“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:1, 2).

La Biblia es la fuente insustituible de la predicación cristiana. Cada sermón predicado desde nuestros púlpitos debe tener base bíblica. Si alguien desea oír algo que no sea la Palabra de Dios, debe ir a un lugar que no sea la Iglesia Adventista, porque la razón de la existencia de nuestros púlpitos es la predicación del mensaje de la Biblia.

“El deber del ministro está claramente enunciado en estas palabras directas y enfáticas [2 Tim. 4:1, 2]. Se lo insta a predicar la Palabra, no las opiniones y tradiciones de los hombres, no anécdotas agradables e historias sensacionales para despertar la fantasía y excitar las emociones” (Elena G. de White, en Review and Herald, 24-4-1888).

“No debe haber liviandad, frivolidad ni interpretaciones fantasiosas, sino que con sinceridad y profundo fervor el ministro ha de ser una voz de parte de Dios que exponga la Sagrada Escritura” (Ibid.).

“Hay hombres que se presentan en el púlpito como pastores, profesan alimentar el rebaño, mientras las ovejas están pereciendo por falta del Pan de vida. Hay discursos largos y fastidiosos, mayormente compuesto de relatos de anécdotas; pero los corazones de los oyentes no son tocados. Los sentimientos de algunos pueden resultar conmovidos, pueden derramarse algunas lágrimas, pero sus corazones no son quebrantados. El Señor Jesús estaba presente mientras daban aquello que llamaban sermones, pero sus palabras estaban destituidas del rocío y de la lluvia del cielo” (Testimonios para los Ministros, págs. 336, 337).

“El Señor Dios del cielo no puede aprobar mucho de lo que traen al púlpito aquellos que profesan presentar la Palabra del Señor. No inculcan ideas que serán una bendición para los que escuchan. Es un forraje barato, muy barato, el que se coloca ante el pueblo” (Id., pág. 337).

Se ha insistido en que los sermones deben tener una presentación moderna. “El mundo ha cambiado mucho y debemos adaptar el mensaje”, se oye decir en casi todos los concilios ministeriales. Pero preguntamos: ¿Sabemos realmente qué se quiere decir con esta observación? ¿No nos estaremos engañando con el espejismo de la popularidad, en el cual se han ahogado la mayoría de las iglesias evangélicas tradicionales?

Pero la realidad es que los ministros en general se ven a menudo tentados a minimizar el contenido bíblico de la predicación a fin de enfatizar los sucesos corrientes, los temas patrióticos, las informaciones de la psicología.

Cuando un predicador sigue el esquema recién esbozado, trae un tremendo perjuicio para la iglesia. El mismo pierde la inspiración de la verdad y la completa cooperación del Espíritu Santo.

Siendo que la Biblia es la única fuente autoritativa de revelación y comunicación de Dios y de su verdad para el hombre, y es la más elevada fuente de luz y poder, no hay razón para que un genuino pastor se aparte de ella en sus predicaciones.

El propósito de la ordenación ministerial es separar a un hombre para la predicación de la Palabra de Dios, y los púlpitos adventistas están dedicados a la predicación de la Biblia.

El predicador, en cierto sentido, desempeña parte de la misión del profeta, declarando el mensaje de Dios para los hombres. Los profetas recibían personalmente el mensaje y lo declaraban al pueblo. Desaparecidos los profetas, hoy los predicadores deben proclamar el mensaje de Dios que aquéllos recibieron. Este es el deber y la misión del predicador.

Cuando el pueblo de Dios va a la iglesia espera oír la Biblia interpretada y aplicada a la vida.

El mundo nunca necesitó tanto como hoy la predicación de la Biblia. En un tiempo cuando los planes de los hombres se han demostrado completamente impotentes para resolver los problemas, hay una intensa expectativa en torno de las cosas de Dios. Y nosotros debemos predicar la Palabra con nuevo fervor, con nueva dedicación y fe.

La Cuestión de la Autoridad del Sermón

La autoridad bíblica es el concepto clave en la estructura de la predicación legítima.

La predicación auténtica y autoritativa debe ser comprendida como una extensión de la revelación de Dios.

“Siendo que la Biblia es el único auténtico documento de autoritativo contenido de la revelación de Dios, el deber del predicador es usar correctamente ese precioso libro en la predicación y la comunicación del mensaje.

“El grado de autoridad de la predicación descansa en la convicción de que la Biblia es veraz y auténtica, en la medida en que el predicador oye la voz del Espíritu Santo mientras está empeñado en la preparación del mensaje, en la medida en que el propio Dios es revelado en la estructura del sermón, y en la medida de la acción del Espíritu Santo sobre el predicador al comunicar el mensaje” (H. C. Browne, hijo, A Quest for Reformation in Preaching —En busca de una reforma en la predicación—, pág. 35, Words Books Publishers, Waco, Texas, 1968).

Los estudiosos de los sermones que han sido publicados establecieron cuatro niveles de autoridad bíblica para los sermones.

1. Sermón Bíblico Directo.

Este tipo usa la Escritura en el sermón con el mismo significado que se encuentra en el pasaje, empleando el significado natural, gramatical e histórico encontrado en el texto bíblico. El sermón bíblico directo dice la misma cosa que dice la Biblia.

Un sermón que esté basado en 1 Corintios 13, acerca de la “Superioridad del Amor”, que extraiga sus principales ideas del pasaje, y las interprete correctamente, será un sermón bíblico directo.

a) El sermón bíblico directo puede ser construido sobre una orden o un imperativo hallados en el texto de la Biblia, por ejemplo: “Orad sin cesar” o “Amaos los unos a los otros”.

b) El sermón bíblico directo puede ser también construido sobre una afirmación o declaración de la Biblia. Por ejemplo: “El justo por la fe vivirá”.

c) El sermón bíblico directo puede ser construido sobre las prohibiciones de la Biblia. “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”, puede presentarse como un buen ejemplo.

Podríamos multiplicar los ejemplos, pero lo importante es que el mensaje de la Biblia debe ser transmitido al oyente durante el sermón. El predicador estará hablando aquello que el autor de la Biblia quiso hablar a su congregación.

Este tipo de sermón sigue siendo el que más alimenta al rebaño y satisface las necesidades de los oyentes. Este es el sermón que posee más autoridad.

2. Sermón Bíblico Indirecto

El uso de la verdad bíblica en este sermón se hace de manera indirecta.

El sermón puede tener como punto de partida una idea del texto bíblico. El predicador agrega, suplementa, expande o reduce, compara o contrasta la idea bíblica.

Al predicar un tipo de sermón tal, el predicador debe asegurarse de que su libertad no está violando el significado del texto.

Este segundo tipo de sermón es inferior y tiene menos autoridad que el sermón bíblico directo.

a) Por ejemplo, tomemos el versículo de Mateo 5: 14. Allí encontramos la afirmación de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Ciertas implicaciones son obvias. El predicador, al construir su sermón, completa la verdad indicada por Cristo. Va más allá de lo que enuncia el texto.

Aunque es un buen tipo de sermón, no tendrá la autoridad completa de las afirmaciones bíblicas, sino que será un artificio de la capacidad imaginativa del predicador.

b) Un segundo ejemplo podemos hallarlo en el pasaje de Salmo 92: 12.

El predicador toma la expresión “El justo florecerá como la palmera”, y sobre esa figura construirá su sermón, sacando una serie de lecciones que la palmera ofrece a la vida cristiana. En ese caso el predicador podrá comparar y contrastar la figura bíblica y el mensaje que predicará.

Ese tipo de sermón ofrece amplio margen para el uso de los recursos literarios del predicador. Figuras de lenguaje, fecunda imaginación, creatividad de pensamiento forman parte de las preciosas herramientas a usarse en ese caso. Pero el predicador debe recordar que el mensaje no debe quedar ofuscado por el brillo de sus dotes literarias. Debe buscarse la elegancia, pero no la exuberancia del estilo. El mensaje debe ser conservado durante todo el sermón como la piedra angular, y no debe ser mutilado por ninguna razón.

3. Sermón Bíblico Casual.

Este es el tipo más débil e inferior de sermón en lo que se refiere a la autoridad de la Escritura, pero todavía es aceptable.

El predicador usa libremente la Escritura en lo que se refiere a la interpretación.

Desgraciadamente, ésta es la forma más común de predicación usada en los púlpitos adventistas. En ella el predicador utiliza cualquier material que encontró durante su lectura del diario, revistas seculares, y apenas irá a la Biblia para buscar un pasaje que se ajuste a su idea. El camino a seguir irá de las ideas seculares a la Biblia y no de la Biblia a la vida común.

a) Como ejemplo tomamos Hechos 27: 29. “Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día”.

El predicador bosqueja su sermón: “Las Cuatro Anclas de la Iglesia Cristiana”.

1. La asistencia a la iglesia

2. El estudio de la Biblia

3. La práctica de la oración

4. La fraternidad

Está muy bien, pero el texto bíblico no tiene nada que ver con ese mensaje.

En ese caso se usa la Biblia, pero no el mensaje de la Biblia. Este tipo de sermón es también muy común en los púlpitos de las iglesias que están más preocupadas por el evangelio social, porque puede hablarse de cualquier asunto con el pretexto de la predicación evangélica.

4. Sermón Bíblico Corrompido.

Incluyo aquí este tipo de sermón apenas para completar la clasificación, pero estoy seguro de que ningún predicador adventista lo ha usado.

Ese sermón es aquel en el cual el predicador es desleal hacia la verdad del texto bíblico, hace uso de una interpretación descuidada, torciendo las Escrituras, pervirtiendo la doctrina para acomodarla a su convicción denominacional, o a su opinión personal.

a) Tomemos el versículo de Hechos 10: 9 como ejemplo. En este texto encontramos la historia de la visión de Pedro sobre el deber de predicar el Evangelio a los gentiles. Pero el predicador toma el pasaje y predica un sermón sobre: “La Visión de la Libertad Cristiana”, afirmando que cualquier animal sirve para alimento del hombre en la nueva dispensación.

Evidentemente éste es un caso extremo, pero muchos predicadores tienen la tentación de torcer la Biblia para ajustarla a sus propias ideas, principalmente en lo que se refiere a las normas cristianas.

Conclusión

No es tiempo de alimentar al rebaño del Señor con alimento pobre e inferior. No es prudente abandonar la fuente cristalina del agua de la vida y llevar a nuestros hermanos a apagar su sed en fuentes contaminadas.

Cada predicador debe tomar en serio su deber de predicar.

¿Cuál es la autoridad de su sermón? Podrá clasificarlo a la luz de la revelación. Tendrá el sello de la autoridad divina, o la superficialidad de las palabras de los hombres.

Sugiero a los compañeros en el ministerio de la Palabra que hagan una clasificación seria de los sermones que tienen, en lo que respecta a su nivel de autoridad. Si fuera necesario, saquen algunos de ellos y traten de sustituirlos por sermones legítimamente bíblicos.

Como embajadores del cielo, los predicadores deben anunciar el mensaje del Rey que está contenido en el Libro de los libros.

“Predica la Palabra. Es la Palabra lo que exige la atención del predicador” (Elena G. de White, en Review and Herald, 24-4-1888).

Sobre el autor: Profesor de Teología del Instituto Adventista de Ensino.