Principios bíblicos y orientaciones prácticas para protegerse de los males de la pornografía.

Antes de la entrada del pecado en el mundo, el Señor creó la sexualidad como un presente singular y extraordinario para la primera pareja, a fin de que fuese disfrutado por el hombre y por la mujer para celebrar su unicidad (Gén. 2:25). El sexo es sagrado porque en él, en la unidad total de los cónyuges, la imagen completa de Dios está representada.[1] Elena de White enfatizó la importancia de esto cuando escribió: “Los ángeles de Dios serán huéspedes del hogar, y sus santas vigilias santificarán la cámara nupcial”.[2]

 Obviamente, el sexo era un regalo valioso e intencional, dado para ser disfrutado y celebrado con gratitud, alegría y placer. Sin embargo, por causa del pecado (Rom. 3:23), fue mal utilizado y distorsionado (Rom. 1:24, 25).

 Aunque el texto bíblico no diga específicamente nada sobre la pornografía, es una práctica pecaminosa. La Biblia nos indica que debemos ser sexualmente puros. El sexo no debe ser estimulado ni despertado hasta el momento correcto (Cant. 8:4), y el sexo prematrimonial y el extraconyugal es condenado (1 Cor. 6:13-18; 1 Tes. 4:3).

 Además, la pornografía distorsiona el don divino de la sexualidad, que debe ser vivida dentro de los límites del matrimonio (1 Cor. 7:2, 3). Y las Sagradas Escrituras también condenan específicamente las prácticas resultantes de la pornografía, tales como la exposición sexual (Gén. 9:21-23), el adulterio (Lev. 18:20), el incesto (Deut. 18:6-18) y la prostitución (Deut. 23:17, 18).

 Una teología bíblica de la intimidad sexual debe reconocer que está reservada exclusivamente para los siguientes propósitos: 1) establecer la unión de “una sola carne” (Gén. 2:24, 25; Mat. 19:4-6); 2) promover la intimidad sexual dentro del vínculo matrimonial (el verbo “conocer” indica un profundo sentido de intimidad sexual, según Gén. 4:1); y 3) proporcionar el placer mutuo de marido y mujer (Prov. 5:18, 19).

El problema de la lujuria

 Dios nos creó como seres sexuados, y nos dio algo llamado deseo sexual. Esa es una de las necesidades físicas básicas del ser humano.[3] La orden divina fue “sean fecundos y multiplíquense” (Gén. 9:7, NVI). Así como el Señor nos dio apetito por el alimento, también nos dotó con apetito sexual, para que hombres y mujeres no solamente disfruten de la intimidad en el contexto del matrimonio, sino también puedan procrear. Ser un ser sexuado con deseo sexual forma parte del propósito divino para la raza humana.

 Sin embargo, el deseo sexual no es lo mismo que la lujuria. John Piper la define con esta simple ecuación: “Lujuria es deseo sexual menos honra y santidad”.[4] Cuando somos lascivos, tomamos una cosa buena -el deseo sexual- y quitamos de esta la honra para con los otros y la reverencia para con Dios. La lujuria es un deseo idólatra que rechaza las orientaciones divinas y busca la satisfacción apartado del Señor.[5]

 En Mateo 5:27 al 28, Jesús enseñó que entretenerse con pensamientos impuros es pecado. “Ustedes han oído que se dijo: ‘No cometas adulterio’. Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón” (NVI). Cristo deja en claro que “nuestros pensamientos son más importantes que nuestras acciones”.[6] Además de esto, afirma que el adulterio es más que tener una relación extraconyugal; es algo que comienza en el corazón, y Dios ve nuestro corazón y conoce nuestras intenciones (1Cor. 2:11; Heb. 4:13).

 Sus palabras también enseñan que los límites mentales y emocionales son tan importantes como los físicos. Las implicaciones de este punto son claras cuando se relacionan con la pornografía, con contenidos eróticos escritos o filmados y otros materiales que promuevan el desear sexualmente a alguien que no es el cónyuge. De esa manera, cuando cualquier persona es física o emocionalmente inserta en la exclusividad de la intimidad sexual, aunque sea en pensamiento, compromete la pureza del acto conyugal.

 El apóstol Pablo escribió: “Entre ustedes ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual, ni ninguna clase de impureza o de avaricia, porque eso no es propio del pueblo santo de Dios” (Efe. 5:3, NVI). Pero ¿por qué el patrón divino es tan alto? ¿Por qué Dios no permite ni un poco de lujuria, cuando fue él mismo quien creó a los seres humanos con deseos sexuales?

 Una de las razones por las que el Señor nos exhorta a purificar nuestra vida es porque sabe que la lujuria nunca queda en el nivel de la “sugerencia”, anhela siempre más. El resultado es que la lascivia nunca puede ser extinguida. Apenas su objetivo es alcanzado, busca algo más.

 En Efesios 4:19, el apóstol Pablo describe el interminable ciclo de la lujuria. Habla sobre aquellos que se apartan de Dios y “han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes” (NVI). Esta es la recompensa de la lujuria, realizar “toda clase de actos indecentes”.

 Es ese uno de los graves problemas de la pornografía. Nunca satisface y siempre deja un sabor a “quiero más”, porque es una pseudorelación, es algo vacío. Dios creó nuestras necesidades para que sean suplidas por medio de relaciones reales. Es necesario invertir energía en las relaciones creadas por Dios, cosa que no ocurre en las relaciones construidas sobre el engaño y la lujuria.

 Cuando se trata de lujuria y pornografía, Dios dice: “¡No! Ni siquiera una sugerencia”; porque no podemos ceder a las exigencias de la lascivia y esperar satisfacerla. Siempre crece. De esa manera, la lujuria nos robará la capacidad de disfrutar de una saludable intimidad y del placer sexual real.

 Por eso, no debemos permitir que la pornografía encuentre espacio en nuestra vida. Mark Twain escribió: “Es más fácil quedarse afuera que salir”.[7] Salir de una página de Internet pornográfica es mucho más difícil que permanecer fuera de ella.

 Los cristianos, por lo tanto, deben mantenerse puros y huir de la inmoralidad (1 Cor. 6:18); pensar en las cosas que son puras (Fil. 4:8); amar al Señor Jesucristo, y no agradar los deseos de la naturaleza pecaminosa con relación a su lujuria (Rom. 13:14).

Estrategias de prevención

 Esta sección presenta abordajes para evitar las tentaciones de la pornografía y las principales estrategias de prevención. También incluye ideas prácticas para mantener un ambiente familiar sin pornografía, en que los matrimonios puedan experimentar una intimidad basada en los principios de la Palabra de Dios.

Desarrolla una intimidad saludable

 El sexo es más que un acto físico; de hecho, es el reflejo de una buena relación en todas las demás áreas de la experiencia en pareja. Estudios indican que el acto sexual incluye por lo menos cuatro aspectos distintos que funcionan en conjunto: verbal, emocional, espiritual y físico.[8]

Intimidad verbal

 Eso involucra conocer a nuestro cónyuge por medio de las conversaciones compartidas y del tiempo pasado juntos. Las mujeres, generalmente, quieren conectarse con sus parejas mediante la intimidad verbal antes de que puedan disfrutar del acto conyugal.

 Gary Chapman resalta que cuando se trata de la naturaleza del deseo sexual, la voluntad de la mujer está mucho más relacionada con las emociones que la de los hombres. Si una mujer se siente amada por su marido, ella deseará intimidad sexual con él.[9]

 La intimidad verbal mejora el romance del marido con su esposa. Una encuesta pidió a las mujeres que completaran el espacio en blanco: “Si él fuese más romántico, yo me inclinaría más a…” Las respuestas que el estudio arrojó fueron: “…tener voluntad de estar con él”; “mantenerme más atractiva”; “…descubrir lo que él quiere, ayudarlo a suplir sus necesidades”; “…quedarme con él, en lugar de buscar una nueva pareja”; “… ser bien humorada con él”; y “…relacionarme sexualmente con él”.[10]

 Durante la intimidad verbal, las parejas pueden aprender nuevas maneras de pensar y hablar sobre la sexualidad, y ese es un modo de evitar la tentación de la pornografía.

Intimidad emocional

 Compartir sentimientos profundos entre sí genera intimidad emocional, y es vital para la satisfacción sexual. Bryan Craig resalta que uno de los factores más críticos en el proceso de comunicación es la capacidad de identificar y entender los sentimientos que están siendo expresados. Escribió: “Los sentimientos son la puerta de entrada para el corazón y el alma de una persona”.[11] La conexión con los sentimientos del cónyuge constituye la parte más poderosa del proceso de intimidad, porque trae consigo una sensación de proximidad y vulnerabilidad.[12]

 Eso comprende conversaciones que estén relacionadas con la emoción, con la pregunta: “¿Cómo te hace sentir esto a ti?” Esos diálogos son especialmente significativos para las mujeres. Muchas veces, ellas están más inclinadas al acto conyugal cuando toda la relación es abierta y amorosa, cuando sienten que su esposo entiende y valora sus sentimientos.

 La investigadora estadounidense Louann Brizendine destaca que durante el orgasmo masculino, la oxitocina es liberada hacia el cerebro; en las mujeres, la misma sustancia se libera durante una conversación significativa. Eso quiere decir que puede ser tan emocionalmente agradable para la esposa conectarse con su marido emocionalmente, como es para ella relacionarse con él sexualmente.[13]

Intimidad espiritual

 Nick Stinnett realizó un estudio para la Universidad de Nebraska que fue profusamente divulgado. Después de observar cuidadosamente a centenas de familias que se consideraban saludables, su investigación concluyó que las familias verdaderamente saludables poseen seis características en común. Una de ellas es “una fe personal en Dios compartida”.[14] Otra investigación, realizada por el sociólogo Andrew Greeley, indica que el “sexo frecuente, sumado a oración frecuente, hace matrimonios más satisfactorios”.[15]

 La intimidad espiritual puede ser el más alto nivel de intimidad. Marido y mujer pueden conocerse mejor a medida que ambos se acercan a Dios y lo conocen de manera personal e íntima. Carey y Pam Rosewell Moore resaltan que “el objetivo más importante al orar juntos es que eso mantiene nuestra relación como matrimonio íntima y próxima, y mantiene nuestro corazón abierto delante del Señor como una pareja. Hay mucha rendición de cuentas que no se realiza en nuestra caminata con el Señor y unos con los otros”.[16]

 Desarrollar y mantener una sexualidad saludable es una manera eficaz de evitar la tentación de la pornografía. En el sexo orientado hacia la intimidad, nadie es explotado, degradado o herido. El acto conyugal está libre de vergüenza porque es consistente con los valores, las creencias y los objetivos de vida de cada cónyuge.

Establece límites

 Hay varios límites diferentes que establecemos a lo largo de la vida. Incluyen aspectos emocionales, sociales, de relación, espirituales y físicos; incluidos los límites sexuales. Pía Mellody sugiere que los límites atienden a tres funciones principales: 1) impiden que otros se entrometan en nuestro espacio personal o abusen de nosotros; 2) evitan que invadamos el espacio personal de otros y/o que abusemos de ellos; 3) crean un molde o una estructura que provee la identidad personal que nos define como individuos.[17] Un límite es lo que nos distingue de los otros. Hay varias razones diferentes por las que debemos establecer límites:

Seguridad: Rory Reid y Dan Gray explican que el límite es como una cerca alrededor de una casa, algo que nos protege del exterior, mientras nos brinda un área en la que podemos sentirnos seguros. Cada persona es su propio portero, y determina quién podrá entrar en el recinto solemne y sagrado de su vida.[18]

 Para evitar la tentación de la pornografía, un límite apropiado puede incluir la instalación de filtros de software que bloqueen páginas pornográficas de Internet. Aquellos que superaron con éxito la lascivia se esfuerzan por crear ambientes que los mantengan seguros. La seguridad se encuentra en el establecimiento y el mantenimiento de límites saludables.

Abstinencia

 Tal vez el aspecto más benéfico del establecimiento de límites sea la propia abstinencia; decir “no” a algo, incluida la pornografía. Dennis Frederick ofrece tres pasos para evitarla: “Cuando usted está en la computadora y se siente tentado a mirar pornografía, levántese y váyase de allí. Apártese de la tentación. Lo mismo se aplica a programas de televisión, películas y materiales impresos. Ore, y reprima la pornografía y la tentación en el nombre de Jesús. Diga eso en voz alta. Llame a un amigo o hable con su esposa abiertamente. Debe crear una situación para que usted no esté solo”.[19]

 La cuestión crucial debe ser la siguiente: ¿cuidar de mí mismo es lo suficientemente importante para que yo haga por mí lo que sea necesario para mi cuidado? Robert Bly expresó bien este concepto, al decir: “La creación de un hombre implica hacer que su cuerpo haga lo que no quiere hacer”.[20]

Transparencia

 En el matrimonio, los límites establecidos proporcionan el ambiente propicio para el desarrollo de una intimidad saludable. Los límites para un cónyuge son generalmente más transparentes que para cualquier otra persona. Reid y Gray indican que la transparencia representa cuán bien podemos ver más allá de las paredes que los otros establezcan para protegerse, y cuánto ellos pueden ver más allá de nuestras paredes. Las personas transparentes permiten que los demás vean su verdadero yo.[21]

 Esa transparencia permite que los cónyuges se conozcan más íntimamente. Por otro lado, también crea la vulnerabilidad para ser herido, si uno de los cónyuges abusa de la confianza que se desarrolla en el matrimonio. Eso ocurre cuando alguien cruza la línea que define nuestros límites.[22] Cuando un cónyuge se entrega a la pornografía buscando satisfacción sexual fuera del matrimonio, se vulnera un límite. La confianza es quebrada. El respeto es disminuido.[23]

 Un ejemplo de límite con relación al uso de la computadora puede ser la regla que exige que el marido relate cualquier exposición accidental a la pornografía mientras está on-line. Si fue expuesto y se lo informa a la esposa, esa experiencia puede ser procesada, y pueden establecerse estrategias para evitar nuevas exposiciones.[24] Se establece un buen límite cuando se elimina secretos y se crea una atmósfera de confianza en relación con el uso de Internet.

Rendición de cuentas

 Hay dos razones por las cuales la rendición de cuentas es fundamental:

 La Biblia resalta la importancia de la rendición de cuentas: Salomón escribió:“ Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo!, que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”(Ecl. 4:9-12).

 Esa es la verdad esencial de lo que significa rendición de cuentas. Es estar a disposición uno del otro para el fortalecimiento mutuo y el apoyo, cuando una de las partes está decaída. Es orar y recordar mutuamente la verdadera Fuente de poder contra las tentaciones, incluida la pornografía.

 Investigaciones médicas confirman los aspectos positivos: Richard Swenson resalta que la confesión es terapéutica.[25] Los investigadores llaman a esto “efecto transparencia”. Revelar un problema mejora el bienestar de manera significativa. Relacionado con esto, Santiago declaró: “Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz” (Sant. 5:16). La curación puede ser encontrada en la confesión de los pecados unos a los otros. Por eso, este procedimiento es apoyado bíblica y científicamente.

 Cuando alguien mantiene su estilo de vida en secreto, eso lo transforma en un esclavo de la circunstancia. La única manera de experimentar el poder de Dios es por medio de la confesión, el compartir el asunto y revelar sus heridas. Cuando una persona no necesita esconder más sus pecados, estos pierden mucho de su poder.[26] Hay libertad cuando alguien comparte sus luchas con un amigo confidente.

 Un amigo confidente es alguien que puede amar y dar importancia y, al mismo tiempo, ser absolutamente honesto y firme cuando sea necesario. En su libro The Secret in the Pew, David Blythe indica que un confidente debe atender los siguientes criterios:

  • Tener una relación sólida con Cristo.
  • Estar dispuesto a ayudar y ser accesible cuando sea necesario.
  • Dedicar tiempo para interceder por el amigo.
  • Encontrarse con el amigo regularmente.
  • Ser discreto, y mantener en secreto las cosas que el amigo comparte con él.
  • Ser alguien en quien el amigo confía y a quien respeta.
  • Tener valentía para confrontarlo cuando sea necesario.[27]

 Es extremadamente difícil hablar sobre pornografía, pero debe hacerse. Por eso es importante encontrar un confidente, alguien con quien se pueda ser transparente, una persona que mantenga tus luchas en secreto y te estimule a tomar buenas decisiones.

Matrimonio a prueba de traiciones

 Varios libros y artículos ofrecen consejos prácticos y secretos para mantener el matrimonio libre de las tentaciones de la pornografía. Para tener un matrimonio a prueba de traiciones, deberán seguirse las siguientes directrices y recordarlas semanalmente:

  • Instala filtros que bloqueen páginas pornográficas.
  • Dale todas las contraseñas a tu cónyuge.
  • Enséñale a tu cónyuge a verificar tu historial de navegación en Internet.
  • Vete a la cama en el mismo horario que tu cónyuge.
  • Suscríbete a paquetes de televisión por cable completamente libres de pornografía. En caso de que haya algún canal cuestionable, pide a tu esposa que lo bloquee usando una contraseña que sea desconocida para ti.
  • Evita tiendas que ofrezcan películas con clasificación erótica.
  • Cuando seas tentado, sé inteligente: dirige el corazón a tu casa. Cuando veas una imagen o una persona que te lleve a pensar de manera impura, coloca a tu cónyuge en ese cuadro y controla tus sentimientos y pensamientos con tu cónyuge en mente.
  • Cambia inmediatamente de canal siempre que estés mirando televisión y aparezca algo cuestionable en la pantalla.
  • Únete a un grupo masculino de apoyo e incentivo a la oración.
  • Memoriza diversos versículos de la Biblia sobre pureza y santidad.

 Desarrolla una relación íntima saludable, define límites y utiliza medidas prácticas en contra de la tentación de la lascivia. Al evitar la pornografía, nos apartaremos del camino que podría fácilmente resultar en infidelidad y desastre familiar.

Sobre el autor: director del Ministerio de la Familia para el Estado de Wisconsin, Estados Unidos.


Referencias

[1] Stephen Sapp, Sexuality, the Bible and Science (Filadelfia, PA: Fortress, 1977), p. 7.

[2] Elena de White, El hogar cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), p. 81.

[3] Steve Gallagher, At the Altar of Sexual Idolatry (Dry Ridge, KY: Pure Life Ministries, 2000), pp. 168, 169.

[4] John Piper, Future grace (Sisters, OR: Multnomah, 1995), p. 336.

[5] Ibíd.

[6] H. Ralph Earle Jr. y Mark R. Laaser, The Pornography Trap: Setting Pastors and Lay persons Free from Sexual Addiction (Kansas City, MO: Beacon Hill, 2002), p. 47.

[7] Henry Rogers, The Silent War: Ministering to Those Trapped in the Deception of Pornography (Green Forest, AR: New Leaf Press, 2003), p. 211.

[8] Gary Smalley, Making Love Last Forever (Dallas, TX: Word, 1996), p. 236.

[9] Gary Chapman, Making Love: The Chapman Guide to Making Sex an Act of Love (Carol Stream, IL: Tyndale House, 2008), pp. 10-12.

[10] Lucy Sanna y Kathy Miller, How to Romance the Woman You Love: The Way She Wants You To! (Nova York, NY: Gramercy Books, 1998), p. 189.

[11] Bryan Craig, Searching for Intimacy in Marriage (Silver Spring, MD: General Conference Ministerial Association of Seventh-day Adventists, 2004), p. 74.

[12] Ibíd.

[13] Louann Brizendine, The Female Brain (New York: Morgan Road Books, 2007), p. 15.

[14] Nick Stinnett y John De Frain, Secrets of Strong Families (Nova York, NY: Berkley, 1986), citado en Smalley, p. 243.

[15] Talking to God” Newsweek, 6/1/1992, p. 42.

[16] Carey Moore y Pamela Rosewell Moore, If Two Shall Agree: Praying Together As a Couple (Grand Rapids, MI: Chosen Books, 1992), p. 200.

[17] Pía Mellody, Facing Codependence (New York: Harper Collins, 1989).

[18] Rory C. Reid y Dan Gray, Confronting Your Spouse’s Pornography Problem. (Sandy, UT: Silverleaf Press, 2006), p. 18.

[19] Dennis Frederick, Conquering Pornography: Overcoming The Addiction (Enumclaw, WA: Pleasant Word, 2007), p. 227.

[20] Robert Bly y John Iron, A Book about Men (Nova York, NY: Vintage Books, 1992).

[21] C. Rory y Gray Reidy, Dan. p. 39.

[22] Ibíd.

[23] Ibíd.

[24] Ibíd.

[25] Richard Swenson, The Overload Syndrome (Carol Stream, IL: Nav Press, 1999).

[26] Becky Beane, “The Problem of Pornography”, Jubilee Magazine, verano de 1998, p. 23.

[27] David A. Blythe, The Secret in the Pew (Enumclaw, WA: Pleasant Word, 2004), p. 78.