Las personas solas se sienten generalmente en la periferia de la vida de la iglesia, como resultado el cuerpo de Cristo queda seriamente disminuido.

El ministerio efectivo en favor de los adultos que están solos -viudos, divorciados o solteros- es uno de los más difíciles desafíos que debe encarar la iglesia actual. Aunque las actividades de la iglesia contemplan a los jóvenes, los niños, las familias, las parejas jóvenes y otros grupos de interés especial, las personas solas se sienten generalmente en la periferia de la vida de la iglesia. Muchas vidas hermosas quedan sin nutrirse, y el cuerpo de Cristo queda seriamente disminuido.

Si el pastor ha de satisfacer las necesidades de los no casados, debe entender cuáles son esas necesidades. Debe entender las presiones que enfrenta el adulto no casado y debe echar mano de la perspectiva bíblica para los que viven solos.

Consideremos el dilema del adulto sin pareja. Él o ella se siente aislado y a menudo olvidado por la iglesia por varias razones. Primera, porque el mismo hecho de su soledad frecuentemente crea una inseguridad que le hace difícil manifestar las profundas y variadas necesidades de la gente sola. Además, la persona sola es agudamente consciente de una aparente perspectiva de la iglesia que implica que el éxito y la realización y aun la normalidad como persona sólo se encuentra en el matrimonio. El cristianismo es visto a menudo como un asunto familiar. En consecuencia, la persona sola tiene dificultades para identificarse totalmente con la vida de la iglesia.

Segunda, porque la iglesia está orientada hacia las parejas y las familias, especialmente en su aspecto social. Cuán a menudo, inocentemente, la iglesia planea cenas, actividades de fin de semana o reuniones sociales para parejas y familias, sin pensar, ni por un momento, en los miembros solos, que circulan por la periferia de la actividad, o la evitan enteramente, y sienten sus corazones apesadumbrados y solitarios porque no pueden integrarse realmente. Sin saberlo, la iglesia muchas veces ha conformado su vida de una manera que inhibe la participación del que está solo, desatendiendo así necesidades importantes y vitales.

En algunos lugares se han creado organizaciones para adultos solteros a fin de contemplar las necesidades que la iglesia no ha satisfecho o no puede satisfacer. Desafortunadamente, estos grupos han desarrollado a menudo una imagen pública de servicios de concertación de citas. Nuevamente, la implicación es que la realización personal está basada en el matrimonio. Si el vivir solo es la enfermedad temible de la vida, entonces el matrimonio es indudablemente la cura.

¿Es extraño, entonces, que los solteros rehúyan la vida, desilusionados porque han fracasado al no encontrar la prometida “marmita de oro” al final del pasillo de la iglesia?

Las organizaciones para solteros, a causa de su reputación de servicios de concertación de citas, arrostran una tremenda presión que va desde el escepticismo de una vasta porción de la iglesia hasta la atracción de intereses no deseados y la alienación de muchas personas solitarias que necesitan desesperadamente la compañía que tal organización les ayudaría a conseguir.

Tercera, porque el pastor de iglesia generalmente encuentra difícil ministrar al adulto sin pareja. Puesto que el ministerio entre las personas solas casi siempre se centra en relaciones y necesidades sociales, el pastor desea protegerse a sí mismo de peligros reales o potenciales para su ministerio y reputación, y así se aparta cautelosamente de la participación en un ministerio personal con los adultos solos.

En el ministerio público las actividades de la iglesia tienden a centrarse en torno de la juventud y la familia o alrededor de los solteros como grupo aislado. Ambas situaciones apartan sustancialmente a la persona sola del corazón de la iglesia. Tal vez el área más crítica en el ministerio a los solos es la propia actitud del pastor. Demostrar insensibilidad hacia cualquier porción de la grey es una violación del sagrado llamado al ministerio. El buen Pastor dejó 99 ovejas en la seguridad del redil y fue a buscar una oveja sola. De la misma manera, a los pastores les ha sido dada la tarea de ministrar a todas las ovejas descarriadas -independientemente de su estado marital.

El impacto de la desaprobación de la sociedad (para no mencionar el de la iglesia) puede ser devastador para el no casado. Note los efectos en cuatro relaciones básicas:

1.    Relación de tiempo. El adulto que está solo encuentra difícil vivir en el presente en forma vibrante. Si nunca se casó tiende a sentirse incompleto. Le roba la belleza al presente por promover relaciones importantes o amistades para el futuro. Si la muerte ha roto su matrimonio, vive en el mundo sin retomo del ayer. La persona divorciada a menudo se convierte en prisionera del tiempo, encerrada en un presente fragmentado, rechazando y lamentando un amargo pasado y temiendo y esquivando un dudoso futuro. En todos los tiempos la vida se estrecha en perspectiva y disminuye en valor en forma drástica.

2.    Relación humana. La persona sola lucha por construir una relación humana significativa. Cuando el matrimonio es la prioridad, cada relación es vista a través de “matrimonios” -anteojos teñidos de matrimonio. Aun las amistades casuales se clasifican como potenciales o no para un noviazgo. Las amistades se cargan de expectativas que las desangran de su espontaneidad y natural regocijo. Por otro lado, se evitan las amistades estrechas entre personas solas del mismo sexo, por el temor de ser clasificadas como homosexuales o lesbianas. También la amistad con parejas casadas es un problema para el adulto solo, porque su presencia puede significar una silenciosa amenaza. De esa forma, la soledad a menudo camina en sus zapatos…

3.    Relación consigo mismo. Encontrando cada vez más remota la oportunidad de relaciones ínterpersonales significativas, la persona sola es propensa a tener una muy pobre relación consigo misma. Con el sentimiento de ser la quinta rueda, va creciendo en ella la insatisfacción consigo misma. La duda y la inseguridad se toman sus más cercanas compañeras.

Las irreflexivas bromas de “solterona” o “solterón empedernido”, acentúan el problema. En una especie de profecía autocumplida, la persona sola se encuentra a sí misma conformándose gradualmente con el papel que a menudo desprecia. Cuanto más percibe el matrimonio como la fuente y sustancia de la felicidad, más se profundiza su rechazamiento de sí misma como parte valiosa de la sociedad.

4.    Relación con Dios. La desvalorización de sí mismo que se nutre de la distorsionada ecuación matrimonio-felicidad es devastadora para la relación con Dios. El soltero tiende a culpar o a reprochar a Dios por privarlo de esta importantísima faceta de la vida, por permitir las circunstancias que destrozaron un matrimonio o por la ausencia de candidatos potenciales. Frecuentemente se usa la religión como un analgésico espiritual-emocional. Los ejercicios espirituales se convierten en una terapia de evasión y la oración en un ensayo de autocompasión.

La condición de solo se convierte en un problema cuando las actividades sociales y personales distorsionan la relación de uno con el tiempo, con las amistades humanas, consigo mismo y con Dios, y lo dejan convencido de que la infelicidad y la condición de solo son íntimas compañeras.

La perspectiva bíblica

¿Qué dice Dios acerca de la fuente y sustancia de la felicidad humana?

El punto de vista bíblico revela que la realización en la vida no viene a través del matrimonio, sino de conocer y hacer la voluntad de Dios y de vivir en íntima amistad con él, encontrando y llenando así el lugar de servicio que Dios designe. El salmista dice acerca de Dios: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (Sal. 16:11).

Jesús mostró que los individuos verdaderamente felices y bienaventurados son aquellos que buscan en Dios las soluciones de sus necesidades (Mat. 5:3-9). Se promete la plenitud del gozo para aquellos que tienen una relación de dependencia y comunicación con Dios (Juan 16:24). Amor, alegría y paz son los frutos que muestra el que está lleno del Espíritu (Gál. 5:22). La felicidad viene de vivir una vida de amante servicio, caracterizada por la humildad de Jesús (véase Juan 13:17).

La Biblia no dice que el matrimonio es el cimiento de la felicidad y del éxito. La Biblia honra y exalta el matrimonio, el cual fue instituido por Dios mismo. Cuando está caracterizado por principios de amor desinteresado, ese don divino puede ser una tremenda bendición, virtualmente una inacabable fuente de gozo. Pero Dios nunca intentó que el hombre busque en el matrimonio una realización que puede venir sólo de la relación con él.

Entonces, ¿qué sucede con la soltería? Cuando Jesús puso énfasis en la naturaleza ligatoria del contrato matrimonial al delimitar las bases para el divorcio, los discípulos respondieron: “Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mat. 19:10). Ellos se dieron cuenta de que el casamiento podía no ser el mejor estado de vida para todo el mundo. La soltería es mejor que un matrimonio destructivo. Permanecer solo puede ser en verdad el mejor estilo de vida para algunas personas.

Note la significativa respuesta de Jesús: “No todos son capaces de recibir esto [permanecer solteros], sino aquellos a quienes es dado” (vers. 11). El no corrigió la aseveración de los discípulos. Antes, Jesús afirmó su conclusión de que el matrimonio no es para todos. Pero tampoco lo es la soltería. Esto es para quienes acepten la dirección de Dios en este aspecto. Es para aquellos a quienes les es dado. La soltería para el cristiano, entonces, no es un problema, sino un don.

Pablo comenta: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro” (1 Cor. 7:7).

El don está basado en la disposición de recibirlo (Mat. 19:11), en la adecuación a la soltería (1 Cor. 7:9), y en la elección (Mat. 19:12). La soltería puede ser un don temporario -el cual más tarde sé cambiará por el don del casamiento-, o puede ser un ministerio especial a través de toda la vida. En último término, la vida es buena y plena cuando es vivida como un don, reconociendo a Dios como al Dador. Cuando percibimos que el amor de Dios hacia nosotros va más allá de lo que podría ir cualquier amor humano, y que él elegirá para nosotros muchísimo mejor de lo que nosotros podríamos escoger por nosotros mismos, entonces viviremos cada día en plenitud como un don especial de Dios.

Liberada de la opresiva responsabilidad de determinar su propio destino, la persona sola puede gozosamente aceptar el don de Dios para el presente, confiada en que su sumisión misma resultará en una vida que es verdaderamente la mejor posible.

“Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudamos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un Padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios… Solamente un día es nuestro, y en él hemos de vivir para Dios. Por ese solo día, mediante el servicio consagrado, hemos de confiar en la mano de Cristo todos nuestros planes y propósitos, depositando en él todas las cuitas, porque él cuida de nosotros” (El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 85, 86).

Dios tiene una solución para el problema de los que están solos. Cuando acudimos a él rendidos incondicionalmente, dispuestos a creer cada cosa que él dice, dispuestos a aceptar cada dádiva que él ofrece, y dispuestos a hacer cada cosa que él pide, sin reservas, encontramos que esa fuente de regocijo nunca se seca.

Dándonos a Dios es como recibimos nuestra dádiva. Es aceptando la dádiva como comprendemos el significado de una vida nueva. “Si buscamos a Dios y nos convertimos cada día; si voluntariamente escogemos ser libres y felices en Dios; si con alegría en el corazón respondemos a su llamamiento y llevamos el yugo de Cristo -que es yugo de obediencia y de servicio-, todas nuestras murmuraciones serán acalladas, todas las dificultades se alejarán, y quedarán resueltos todos los problemas complejos que ahora nos acongojan” (Id., pág. 86).

Conversión, no diversión o concertación de citas, es la desesperada necesidad de la persona sola. Conversión, no diversión, debe ser el punto de partida del ministerio de la iglesia para los solos. Conversión, nutrida por una profunda camaradería espiritual y social que una los corazones quebrantados que todos tenemos, debe ser la primera prioridad de todo pastor.

Sobre el autor: Noel Cameron Gardner es estudiante del Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos.