Citas de esperanza

No debiera haber tristeza de despedida JL cuando me embarque”, son las bien conocidas palabras de Tennyson. Sugieren algo importante. El servicio fúnebre no debiera revestirse de tristeza. Debiera conducirse de manera que cubra con un manto de olvido los días y las semanas de sufrimiento que posiblemente precedieron a la muerte. Y el ministro que siente la importancia de la ocasión, no sólo elegirá los pasajes adecuados, sino que practicará su lectura hasta poder pronunciar esas palabras inspiradas de manera que sequen los ojos anegados de lágrimas y abran una perspectiva de gloria ante los deudos.

Si elegimos pasajes positivos que hagan énfasis en la gran verdad de la resurrección, leámoslos como lo hizo el Maestro, de quien se ha dicho que cuando cerraba el Libro, todos los ojos permanecían fijos en él. Textos como los del capítulo 19 de Job, que habla de la certidumbre de la resurrección, son mejores que otros, como Job 14, que se refiere a la seguridad de la muerte. Las siguientes palabras hablan de victoria: “Yo sé que mi Redentor vive’. Isaías dice: “¡Despertad y cantad, moradores del polvo!” “Anda, pueblo mío, éntrate en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas ‘. La lectura bíblica puede cerrarse con 1 Tesalonicenses 4:16 y 1 Corintios 15.

El Cristo viviente

El servicio fúnebre no es tanto una ocasión para instruir como una oportunidad para consolar. Presentar un tema acerca del estado de los muertos es algo que está completamente fuera de lugar. En este servicio no estamos tratando con los muertos, sino con los vivos. Nada puede hacerse por los que duermen, de modo que nuestro mensaje debe dirigirse a los afligidos.

Damos gracias a Dios porque Jesús murió, y nos gozamos de que esté por volver a esta tierra. Estos son grandes hechos fundamentales. Pero lo más importante para nosotros es que ahora está vivo en la presencia de Dios, ministrando en nuestro favor en el santuario celestial, y enviándonos su Espíritu. Así está con nosotros hoy mediante la presencia de su Espíritu. Por lo tanto, el mensaje del servicio fúnebre debe relacionarse no sólo con la muerte y la resurrección del Señor y su regreso en gloria, sino que también debe referirse al Cristo actual y viviente, quien es el único que puede consolar los corazones humanos. Jesús dijo: “Cuando viniere el Consolador… él dará testimonio de mí”. Y en ninguna otra ocasión parece estar tan cerca de nosotros como en la hora de la aflicción, cuando viene a consolar los corazones quebrantados.

Es el privilegio del ministro despertar en los enlutados la conciencia de la presencia del Espíritu de Jesús. Pero alguno dirá: “¿Y cuándo se hace la necrología?” Por importante que sea la necrología, obraremos con prudencia si empleamos más tiempo hablando de Jesús y de su gran salvación que elogiando al muerto, no importa quién sea. Si nos esforzamos por poner a los hombres frente a Dios, hasta el funeral se convertirá en una puerta hacia Dios. Aunque entre los oyentes haya católicos, mahometanos o ateos, procurad ponerlos cara a cara con el Cristo viviente, no de una manera áspera, inhumana, sino con ternura y simpatía. Ayudadles a sentir que la diferencia entre un entierro cristiano y uno pagano radica en la gran realidad de nuestro Señor resucitado. Y el hecho de que rompió las ataduras de la muerte y entró a la vida eterna constituye la seguridad de que también nosotros viviremos.

Sobre el autor: Director de la Asociación Ministerial de la Asoc. General.