Cómo estar preparado para llegar bien a la jubilación

Después de casi treinta años de servicio en el ministerio pastoral, entiendo que he pasado por algunos tramos significativos. El primer ciclo de mi camino fue el de aspirante, una etapa llena de expectativas y aprendizajes. El siguiente ciclo fue el momento de enfrentar la realidad y los desafíos que me rodeaban como pastor, lo que me exigió al máximo desarrollar mis habilidades y tener disciplina en mi servicio ministerial. En el tercer ciclo pude ver cierta maduración, al punto de aprender que el ministerio pastoral no depende de nuestras propias fuerzas, sino de unir nuestra debilidad con la gracia omnipotente de Dios, sirviendo a su iglesia y mostrando amor a la humanidad perdida. Hoy estoy más reflexivo y enfocado en cumplir la misión. Es un momento que me requiere mantener la motivación y el compromiso, aunque la intensidad del trabajo y los resultados tienden a disminuir. Queda poco tiempo para entrar en el nuevo ciclo: la jubilación pastoral.

Para algunas personas, la jubilación tiene un significado positivo, como la libertad, la ruptura con la rutina y el tiempo para descansar. Para otros, el significado es negativo, como inutilidad, nostalgia y envejecimiento. Blake Ashforth argumenta que la jubilación es una transición de roles.[1] Hay dos niveles de transición: micro y macro. “La transición de roles ocurre cuando hay un cambio entre dos roles al mismo tiempo (micro) o en diferentes momentos de la vida (macro)”.[2] En el caso de la jubilación, hay una macrotransición de roles, es decir, que hay un cambio de actitud y de comportamiento que impactará en todos los órdenes de la vida.

La jubilación necesita ser considerada como una fase importante de la experiencia pastoral. Contrariamente a lo que algunos puedan pensar, el momento del retiro de un pastor no debe ser de melancolía, preocupación o resentimiento, sino de celebración por la victoria lograda en el pastorado por el poder de Dios.

“Jubilación” en la Biblia

La Biblia dice poco acerca del límite etario para el ministerio. En Números 4:3, 23 y 30, el Señor dio instrucciones a Moisés sobre el período de servicio activo de un levita, que debía comenzar a los treinta años y extenderse hasta los cincuenta. Pero hay que agregar el período de cinco años de entrenamiento previo (Núm. 8:23-26).[3]

Los levitas, entonces, comenzaban el ministerio siendo muy jóvenes, y con el vigor suficiente para levantar y transportar el mobiliario del Santuario, además de realizar otras actividades relacionadas con el culto a Dios. Por orden divina, al cumplir cincuenta años, serían relevados de sus funciones, en una situación similar a la jubilación. Sin embargo, seguían teniendo la oportunidad de participar voluntariamente en pequeños servicios realizados en el Tabernáculo. También cabe señalar que esta suspensión del trabajo obligatorio no era arbitraria, en contra de su propia voluntad.[4]

El propósito de esta disposición no era quitar del servicio a los levitas productivos, sino reubicarlos en un tiempo de mayor madurez donde pudieran ayudar a sus hermanos a cuidar del Tabernáculo (Núm. 8:26). La jubilación de los levitas no fue solo una ocasión para una transición de actividad, sino una oportunidad para celebrar su participación en la obra de Dios con la vida y el uso continuo de sus dones.

La “jubilación” en los escritos de Elena de White

A finales del siglo XIX, en Alemania, el canciller Otto von Bismarck estableció un sistema de jubilación por primera vez en la historia. En los Estados Unidos, la idea comenzó a aplicarse en algunas industrias en la década de 1920. Sin embargo, algunos años antes, Elena de White ya había dado consejos sobre pastores y obreros que estaban envejeciendo y se hallaban fatigados por sus trabajos. En sus cartas, reconoció la necesidad de la ayuda y la experiencia de estos trabajadores mayores, especialmente los pioneros del adventismo sabatario. Su apoyo y su testimonio deberían ser valorados por la iglesia. Sin embargo, estos pastores no debían llevar una carga que solo los más jóvenes podían llevar.[5]

El Señor reveló a Elena de White que los ministros de edad avanzada tendrían dificultad para manejar mayores responsabilidades, pero no serían incapaces “de ejercer una influencia superior a la de los individuos que tienen un conocimiento menor de la obra y una experiencia aún más reducida en las cosas divinas. Aunque gastados e incapaces de sobrellevar las cargas más pesadas que pueden y deben portar los hombres más jóvenes, el valor que tienen como consejeros es del orden más elevado”.[6] Para ella, los ministros ancianos deben ser tratados con respeto y bondad.[7] Con la autoridad que el Señor le había conferido, reprendió cualquier muestra de desprecio dirigida a los soldados experimentados de Cristo. No había justificación alguna para aislarlos o discriminarlos. “El Señor mismo no los pone de lado”, escribió; “les concede una gracia y una sabiduría especiales”.[8]

Ella sabía que la vejez es un momento delicado para la salud de los pastores, y se le instruyó para dar la siguiente advertencia: “No sean imprudentes, no trabajen de más. Tomen tiempo para descansar. Dios desea que se mantengan firmes en su lugar, haciendo su parte para salvar a los hombres y las mujeres de ser arrastrados por las fuertes corrientes del mal. Y él quiere que se mantengan con la armadura puesta hasta cuando dé la orden de ponerla de lado. No falta mucho para que reciban su recompensa”.[9]

Llevar la armadura es necesario en el ciclo de la jubilación, que no es un tiempo de inactividad o inercia. La jubilación es el momento ideal para que un pastor use su experiencia de manera sabia y elegante. En esta etapa, la rutina cambiará, pero la vocación ministerial permanecerá intacta.

Existe evidencia científica de que en ocasiones las facultades de juicio, sabiduría, percepción y consejería mejoran significativamente después de los sesenta años. Zaria Gorvett afirma que “en muchas habilidades, las mentes más ancianas resultan ser más resolutivas”.[10] Nunca se impedirá que un pastor jubilado continúe contribuyendo al avance de la obra de Dios. Tus talentos no pueden ser enterrados mientras haya vigor físico y mental. Hay opciones disponibles para participar en una variedad de actividades: liderar proyectos misioneros, coordinar programas de capacitación en la iglesia local, ofrecer asesoramiento, organizar actividades sociales para trabajadores jubilados, celebrar semanas de avivamiento espiritual en las iglesias, animar a los más jóvenes, aprender a tocar un instrumento o invertir en crecimiento académico.

Cómo prepararse para la jubilación

Tal como mencioné en la introducción, aún no he llegado a la etapa de la jubilación, pero estoy muy cerca de ella. Mientras camino en esa dirección, hay cinco metas que me están ayudando ahora y espero que me aporten bienestar durante la jubilación.

Prepararse mental y espiritualmente. Es natural sentir miedo al aislamiento, situación que muchos creen enfrentar durante la jubilación. Como oveja de su prado, sé que Dios nunca me abandonará (Mat. 28:20; Heb. 13:5, 6), y que una relación profunda con él servirá para nutrir mi corazón y mantener una mentalidad confiada en la esperanza de vida.

Establecer un plan de complementación financiera. Decidí organizarme para saber con qué ingresos puedo contar, además de equilibrar el presupuesto para ahorrar. Periódicamente, escribo cuánto necesitaré ahorrar para tener una vida pacífica en el futuro. Investigo las mejores condiciones en planes de pensión privados y otras inversiones. Es importante tener en cuenta las comisiones que nos cobrarán las agencias, porque pueden generar pérdidas a la hora de retirar el dinero.

Fortalecer el entorno de apoyo familiar. Cuando se acerca la jubilación, las relaciones familiares sufren un poco, no tanto por la jubilación en sí, sino por la convergencia de tantos acontecimientos. Por ejemplo, la mayoría de las personas se jubilan a una edad que coincide con el momento en que se presenta la mayor tasa de divorcios entre las parejas mayores de cincuenta años.[11] Otra situación crítica son los incómodos cambios en la rutina familiar que provoca la presencia del esposo jubilado por más tiempo en casa. Hay otros factores, como las relaciones con los hijos, la reducción de los recursos económicos y la posibilidad de que los cónyuges se jubilen en diferentes períodos. Por eso, a través del culto familiar y el hábito de compartir las comidas en la mesa con la familia, estoy tratando de mantener un canal abierto para el diálogo constructivo, para que mi relación familiar no pase por turbulencias al momento de mi retiro.

Elegir un lugar pensando en la calidad de vida. Es necesario considerar un lugar donde sea posible contar con recursos que satisfagan las necesidades de los adultos mayores, tales como accesibilidad, sistema de salud, disponibilidad de alimentos saludables, iglesia cercana para asistir y un lugar apropiado para realizar actividad física en medio de la naturaleza.

Seguir sirviendo a la causa de Dios. Cuando llegue el momento de retirarme, no quiero parecer un barco a la deriva, sin rumbo. Ahora que estoy muy cerca de cruzar la meta, trato de hacerlo lo mejor posible, con todas mis fuerzas (Ecl. 9:10). Aún después del último turno para llegar a la jubilación, estaré plenamente comprometido con el propósito de continuar sirviendo a la iglesia del Señor en cualquier proyecto o servicio, como voluntario jubilado. De esa manera, la jubilación no será aburrida y sin propósito.

No sirve pensar que la jubilación traerá inseguridades, amarguras y sorpresas desagradables. Necesitamos tener una visión correcta de este tiempo que se acerca para conmemorar los años de servicio prestados como ministros del evangelio. Cuando llegue el día de nuestra jubilación, tengamos un corazón agradecido por todo lo que Dios nos ha dado durante el período activo de nuestro ministerio. ¡Hagamos de aquel día un momento para celebrar!

Sobre el autor: pastor en Brasilia, Distrito Federal, Brasil


Referencias

[1] Blake Ashforth, Role Transitions in Organizational Life: An Identity Based Perspective (Mahwah, NJ: Erlbaum, 2001), citado por Lucia H. F. P. França y Dulce H. P. Soares, “Preparação Para a Aposentadoria Como Parte da Educação ao Longo da Vida”. Disponible en <link.cpb.com.br/815bf2>, consultado el 8/9/2022.

[2] Ashfort, citado en “Preparação Para a Aposentadoria Como Parte da Educação ao Longo da Vida”.

[3] Bob Stallman, “Retirement from Regular Service (Numbers 8:23-26)”. Disponible en <link.cpb.com. br/71794b>, consultado el 5/10/2021.

[4] Francis D. Nichol (ed.), Comentário Bíblico Adventista do Sétimo Dia (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2012), t. 1, p. 926.

[5] Elena de White, The Retirement Years (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1990), p. 13.

[6] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Asociación Publicadora Interamericana; 1998), t. 7, p. 272.

[7] Elena de White, Carta 111, 1904.

[8] Elena de White, Testimonios para la iglesia (Asociación Publicadora Interamericana; 1998), t. 7, p. 272.

[9] Ibíd., p. 274.

[10] Zaria Gorvett, “O Surpreendente Lado Bom de Envelhecer”. Disponible en <http://link.cpb.com. br/4947fb>, consultado en 5/10/2021.

[11] Bruce Manners, “Questions for Pastors as They Prepare for Retirement”, Ministry (noviembre de 2017), p. 23.