¡Si sus feligreses traen sus Biblias al culto merecen un estímulo!
Quizá nunca lo haya pensado, pero sus feligreses son tan humanos como aquellos que usted logra reunir con mucho esfuerzo y gasto en un teatro o en una carpa, a fin de interesarlos en las verdades vitales del Evangelio: si han de ser motivados para formar y conservar buenos hábitos religiosos, necesitan un estímulo de su parte. Si no reciben ese estímulo, no se sorprenda si dichos hábitos no perduran después que se bautizan y se integran a la feligresía.
Problema. Una de las prácticas loables que se van perdiendo lentamente entre el pueblo adventista del cono sur de Sudamérica es la costumbre de acompañar al predicador en la lectura de los pasajes claves que se presentan en el sermón. Trataremos de descubrir las causas de este hecho lamentable a fin de hallar una solución.
Es una práctica que se ha impuesto entre los predicadores adventistas, cuando se hallan frente a un público no adventista, el estimular a los oyentes a participar personalmente en la lectura silenciosa de los pasajes bíblicos que se presentan en forma audible. Con tal fin, no es raro que se inviertan grandes sumas de dinero a fin de tener la seguridad que cada persona tendrá acceso a un ejemplar de la Biblia. En segundo lugar, el predicador toma la precaución de citar el texto, la página en que figura en la Biblia, y espera cortésmente a que el público localice el pasaje antes que éste sea leído en voz alta.
Es curioso notar que este mismo predicador, al hallarse ante un público adventista, proceda en forma completamente opuesta. Da por sentado que sus feligreses son poseedores de un ejemplar de la Biblia y de que la traen a la iglesia, y luego da la impresión de creer que la gente que lo escucha lo supera en la habilidad de hallar los textos que va citando porque marca en su Biblia los pasajes que va a utilizar a fin de asegurarse que ninguno de sus oyentes lo va a ganar en la carrera de localizar los pasajes. Cita todos los textos antes de la lectura, y antes de que los demás puedan siquiera dar con el libro, comienza la lectura como si dijera: “Les gané a todos”.
Es de imaginar los resultados de esta práctica inconsciente. Los momentos solemnes de la lectura del texto sagrado se malogran, porque los únicos que podrían aprovecharlos —los que no han traído su Biblia— son estorbados por el murmullo de hojas que es fruto de la búsqueda desesperada del texto por parte de los que sí las trajeron. Algunos se dan por vencidos ni bien se percatan de que el predicador les ha ganado de mano nuevamente; otros persisten hasta encontrar el pasaje pero se pierden el comentario que hace el pastor mientras tanto. Pronto los feligreses se dan cuenta de que el traer la Biblia al culto es un formalismo hueco que carece de beneficio real, y abandonan el hábito.
Solución. Este problema tiene una solución sencilla que si la comprendemos quizá la adoptemos de inmediato.
Primero. Si se trata de un texto clave, y desea que los feligreses lo acompañen silenciosamente en la lectura, indique la cita al comienzo y espere cortésmente a que la gente lo ubique en sus Biblias; puede intercalar un comentario apropiado a fin de que la espera no sea silenciosa. Sea leal con sus feligreses: no marque con papelitos o cualquier otra forma los pasajes claves, porque sus feligreses necesitan más tiempo que usted para localizar un pasaje.
Segundo. Si no se trata de un texto clave, o si no desea que sus oyentes utilicen sus Biblias por ser muy conocido el pasaje, entonces lea directamente el texto e indique la cita al final. De esta manera no habrá peligro de que sus oyentes estén confundidos sin saber si deben intentar la búsqueda del pasaje o no.
Tercero. Afortunadamente, y a pesar de todo, todavía hay feligreses que conservan la buena costumbre de llevar su Biblia a la iglesia. Recompénselos permitiéndoles que la utilicen por lo menos una vez durante el culto.
Esto que acabamos de decir sirve también para la lectura bíblica que suele preceder a la primera oración de rodillas, al iniciarse el culto. En estos casos se ganará en reverencia si se lee directamente el pasaje y se deja la cita del mismo para el final. Esto evitará las confusiones y el ambiente se prestará más para la meditación”.
Sobre el autor: Profesor del Colegio Adventista del Plata, Argentina.