con sus deberes en forma satisfactoria y provechosa, necesita dedicar tiempo a la meditación y la oración. El ministro de Dios tiene que dar ejemplo en todo, y esto no es de poca importancia. Muchas veces nuestro proceder debe ser objeto de meditación.

 El ministro no trabaja en forma aislada, sino que está asociado a otros obreros cristianos, y este hecho determina ciertas relaciones personales entre él y sus colaboradores. Por lo tanto debiera ser objeto de mucha meditación el trato que damos a nuestros compañeros de labor. A menudo tenemos que seguir una obra empezada por otro obrero. La situación imperante en el nuevo lugar de trabajo puede no ser la mejor, y nuestra futura actitud debe ser objeto en estos casos de profunda meditación, para no arrojar una luz desfavorable sobre nadie. Por otra parte, al salir de nuestro lugar de trabajo, dejemos todas las cosas en la mejor forma posible, no por nosotros mismos, sino por tratarse de los intereses de Dios. A fin de poder adoptar la debida actitud en tales situaciones, el ministro deberá dedicar mucho tiempo a la meditación.

  Todo obrero cristiano debiera pensar en el futuro. También debiera ser para nosotros causa de profunda reflexión el grado de experiencia alcanzado en el servicio del Maestro. Esto nos ayudará a ser más eficientes en su causa en el futuro.

 Al entrar en el año 1954 deberíamos meditar detenidamente en nuestra futura actuación. Posiblemente tengamos obstáculos en nuestra experiencia personal, los que requerirán consideración especial. Debemos estar en situación de reconocer la necesidad de este estudio y al mismo tiempo estar dispuestos a pagar el precio que la misma demanda. Pensemos en nuestra condición frente a la declaración de Pablo: “Porque nosotros coadjutores somos de Dios.” Esto nos enseña que en esta tierra somos colaboradores los unos de los otros y que. además, somos coadjutores de Dios, que está en los cielos. Sobre nosotros descansa una doble responsabilidad: para con Dios, y para con los hombres. Pensemos en la manera de cooperar mejor durante el año 1954 con los planes y propósitos del movimiento adventista. Pensemos en la gran verdad expresada en “El Discurso Maestro de Jesucristo” de la Hna. White: “Debéis ser buenos antes de poder hacer el bien.”

 Conviene que este año meditemos especialmente en nuestra preparación para el reino de los cielos y en la de nuestras familias. Dios exige que prestemos atención a estos asuntos, sin perder de vista que el Señor no hará por nosotros lo que podamos hacer nosotros mismos. Meditemos en la frase: “Poned la mira en las cosas de arriba y no en las de la tierra.” El reflexionar en la Palabra de Dios nos dará una visión más amplia de las cosas, y nos mostrará el camino a seguir.

 Por otra parte, la falta de meditación hará que nuestro ministerio sea estéril. Recordemos el dicho del Maestro: “No podéis servir a Dios y a Mammón.” En este mundo tan lleno de apremio y nerviosidad, muchas veces se deja de lado a los pobres y a los enfermos, como también a las personas de edad avanzada. Sería excelente si como obreros en la causa de Dios dedicásemos algún pensamiento a la manera de ayudar a estos desheredados de la fortuna, ya sea con nuestros medios o con nuestra influencia, durante el año 1954.

 Hay otro asunto relacionado con la obra de Dios en el cual conviene meditar también. Me refiero a los sectores vírgenes de nuestro territorio, donde tendremos que entrar con el Evangelio durante este año. Existen muchas ciudades grandes y populosas donde tenemos muy pocos miembros, y las tales debieran constituir un verdadero desafío para el ministerio adventista. ¡Comencemos, pues, a pensar en la solución de este problema!

 Meditar en estas cosas es una actividad de importancia capital. Deseo llamar la atención de los lectores a un pensamiento que se encuentra en el versículo 19 del capítulo 10 del libro de los Hechos. De este texto se desprende que la meditación anima al Espíritu a impresionar nuestros corazones. El apóstol Pedro había tenido una visión muy significativa, y al reflexionar en la misma, permitió que el Espíritu se allegara a él e impresionara su corazón, capacitándolo en esta forma a cumplir su misión. Sigamos el ejemplo de este apóstol y meditemos en la misión que Dios nos ha confiado. La meditación en los grandes propósitos de nuestra iglesia nos reportará inestimables beneficios.

 Así como la meditación en la visión que acababa de tener le ayudó a Pedro a cumplir su cometido, también nos ayudará a nosotros a comprender las grandes posibilidades que nos ofrecen los vastos territorios de la América latina donde aún es desconocido el Evangelio de Jesucristo. Oremos para que el Espíritu de Dios descienda sobre todos con un poder inusitado durante el año 1954. Comencemos a trabajar con fidelidad y dedicación, y recibiremos la gracia del Señor para un ministerio más efectivo durante el presente año.

Sobre el autor: Presidente de la División Sudamericana.