Responsabilidad individual
Jesús mismo fue enviado a la tierra como un instrumento del Evangelio, porque fue el “apóstol … de nuestra profesión” (Heb. 3:1). Como una organización de co – obreros con él, “la iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 9). Luego, los miembros individuales no están en la iglesia únicamente para su propia comodidad y satisfacción, sino como una unidad responsable en un equipo que trabaja constantemente para llevar a cabo el propósito de redimir a los hombres.
La obra de la iglesia no es la del pastor y de unos pocos dirigentes, porque “cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 166).
La iglesia como barco de guerra
La iglesia es como un barco de guerra antes que, como un transporte de tropas, y por eso debe organizársela para la acción. Así como cada hombre ocupa su lugar en un barco de guerra, también los cristianos deben ocupar el suyo en la iglesia. “A cada uno se ha asignado un puesto del deber, no para satisfacer sus propios intereses estrechos y egoístas, sino para que la influencia de cada uno pueda constituir una fortaleza para todos” (Testimonies, tomo 7, pág. 296).
Si un cristiano es inactivo, la culpa no es enteramente suya, porque la obra del ministro consiste en ver que a cada miembro se le asigne un puesto del deber y se le enseñe a desempeñarse en él. Demasiados miembros de nuestra congregación son como un barco de guerra cuyo comandante estimula regularmente a sus hombres a luchar vigorosamente y con ánimo, pero sin indicarles tareas definidas. ¡Qué confusión e ineficacia reinaría en tal barco! Solamente por un milagro podría ganarse una batalla en tales circunstancias. Además de la obra de mantener la organización funcionando adecuadamente, la misión del pastor consiste en encontrar nuevos métodos de atacar “al enemigo”, en aconsejar nuevas estrategias, en estimular cada conflicto hasta el final, en reunir y conservar los “despojos”.
El éxito de la misión evangelística del ministro depende en gran medida de su capacidad de distribuir responsabilidades entre sus miembros. Directa o indirectamente, la misión del pastor consiste en ver que cada miembro tenga un trabajo definido y que cumpla con ese trabajo.
Expansión de las responsabilidades hacia arriba
Una medida del progreso de la iglesia es la expansión de las responsabilidades eclesiásticas, que siempre debería ocurrir en una dirección ascendente, aumentando el deber, la dignidad y la eficacia de cada cargo. Vamos a ilustrar esto en forma negativa diciendo que podría ser una expansión de la responsabilidad del anciano abrir las puertas de la iglesia; del diácono vaciar el canasto de los papeles; del secretario de iglesia enviarle al pastor un duplicado de la orden del día cíe las juntas de la iglesia; o del tesorero hacer un duplicado de los recibos de diezmo; pero este aumento de responsabilidad significaría un aumento en sentido descendente antes que el anhelado crecimiento ascendente.
Los deberes de cada cargo deberían tender cal crecimiento, al desarrollo y al acrecentamiento de la experiencia. Porque cada cargo de la iglesia debería tender al mejor cumplimiento y a la más elevada responsabilidad de la iglesia: la salvación de las almas para el reino de Dios.
Los ancianos son capaces de llevar a cabo muchos de los deberes espirituales que ahora cumple el ministro; los diáconos bien podrían realizar satisfactoriamente las visitas y la obra misionera que ahora hacen los ancianos, los obreros voluntarios de menos edad y capacitación muy bien podrían cumplir las tareas más sencillas que ahora realizan los diáconos.
Esta gradación de la responsabilidad, que no es más que un movimiento desde la realidad actual en la dirección del ideal del Nuevo Testamento, en medida apreciable dejaría libre al pastor para aumentar su trabajo principal: ministrar a las necesidades espirituales de los que no son miembros de iglesia. Además de esto, proporcionaría más puestos del deber que podrían ser atendidos por los miembros más jóvenes y menos preparados que no tendrían dificultad en realizar las tareas más sencillas de la iglesia.
El beneficio que puede esperarse
Aunque los beneficios de este programa serían incalculables, queremos llamar la atención a algunos de los más notables:
- Aumenta las oportunidades para la salvación de las almas, especialmente en el caso del pastor y de los miembros laicos principales, y finalmente de todos los miembros de la iglesia.
- Ayuda a realizar los servicios de la iglesia en forma mejor organizada y más eficiente.
- Aumenta el entusiasmo por las actividades de la iglesia en todos los miembros.
- Los problemas de la iglesia, tales como disensiones, críticas, celos y transgresión de los mandamientos, son reemplazados por palabras y obras de amor.
- Aumenta el sentimiento de dignidad c importancia en cada miembro.
- Aumenta la influencia de la iglesia en la comunidad.
- Ayuda a mantener cerrada “la ^puerta de atrás” de la iglesia contra la apostasía.
Sobre el autor: Pastor de la Asociación de Arkansas-Lousiana.