Se trata de la forma en que la Juventud ve la vida y sus desafíos. Estaban interesados en el asunto de la tentación y la oración efectiva.
Llámesele brecha generacional o salto generacional; miremos a los países en desarrollo o analicemos el próspero mundo occidental; vayamos a lejanas islas o a las explosivas metrópolis: no se lo puede ignorar, no se lo puede pasar por alto; hay que hacerle frente.
Se trata de la cultura juvenil, el sistema juvenil de valores, la forma en que la juventud ve la vida, sus misterios y sus desafíos.
Es un fenómeno universal que confrontan las naciones, las comunidades y los hogares. La iglesia cristiana no es la excepción; ella también tiene que vérselas interna y externamente con una cultura juvenil.
Por lo tanto, se hace cada vez más imperativa la necesidad de hablar a la juventud actual en su propio lenguaje —cómo piensa, cómo siente, cómo se relacionan unos con otros— y planificar nuestro ministerio en ese sentido. Lejos de esforzarnos porque nuestras ideas prevalezcan consideremos las suyas. ¿Cómo se forman los valores? ¿Qué papel desempeñan las fuerzas culturales y sociales en la formación de los sistemas de valores? Cuando un joven dice “sencillamente hice lo que me pareció correcto en ese momento’’, ¿es un indicio de que subyace un sistema de valores en el fondo de sus decisiones? Por otra parte, cuando las acciones de una persona contravienen los valores prestablecidos, ¿qué debemos decir? ¿Es el comportamiento un indicador real de los valores? ¿Cuán correcta es la declaración de que “una vez que un valor moral se ha internalizado viene a ser, consciente o inconscientemente, un criterio normativo para guiar las acciones?”
Para muchos jóvenes modernos los valores se forman y administran por el concepto temporal “en este momento”. Tienden a ver el pasado y el futuro como si no les importaran las consecuencias. La sociedad, en general, y los medios masivos de comunicación, en particular, no vacilarán en detectar esta actitud capitalizándola bajo el lema “ahora’’, en su esfuerzo por apoderarse de la mente juvenil.
Otro factor que incide gravemente sobre la forma en que los jóvenes desarrollan sus valores es el espíritu de grupo. El investigador John Horrocks ha hecho notar que: “La familia, importante como es en su calidad de agencia que limita y define, y siendo como es el centro principal de la existencia de cualquier niño, en algunos casos no puede trascender, ni siquiera comprender, la forma en que el espíritu de grupo forma los valores y cómo éste le provee seguridad personal al joven como individuo.
“Las investigaciones sugieren que dentro del grupo el joven puede experimentar una sensación de poder, pertenencia, y seguridad; puede hacer decisiones que de otro modo nunca sería capaz de tomarlas solo… De esta manera podemos ver su propio mundo, para la mayoría de los adolescentes como una fuente tremendamente importante de actitudes, el inhibidor, así como el impulsor, de la acción, el árbitro de lo correcto y lo erróneo”.
De ahí la dificultad para que una generación adulta comprenda totalmente a la juventud —su vocabulario, el proceso de su pensamiento, sus sentimientos, percepciones y valores—, a menos que tome tiempo para identificarse con su mundo.
Dilema en el proceso de formación de los valores
El problema se complica más por la inconsistencia de la sociedad actual en la transmisión de sus valores. En primer lugar, existe negligencia respecto de una norma absoluta, reduciendo los valores a un estado de flujo constante. Segundo, existe incoherencia entre las actitudes proclamadas y el comportamiento observable dentro de la sociedad, particularmente en los símbolos de autoridad, como los padres, maestros, dirigentes políticos, el clero, etc. Un joven tiene que afrontar, con frecuencia, el problema del relativismo, por una parte, y el de la hipocresía de la inconsistencia, por otra.
A medida que los patrones tradicionales de aprobación/desaprobación, con respecto a los valores disminuyen, generalmente se deja a los jóvenes que establezcan sus propios valores dentro del grupo. Pero las presiones de éste tienden a generar una predisposición relativista al formar sus valores. Por ejemplo, un adolescente puede desaprobar para sí las relaciones sexuales premaritales, pero puede ser que no desee asumir ninguna posición en cuanto a la conducta del grupo. El pensamiento reflexivo u objetivo generalmente está ausente, y en vez de ello los impulsos se convierten en la norma que fundamenta los valores. Puesto que la juventud tiene puesta su atención en el presente, tienden a juzgar los valores en términos de experiencia inmediata lejos de considerar las consecuencias a largo plazo.
El problema agudo al enfocar el “ahora” es que puede degenerar en una mera búsqueda de la satisfacción sensitiva. El deseo de entretenimiento puede constituir los valores de alguien. En consecuencia, el hedonismo —la búsqueda del placer por el placer mismo, sin responsabilidad- determina los valores aceptables por toda una generación.
Sin embargo, el Evangelio de Jesucristo coloca el significado de la vida al margen de la experiencia placentera o la obtención de fines personales. No es que el Evangelio demande una renuncia total de los placeres legítimos de la vida, pero exige que el cristiano no los tome como el fundamento de sus valores. El Evangelio requiere que busquemos primeramente el reino de Dios. Una vez que esa prioridad ha sido atendida, el cristiano abre la puerta para vivir ahora, aquí y en plenitud. De modo que el problema crítico de la iglesia consiste en enseñar a la juventud a diferenciar la forma en que viven los mundanos del “ahora” y la forma en que los cristianos deben vivir.
La norma: ¿autoridad o internalización?
Pero nosotros debemos ir un poco más allá. ¿Qué le enseñaremos a nuestra juventud acerca de la forma de usar la Escritura como norma para el desarrollo de los valores? ¿Es mejor el enfoque cuando se basa en la autoridad o cuando se trata de un proceso internalizado de evaluación? Para cualquiera, y para todos los problemas que nuestros jóvenes afrontan, una actitud común ha sido darles como prueba una buena dosis de textos, citas y doctrinas bíblicas. Se espera que un buen conjunto de doctrinas, bien definidas, presentadas como un ‘‘sistema de verdad”, realice el milagro de mantener a la juventud en línea con la moral y las demandas éticas. Una extensión lógica de tal actitud ha sido ver al maestro de Biblia como un facilitador de conocimiento e información, para proyectar la clase bíblica como una indagación intelectual semejante a cualquier otra, y esperar que, de hecho, los estudiantes tengan un dominio del tema.
En armonía con esa idea, tanto los estudiantes como el maestro pierden el propósito esencial de la enseñanza de la Biblia: la formación de una persona renovada por el poder y la gracia de Dios.
Sin embargo, la Escritura presenta no tanto un sistema de “verdad” basado en el conocimiento y la información, sino un sistema de “realidad”, basado en la posibilidad de una nueva relación dinámica. La Palabra de Dios nos revela el mundo real en el cual vivimos, la verdadera naturaleza de Dios y del hombre, los patrones de relación entre Dios y nosotros, y la posibilidad de entrar en una nueva dimensión permeada por el amor y el poder de Dios.
L. O. Richards ilustra este punto gráficamente:
Énfasis teológico | Patrones de comunicación | Respuesta apropiada |
1. Sistema de verdad | comunicar el de verdad contenido de verdad | aceptar como verdad |
2. Estructura de realidad | Ayudar a experimentar la verdad | Descubrir qué es real |
Richards arguye que mientras nos quedemos en un sistema de verdad en nuestro estudio y apreciación de la Biblia, somos orientados hacia el contenido. Podemos descubrir y aceptar la verdad, pero esta aceptación queda en un nivel intelectual y no necesariamente dirige la experiencia y los valores.
Por otra parte, el segundo sistema, que hace del enfoque de la realidad bíblica su base teológica, ayuda a los estudiantes a encontrar una forma diferente de salir avante en los problemas con que se enfrentan. Los estudiantes todavía aprenden lecciones escriturísticas y doctrinas de “verdad”, Pero en lugar de que éstas simplemente sean objeto de una búsqueda intelectual, vienen a ser un punto de referencia en la experiencia. Y en vez de descubrir meramente las ideas de otros, los estudiantes encuentran normas genuinas para evaluar las experiencias de la vida y la conducta.
De manera que el sistema 1 es un enfoque intelectual de la Escritura, y el sistema 2, un enfoque internalizado. El primero conduce a un descubrimiento de la verdad y demanda la aceptación de las normas de valor sobre la base de la autoridad. El segundo conduce a la internalización de la verdad dejando que ella gobierne la experiencia en las relaciones interpersonales y la vida cristiana práctica
¿Cuál de estos dos sistemas le interesaría a los jóvenes? Una encuesta de 502 muestras efectuadas entre estudiantes adventistas de Australia que tenían entre 12 y 18 años reveló algunos asuntos interesantes. El estudio tenía por objeto averiguar si los jóvenes estaban más interesados en el área de las relaciones personales y la vida cristiana práctica o en los aspectos teológicos y doctrinales. Se les entregó una hoja que contenía 19 puntos.
Se pidió a los participantes que señalaran cuán importantes consideraban cada uno de los puntos en cuestión, calificándolos en una escala de 1 a 5. El 1 era menos importante y el 5 muy importante.
La encuesta reveló que los jóvenes consideran las relaciones personales y la vida cristiana práctica como las áreas más importantes de su interés. Consideraban los asuntos doctrinales y teológicos como los menos importantes, aunque no despreciaban la doctrina como tal.
También consideraron los asuntos de naturaleza estrictamente personal como muy importantes (véase la gráfica), y les gustaría saber lo que la Biblia dice al respecto. Una simple pregunta, cómo hacer y conservar amigos, recibía las más altas calificaciones de importancia, sugiriendo que a los jóvenes les gustaría oír lo que la iglesia opina al respecto. Del mismo modo, casi el 75 por ciento de los jóvenes de la encuesta estaban interesados en el asunto de la tentación y la oración efectiva. Las únicas cuestiones prácticas (3,6) que recibieron poca atención fueron aquellas que con seguridad los jóvenes encontraron irrelevantes para sí.
¿Qué quiere decir todo esto? Sin lugar a dudas, los jóvenes están más’ interesados en una estructura de la “realidad” que, en un mero sistema de verdades, lo que sugiere que nuestros métodos tradicionales de enseñanza y de relacionar la verdad están atrasados. La enseñanza de la Biblia y la comunicación de los valores, para venir a ser efectivas y significativas, deben dejar de enfatizar el contenido y más bien aplicarlo a la experiencia, pasar de hechos fríos a un cálido vivir. Sólo entonces tendrá relevancia la enseñanza en la tarea de formar los valores.
En cierta forma la encuesta desafía a la generación adulta a dar oportunidades a los jóvenes para que cuestionen, analicen, discutan, elijan y en el mejor de los casos, saquen sus propias conclusiones. Por mucho tiempo hemos temido enfrentar las preguntas para las cuales no tenemos respuestas; hemos buscado comodidad en la evasión. “La tragedia de muchos jóvenes es que nunca se permiten a sí mismos cuestionar las creencias o ser confrontados con las escrutadoras demandas de la vida a fin de que sus “clichés” religiosos y sus moralismos vanos puedan ser ampliamente examinados. Para demasiados jóvenes no es la pérdida de fe lo que los acosa, sino una fe superficial”.
Una adolescente me dijo cierta vez por qué la clase bíblica a la cual asistía la trastornaba completamente. El maestro iba bien preparado, hablaba con claridad, mostraba interés, y generalmente era simpático. No decía nada que perturbara a los estudiantes, pero aun así ella tenía poco interés en su clase. ¿Cuál era la razón de su frustración? La inhabilidad del maestro para aceptar y manejar las preguntas.
El hecho de que nuestros jóvenes cuestionen nuestras más firmes creencias no significa que estén en el camino de la perdición. Lo que tratan de decirnos es que están procurando comprender mejor a fin de conocer todas las alternativas. La verdad nunca teme al cuestionamiento honesto, al debate, a la aclaración. De hecho, es la verdad la que guía los cambios en la estructura de los valores y las creencias.
Las situaciones que se caracterizan por una atmósfera donde lo importante son las respuestas y no la discusión, generalmente ofrece una solución específica o, cuando menos, presenta un punto de vista que se aproxima a la solución definitiva. Los maestros de Biblia, en este sentido, desean moverse en una línea directa a una solución prevista, arguyendo con lógica, cuando en realidad son indiferentes a los puntos de vista alternativos. Un enfoque tan autoritario conlleva una finalidad: una vez que se ha encontrado la respuesta, no hay necesidad de volver a reexaminar la cuestión.
Nuestra juventud actual rechazaría un enfoque tal. En vez de descartar alternativas, quieren generar otras más para luego explorarlas. Por lo tanto, una persona que enseña Biblia o comunica valores, debiera tratar de avanzar, buscando nuevas maneras de ver las cosas y nuevas ideas, y postergar su decisión hasta que las alternativas sean debidamente analizadas. El proceso enfatiza la “apertura” en busca de una respuesta correcta. Una vez hallada ésta, debe probarse con la experiencia, mientras el investigador sigue dispuesto a encontrar mejores soluciones.
Ambos enfoques pueden conducida/es- puestas válidas. Sin embargo, el último es más probable que gane y conserve a la juventud porque la expone a las realidades de la vida y le brinda la oportunidad de explorar los significados de las experiencias” a la luz de la fe cristiana.
¿Hemos fallado y no hemos logrado producir para nuestra juventud una condición de aprendizaje tal? ¿Será que hemos invitado a nuestros jóvenes a entrar dentro de los muros de la iglesia para hablar acerca de nuestra fe sin ofrecerles la contraparte de llevarlos al “mundo” para probar la realidad de la fe y las creencias contra los hechos de la vida y la experiencia humana?
No importa cuál sea la respuesta, no podemos evadir la conclusión de que nuestro ministerio en favor de la juventud debería realizarse en su propio terreno, atendiendo a sus demandas. Pero para llevarlo a cabo, el ministerio juvenil:
1. Debería comprender que las expresiones de la vida juvenil podrían diferir de las nuestras, pero son igualmente válidas.
2. Debería relacionar la Biblia y la doctrina, no meramente para lograr asentimiento intelectual y descubrimiento doctrinal, sino para crear la comprensión de una estructura de realidad en la cual la dinámica personal y relacional opera sobre los principios bíblicos.
3. No puede ignorar ni evadir los problemas que la sociedad plantea, sino que debe afrontarlos directamente y dejar que sean los principios bíblicos los que actúen sobre ellos.
4. Debe facilitar a los jóvenes el desarrollo de su experiencia personal, y fomentar su participación en los grandes asuntos de la vida donde algunas de sus creencias y su fe puedan ser probadas.
5. Debe presentar la doctrina de tal manera que constituya un desafío para el estilo de vida y logre un cambio de conducta.
6. Debe trabajar, jugar, enseñar, aconsejar, y guiar a los jóvenes en condiciones de igualdad; debe penetrar en el mundo de la juventud y ser parte de él.
7. Debe estar dispuesto a reconocer que los adultos no siempre tienen todas las respuestas, y que juntos podemos hacer una búsqueda honesta de ellas.