Cuando los pastores y los profesionales de la salud trabajan en equipo, el mensaje de restauración divina adquiere nuevo brillo.

Cierto día, estaba verificando la lista de pacientes que debían ser atendidos, cuando llegó una señora perturbada. Era Vilma Mientras me contaba sus síntomas, sentí que su necesidad era espiritual. En esa época, mi caja de herramientas espirituales contenía solo un elemento: una invitación a visitar mi iglesia. Ella asistió y, cuando nos encontramos, inmediatamente la dirigí al pastor. Considerando que hasta entonces no tenía experiencia en dar estudios bíblicos, dejé que él se encargara de eso. Cuando comenzaron los estudios, Sharon, hija de 15 años de Vilma, también se unió a ellos. Una lección por semana no fue suficiente, de manera que pasaron a estudiar semanalmente dos lecciones. No pasaron muchas semanas hasta que las dos pidieron el bautismo. Everett, el esposo de Vilma, observó la transformación de las dos y también quiso ser bautizado.

Entonces, surgió la cuestión de la escuela de Sharon. La institución de Enseñanza Media en la que ella estudiaba tenía valores muy diferentes de los que había abrazado ahora. Así, sus padres se interesaron en buscar una escuela cristiana para ella. Las obligaciones financieras, por otro lado, parecían desanimantes. Pero, juntando lo que los padres podían aportar, el trabajo de Sharon en la escuela, una ayuda del hermano mayor y también algo de la iglesia local, la niña fue matriculada. Luego de concluir la Enseñanza Media, Sharon ingresó en una de nuestras universidades.

Me mudé a otra ciudad y continué atendiendo como médico. La escuela de nuestra iglesia necesitó una profesora; Sharon se candidateó, y la contratamos. Tiempo después, se casó y fue mi paciente durante su primer embarazo, cuando tuvo gemelos. Ella y su esposo tenían una buena vida espiritual e inspiraban en sus tres hijos una sólida amistad con Jesús.

Años después, la tragedia sucedió. Un examen detectó la existencia de cáncer en su seno. A pesar del intenso tratamiento, la dolencia alcanzó el cerebro. Hubo muchas cirugías, pero la enfermedad volvía cada vez más fuerte. Su pastor y los amigos hacían lo máximo que podían para ayudarla. Ángela, una de sus hijas, se convirtió en enfermera y fue a vivir a la misma ciudad, a fin de asistirla. A pesar de todo, no mucho después de mi última visita a la familia, Sharon murió. Llegué a la conclusión de que, a pesar de todo el sufrimiento, Dios hizo curas milagrosas en el área espiritual y en la mental.

Desde la muerte de Sharon, visité a Ángela algunas veces. Ahora, es ella la que necesita el apoyo, y está experimentando la restauración y la cura. Ella utiliza sus recursos físicos, mentales y espirituales, aliados a la vida de comunión diaria con Jesús, para compartir la cura de Dios con sus amigos. Y ha estado muy activa en la iglesia. También está atenta a las necesidades físicas, tales como la cuidadosa nutrición para la salud de las células, ejercicios para liberar tensiones, horas regulares de sueño para la estabilidad y la renovación mental.

Al observar la experiencia de estas tres generaciones, ¿qué vemos? ¿Qué aprendemos? Comenzó con la búsqueda de Vilma de respuestas físicas para problemas espirituales. Cuando se le dio un impulso espiritual, aprovechó, y recibió bendiciones físicas y espirituales. Sharon tuvo un problema físico que no pudimos curar, pero fue curada mental y espiritualmente. Ahora, Ángela necesita salud emocional, y la encontrará en los recursos físicos y espirituales.

Al meditar en todos estos acontecimientos, durante más de 45 años de ministerio médico, algunos aspectos me han llevado a reflexionar: si nuestros pastores y nuestros profesionales de la salud trabajaran unidos, nuestras iglesias podrían ser mucho mejores en la atención de las necesidades de los miembros y más efectivas en la testificación a la comunidad.

Unidad triple

¿Qué sucedería si aisláramos las áreas física, mental y espiritual de la vida? ¿Qué habría sucedido si yo, como médico, no hubiera pensado en abordar las necesidades espirituales de Vilma? ¿O si el pastor hubiera dejado el cuidado espiritual bajo mi responsabilidad, ya que fui el primero en contactarla? ¿Qué habría sucedido si la iglesia no hubiera ayudado en la educación de Sharon?

Hay tres asuntos que no podemos olvidar: Primero, cuando las personas con necesidades especiales buscan a los pastores, ellos deben comprender la necesidad de considerar las áreas física, emocional y espiritual de la vida, a medida que trabajan en sociedad con los profesionales de la salud. Segundo, hay estudios que muestran que los valores de la vida y la espiritualidad se correlacionan en pacientes con HIV positivo.[1] La abstinencia total sostenida por los que tenían creencias y compromisos espirituales era muy superior en relación con los reincidentes.[2] Hay evidencias de que la espiritualidad puede mejorar significativamente la cura del cáncer.[3] “La salud total es posible solo cuando el cuerpo y el espíritu son integrados en una realidad”.[4] Hay investigaciones que confirman nuestra comprensión de la humanidad y la naturaleza humana. Es por eso que los pastores y los profesionales de la salud se necesitan mutuamente. Pueden formar un equipo efectivo en favor del rebaño con el que se relacionan diariamente.

Tercero, necesitamos estar juntos, buscando ayuda mutua cuando la necesitamos. Debemos estar juntos en la iglesia, mostrando que somos un equipo, y necesitamos trabajar juntos en la comunidad, realizando programas de salud. Hemos relegado el papel del pastor, en un curso de arte culinario, a orar por los alimentos, o le hemos pedido al médico que hable unos tres minutos” de algún tema de salud al comienzo de una reunión evangelizadora. Esto es poco.

Muchos que, inicialmente, no están interesados en una serie de predicaciones, serán posteriormente atraídos a ella al participar de un programa de salud física, emocional y espiritual realizado en la iglesia o en otro auditorio. Solo Dios sabe cuántos miembros actuales de iglesia se unieron a ella a través de un programa de salud.

Pastorado eficaz

En los últimos años, hicimos grandes avances en nuestra iglesia local. Algunos profesionales de la salud se llegaron a reunir por la mañana, una vez por semana, para estudiar la Biblia y orar con el pastor. Se ajustaron algunas diferencias, dando lugar a un espíritu de confianza mutua, de manera que podemos contar unos con otros en la atención de las personas. Sabemos que podemos encaminar los problemas más complejos a quien está más calificado para administrarlos, de acuerdo con su especialidad. Trabajando en equipo, somos más efectivos que trabajando de manera aislada.

Actualmente, dirigimos programas semanales de salud comunitaria, en el que profesionales trabajan fundamentados en informaciones científicas. Otras personas tratan los aspectos sociales y emocionales, y el pastor ocupa un tercio del tiempo en una charla sobre algún milagro de cura relatado en las Escrituras.

Cuando trabajamos en equipo, los mensajes de cura divina -fundamentados en el evangelio de Jesucristo y la esperanza de la vida eterna- adquieren nuevo brillo y poder. Si una persona sufre, ese sufrimiento pasa a ser prioridad en la atención dispensada, en lugar de la naturaleza de la Trinidad, las profecías Daniel o lo que sucederá durante el milenio.

Imagine cuánta mayor eficacia tendrá su pastorado si, a través del trabajo conjunto con los profesionales de la salud, está más capacitado para enfrentar los desafíos físicos y mentales de las personas con las que entra en contacto. Piense en cuánto más abiertas estarán las personas al mensaje espiritual si usted, primeramente, lleva libertad y alivio en las áreas de la vida en que más sufren. No somos solo seres espirituales, sino también físicos y mentales. Necesitamos ser capaces de ayudarlas a tener bienestar en esas tres áreas. Recordemos cómo actuaba Cristo: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces, les decía: ‘Seguidme’ “.[5]

Los pastores y los profesionales de la salud son instrumentos en las manos de Dios. Él es nuestro Restaurador, Consolador y Salvador. Sin él, no podemos hacer nada. Pero, podemos escoger cooperar con él y con otros siervos suyos en la tarea de alcanzar a los sufrientes, los angustiados y los perdidos que nos rodean.

Sobre el autor: Director de los Ministerios de la Salud de la Asociación Alto Columbia, Estados Unidos.


Referencias

[1] Carla J. Groh y Katheleen M. Litwinczuk, Journal of the Association of Nurses in Aids Care 18, n° 3, mayo de 2007, pp. 13-22.

[2] A. E. Brown, American Journal of Drug and Alcohol Abuse 33, n°4, 2007, pp. 611-617.

[3] M. H. Torosian y IV. R. Biddle, Seminary on Oncology 32, n° 2, 2005, pp. 232-236.

[4] C. J. van der Poel, Hospital Progress 61, n° 6, junho 1980, pp. 50-55.

[5] Elena G. de White, El ministerio de curación (Buenos Aires: ACES, 1990), p. 102.