Necesitamos una vida más consagrada, una entrega total a Cristo, para el engrandecimiento de su causa en la Tierra.
Ser esposa de pastor es un gran privilegio, pero al mismo tiempo una gran responsabilidad. Sobre nuestros hombros recae la sagrada misión de ser compañeras de un líder espiritual, un hombre dedicado a los negocios de Dios, que le lleva el mensaje de fe y esperanza a un mundo desesperado, al anunciar al regreso de Jesús. Se nos escogió no sólo para participar de los grandes momentos de su vida, sino para darnos las manos, unir las voces, usar nuestros talentos y compartir juntos la misma responsabilidad de una tarea hecha con amor, dedicación y mucha oración.
Para desarrollar con éxito esta misión, es indispensable que pongamos a Jesús como la prioridad máxima en nuestras vidas. Necesitamos vivir tan cerca de él que nuestra mente siempre esté orientada hacia él. El apóstol Pablo nos aconseja orar “en todo tiempo, con toda oración y súplica en el Espíritu, y velad en ello con toda perseverancia” (Efe. 6:18). Ese es el secreto para que permanezcamos de pie en las horas difíciles, cuando el enemigo nos tienta, cuando hay que disciplinar a los hijos o en las horas cuando tenemos que tomar decisiones. Ustedes y yo tenemos al lado a Alguien muy fuerte y poderoso, que nos toma firmemente de la mano. Nos conducirá de la mejor forma, pues es el Confidente que jamás nos decepciona.
DIRECCIÓN DIVINA
El mismo Jesús enseñó: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mat. 6:33). Cuando leo este versículo pienso que si busco primero a Jesús, todo lo que haga como esposa y como mujer cristiana será consecuencia de su obra en mi vida. Siempre me mostrará el camino; todo será dirigido por él. Soy sólo un instrumento en sus manos. Puedo confiar y descansar en sus providencias para mi vida.
Nuestro papel consiste en hacer lo mejor posible con lo que él puso en nuestras manos, conforme a nuestras fuerzas. Dios nos dio talentos, habilidades, discernimiento, sentido de misión y de responsabilidad. Usemos esos dones de manera sabia con el fin de honrarlo y lograr que su causa prospere.
Recuerden que ustedes son especiales y que tienen una misión especial. Leí una vez la historia de un chico al que alguien le hizo una pregunta acerca de la ocupación de su madre. Respondió sin vacilar: “Mamá es esposa de pastor Para ese hijo, el título más importante de su madre no era la profesión que ejercía, sino el hecho de que era esposa de un pastor. En eso residía la nobleza de su vocación, y él estaba feliz por eso.
ENTREGA TOTAL
Para que usted y yo podamos alcanzar nuestros objetivos se necesita algo más que el mero conocimiento que proporcionan los libros, las fórmulas y las reglas. Necesitamos una vida más consagrada, la entrega del yo, una entrega total a Cristo, comunión personal con él, dedicación integral del tiempo y los talentos para el engrandecimiento de la causa de Dios en la Tierra
Mi oración es que el Señor derrame muchas bendiciones sobre usted y sobre mí misma; que por su gracia y el poder del Espíritu Santo podamos llevar vida a muchas personas cuyos anhelos no están en consonancia con los del Autor de la vida. Que al terminar la historia de este mundo vayamos a disfrutar de las delicias celestiales y encontremos allá los frutos de nuestro trabajo. Y entonces, juntos, compartamos la plena felicidad de estar para siempre en la compañía de nuestro querido Salvador Jesucristo.
Sobre la autora: Coordinadora del área femenina de la Asociación Ministerial, AFAM, en la Unión Sur Brasileña.