La historia de la iglesia cristiana tiene una nota que se reitera penosamente. Un movimiento tras otro tuvo su génesis acompañado de celo y energía extraordinarios en la ganancia de almas para luego decaer gradualmente hasta llegar al vacío en la actividad de testimoniar. ¿Pueden los adventistas considerarse una excepción?

Nos alegramos, y con razón, de los éxitos del evangelismo. Pero a pesar del aumento en los registros estadísticos, buena parte del mundo aún yace en tinieblas espirituales. El problema no consiste en convertir al mundo, sino más bien en hacer que la gente del mundo sepa que tiene algo más que la muerte para escoger como su destino final en la vida. Es el problema de hacer que cada ser humano entienda que el pecado y la muerte han sido derrotados en la persona de Jesucristo.

Constantemente afirmamos que “tenemos la verdad que el mundo necesita”, que “el nuestro es el último mensaje de amonestación”. Pero, ¿estamos en realidad comunicando las nuevas adventistas a nuestro planeta? No hay merma en la actividad dentro de nuestro movimiento. Realizamos retiros, viajes, reuniones de obreros, congresos de diversos tipos y reuniones generales de reavivamiento. Pero, ¿qué estamos consiguiendo?

La vía muerta

Uno de los registros estadísticos más interesantes que podríamos leer, llevado únicamente por agentes celestiales, sería el que muestra exactamente cuánto tiempo, dinero y energía se utilizan en la aproximación directa a las masas del mundo con el mensaje de los tres ángeles. ¿Es posible que gastemos más en viajes y mudanzas que en evangelismo público directo? Un informe publicado recientemente mostraba que sólo en América del Norte se gastaba alrededor de un millón de dólares por año en traslado de obreros. Esta suma es adicional a los gastos de los presupuestos regulares de viajes. Desde luego que es necesario que haya algunos movimientos. ¿Pero no es tiempo de que escudriñemos nuestro corazón y nos preguntemos si parte de esos desplazamientos no responden a nerviosismo antes que a fervor? ¿No es tiempo de que investiguemos si gran parte de nuestra vitalidad se está consumiendo en robustecer ganancias más bien que en ocupar más territorio enemigo? No tiene mucho sentido la erección de líneas defensivas eclesiásticas con el propósito de salvaguardar el movimiento tanto en su aspecto financiero como en el doctrinal. Nuestra única seguridad consiste en lanzar constantes ataques contra el enemigo. ¡Qué desesperante sería pensar en la Iglesia Adventista caminando por la vía muerta de las iglesias institucionalizadas!

¿Ha encallado el navío adventista?

Pensemos en la influencia que tuvo y en el impacto que el movimiento millerista produjo en la sociedad. Se estima que ganó de cincuenta a cien mil seguidores en tiempos en que la población nacional era de diecisiete millones. En los dos breves veranos de 1843 y 1844, un número de personas que oscila entre quinientas mil y un millón concurrieron a ciento treinta y una reuniones adventistas de reavivamiento con sentido evangelístico. ¿Por qué el mismo fervor y celo no se posesionan hoy de nuestro movimiento? ¿Ha encallado el buen navío adventista en las playas de la timidez, de la cautela y del completo letargo?

Evangelismo: Pies a la rastra

Hoy la tierra está viviendo su Getsemaní. Su clamor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” debiera despertar aun a los más escépticos y soñolientos de entre nosotros. Los titulares de los periódicos de hoy habrían sacudido al pastor y a las ovejas adventistas de hace diez años. Lo insólito se ha convertido en común. El mundo se maravilla e inclina con reverencia ante el dios de la ciencia que muy pronto hará bajar un hombre en la luna.[1] ¡Pero la iglesia increíblemente arrastra sus pies evangelísticos al hacerle conocer al mundo que Cristo está próximo a bajar en la tierra! La enérgica orden de dar a la trompeta un sonido cierto y de clamar en alta voz no debiera interpretarse como que hay que susurrar. ¿Estamos ocupados fabricándonos paraguas en lugar de botes para escapar del turbulento diluvio que nos rodea? ¿Será que las palabras del Maestro: “Porque los hijos de este siglo son más sagaces… que los hijos de luz” (Luc. 16:8) se aplican especialmente a nuestros días?

Los acuerdos, votos, etc.

Con seguridad no hay escasez de sermones, cartas, artículos, informes, testimonios y acuerdos sobre las necesidades para todo tipo de métodos directos de evangelismo. Pero cuando se disipa el humo de las asambleas, de lo que sucede antes, durante y después de los concilios y otros “estimulantes”, ¿no solemos sorprendernos andando por el mismo camino trillado de las tradicionales y convencionales actividades eclesiásticas?

Nuestras gigantescas metrópolis, semejantes a torres de Babel, se hallan esparcidas en todo continente. ¿Qué se hace por ellas? En la mayoría, los adventistas tienen una o dos débiles luces, algunas alumbrando a duras penas. El cielo de nuestras ciudades, lleno de smog, impide el paso de una cuarta parte de la luz solar. ¿Estamos nosotros bloqueando el paso de la luz del Evangelio con nuestra indiferencia? En el mejor de los casos nuestra condición actual está a una gran distancia de la que esperamos que ha de producirse cuando el ángel de Apocalipsis 18 ilumine la tierra con su gloria. En realidad, esa descripción profética se halla muy lejos de la realidad, dados los hechos como existen hoy.

Grado infinitesimal

No se necesita mucha fibra para palmearnos la espalda y darnos la mano en las asambleas adventistas. Pero salgamos a los caminos y senderos del mundo, tanto de las colosales ciudades como de los humildes villorrios, y preguntémosle al hombre de la calle qué sabe acerca de nosotros y de nuestro mensaje. Será usted afortunado si la mayoría le dice que alguna vez oyó hablar de nosotros, y si uno le dice que conoce nuestras creencias. Los que trabajan en regiones pobladas por adventistas no se engañen hasta el punto de creer que las masas tienen un perfecto conocimiento de nuestra iglesia.

“Millones y millones de almas humanas a punto de perecer, ligadas en cadenas de ignorancia y pecado, no han oído ni siquiera hablar del amor de Cristo por ellas. Si nuestra condición y la suya fuesen invertidas, ¿qué desearíamos que ellas hiciesen por nosotros” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 578). ¿No exigiríamos que se planearan y ejecutaran esfuerzos de gran magnitud?

Si hubo un tiempo, o lo habrá, en que “los pastores señalados por Dios hallarán necesario poner a contribución esfuerzos extraordinarios a fin de cautivar la atención de las multitudes” (Evangelismo, pág. 88), ¡ese tiempo es ahora!

Cambios alentadores

Tal vez uno de los cambios más alentadores de todos sea el reconocimiento —comenzando con el presidente de la Asociación General hasta el pastor del distrito más remoto— de que la iglesia no está alcanzando las metas que el Señor le ha fijado. Esto no es más que una simple reflexión acerca de una creciente toma de conciencia en la iglesia referente a que el moderno Israel ha permanecido demasiado tiempo en el desierto; es hora de que avancemos por fe y pongamos nuestros pies en las aguas del Jordán como paso previo a nuestro cruce hacia la Canaán celestial. En muchos hay una convicción cada vez más fuerte de que la iglesia recuperará la posición y las características delineadas con tanta fuerza en la interrogación salomónica: “¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?” (Cant. 6:10).

Personalmente sé que nuestros dirigentes están haciendo lo mejor que pueden para lograr que la iglesia entre otra vez en movimiento. Se están esforzando para emplear más fondos en el campo del evangelismo público directo. La administración ha formado equipos de trabajo para el estudio de las tendencias denominacionales en cada actividad. Nuestra compleja estructura departamental es objeto de una revisión. Está en estudio la distribución de recursos educativos y la combinación de objetivos. Esta es una noticia alentadora si se considera que uno solo de los aspectos de nuestra obra educacional absorbe en la actualidad ¡una décima parte del presupuesto mundial! Uno de los principales temas que tratará el próximo Concilio Otoñal será la penetración en nuevos territorios en el campo mundial. Estos son sólo unos pocos de los pasos que se están considerando.

No debemos atrevernos a permitir que nos golpee la tragedia que hizo sucumbir los esfuerzos de otras iglesias. El desafío que afronta hoy la iglesia exige un pensamiento agudo, una planificación osada y una fe a toda prueba. Sobre todo, los tiempos demandan que nosotros como ministros alcancemos la elevada condición del total renunciamiento en favor de una acometida combinada para la salvación de las almas. Dios no tolerará más que su gran comisión evangélica sea utilizada como un clisé gastado y estropeado. ¡Debe convertirse en una verdad dinámica en acción! Una embestida de esa naturaleza polarizará las energías latentes y dispersas de nuestro movimiento y una vez más, como en los días apostólicos, la iglesia se pondrá en marcha como un ejército potente y conquistador. La batalla es nuestra. El triunfo está asegurado si una iglesia convertida se compromete a dar testimonio.

Lo que usted puede hacer

En artículos próximos deseamos sugerir algunos planes que ayudarán a que la iglesia se mueva en la dirección debida. Le sugerimos que usted trate de imaginarse que ocupa el lugar del presidente de la Asociación General; si no puede soportar el calor, entonces trate de colocarse en el lugar del presidente de la asociación. ¿Qué ideas, conceptos y planes trataría de llevar a cabo si usted se hallara en lugar de ellos? Avance con sus propósitos en lo que se refiere a lo que la iglesia puede y debe hacer para que el mundo sepa que Dios existe, que Dios tiene un Hijo y que ese Dios tiene una iglesia con un mensaje para estos momentos finales de la historia de esta tierra.


Referencias

[1] Este artículo apareció en The Ministry de junio de 1969.