Los líderes que a la vez son siervos, casi siempre establecen una gran diferencia.

Todo el que esté dispuesto a pagar el precio, puede acentuar y ampliar sus habilidades como dirigente; pero, ¿qué le permitirá durar como tal? El misionero Tom Mc Cracken sugiere que no hemos sido llamados a ser líderes, sino siervos. “No podemos sumergimos en la tarea de alcanzar puestos de prestigio, porque el liderazgo no nos da derecho a dirigir a los demás, sino que implica la habilidad de ejercer influencia sobre ellos”.

Este misionero, que pasó su vida sirviendo en el Brasil, sabe muy bien que en el seno de la familia cristiana “el liderazgo crece a partir de un servicio consecuente”. El liderazgo cristiano, según Mc Cracken, se define como “la confianza de nuestros hermanos y hermanas en la fe, que hemos logrado ganar”, y que “ubica a hombres y mujeres en los lugares desde donde pueden ejercer influencia sobre los de más”.

Peter Drucker apoya esta idea cuando sugiere que “los grandes líderes surgen de las grandes causas; pero, a su vez, los líderes, cuando están en lo mejor de su carrera, producen grandes causas”. Es muy interesante que Drucker también crea que “mientras la causa de las empresas no sea otra cosa sino el enriquecimiento de los accionistas, nunca producirá grandes líderes”.[1]

Ordway Tead define el perfil de un dirigente cuando sugiere que “en la industria, no es la pasión por las ganancias sino por la gente lo que distingue a un líder de un mero administrador”.[2]

A Drucker le resulta natural buscar líderes en el sector privado.

A continuación, presentamos siete maneras de lograr y mantener un liderazgo significativo y duradero.

Camine personalmente con Jesús

El hecho de que alguien asuma un puesto de liderazgo no significa que se posea las habilidades necesarias. Más aún: si alguien es conductor en cierta circunstancia, no es garantía de que lo será en otra. El liderazgo comienza con el que lidera, y si este está dedicado a un Salvador personal. Este es el fundamento inicial a partir del cual Dios concede los dones de liderazgo.

Las habilidades y las necesidades personales varían muchísimo de un caso al otro. Los líderes que perduran construyen sobre las cualidades de carácter que solo Dios puede ampliar y enriquecer. Pablo lo aclaró muy bien cuando escribió: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe. 2:10).

Cuando nos enfrentamos con circunstancias que no podemos cambiar, debemos permitir que Dios nos cambie. El Señor ha depositado en la iglesia la responsabilidad de reclutar y entrenar obreros, y les provee alternativas de servicio. Incluso puede añadir nuevas habilidades a nuestro actual repertorio.

Ame a la gente generosamente y en verdad

Elimine la dadivosidad de la vida y habrá quitado su resplandor. Cada cristiano necesita reconocer su necesidad de ser dadivoso. El primer requisito para el servicio es nuestra disponibilidad; después, sigue el compartir las habilidades. Podemos desarrollar notables habilidades de liderazgo a pesar de sentir que no es nuestra vocación si es que estamos dispuestos a hacerlo para la obra de Dios.

De esto se desprende naturalmente que el liderazgo de éxito requiere que se ame a la gente. Esta se relaciona mejor con los que se identifican de manera redentora con sus necesidades y problemas. Las necesidades personales proporcionan la oportunidad y los medios que posibilitarán el desarrollo de relaciones progresivas.

Las fuerzas armadas enfocan sus programas de desarrollo en el hecho de ayudar a la gente a suplir necesidades insatisfechas. De esta manera, los programas bien planificados se convierten en avenidas naturales para alcanzar a los individuos. Cuando el líder no puede amar a las personas así como son, carece de la capacidad necesaria para comprender a la gente que Dios cruzó en su camino. Es difícil conducir a los que no se sienten amados, y es mucho más fácil dirigir a los que sienten que su líder los ama de verdad y para quien su bienestar es prioridad absoluta.

Desarrolle al máximo su habilidad de relacionarse con la gente

El cuerpo de Cristo, tal como el cuerpo humano, encuentra fortaleza al relacionarse entre sí; los ministerios eficaces y los que los dirigen dependen en gran medida de estas relaciones interpersonales. La capacidad de trabajar conlos demás aumenta el valor de la persona como guía. Si se le dificulta trabajar con los demás, disminuirá muchísimo el valor de la persona no solo como líder, sino también como obrero.

La obra redentora de Dios, con más frecuencia, se produce cuando el equipo de la iglesia saca el mayor partido posible de estas relaciones personales, especialmente con los que están fuera de la iglesia. Cuando aumenta la habilidad personal para relacionarse con la gente, progresan muchísimo también las cualidades personales de liderazgo; y, al mismo tiempo, se desarrollan las de la congregación.

Comprendámonos a nosotros mismos y a los demás

Aunque era agnóstico, Bertrand Russell afirmó que el amor cristiano -la compasión- es el motivo de la existencia. Lo consideró guía de las acciones, una razón para tener valor y una necesidad insustituible de la honestidad intelectual.

Puesto que Dios tiene un lugar importante para que cada cual sirva, todos podemos evitar el desequilibrio y la ineficacia si hacemos esfuerzos diligentes en el sentido de mejorar nuestro propio ser. Es cierto que algunos somos introvertidos y circunspectos; nos parece más fácil trabajar solos. A otros, en cambio, más extrovertidos y abiertos, les parece más cómodo trabajar en armonía con los demás.

Sea como fuere, todos ganamos cuando descubrimos y evaluamos nuestros puntos fuertes y débiles. Si tomamos suficiente cuidado para entendernos a nosotros mismos (autoconciencia) y para ministrar a los demás, aumentaremos en gran medida la posibilidad de que Dios bendiga nuestros esfuerzos. Nuestras habilidades de liderazgo aumentarán muchísimo si nos comprendemos mejor a nosotros mismos, y permitimos a Dios que nos cambie según lo considere necesario.

Practique una fe positiva

El ex secretario de Estado (Ministro de Relaciones Exteriores) General Colin Powell entendió el liderazgo de la siguiente manera: “Si te toca el extremo sucio del palo, limpíalo y con viértelo en un instrumento útil”.[3] Los líderes que perduran rehúsan albergar el desánimo; con mucha rapidez, la gente refleja las actitudes de su líder, especialmente si son negativas.

Tarde o temprano los momentos de desánimo llegan. Su causa puede ser una organización deficiente o falta de motivación, objetivos inapropiados o sencillamente malos tiempos. No importa cuál sea el motivo, una fe positiva que exalte a Dios levantará el ánimo de los compañeros de trabajo y aumentará el valor del obrero.

El líder-obrero jamás llega a ser tan grande a los ojos de sus pares como cuando hace la obra de Dios y no se desanima fácilmente. A todos nos resulta más fácil enfrentar nuestros propios problemas cuando los podemos evaluar a través de los ojos de un responsable positivo.

Sus convicciones deben ser siempre valerosas

“Cuando sus soldados dejen de traerle sus problemas -concluye Colin Powell-, habrá llegado el fin de su liderazgo”.[4] Las firmes convicciones nos mantienen en alto aun cuando las circunstancias estén empeñadas en derribarnos.

Más importante que las convicciones que nosotros tengamos, son aquellas que nos poseen. Aunque Jesús sabía cuál era el obvio resultado de sus convicciones, con decisión inquebrantable puso su rostro en dirección de Jerusalén. ¡Sus convicciones lo dominaron! Una vez tomada la decisión, la disposición de su alma se concretó.

¡Dios honra esa clase de fe!

Aumente sus talentos

El buen liderazgo, lo mismo que la buena ejecución de una tarea, se funda en el respeto personal: respete en todo tiempo la personalidad de los demás, y se lo respetará aunque haya desacuerdos. Cuando los dirigentes respetan la dedicación de los miembros de iglesia a Cristo y su amor mutuo, la iglesia será respetada. La disposición para proseguir con una tarea con valerosa convicción merecerá respeto, incluso de parte de una comunidad no inclinada a apoyar.

Como cristianos, nos ponemos en situación de recibir los mejores dones de Dios cuando le permitimos que nos coloque donde él quiera. El crecimiento como consecuencia de recibir los dones divinos, no importa cuál sea nuestra habilidad personal, da un testimonio mucho más importante de lo que habría sido en la mejor situación que nosotros podríamos haber elaborado. Ese crecimiento producirá un líder cuya fe será fácilmente perceptible, y que se podrá emular con facilidad también.

La iglesia siempre necesita líderes dotados por Dios; más aún: Dios usará a todo líder a quien haya dotado. Cuando los conductores del pueblo de Dios son siervos a la vez, ¡se nota la diferencia!

Sobre el autor: Pastor jubilado. Vive en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos.


Referencias

[1] Peter F. Drucker, The Leader of the Future [El líder del futuro] (San Francisco: Jossey-Bass, editores, 1996), p. 9.

[2] Ordway Tead, The Art of Leadership [El arte del liderazgo) (Nueva York: Whittlesey, 1935), p. 103.

[3] Colin Powell, con Joseph E. Pérsico, My American Joumey (Mi viaje americano) (Nueva York; Random House, 1995), p. 214.

[4] Ibíd p. 62.