En 1981, el 2,1% de la población del Brasil estaba sufriendo por actividades relacionadas con el tabaco, y el impuesto sobre la venta de cigarrillos proveía el 11,6% de la recaudación total de los impuestos del país. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud estima que, en el Brasil, las 22.500 muertes por problemas cardiovasculares y las 18.000 muertes anuales de cáncer son causadas por el fumar.[1]

En una familia con recursos limitados, el hábito de fumar puede contribuir a una pobre nutrición y a un inadecuado cuidado de los niños. Según las estadísticas, en un suburbio de Sao Paulo, los gastos en cigarrillos representan un promedio del 9,8% de los ingresos de la familia, comparados con el insumo del 5,8% para transporte y el 8,3% para la leche.[2]

El crecimiento de la popularidad del fumar, no sólo en el Brasil sino también en muchos países del Tercer Mundo, refleja el éxito de los esfuerzos de las compañías de tabaco americanas y europeas para extender el ámbito de sus mercados. En 1983, el presidente de la Phillip Morris Inc., Joseph Cullman III, dijo a la Asociación de Comerciantes del Tabaco: “Comprendimos bien temprano que lo nuestro es un negocio global, y entonces construimos mercados alrededor del mundo. Nuestro futuro es particularmente brillante en las áreas en desarrollo, lugares donde están creciendo los ingresos y la población”.

Los estímulos para dirigirse hacia áreas no desarrolladas se originan, en parte, en la menguante popularidad del fumar en los Estados Unidos y algunos países del oeste europeo. Del 43% de norteamericanos que fumaba en 1970, las recientes encuestas indican que ahora sólo lo hace el 30%. Sin embargo, mientras todo lo que abarca el fumar está en decrecimiento, el fumar aún está en crecimiento entre las señoritas adolescentes de Norteamérica.

Este incremento entre las señoritas debería ser un asunto de profunda consideración, porque los estudios muestran que a las mujeres les toma mucho más tiempo y trabajo que a los hombres quebrar la adicción al tabaco. Además, en los pocos años pasados el cáncer de pulmón ha sobrepasado al cáncer de pecho como el cáncer fatal más común entre las mujeres.

Es digno de notar que el cirujano mayor de los Estados Unidos, C. Everett Koop, ha canalizado la influencia de sus servicios tras el movimiento anti-fumar. Pero, de todas maneras, el gobierno habla con una lengua bífida —todavía se siguen empleando los impuestos en dólares para subsidiar la producción y exportación del tabaco.

Incremento en el Tercer Mundo

En muchos países del Tercer Mundo poco o nada se está haciendo para frenar el uso del tabaco. Incluso algunos gobiernos lo están fomentando. Y las compañías tabacaleras tampoco realizan apologías por su ansiedad para infiltrarse en los países en desarrollo. Al contrario, a veces trabajan con los gobiernos en proyectos conjuntos, los que son vistos como beneficiosos para ambas partes. Por consiguiente, es difícil para los gobiernos de países con pobres recursos resistir la tentación de cooperar con las compañías de tabaco, las que prometen una rápida infusión de capital para el desarrollo agrícola e industrial.

Lo más triste es que a veces las industrias tabacaleras están controladas por el gobierno, las que le reditúan impuestos e ingresos significativos. Por otra parte, en muchos países los sistemas para el cuidado de la salud están concentrados sobre las enfermedades infecciosas y la desnutrición, sin sentir todavía el impacto de las enfermedades relativas al fumar.

A nivel local, los agricultores regularmente obtienen entre dos a cinco veces más ganancias de la producción de tabaco de lo que pueden ganar con otros productores de dinero. Por consiguiente, plantan el tabaco en sus mejores tierras, lo que conduce al descenso en la producción de alimentos. Las compañías de tabaco tratan de evitar esta crítica alentando la producción continua de productos alimentarios, pero la desviación de los recursos hacia la producción de tabaco aún es un problema serio. Incluso en algunas regiones los agricultores han acelerado la desforestación en busca de madera para curar el tabaco.

Popularidad del fumar

En muchas sociedades en desarrollo la gente todavía considera que el fumar es una parte de la cultura occidental digna de imitar. Tal es así que, al desarrollarse la IV Conferencia Mundial sobre Fumar y Salud, realizada en Estocolmo, Suecia, en 1979, un memo interno del ejecutivo de una compañía de cigarrillos recalcó la importancia de la aceptabilidad social como un tema clave en el Tercer Mundo. Refiriéndose al director general de la Organización Mundial de la Salud, quien es conocido como un vocero poderoso contra el fumar, el ejecutivo notó que “él [el director] apuntó al rol central del tema de la aceptación social. En este campo nada sucede que sea nuevo para nosotros. Fue exactamente una confirmación de nuestro propio análisis sobre que el tema de la aceptación social será el campo de batalla central, y de que nuestra situación en la contienda será perder o ganar”.[3]

Los periódicos occidentales tales como Time y Newsweek llevan grandes anuncios de cigarrillos. Los esfuerzos de la propaganda están apuntando hacia los crecientes grupos móviles en cada país, y hacen que el fumar parezca una parte necesaria para elevarse en la escalera social. Por esta razón, la propaganda tiene un Impacto poderoso en los países que todavía no se han inmunizado ante el sobrecargo de información; mucha gente aún cree en algo que es publicado o propalado por radio.

En África y en el subcontinente asiático, el sistema de mercado y distribución para el tabaco es verdaderamente terrible. Los cigarrillos están disponibles rápidamente en virtualmente todo comercio de cualquier villa de la India. Y el sistema de distribución del tabaco es por lejos mucho mejor que los diversos programas de distribución de alimentos.

Dado que las enfermedades referidas al fumar emplean un largo período de tiempo para manifestarse, en los lugares donde el fumar está ganando popularidad, poca gente ha visto o conocido alguna vez a alguien que murió de cáncer de pulmón, enfisema o enfermedad cardíaca. Pero, a pesar de su ignorancia, el fumar ya le ha costado caro a su sociedad. Alrededor del mundo más de dos millones de fumadores mueren anualmente de enfermedades cardíacas, cáncer pulmonar y enfisema causados por su adicción.[4]

“Ahora se teme que una exposición involuntaria al humo del cigarrillo cause más muertes de cáncer que cualquier otra polución”.[5] Las esposas no fumadoras de esposos fumadores tienen dos o tres veces la incidencia normal de varias enfermedades relativas al fumar, incluyendo el cáncer pulmonar. Y los niños, que viven en hogares donde uno o ambos padres fuman, tienen las más agudas infecciones respiratorias y faltan más días a la escuela por enfermedad. Aunque quizás el fumador involuntario más trágicamente afectado sea el feto no nacido. Con la nicotina que restringe el flujo de sangre, y el monóxido de carbono que inactiva las células rojas de la sangre, estas víctimas nacen más pequeñas y tienen una alta probabilidad de contraer enfermedades.

Las Iglesias, ¿deberían involucrarse?

El pastor y su congregación, ¿deberían estar interesados por el consumo del tabaco? Algunos, tal vez, argüirán que la decisión de fumar o no fumar es una opción privada, individual, en la cual la iglesia no debe interferir. Pero, ¿cómo podemos tomar tal posición a la luz de los efectos adversos que el fumar tiene sobre los no fumadores? ¿Cómo pueden los pastores de los Estados Unidos, por medio de su propio consumo de tabaco, seguir sosteniendo a las compañías tabacaleras que están diseminando su maldición entre confiadas multitudes alrededor del mundo? ¿No es tiempo de que los cristianos tomen una posición contra este veneno insidioso que roba tanto de nuestra sociedad?

En Australia, algunos clérigos se han unido a médicos, profesores y otras personas para formar una organización llamada BUGA- UP (Carteles Utilizando Inscripciones Anónimas Contra Promociones No Saludables). Los miembros usan pinturas en aerosol para “cambiarle el rostro” a los carteles de cigarrillos con sátiras que señalan una de las grandes ironías de las sociedades libres: permitir que se publiciten productos que tratan con la muerte. Aunque ocasionalmente estos activistas son arrestados, las multas han sido pequeñas, y los abogados de la BUGA-UP han revertido los cargos legales de “perjuicio malicioso” (cuya definición involucra “indiferencia hacia el sufrimiento y la vida humana”) hasta sugerir que los carteles no han sido perjudicados sino perfeccionados. Ellos dicen que las actividades de la BUGA-UP son semejantes al irrumpir en una casa que se incendia para salvar a los niños —el acto ilegal se comete para prevenir un mal mucho mayor.

Mientras la desobediencia civil puede no ser la respuesta al problema, existen medios con los que las iglesias si pueden legalmente estorbar a las compañías tabacaleras. Lo más obvio es, de hecho, que todos los miembros simplemente dejen de usar sus productos. Los últimos resultados de encuestas indican que el 69% de los norteamericanos pertenece a una iglesia.[6] Si de repente todos los miembros de iglesia dejaran de fumar, la pérdida de ingresos serla muy embarazosa, e incluso mutiladora de la producción del tabaco en este país.

Otra idea sería que todas las iglesias patrocinaran las campañas antitabáquicas, pues nos ayudarla a tener la voz cantante con respecto a los efectos nocivos del tabaco. Se ha estimado que entre el 20 y el 25% de la población de los Estados Unidos es ignorante de los peligros inherentes al fumar. Y esta ignorancia es todavía más evidente en otras partes del mundo. Por lo tanto, las iglesias deberían proveer un efectivo contrapeso a la influencia de las compañías tabacaleras en los mercados.

Durante los 25 años pasados la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha estado patrocinando los programas para dejar de fumar. Millones de personas (principalmente de entre otras denominaciones y los no pertenecientes a alguna iglesia) se han liberado del hábito en los planes de cinco días para dejar de fumar, promovidos por la iglesia. El plan de cinco días recientemente ha sido actualizado y mejorado. Ahora se llama “Plan respire libremente para dejar de fumar”. Las iglesias y los hospitales adventistas patrocinan uno o más de éstos cada año. Otras iglesias debieran involucrarse en programas similares, o animar a sus miembros fumadores a asistir a un “Plan respire libremente”.

El consumo de tabaco no es un problema que se resolverá por sí mismo. No podemos ignorar por más tiempo su impacto perjudicial. Y no deberíamos sentarnos cómodamente y esperar ociosamente para ver cómo el mundo llega a ser la gallina de los huevos de oro de las compañías tabacaleras.

Sobre el autor: Richard H. Hart, Dr. en Medicina y Dr. en Salud Pública, es profesor y director del Departamento de Medicina Preventiva en la Universidad Loma Linda, Estados Unidos. Este artículo fue provisto por el Departamento de Temperancia de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.


Referencias

[1] F. L. Lokschin y F. C. Barros, “Smoking or Health: the Brazilian Option”, New York Journal of Medicine 83 (diciembre de 1983), n° 13:1314.

[2] Silveira Lima y otros, “Implicacoes médicos e socio-económicas do tabajismo en familias de balxa renda en Sao Paulo”, J. Pediat 52:325-328.

[3] “The Social Acceptability Issue Will Be the Battleground”, New York Journal of Medicine 83 (diciembre de 1983), n° 13:1323.

[4] Wllllam U. Chandler, “Banishing Tobacco”, The Futurist (mayo-junio de 1986), págs. 9-15.

[5] Ibid., pág. 10.

[6] Emerging Trends (junio de 1987).