La ciencia de saber hacer un “llamado personal” debiera ser objeto de estudio constante de parte de cada pastor. Muchas almas, convencidas de la verdad de nuestro mensaje, no se deciden a seguir a Dios porque el mensajero no ha logrado impresionar su corazón. Es inconcebible que un buen vendedor que presenta fielmente su mercadería la guarde y se dirija a la casa siguiente porque el cliente no se decide inmediatamente. Quien me vendió una plancha eléctrica que yo no quería, por cierto que no hizo tal cosa.

Vivimos en una era de incertidumbre e impaciencia. Aun los hombres buenos necesitan gracia más abundante para servir al Señor. Para evitar que alguien critique al preocupado evangelista cuando Dios lo guía a hacer un llamado oportuno, o cuando se somete a los requerimientos del Espíritu, creamos lo que dice la Palabra de Dios: que es necesario trabajar con los hombres y mujeres para que obedezcan la verdad.

Aunque esto no es un argumento en favor de los servicios prolongados, es una débil protesta contra la creciente tendencia de atar el Espíritu Santo a las manecillas de un reloj. Esto es algo que a veces hacen personas sinceras cuyas obligaciones pueden no exigirles su interés en las almas que son la preocupación de los verdaderos evangelistas. A menudo gran parte de esa porción del sermón que apela al intelecto puede sacrificarse en beneficio de la parte que llama al corazón.