Estamos viviendo en una época en que es muy común buscar el apoyo de otros para realizar una tarea. Si estudiamos las maravillas de la naturaleza nos sorprenderemos al encontrar cuántos elementos naturales laboran juntamente en pos de un propósito común. En esta década hay empresas pequeñas que se unen, y grandes compañías que se reorganizan. Todos parecieran sentir la necesidad de unirse.

La Iglesia Adventista necesita trabajar unida usando todos sus talentos y recursos con el único propósito de dar el último mensaje de amonestación a un mundo a punto de perecer. Leemos en 1 Corintios 3:9: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”.

El mandato evangélico del cielo a la iglesia remanente de ir y predicar las buenas nuevas a todo el mundo es claro, y la orden de ir a trabajar alcanza personalmente a cada cristiano, y en forma muy especial a cada miembro de su pueblo guardador de los mandamientos, que espera ansioso el pronto regreso de Cristo Jesús. Es bueno de vez en cuando leer la orden divina a sus hijos de los últimos días: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20).

Este pasaje contiene provisiones y promesas. Dios ha unido los talentos humanos de hombres y mujeres consagrados con los agentes divinos para realizar la tarea de amonestar a todo el mundo con el mensaje de la hora del juicio. El último versículo promete: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Estamos trabajando juntamente con nuestro Salvador, y esto es una experiencia de todos los días. Tan pronto como el cristiano advierte la compañía de Jesús y acepta la fraternidad de los demás cristianos, tiene una nueva experiencia en la obra de dar testimonio. Acepta a cada hermano como parte del plan de Dios para salvar a las almas, y cada esfuerzo como un medio de llevar a otros a Cristo; cada actividad llega a ser un fragmento del esfuerzo unido de lo humano cooperando con lo divino.

El apóstol Pablo expresó muy adecuadamente el espíritu de colaboración. “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor” (1 Cor. 3:6-8).

Es sumamente animador saber que somos una misma cosa. El libro de Efesios, capítulo 4, recalca aún más el propósito de la unidad. Los versículos 2 al 6 dicen: “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Y el versículo 7 añade: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. En este tiempo es sumamente importante que unamos todos los dones de la iglesia y trabajemos juntamente en fraternidad cristiana. Todos nuestros talentos son perfeccionados hasta lo sumo cuando los unimos todos con todos los talentos de otros, bajo la bendición de Dios.

La comisión evangélica es un mandato divino a una lucha agresiva, a una marcha intrépida hacia adelante, llevando a toda criatura que esté a nuestro alcance el mensaje para este tiempo.

“El secreto de nuestro éxito en la obra de Dios se hallará en el trabajo armonioso de nuestro pueblo. Debe haber acción concentrada. Todo miembro del cuerpo de Cristo debe desempeñar su parte en la causa de Dios, de acuerdo con la capacidad que Dios le ha dado. Debemos avanzar juntos para vencer obstrucciones y dificultades, hombro con hombro, y corazón con corazón. Si los cristianos actuaran de concierto, avanzando como un solo hombre, bajo la dirección de un solo Poder, para la realización de un solo propósito, conmoverían al mundo” (Servicio Cristiano, pág. 95).

Nos estamos ahora preparando para un nuevo avance unido en este quinquenio. Cada año la División Sudamericana ha presentado a los miembros y dirigentes de nuestra iglesia proyectos especiales en la conquista de las almas; podemos recordar que en el pasado ha habido el año de la cosecha, el año de los laicos, el año de la mayordomía, y 1973 es el año de los jóvenes en esta división.

Es el propósito de obreros y miembros unir todas las fuerzas y recursos en un avance evangelístico que abarque a toda la iglesia. Cada miembro y cada obrero, cada departamento y cada organización, cada institución. Todos nuestros talentos, todos nuestros recursos se unirán con nuestros jóvenes en Sudamérica para compartir la fe.

Con el apoyo de otros departamentos y de la administración, el pastor José Viana, líder MV de la división, unirá a 150.000 misioneros voluntarios bajo el lema “Señor, cuenta conmigo ahora” en el año de los jóvenes 1973, con el propósito de evangelizar a Sudamérica para Cristo.

Hay

Un Evangelio

Un Pueblo

Un Mandato.

Sobre el autor: Presidente de la División Sudamericana