Leonard Ravenhil, en su libro Por que tarda o pleno avivamento? [Por qué tarda el pleno reavivamiento], cita a Charles Finney al afirmar que “la mayor necesidad de nuestros días es el poder de lo Alto” (p. 39). Hace algunos años hemos hablado de reavivamiento y, sin duda, el tema no debe ser visto como una simple cuestión de énfasis temporal, sino como una necesidad permanente. En caso contrario, el asunto corre el riesgo de ser olvidado.

    A su vez, creo que al hablar de reavivamiento no podemos separarlo del discipulado, el evangelismo, el crecimiento de la iglesia, la familia y el liderazgo, entre otras cosas. ¿Por qué? Porque el verdadero reavivamiento revela lo que la iglesia es y lo que hace. Así y todo, el tema suscita algunas preguntas: “¿Reavivamiento para quién?” “¿Para qué?” y “¿Para cuándo?”

     ¿Para quién? La respuesta puede ser simple y al punto: ¡para todos! No importa la posición que asumimos en el cuerpo de Cristo, todos necesitamos tener una verdadera experiencia de entrega, dependencia y crecimiento en Cristo. Como padres, necesitamos reavivamiento en el hogar, que a veces el enemigo ataca sin piedad. Como pastores, nos corresponde conducir a nuestras iglesias, y a nosotros mismos, a una experiencia creciente de fervor, en medio de un mundo cada vez más confuso, artificial y carente. Como miembros, debemos reflejar a Cristo a una sociedad cada vez más egocéntrica, mostrando quién dirige la vida del cristiano, y en qué reside nuestra esperanza.

    ¿Para qué? El propósito de tal reavivamiento es doble: reflejar a Cristo y concluir la obra que él nos confió. Elena de White escribió: “Los siervos de Dios, dotados del poder del Cielo, con sus semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, salieron a proclamar el mensaje celestial” (La historia de la redención, p. 421). La gente está buscando desesperadamente llenar el vacío impuesto por la vida moderna. Lo intentan utilizando drogas, dinero, fama, entretenimiento y sexo. En cambio, como mensajeros de Cristo, debemos ofrecer el evangelio vivo y vibrante como la mejor propuesta para suplir las necesidades más profundas de las personas. No lo conseguiremos a menos que experimentemos un reavivamiento sincero y verdadero.

    ¿Para cuándo? “A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, pertenece la promesa del Espíritu” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 210). Note la frase “a nosotros hoy”. Tenemos acceso hoy a esta promesa, y debemos aferrarnos a ella con fervor y convicción. Recuerde: los métodos, los programas y los eventos tienen su lugar y valor, pero solo experimentaremos la vida cristiana real en lo que hacemos y en lo que nos convertimos por el poder y la dirección del Espíritu Santo. ¡Esa fue la prioridad de la iglesia apostólica en el pasado (Hech. 1:8), y también debe ser nuestra prioridad hoy! (Joel 2:28).

Sobre el autor: Secretario ministerial para la Iglesia Adventista en América del Sur.