El problema de la edad de las sustancias químicas de nuestra tierra tiene que ver indirectamente con los teólogos en forma profunda, y su solución tiene una importancia básica para el científico cristiano que lucha en el frente de la con trovesia entre creación y evolución. El estudiante que cree que la Biblia, desde Génesis 1:1 hasta Apocalipsis 22:21, es la Palabra inspirada de Dios, naturalmente se vuelve hacia este Libro guía para saber si contiene alguna luz acerca de la edad de los materiales brutos de la tierra.
Un gran acontecimiento
Hace menos de tres siglos, tanto los teólogos como los científicos cristianos creían que la Biblia afirmaba claramente que nuestra tierra, como cuerpo astronómico, la corteza y todo el resto, tenía sólo unos pocos miles de años. Génesis 1:1, 2 y Exodo 20:11 eran textos típicos citados como prueba escritural de este hecho natural. En realidad, era razonable y estaba en armonía con la buena exégesis suponer que el principio al cual se refiere Génesis 1: 1-5, cuando fueron creadas las materias primas, era el día uno en la semana de la creación cuando se creó también la luz, el primero de una serie de seis días de veinticuatro horas durante los cuales se realizó la obra cuyo recuerdo había de preservarse, según el cuarto mandamiento, mediante la observancia y la santificación del séptimo día. “En el principio” fueron creados los cielos y la tierra, y “en el principio” fue creado el hombre, varón y mujer (Mat. 19:4). Así podemos creer que la tierra (Gén. 1:1, 2), el sistema solar (cap. 1:1, 14-19), y el hombre (cap. 1:26, 27; Mat. 19:4) todos fueron traídos a la existencia en un solo gran acontecimiento, cuyo monumento había de ser el sábado. Los primeros cristianos descansaban y se gozaban en esta clara revelación especial de la verdad natural.
Después, el deseo del hombre de depender más del testimonio de sus sentidos físicos y de su razón antes que de la revelación, desembocó en la rápida difusión del uniformismo. Los grandes períodos de tiempo que sugería la doctrina uniformista fueron prontamente adoptados por los evolucionistas. Los pocos miles de años de la cronología bíblica fueron cambiados por los millones de años sostenidos por los evolucionistas. Muchos teístas creyentes en la Biblia quedaron tan impresionados por el maravilloso avance de la ciencia natural y los beneficios para el hombre que lo acompañaban, que sacaron en conclusión que los hombres de ciencia podían estar en lo cierto cuando especulaban que formas de vida tan complicadas como trilobites y braquiópodos estaban sobre la tierra hace por lo menos 600 millones de años. La semana solar literal de Génesis 1 y 2 fue cambiada, por parte de un número cada vez más grande de estudiantes de la Biblia, en extensos períodos geológicos. La cronología bíblica fue catalogada de “atrasada” y el significado del día de reposo rebajado a un punto extremo. La adoración de la ciencia, o cientificismo, se convirtió en la religión a la cual se adherían prontamente miles de personas.
Bajo el ataque continuo de la destructiva alta crítica y bajo las pretensiones de los físicos según las cuales los relojes radiactivos probaban que los materiales de la tierra tenían hasta miles de millones de años, un número cada vez mayor de estudiantes de la Biblia comenzaron a sugerir que en realidad Génesis 1:1, 2 y Éxodo 20:11 no eran tan categóricos en cuanto a la edad de la sustancia de la tierra como antes se había pensado.
Los cómputos de los relojes radiactivos
Probablemente lo que ha ayudado más a la causa de la evolución teística que cualquier otra cosa en la moderna apologética, sea la pretensión de que, toda vez que en la Biblia aparece la palabra tierra se refiere solamente a la superficie de la tierra, [o a la corteza terrestre]. Este punto de vista les da la oportunidad a aquellos que están inclinados fuertemente del lado del naturalismo, a dejar vagar sin rumbo su imaginación en el área del desarrollo natural y a conjeturar qué podría haber sucedido en nuestra tierra “naturalmente” antes del día uno. Tales especulaciones generalmente debilitan el significado del cumplimiento real de la semana literal de la creación y abren de par en par la puerta para la aceptación de la evolución. Este punto de vista restringido es sostenido comúnmente por aquellos creyentes en la Biblia que sostienen que deben aceptarse las estimaciones de los relojes radiactivos como verdad natural válida. El resultado lógico de una creencia tal es, por supuesto, la pérdida de la fe en una semana literal de la creación. La validez de esta pretendida limitación en el uso del término tierra en las Escrituras es puesta en duda por el hecho de que los nombres comunes en la Biblia tienen con frecuencia más de un significado. Esto se ilustra bien en Génesis 1 y 2 con el uso de yom, día. En Génesis 1:5, por ejemplo, “día” se usa para indicar una duración tanto de doce horas como de veinticuatro horas, y en Génesis 2: 4 se usa para indicar una duración de por lo menos seis días. Y por supuesto, tenemos un “día” profético que representa a un año, por ejemplo, en los 2300 días.
Como ilustración de un caso en el cual la palabra tierra evidentemente no se refiere sólo a la superficie de la tierra, sugerimos Génesis 1:1, 2. A la luz del cuarto mandamiento, esto se refiere al comienzo de la tierra, “porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar [las materias primas de la tierra como cuerpo astronómico], y todas las cosas que en ellos hay [las formas de vida]”. No nos atrevemos a ser dogmáticos aquí y a decir que “tierra” en Génesis 1:1, 2 se refiere sólo a una superficie. Es por lo menos tan válido considerar la frase descriptiva “desordenada y vacía” como aplicable a un cuerpo astronómico, el descripto en Éxodo 20:11. En Job 26:7 leemos: “Cuelga la tierra sobre nada”, y en Isaías 13:13: “La tierra se moverá de su lugar”.
Evidentemente aquí se refiere a algo más que a la superficie de la tierra. Nuevamente leemos en 2 Pedro 3:10, 12:
“La tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. Parecería que este fuego fuera a destruir todos los efectos del pecado. Los grandes terremotos (efectos indirectos del pecado) no es raro que tengan su centro en profundidades por debajo de los 700 kilómetros. ¿No es razonable creer que estos versículos nos dicen que esta vieja tierra entera será purificada, no sólo su superficie?
La firmeza de la posición bíblica
A este respecto haríamos bien en recordar que Dios ha hecho abundante provisión para los adventistas dándoles el espíritu de profecía para la iluminación de declaraciones escritúrales. Y en este mismo día cuando estamos en conflicto con la evolución, precisamente ahora que necesitamos estar seguros de este hecho, soy de la opinión de que él nos ha dicho- claramente que los materiales de nuestra tierra no existían antes del día uno. Leemos “Cuando fueron puestos los fundamentos de la tierra [no meramente la superficie]… entonces fue puesto el fundamento del sábado” (El Conflicto de los Siglos, págs. 507, 508). “La institución del sábado, que tiene su origen en el Edén, es tan antigua como el mundo mismo” (Patriarcas y Profetas, pág. 349). Ciertamente estas palabras de la mensajera del Señor con respecto al tiempo o al origen de la sustancia de la tierra están en completa armonía con Génesis 1:1, 2 y Éxodo 20:11. El adventista puede estar firmemente fundamentado en la plataforma bíblica de que nada en nuestro sistema solar tiene más antigüedad que unos pocos miles de años. Este punto de vista no da tiempo para un lento desarrollo de cosa alguna por procesos naturales, y no da base para ninguna teoría extraña entre nosotros con respecto a “acontecimientos que ocurrieron en nuestra tierra antes de la semana creativa”. ¡Qué bendición y paz mental experimenta en nuestros días aquel que mediante el ojo de la fe ve este punto con la misma claridad que los santos de antaño!
Ciertamente en la buena exégesis bíblica todos los asuntos pertinentes en las Escrituras debieran ser tenidos en cuenta para entender la enseñanza de la Palabra en un punto dado. Supongamos por un momento que creemos que la Biblia no hace afirmación alguna en cuanto a la edad de las sustancias químicas de nuestro planeta y que por esa omisión estemos autorizados a opinar que las materias primas de la tierra fueron traídas a la existencia antes del día uno. ¿Cómo afectaría este punto de vista la adecuación y el significado del sábado en nuestras mentes? Leemos en Éxodo 20:8-11 que un gran propósito del sábado es conmemorar obra de los seis días. “Acuérdate del día de reposo para santificarlo… porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay”. Si las sustancias químicas de nuestra tierra estaban en existencia antes del día uno, entonces el origen de todas las materias primas de nuestro planeta y el de todas las leyes físico – químicas por las cuales se rigen las cosas inorgánicas y aún nuestros mismos cuerpos y los de todas las plantas y animales, no está conmemorado por el sábado.
Lo único a lo cual podría aplicarse el sábado sería algún pintoresco jardín (mayormente destruido por el diluvio) y la creación de las cosas vivientes. Bajo tales condiciones, ¡cuán inadecuado sería el sábado, por ejemplo, para el mineralogista, cuya materia de principal interés no habría sido creada durante los seis días! ¿Habría un Creador omnisciente establecido un memorial tan inadecuado y circunscripto para su obra?
No seamos dogmáticos
Por otro lado, si, como está claramente establecido en Génesis 1:1, 2; Exodo 20:11; El Conflicto de los Siglos, págs. 507, 508; y Patriarcas y Profetas, pág. 349, cada objeto y sustancia que vemos en el sol, en la luna, en los planetas y en la tierra se originó durante los seis días, ¡cuán apropiado es, al acercarse cada sábado, que miremos con delicia hacia cada objeto, desde el polvo de nuestros pies hasta el planeta más lejano de nuestro sistema, y alabemos a Dios por su amor y omnisciencia, y renovemos nuestra fe en su voluntad y capacidad para salvarnos de nuestros pecados y llevarnos a la tierra renovada!
Bien que, a la luz de la verdad revelada, siempre debemos cuidar de no ser dogmáticos en cuanto a la edad de las materias primas de la tierra. Sin embargo, al adquirir la comprensión sobre este asunto, elegiremos cuidadosamente el punto de vista que está de acuerdo con las aseveraciones bíblicas, que da el debido honor a la providencia y a la omnisciencia de nuestro Padre celestial, y que también es el camino más evidente en vista de toda la revelación recibida. Que Dios nos bendiga ricamente y trabaje por nuestro medio más efectivamente al aceptar nosotros la información que él, mediante la revelación especial, nos ha concedido.
Sobre el autor: Profesor de Biología. Universidad Andrews