Cuando Jesús estuvo en este mundo, se esforzó por revelar a la humanidad el hecho de que él era el divino Hijo de Dios. La gente no quería creerle; y él tuvo que hacer frente a mucha duda y a grandes barreras. Cierta vez dijo: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14:11). Las cosas que él hizo, la forma como las hizo, el momento en que las hizo, el lugar donde las hizo, todo esto daba testimonio de su divinidad, amor y misericordia. En Salmo 111:2 leemos: “Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren”. Él había hecho sus obras admirables para que las recordásemos. Ojalá que también nosotros trabajásemos en forma admirable, y que pudiésemos decir: “Este es un ejemplo de la forma como se debe trabajar”. Los obreros de Dios harían bien en comprender sus caminos y sus propósitos, porque mediante nosotros ha de realizarse su obra en gran medida.
Si leemos los capítulos finales de El Conflicto de los Siglos encontraremos una detallada descripción acerca de la forma como se terminará la obra de Dios. Podemos tener una idea de cómo se efectuará esto, estudiando las cosas que han ocurrido en el pasado. Las experiencias de los seres humanos como se han registrado en la Biblia, son ejemplos de la forma en que Dios ha obrado en el pasado y de cómo podría obrar en el futuro.
Con relación a este tema de la terminación de la obra de Dios, hay un ejemplo que ha sido muy inspirador para mí. Es el caso de Zorobabel, quien se esforzó por terminar la edificación del templo después de la cautividad.
Recordaréis las circunstancias que rodearon su experiencia. Varias personas habían intentado reconstruir a Jerusalén. Se había colocado el fundamento, se habían levantado las murallas y se había efectuado un buen trabajo, pero la obra no se había terminado. El comienzo es importante y mantener la obra en marcha es importante, pero más importante aún es terminar la tarea. Este es nuestro gran desafío en la actualidad: terminar la obra que Dios nos ha encomendado. En esos días había enormes obstáculos. Los samaritanos acudían a desanimar al pueblo. Influían en ellos para que pensaran que era inútil terminar la obra del Señor; era tiempo que construyeran sus propias moradas para vivir en ellas. En otros términos, decían: “Primero nuestra casa, después la tuya”. Pero no era ésa la forma como Dios quería que trabajasen. De modo que dijo a Hageo el profeta que comunicara lo siguiente al pueblo: “Meditad bien sobre vuestros caminos”. Luego leemos: “Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel… y el espíritu de Josué… y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová” (Hag. 1:14). Dios utilizó al remanente para terminar la obra del templo.
Nosotros pretendemos constituir la iglesia remanente, el pueblo remanente de Dios. En el capítulo doce de Apocalipsis se nos dice que Satanás se fue a hacer guerra contra el remanente. Dios trabaja con incontables huestes en el mundo invisible, pero en el mundo visible trabaja con sólo pocos seres humanos. Cuando quiso formar la nación judía, llamó a un solo hombre: Abrahán, a quien dijo: “Mira las estrellas. Te utilizaré para constituir una gran nación”. Pensad en los viajes de este hombre y de su pueblo; construyendo un altar aquí y un altar allí, aparentemente como un pueblo sin ningún propósito; pero Dios los utilizaba para llevar a cabo una gran obra. Así ocurría en los días de Zorobabel. Una gran cantidad de gente había quedado en Babilonia.
No se habían interesado en la reedificación del templo. Pero Dios estimuló a unos pocos y los envió con la misión de reconstruir la ciudad y el templo. Zorobabel era el jefe de ese grupo. Finalmente terminaron la obra. Animémonos, hermanos, porque la obra del Señor será terminada por un remanente.
Cuando Dios quiso que reedificaran el templo, dijo: “Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate;… esfuérzate también, Josué;… y cobrad ánimo, pueblo todo”. Cuán admirable es que podamos obtener nuestra fortaleza directamente de Dios. Cuando él dice: “Esfuérzate”, pienso que quiere decir que podemos ser fuertes si le obedecemos y seguimos su plan. Cuando Dios ordena, también capacita. Se nos ha dicho: “Cuando la voluntad del hombre coopera con la voluntad de Dios, llega a ser omnipotente. Cualquier cosa que debe hacerse por orden suya, puede llevarse a cabo con su fuerza. Todos sus mandatos son habilitaciones” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 312).
La obra de Dios os necesita, hermanos míos, pero necesitáis mil veces más para estar en la obra del Señor. A todos los que llegan a participar de su gracia, Dios los designa como obreros en favor de otros. Mucho puede realizarse cuando todos trabajan juntos. Dios nos ayude hoy como dirigentes a llevar el mensaje a nuestro pueblo para que todos tengan una parte en la terminación de la obra.
La obra del movimiento adventista es evangelizar. Cuando el Señor envió a sus discípulos a realizar su obra, les dijo: “He aquí yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”. Los hombres han vivido entre peligros, han experimentado sacrificios indecibles, pero fueron sostenidos por la promesa: “He aquí yo estoy con vosotros”. Hoy deberíamos tener una visión renovada del valor de esta maravillosa declaración: “He aquí yo estoy con vosotros”.
La obra de Dios ha de terminarse en medio de la oposición. Hubo oposición en tiempos de Zorobabel, y en nuestros días habrá una oposición todavía más enconada. La gente puede burlarse y ridiculizarnos. Eso hicieron cuando los fieles procuraban reedificar el templo, pero Dios los animó y lo terminaron. Que Dios nos ayude a ser fieles en tiempos de persecución y de dificultad. Los que sean fieles a Dios serán amenazados, denunciados y proscriptos. Su única defensa la encontrarán en la oración. Al enfrentarnos con la posibilidad de persecución, al enfrentarnos aun con la posibilidad de división en nuestra propia familia, en nuestra iglesia, quiera el Dios que estuvo con Zorobabel, estar con nosotros mientras terminamos su obra.
Cuando se realice esto y venga Jesús, la historia será un libro abierto, y se aclararán los misterios del pasado. De modo que pongamos todo nuestro empeño en la terminación de la obra de Dios y apresuremos de este modo el más grandioso de todos los acontecimientos: el advenimiento de Jesucristo.
Sobre el autor: Vicepresidente de la Asociación General