Si las palabras de Cristo son espíritu y son vida (Juan 6:63);

si la “Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35);

si las Escrituras testifican de Alguien que es el único que puede dar vida eterna (Juan 5:39);

si se nos ordena que nos presentemos delante de Dios aprobados mediante el uso correcto de la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15);

si el debido estudio de la Palabra nos guarda de pecar contra Dios (Sal. 119:11);

si la exposición de la Palabra de Dios alumbra y hace entender a los simples (Sal. 119:130);

si se puede atribuir el surgimiento del movimiento adventista al estudio de las Escrituras (El Gran Conflicto, págs. 410, 411);

si “es imposible estimar los buenos resultados de una o aun media hora dedicadas cada día a la Palabra de Dios” (Conducción del Niño, pág. 483);

si debemos considerar como “más importante obtener un conocimiento de la Palabra de Dios que asegurarnos las ganancias o placeres de este mundo” (Ibid.);

si “por el estudio de las Escrituras obtenemos un conocimiento correcto de cómo vivir a fin de disfrutar la mayor felicidad sin sombra” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 357);

si “siempre se obtiene iluminación de un fervoroso estudio de la Biblia” (Consejos para los Maestros, pág. 467);

si ninguna otra cosa “ayudará tanto como el estudio de las Escrituras para adquirir una memoria retentiva” (Ibid.);

si cuando se estudia la Biblia con la ayuda del Espíritu Santo el resultado es una mente bien equilibrada y el desarrollo armonioso de las “facultades físicas, mentales y espirituales” (Fundamentals of Christian Education, págs. 433, 434);

si el estudio de la Biblia aviva nuestra comprensión y despierta nuestras sensibilidades (Id., pág. 434);

si nuestra conciencia se vuelve más sensible y nuestras simpatías y sentimientos se purifican mediante el estudio diligente de la Palabra (Ibid.);

si la creación de una atmósfera moral superior y un nuevo poder para resistir la tentación son el resultado del estudio de las Escrituras (Ibid.);

si este estudio “tiene un poder vivificante, y los que elaboren una excusa para explicar el descuido en la tarea de familiarizarnos con ella, desatenderán lo que Dios espera de ellos en muchos respectos” (Consejos sobre la Obra de la Escuela Sabática, págs. 17, 18);

si “el carácter se deformará” y “las palabras y los hechos serán un baldón para la verdad” si no estudiamos la Palabra (Ibid.);

si la Biblia es “mucho más eficaz que cualquier otro libro para guiar sabiamente en los asuntos de esta vida” (Consejos para los Maestros, pág. 433);

si la Palabra de Dios es el alimento espiritual con el cual el cristiano debe fortalecerse en espíritu y en intelecto, a fin de batallar por la verdad y la justicia” (Ibid.);

si la Biblia nos enseña “lo que ninguna otra cosa puede enseñarnos” (Mensajes para los jóvenes, pág. 255);

si “el estudio de la Biblia es superior a cualquier otro para fortalecer el intelecto” (Id., pág. 251);

si el desarrollo de “las facultades de la mente hasta un punto que difícilmente puede ser comprendido y que nunca será plenamente explicado” puede lograrse por el estudio de la Palabra (Id., pág. 252);

si es verdad que, “una vez que la mente haya abarcado las estupendas verdades de la revelación no hallará más satisfacción en emplear sus facultades en los temas frívolos” (Id., pág. 253);

si debido al estudio de la Biblia la mente se aparta “con disgusto de la literatura despreciable y de los entretenimientos ociosos que desmoralizan a la juventud de hoy” (Ibid.);

si por medio del estudio y la meditación de los temas de las Escrituras podemos tener la compañía de los ángeles (La Educación, pág. 123);

si por medio de las páginas de la Biblia podemos familiarizarnos “con lo mejor y lo

más noble de la especie humana” (Ibid.).

si por medio de la Palabra de Dios podemos vivir en comunión con el cielo, y prepararnos así para disfrutar de la compañía de los santos en las moradas eternas (Ibid.);

si “Satanás emplea cuantos medios puede para impedir que los hombres conozcan la Biblia” (El Gran Conflicto, pág. 651);

si en los últimos días “la falsificación se asemejará tanto a la realidad, que será imposible distinguirla sin el auxilio de las Santas Escrituras” (Ibid.);

…entonces, ¿por qué no dedicar tiempo todos los días para un estudio sistemático de la preciosa Palabra de Dios?