Todos conocemos la declaración que nos dice: “Hemos llegado a un tiempo en el cual cada miembro de la iglesia debe hacer obra misionera médica.”—“Joyas de los Testimonios” pág. 102.
La “obra misionera médica” no se refiere solamente a nuestra obra médica ci6anizada. Nuestros médicos, enfermeros dietistas y expertos están trabajando en una tarea por la cual reciben retribución y de la cual han hecho la obra de su vida. Si se la encara debidamente ésta también puede ser una obra médica misionera. Pero no lo es necesariamente. Eso es sólo una parte de lo que describe la Hna. White. Nuestra obra médica misionera total, va más lejos que nuestro trabajo institucional, más allá del trabajo que hace la Sociedad Dorcas, más allá de nuestra Reforma proSalud, y llega a “cada miembro de la iglesia.”
Incluye todos los aspectos que hemos mencionado, y da una instrucción específica para cada uno; pero estoy seguro de que gran Darte de la instrucción se aplica a lo que Ud. llama “bondad desinteresada.”
En el libro “Call to Medical Evangelism,” pág. 23, se describe “la clase de obra médica misionera que debe hacerse.” Para lo cual se nos amonesta del modo siguiente:
“Socorre a los afligidos.”
“Devuélveles la luz del sol.”
“Háblales.”
“Ora por ellos.”
“Lee para ellos.”
“Enseña a los miembros de hogares pobres cómo cocinar.”
“Dios pide no sólo tu benevolencia sino también tu semblante alegre, tus palabras que dan esperanza, el apretón de tu mano.”
Esta es la clase de obra que “cada miembro de iglesia debiera sentir que es su deber especial” hacer “en favor de sus vecinos.”—Id., pág. 24.
Algunas sugestiones
La obra médica misionera está hecha de cosas sencillas y es “un medio de vencer los prejuicios y lograr acceso a las mentes.”—Id., pág. 8.
Ello “preparará el camino para la recepción de la verdad.”—Id., pág. 9.
Me parece que lo que ahora necesitan todos los miembros de nuestra iglesia es un plan organizado para el fomento del trabajo, e instrucciones acerca de lo que significarían los tratamientos sencillos que podrían ofrecer. Estoy seguro de que cuando cada miembro de iglesia haya recibido una lista sugerente de los tratamientos y procedimientos que pudiera poner en práctica, encontrará muchas oportunidades entre sus propios vecinos—si “permite que el plan de Cristo se cumpla.” Él estaba siempre buscando oportunidades para dedicarse al trabajo personal.”—Id., pág. 21. (La cursiva es nuestra.)
He aquí algunos de esos tratamientos sencillos, algo explicados:
1. Una de las quejas más comunes que oímos de nuestros vecinos es que tienen dolor de garganta. Esta es una oportunidad ideal para un médico misionero alerta. Ofrézcase para aplicarle en la garganta compresas calentadoras. Si la persona acepta, hágalo esa misma noche. No pretenda ser un facultativo, no use delantal blanco y ni siquiera mire la garganta por dentro. No pretenda conocer todo al detalle. Y cualquier cosa que haga, no dé todas las píldoras o tabletas que tenga a su disposición. Deje que lo haga el médico, y anime al paciente a acudir a él. Ofrézcale las compresas alentadoras como una ayuda externa. No se limite a decirle cómo se hace; vaya más allá, aplíqueselas. Demuestre una “bondad desinteresada,” y así podrá conquistar corazones para Jesús.
Ud. quedará asombrado ante el agradecimiento y amistad que mostrarán casi todos los vecinos, después de un simple tratamiento dado a ellos mismos o a sus hijos. Si se trata de niños, estaremos frente a una situación particularmente ideal, porque es mejor dar el tratamiento a la hora en que el chico se acuesta. Una vez hecho, cuando Juancito ya se acostó, Vd. puede ofrecerle apropiadamente hacer con él las oraciones de la noche. Ello no es ni de cerca tan difícil como ofrecer una oración en medio del día por un adulto, pero es muy efectivo para conquistar almas, y un buen camino para que Vd. comience a orar con sus vecinos.
Verá que la gente se mostrará muy amable y simpatizará con Vd. aun cuando el dolor de garganta no haya mejorado en la mañana siguiente. Pero, por supuesto, generalmente mejora.
2. Otro problema de fondo gira alrededor de los distintos dolores de cabeza. Nuevamente Vd. debiera ser sólo un auxiliar del médico y tratar únicamente los casos más sencillos por cuenta propia. Para un dolor de cabeza agudo ocasional, un baño de pies caliente y compresas frías en la frente es un buen calmante y produce un saludable relajamiento. Los dolores de cabeza crónicos y recurrentes pueden también mejorar con este tratamiento, pero es probable que el paciente necesite un consejo para que reduzca la cantidad de azúcar que consume, o acerca de la eliminación de la constipación, si éste es el problema.
Si los dolores de cabeza comienzan en la nuca y en la parte posterior de la cabeza, una serie de fomentos calientes y unos masajes intensos producirán alivio y ganarán el corazón del paciente. Si Vd. no tiene paños para hacer fomentos, un trapo de piso nuevo será mejor que nada. Por último puede hacerle masajes. Escoja alguna loción suave y el tratamiento dejará feliz a su paciente.
Cuando Ud. hace los masajes, o cuando le da baños de pies calientes (no deje de agitar el agua suavemente y de friccionar con delicadeza los pies del paciente mientras agita el agua), el enfermo sentirá alivio y Vd. podrá hablarle de la belleza de las flores que Dios creó para nosotros, o de algún texto favorito, o de alguna bendición especial que Vd. ha recibido. Y así. aunque no tenga una Biblia a la vista. Vd. sin embargo ha dado un estudio bíblico. Recuerde siempre que nuestro Señor aprovechaba cada oportunidad que tenía para curar, a fin de orientar a las almas hacia su Padre celestial. No desperdicie estas excelentes oportunidades, estas puertas abiertas, en charlas ociosas o en conversar sobre las calamidades del día.
3. Se habla de los callos con ligereza, pero producen fuertes dolores y son muy comunes.
Cuando alguna persona conocida se queja de los pies, no le recomiende nada más que un páreme para los callos. Ofrézcale hacerle una visita para extirpárselos. Escoja una hora en que esa persona pueda descansar. Primero haga que se sienta cómoda mojando sus pies en agua tibia. Entonces vaya gastando suave y lentamente el callo con una piedra pómez, si tiene alguna dureza alrededor y extírpelo luego con un bisturí o una tijerita.
Pero recuerde que esto se hace únicamente para producir alivio. Vd. no debería sacar sangre ni causar dolor. Nuevamente haga unos masajes suaves en los pies con un poco de agua de Colonia, deje a su vecino descansado, relajado, y con algunas perlas del tesoro de Dios en su mente.
Ahora bien, todo esto puede parecer muy simple y elemental, y alguien pudiera decir: “¡Seguramente, Doctor, Vd. no se propone que nosotros podamos ganar almas extirpando callos!” Pero yo quisiera recordarles que nuestro Salvador nos dejó un ejemplo de servicio humilde cuando lavó los pies de sus discípulos.
¿Por qué no tener un plan unificado para la acción?
Yo pudiera sugerir otros quince puntos más, y estoy seguro de que al consultar con otras personas, se podrían añadir más tratamientos sencillos que nos ayudarían a ganar a nuestros vecinos para Cristo.
¿Me permiten sugerirles algo?
En lugar de un día específico de visita a los hogares cada tres meses, durante toda la semana los miembros deberían estar alerta en busca de oportunidades. Uno o dos de los tratamientos sugeridos pudieran ser presentados en una reunión semanal durante el tiempo dedicado a la obra misionera en el hogar.
Tendríamos que dar unas pocas advertencias:
1. Nunca trate enfermedades serias en ningún caso, o por lo menos sin llamar por teléfono al médico del paciente.
2. Nunca use ninguna publicación que no sea reconocida como perteneciente a nuestra iglesia, puesto que muchas publicaciones que tratan sobre alimentación y salud están llenas de exageraciones y errores, y frecuentemente contradicen las instrucciones de la Hna. White —por ejemplo respecto a la completa cocción de la leche. —Dichas publicaciones frecuentemente condenan la cirugía, en tanto que la Hna. White dice que ella vio a los ángeles asistiendo y guiando a los cirujanos. Nosotros no deberíamos hacer uso de publicaciones que están “mezcladas con el error,” y que no tienen en cuenta cuánto nos gustan “los conceptos que son enteramente verdaderos.”
3. Deberíamos tener en cuenta que, excepto que se trate de personas muy jóvenes o muy viejas, nunca deberíamos dar tratamientos a quienes pertenecen al sexo opuesto.
No hay duda de que el contacto humano al hacer un masaje o un baño de pies, al cortar una uña o al extirpar un callo, constituye una fuerza poderosa para aliviar al paciente y conquistar su corazón para Jesús. Pero aunque “cada miembro de iglesia” debe hacer este trabajo, nosotros siempre podemos ofrecer los servicios de alguna otra persona para que dé el tratamiento cuando encontramos alguien del sexo opuesto que lo necesita.
Estas son solamente algunas sugestiones que tienden a hacernos reflexionar. Que el Señor nos ayude a practicar la obra médica misionera según él nos lo ha enseñado.
Sobre el autor: Doctor.