De acuerdo con el Centro de Prevención y Control de Enfermedades de los Estados Unidos, entre agosto de 2020 y febrero de 2021, el porcentaje de adultos con síntomas recientes de ansiedad o trastorno depresivo aumentó de 36,4 % a 41,5 %. Los datos, confieso, me causan preocupación, no solo por representar una cantidad significativa de personas, sino también porque, tal vez, nuestros esfuerzos para ayudarlos disten mucho del ideal.

Una encuesta, realizada por LifeWay Research, que evaluó el soporte pastoral a las familias que perdieron un ser querido a causa del suicidio, parece corroborar esto. De acuerdo con los entrevistados, solo un 4 % recibió el apoyo que necesitaban de sus líderes de iglesia. ¿Puedes notar cuán cerca debemos estar de las personas?

Para nosotros, cuidar de alguien en estos tiempos difíciles debe ser una prioridad. Debemos pensar más en la persona que en la multitud. Debemos redireccionar nuestra atención hacia los individuos. Estar cerca de las personas en sus momentos difíciles y decirles cuánto valen para nosotros tiene un significado muy profundo. En momentos de crisis, podemos reafirmar este valor.

El apóstol Pedro entendió cuán importante se siente una persona cuando es pastoreada. Él nunca se olvidó de cuando el Señor Jesucristo fue a su casa y sanó a su suegra, que estaba muy enferma (Luc. 4:38, 39). Tampoco se olvidó de las palabras restauradoras de Jesús: “Apacienta mis ovejas”. En los momentos más angustiantes, Cristo siempre estuvo con él. ¡Qué ejemplo tenemos, para imitar en nuestros días!

Las palabras del Maestro resonaron en la mente de Pedro cuando escribió: “Pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo” (1 Ped. 5:2, NBLA). Es bueno recordar que Pedro estaba escribiendo a una iglesia que vivía una gran persecución, víctima de calumnias e insultos (1 Ped. 1:7; 2:12; 3:14; 4:12, 14). Todo esto era motivo de desánimo.

Pero, en este contexto, el apóstol orientó a los pastores: “Pastoreen el rebaño de Dios”. Lo que estaba diciendo era lo siguiente: Pastores, la iglesia del Señor está pasando por momentos difíciles y necesita mucho de ustedes. Prioricen el rebaño, cuidándolo y atendiendo sus necesidades. No se olviden de que el lugar más seguro para la oveja es estar al lado de su pastor.

Queridos colegas, no nos olvidemos de que ser pastor significa sacrificarse por el rebaño. Recordemos que, en los momentos duros, más que un orador elocuente, una persona necesita un pastor con un corazón paciente, que la escuche.

Al escribir sobre el buen pastor, Elena de White afirmó: “El espíritu del verdadero pastor consiste en el olvido de sí mismo. Él pierde de vista el yo a fin de hacer las obras de Dios. Por la predicación de la Palabra y por el ministerio personal en los hogares de la gente, aprende a conocer sus necesidades, sus tristezas, sus pruebas; y, cooperando con Cristo, el gran Aliviador de las cargas de los hombres, comparte sus aflicciones, consuela sus angustias, alivia el hambre de su alma y gana sus corazones para Dios” (Obreros evangélicos, p. 192).

Sobre el autor: secretario ministerial asociado de la Iglesia Adventista en América del Sur.