La escalofriante experiencia de un pastor con la supuesta liberación de los demonios lo conduce de vuelta a la más segura palabra de Dios
Era una lluviosa mañana de abril, pocos días antes de Semana Santa. Mi sobrinito estaba de visita por unos días en nuestra casa y lo había llevado conmigo a la oficina. Como era un chiflado de las computadoras, se acababa de sentar frente a mi tablero, cuando sonó el teléfono:
—Pastor, ¿podría venir? ¡Lo necesitamos con mucha urgencia! Era Mike, uno de mis nuevos miembros de iglesia.
—Me gustaría, Mike, pero no tengo mi automóvil aquí en este momento.
—Yo pasaré por usted ahora mismo— dijo casi gritando.
Mientras subía al automóvil de Mike sentí un nudo en el estómago, cuando me dijo:
—Pastor, usted va a ser instruido e instruido de verdad y rápidamente.
Traté de imaginar lo que quería decir, y mi mente corría a la misma velocidad que el vehículo. Presentí que tenía algo que ver con los demonios.
Mis temores se confirmaron cuando llegamos a la casa. Adentro la atmósfera era horrible, como nunca había visto otra igual. Su esposa Debbie se revolcaba violentamente sobre el sofá de la sala poseída, al parecer, por un mal espíritu. La voz que hablaba a través de ella era ronca, amarga y vengativa. Las siguientes tres horas fueron una horrible pesadilla, y cada momento parecía interminable.
Una pareja desconocida para mí, estaba sentada frente a Debbie. ¿Quiénes eran? Me informaron que ya habían pasado diez horas tratando de ayudarla. Quedé pasmado cuando los oí argüir con el demonio, ordenándole admitir ciertas cosas. Me hablaron de varios asuntos relacionados con Debbie de los cuales se habían enterado a través de los demonios.
Pedí hablar con la víctima. En el acto Debbie recuperó su normalidad, y yo la alenté a volverse a Jesús por la fe pidiendo la ayuda que él había prometido. En cierto momento empezó a relatar una visión que pasaba delante de ella. Luego, de pronto, una nueva personalidad se manifestó a través de ella.
Un poco más tarde otras tres personas se unieron a nosotros: una dama de la costa oeste y otra pareja de un Estado del sur. Inmediatamente procedieron a hacer lo que yo definiría como burlarse de los demonios. Finalmente, alguien sugirió que tuviéramos una sesión de oración. Nos arrodillamos de nuevo. Mike oró primero, los otros después y yo fui el último. Mientras oraba le pedí a Debbie que orara repitiendo las frases después de mí. Ella confesó sus pecados y su necesidad de un Salvador, pidiéndole que la libertara. Mientras decía “te agradezco por haber sido liberada”, de repente dio un grito, se sentó y proclamó, “¡soy libre! ¡He sido libertada!” Al instante sentí un cambio en la atmósfera del lugar. Por supuesto, hubo mucho regocijo en ese momento.
¿Fue realmente una liberación?
Mientras Mike nos llevaba a mí y a mi sobrino de vuelta a la oficina, mi cabeza todavía le daba vueltas al asunto. Me parecía que había presenciado una liberación, pero no estaba seguro. Deseaba creer que la liberación de Debbie era la más genuina de todas las que había visto hasta entonces, pero ciertas cosas me perturbaban. Una de ellas era que la esposa del tipo que había venido del sur había estado dando “mensajes de pensamiento” a la iglesia, como si fuera profetisa. Yo había escuchado uno de sus casetes y no sentí que tuviera “el tono” de la verdad. Otra cosa que me molestaba era la introducción de un libro que me había dado: You Can Be More Than a Match for Salan (Usted puede luchar con Satanás y vencerlo). El autor, bien conocido por su “Ministerio de Liberación”, usaba técnicas hipnóticas en su trato con los demonios. La persona que me dio el libro me dijo que yo era un maravilloso hombre de Dios y que iba a hacer maravillas en el ministerio de liberación. La lisonja me molestó. Sin embargo mi mente comenzó a pensar si no sería posible que mi iglesia entera necesitara un ministerio de liberación de los demonios. Nunca antes había pensado así con respecto a mis miembros.
A medida que pasaba el tiempo parecía como si el “ministerio de liberación” que había llegado al pueblo iba a permear a toda mi congregación. Supe que Debbie había experimentado una segunda sesión de “liberación” (“usted sabe, los demonios salen uno a uno”), y que varios de mis jóvenes estaban yendo a su casa para ser liberados de los demonios de la cafeína y de la música rock. Muchos padres estaban molestos con todo aquel asunto y querían que les dijera qué era lo que estaba ocurriendo.
Al principio no asumí ninguna posición en público. Reuní 80 páginas de información acerca del ministerio de liberación y la oficina de la iglesia parecía un taller de imprenta. Siempre que un miembro me preguntaba qué pensaba al respecto, le entregaba un juego de folletos y le sugería que fuera a su casa y se informara por sí mismo. La noche que estudiamos acerca de la liberación de los demonios en la reunión de oración la iglesia estuvo totalmente llena.
Una noche visité a Debbie y Mike para discutir con ellos mis reservas y preocupaciones.
—¡Pastor—me dijeron— no cuestione esta experiencia! ¡Si lo hace estará dando lugar al demonio de la duda!
—Pero la Palabra de Dios debe ser la autoridad final en asuntos religiosos, no la experiencia personal.
—Mire, lo mejor que puede hacer es tomar esto y leerlo—. Mike me entregó el folleto Setting Captives Free, de un grupo llamado The Intercessors.
—¡Pastor! —dijo Debbie— antes de esta experiencia no podía yo leer la Biblia. Ahora no puedo apartar mis ojos del Libro. ¿Quiere usted que vuelva a las drogas y a todas aquellas horribles cosas que hacía antes?
¿Qué otra cosa podía decir sino, “por supuesto que no, Debbie”?
El punto critico
A la mañana siguiente, mientras me dirigía a mi oficina, comprendí que la situación había llegado a un punto crítico. Había habido un escándalo en el club de Conquistadores. Los dirigentes les habían pedido a Mike y a Debbie que no participaran en nada en el club hasta que los ancianos de la iglesia resolvieran el problema. Me senté frente a mi escritorio y me cubrí el rostro con las manos. Todos mis sentidos y emociones me decían que la liberación de Debbie había sido genuina, y sin embargo no estaba seguro. Era necesario que yo tuviera una respuesta de la Palabra ahora más que nunca.
Después de una breve y ferviente oración, tomé el folleto que Mike me había dado y comencé a leerlo. Al cabo de dos minutos el Espíritu me mostró claramente, a través de la Palabra, que la liberación de Debbie era una falsificación. Ya tenía mi respuesta de parte de Dios, pero a fin de afirmar la veracidad de la Palabra tenía que negar el testimonio de todas mis emociones y mis sentidos, y así fue desde ese momento en adelante.
Escribí una breve carta a Mike y a Debbie informándoles de mis conclusiones respecto a la experiencia que habían tenido, haciéndoles un llamado para que confiaran en la Biblia a fin de obtener verdadera liberación. Ellos se separaron del club de Conquistadores y se cambiaron a una casa que estaba a varios kilómetros al sur de la comunidad. Más tarde los ancianos llegaron a la conclusión, gracias al estudio que habían hecho, que la experiencia de Debbie era una forma de espiritismo. Dos de ellos visitaron a Debbie y a Mike con un llamado escrito en el que enumeraban las razones bíblicas en que apoyaban sus conclusiones, pidiéndoles que aceptaran su consejo o que tos refutaran con la Biblia. Debbie tiró la hoja al piso diciendo, “no voy a leer esa basura”. Pocos meses más tarde la iglesia tuvo que desfraternizarlos por apostasía a causa del espiritismo.
¿A qué conclusiones llegaron los ancianos?
Indicadores bíblicos
1. Hay lo que se ha llamado opresión, hostigamiento y verdadera posesión satánica. Tanto la Biblia como el espíritu de profecía atestiguan este hecho.
2. Jesús dotó de poder a su iglesia sobre todos los demonios y no se registra que tal autoridad haya sido alguna vez retirada. Nuestra incapacidad para vencer el mal no se atribuye a que el poder divino haya disminuido, sino más bien a la negligencia humana tal como se pone en evidencia en Mateo 17:14-18. Se registran muchos ejemplos en los que Satanás y sus huestes sufrieron una derrota total infligida por los seguidores de Cristo que ejercieron fe en su Nombre. Esta puede y debe ser la experiencia de la iglesia hoy.
3. Se nos aconseja ser sumamente cuidadosos cuando nos relacionemos con los fenómenos espirituales. 1 Juan 4:1 nos aconseja a “no creer a todo espíritu”, sino más bien “probar los espíritus si son de Dios”. Jesús aconsejó la prueba de los frutos (Mat. 7:15-20) como medio para evaluar (esto no significa juzgar a las personas). Y ¿cuál es el fruto del así llamado “ministerio de liberación”? Toda iglesia que ha caído bajo su influencia ha sido afectada adversamente, algunas hasta el punto de separarse (véase Rom.16:17).
4. Los exorcismos de Jesús fueron muy breves (véase Mat. 8:32 y 17:18). La falsificación del “ministerio de liberación” se prolonga durante horas. En el caso de Debbie se alargó trece horas y media durante dos días.
5. Jesús nunca argumentó con los demonios. Más bien éstos fueron los primeros en hablar. Sin embargo, el “ministerio de liberación’ establece un diálogo con los demonios con la excusa de pedir al Espíritu Santo que los haga hablar e identificarse por nombre.
6. Jesús nunca permitió que los demonios lo arrastraran a un diálogo extenso. Mateo 8:16 dice que “con la palabra echó fuera los demonios”. La mayor interacción verbal que hubo entre Jesús y los demonios, registrada en la Escritura es la de los endemoniados Gadarenos. Esa breve conversación se redujo a esta pregunta, “¿cuál es tu nombre?” (Mar. 5:9), seguida del mandato a “salir” (Mar. 5:8). Textos como Marcos 1:34 y Lucas 4:41 indican que Jesús, en condiciones normales, ni siquiera permitía hablar a los demonios. En contraste, he visto “ministerios de liberación” entrar en largas discusiones con los demonios, con frecuencia desafiándolos. Este es un tipo de espiritismo, es decir, comunicación con los malos espíritus.
7. Cuando Jesús echó fuera demonios todos se fueron inmediatamente. Se necesitó echar a los siete demonios consecutivamente de María porque ella volvió a sus malos caminos en siete diferentes ocasiones. Por contraste, el “ministerio de liberación” con frecuencia requiere varias sesiones de liberación en las cuales los demonios salen “uno a la vez”.
8. Información dada por los demonios, como la de los antecedentes de Debbie, los defensores de la liberación los aceptan como hechos. Sin embargo, Juan 8:44 califica a Satanás como el padre de la mentira. Así que, ¿cómo podemos confiar en las afirmaciones de los demonios?
9. La publicación Setting Captives Free presenta a Marcos 16:15-18 como el programa de acción del “ministerio de liberación”. Promueve el don de lenguas como una señal de la recepción del Espíritu Santo. También afirma que nuestro Señor ordenó a su iglesia que hiciera tres cosas: (1) Predicar el Evangelio, (2) sanar a los enfermos, y (3) echar fuera demonios.
En resumidas cuentas, y en primer lugar, los mejores manuscritos bíblicos ni siquiera incluyen este pasaje. En segundo lugar, incluso suponiendo que el pasaje fuera auténtico, la interpretación arriba mencionada sería hermenéuticamente frágil; sólo se registra un mandato: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”. Marcos 16:17,18 hace una lista de cinco señales (semeion significa “señal” o “milagro”, no “mandato”) que deberán acompañar a los creyentes: echar fuera demonios, hablar en lenguas, asir serpientes, beber veneno, y poner las manos sobre los enfermos para sanarlos. Un análisis de varios grupos religiosos revela que estas señales se prestan fácilmente para toda suerte de excesos. Todos sabemos acerca de los sanadores por fe, los bebedores de veneno, los que agarran serpientes, y el pentecostalismo falsificado. El echar fuera demonios es simplemente otra forma de fanatismo que, hoy por hoy, amenaza a la Iglesia Adventista.
Elena G. de White declara: “La obra de declarar a las personas poseídas por el diablo, y el orar por ellas y pretender echar los espíritus de demonios, es fanatismo que traerá deshonra a cualquier iglesia que sancione su obra. Se me mostró que no debemos alentar estas demostraciones, sino defender al pueblo con un decidido testimonio contra lo que traerá una mancha sobre el nombre de los Adventistas del Séptimo Día, y destruirá la confianza de las personas en el mensaje de la verdad que deben llevar al mundo”.
No hay duda, los engaños acerca de la liberación ciertamente cualifican como uno de los asaltos directos de Satanás contra la iglesia remanente de Dios.
10. Elena G. de White declara enfáticamente que, “ninguno de nosotros debe buscar específicamente echar fuera demonios, no sea que nosotros mismos seamos echados”. Ella también aconseja: “En este período de la historia del mundo tenemos una obra demasiado grande que hacer para comenzar una nueva clase de guerra haciendo frente a las agencias sobrenaturales de Satanás”. En contraste con esto, el ministerio de liberación se dedica a echar fuera demonios. En realidad es su énfasis primario, lejos del énfasis de la iglesia que debiera ser la predicación del Evangelio.
11. Todos los problemas personales y pecados son reducidos al nivel de posesión demoníaca. El “ministerio de liberación” no deja lugar a los problemas físicos o espirituales. Un ejemplo de esto es que consideran las alergias como demonios específicos, en vez de considerarlos, bona fide, como problemas corporales. No se reconoce el sufrimiento legítimo en la vida cristiana (véase Heb.5:8).
12. A los individuos que experimentan esta clase de “liberación” se les enseña a no cuestionar nunca su experiencia, pues corren el riesgo de ceder al “demonio de la duda”. Esto coloca a la experiencia personal por encima de la autoridad de la Sagrada Escritura.
En conclusión, piense que, a fin de afirmar la veracidad de la Palabra yo tuve que negar el testimonio de mis sentidos y emociones. Al principio me resultó muy difícil. Ahora, sin embargo, considero lo que Pedro escribió bajo una nueva luz. Después de describir su experiencia en la transfiguración, él testificó que “la Palabra profética” es “más segura” (2 Ped. 1:19).
¿Más segura que qué? Más segura que la experiencia personal. Créame, lo sé por experiencia.
Sobre el autor: Es pastor de las iglesias adventistas en Ogden y Logan, Utah. Esta historia se basa en su experiencia en una iglesia anterior.