Uno de los mayores privilegios de hoy es ser un pastor de Jesucristo durante estos últimos días, precisamente antes de la venida de Cristo. Hemos de ser los siervos especiales de Dios. Uno de los mayores desafíos dados a los cristianos se encuentra en 2 Corintios 5:17-21, donde se nos dice que si estamos en Cristo somos nuevas criaturas, y todas las cosas son hechas nuevas. Se nos dice que Dios nos ha reconciliado consigo mismo por Jesucristo y nos ha dado el ministerio de la reconciliación. Somos entonces llamados a ser embajadores de Cristo. Ser embajador de Cristo es hacer la voluntad de nuestro Maestro y llevar la reconciliación dentro y fuera de la iglesia. Por medio del poder de Dios éste es el trabajo del pastor.

Pablo aconsejaba a Timoteo y a todos los pastores al decir: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado” (2Tim. 2: 15). Como un pastor que no necesita ser avergonzado, porque es alguien que conoce la Palabra de Dios. Dios espera de nosotros como pastores lo mejor. En Colosenses 3: 23 leemos: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. En la obra de Dios no ha de haber esfuerzos a medias. Pablo nos dice en 1 Corintios 10:31 que cualquier cosa que hagamos, debiéramos hacerlo para la gloria de Dios. Un pastor debe trabajar duro, correr por el premio, para obtener, como dice Pablo, una corona incorruptible. Él nos amonesta a ponernos bajo sujeción y control, de tal forma que nuestro ejemplo sea lo que debe ser para los demás.

La tarea real de un pastor es la de ser un siervo, alguien que se da a sí mismo. Para hacerlo, usted debe estar cerca de Dios. Debe practicar lo que Juan 1: 12 nos dice. Debe recibir a Cristo diariamente y, entonces, tendrá el poder de ser un hijo de Dios, un pastor de Dios. Filipenses 4: 13 nos dice que todas las cosas son posibles por medio de Cristo que nos fortalece. Un pastor ha de ser un líder que trabaja bien con la gente y hace de ella un grupo. Filipenses 2: 14, 15 nos indica que debiéramos hacer las cosas sin quejas ni disputas. Hemos de ser “…irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa”. Hemos de ser uno con Dios y con Cristo de tal forma que podamos ser uno, como Jesús oró en su oración de la unidad que se encuentra en Juan 17. La unidad de nuestra iglesia sólo puede ser hallada mientras estamos conectados con Jesucristo.

Un pastor debe ser una persona bien equilibrada, alguien que tiene conocimiento y experiencia en muchas y diferentes áreas de la vida. Nuestras vidas pueden ser comparadas a las patas de una mesa. Si una de esas patas no está completa, o está quebrada, entonces toda la mesa es muy poco útil. Un pastor debe ser un buen administrador y pastor del rebaño. Debiera tomar cuidado de visitar y conocer bien a aquellos con quienes trabaja. Un pastor debe ser un predicador, alguien que sigue la orden de Cristo presentada en Juan 21:16: “Apacienta mis ovejas”. Un pastor debiera estudiar para preparar un buen alimento espiritual como predicador. Un pastor debiera ser una evangelizador. La evangelización no ha de ser dejada a unas pocas personas. La Biblia nos dice en 2 Timoteo 4: 5 que debiéramos hacer la obra del evangelista. Esta es nuestra razón de ser. Es la sangre vital de la iglesia: el compartir las buenas nuevas de salvación por medio de Jesucristo. Un pastor debiera tener buena salud y ser capaz de ayudar a otros con su salud. Nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo. La salud y la vida espiritual de un individuo están estrechamente relacionadas. 3 Juan 2 dice: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Un pastor debe cuidar su propia salud y la de otros. Un pastor debiera tener una mente bien desarrollada. Como dice 2 Timoteo 2: 15, debiera vivir para ser aprobado por Dios. Un pastor debiera mostrarse preocupado por ciertos problemas sociales de los individuos, siguiendo el ejemplo de Jesús, cuyo ministerio fue explicado en Lucas 4: 18. Jesús, predicaba el Evangelio a los pobres, sanaba a los quebrantados de corazón, traía liberación a los cautivos, y devolvía la vista a los ciegos, y ponía en libertad a los oprimidos. Esta ha de ser la obra de un pastor por medio del poder de Jesucristo. Un pastor tiene que tener una vida personal que sea un ejemplo santo. Su vida espiritual debiera ser una experiencia vital. No debiera ser un pastor “tipo Mar Muerto”. El Mar Muerto en Palestina siempre recibe, pero nunca da. Nada sale del Mar Muerto. Está tan lleno de sal que usted puede sentarse en sus aguas y leer el diario sin hundirse, porque está constantemente recibiendo y nunca dando. Nunca sea un pastor tipo “Mar Muerto”. A medida que usted recibe, dé a otros. Su vida familiar y personal debe ser un ejemplo para los que lo rodean. Un pastor debe estar motivado a hacer la voluntad de Dios. No motivado por el orgullo personal o la seguridad del trabajo o la educación, sino que un pastor debe obtener su poder y su comisión de Dios. Como Mateo 28:19 y 20 nos dice que vayamos a todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles que observen las cosas que Dios les ha mandado. El Señor termina ese texto con una maravillosa promesa, y ésta es que siempre estará con nosotros.

El Espíritu Santo puede darnos la motivación y el poder que necesitamos si nos mantenemos cerca de nuestro Salvador. Un pastor debiera ser siempre motivado por ciertos ideales que tiene para el futuro. Pida a Dios que le ayude a planear su día, su mes, su año. No espere que algún otro le diga lo que tiene que hacer. Manténgase adelante de sus dirigentes y de su pueblo, pero cerca de Jesús. El le dará los blancos y la motivación correctas. No hay tiempo para sentarse y esperar hoy, porque Jesús viene muy pronto. Hemos de creer en las palabras de Cristo que se encuentran en Juan 9: 4, y tomar estas palabras como nuestro lema. Jesús dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Mis amigos, hemos de trabajar ahora, porque la noche viene.

Nada puede tomar el lugar de una buena planificación para el futuro. Como pastor, usted debiera planear todo lo que concibe que realizará el próximo año. Debiera hacer una lista de lo que va hablar en sus sermones con tanta anticipación como sea posible, quizá el temario para todo un año. También debiera hacer una enumeración cuidadosa de las actividades que desea cumplir el mes próximo. Mantenga una lista diaria de las cosas por hacer. Use esas listas. Ordene las cosas que debe hacer por orden de prioridad, y ataque cada tarea con seriedad. Use sabiamente su tiempo. Todos tenemos 24 horas. Cada hora es un precioso don de Dios.

Había un ejecutivo de una compañía que deseaba mayor eficiencia, por lo que contrató a un experto para que le enseñara a ser más eficiente y hacer que más cosas se pudieran hacer en un período más corto. El experto le dio una idea, una idea muy sencilla. Le dijo: “Escriba todos los proyectos que desearía cumplir. Luego establezca sus prioridades. Ponga en orden de importancia las tareas que a usted le gustaría cumplir con mayor empeño”. Luego agregó: “Envíeme el pago por lo que usted crea que vale”. En otras palabras, el experto no le cobró en ese momento, sencillamente le dijo: “Tan sólo pruebe esto y vea cómo funciona”. En unas pocas semanas el experto recibió un cheque por una asombrosa suma de dinero (25.000 dólares). El ejecutivo de esa compañía había aprendido un secreto muy simple pero exitoso.

Como pastor, mantenga listas cuidadosas para hacer y cumplir, poniendo en primer lugar las cosas más importantes. “No deje para mañana lo que pueda hacer hoy”. Pida que Dios le ayude a planear bien su trabajo.

Un pastor ha de hacer las cosas en forma ordenada. Nuestro Dios es un Dios de orden. Haga su trabajo administrativo en forma cuidadosa y ordenada. Cuando visite, o tenga que conversar con diferentes personas, o buscar solución a algunos problemas de las personas, hágalo en forma ordenada. Sea conocido como alguien estable y sólido, un pastor en quien la gente pueda confiar. En su trabajo, aprenda a apoyarse en sus compañeros y en los miembros de iglesia. Delegue su trabajo en los miembros de la iglesia. Use la gran fuerza de los laicos, tanto como sea posible. Trabaje como equipo, no trate de hacer todo usted solo. Pero no vaya a los extremos y dependa de la iglesia para todo, porque, ¿quién realmente es la iglesia? La iglesia somos nosotros, todos nosotros trabajando bajo la supervisión de Dios. Un pastor debiera exigirse hasta el límite con el poder de Dios. Ciertamente debemos cuidar nuestra salud física, mental y espiritual, pero Dios espera que usemos al máximo cada talento y habilidad que nos ha dado.

Usted conoce la parábola de los talentos, que se encuentra en Mateo 25:14-30. La historia de cómo un hombre acaudalado salió de viaje y dio diferentes talentos a sus siervos. Al regresar felicitó a los dos siervos que habían incrementado su inversión, y reprochó a aquel que no hizo nada sino que se aferró a lo que tenía. Como pastores, desafiémonos a exigirnos hasta el límite con el poder de Dios, de tal forma que usted pueda ser un pastor de quien Dios puede decir: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).

En cierto país vi un letrero interesante en un camión que pasaba. Aparentemente el camión pertenecía a cierto Ministerio del Gobierno. El nombre del ministerio era extremadamente interesante. En verdad, ese nombre debiera ser un lema para cada ministro, como debiera ser el lema para la obra de los pastores. El nombre resultó ser “Ministerio de Acción, Desarrollo y Progreso”. Cada uno de nosotros deberíamos ser desafiados a ser un pastor de acción, de desarrollo y de progreso en la obra de Dios. Sea un auténtico embajador de Cristo. Sea un fuerte Caleb o un Josué. Ellos no estaban avergonzados de creer en el poder de Dios. Trajeron un buen informe. Los desafío como pastores para que hagan lo mismo. No se desanimen, ni se quejen, pero por la gracia de Dios, traigan siempre de vuelta un buen informe. Estamos cerca de la Tierra Prometida. ¡Jesús viene pronto! Nunca renuncie a sus importantes responsabilidades como pastor. Pida a Dios que le dé la perseverancia que necesita para cumplir la tarea que Él le ha dado.

Se pidió a Winston Churchill, el bien conocido primer ministro inglés, que hablara en la escuela a la que había asistido de pequeño. Probablemente antes de hablar fue presentado con una larga y grandiosa introducción por el director de la escuela. Ciertamente todos esperaban un largo y vibrante mensaje. Pero Churchill avanzó tranquilamente hacia el estrado, observó a su auditorio y dijo entonces: “Nunca se desanimen. Nunca se desanimen. Nunca se desanimen. Nunca… nunca… nunca… nunca…” Entonces se sentó.

Quiero desafiarlos como pastores a no desanimarse nunca, ni renunciar a su sagrada responsabilidad, ni abandonar la obra de Dios. Nunca renuncie a estar cerca de su Salvador. En 2 Timoteo 4 Pablo nos dice: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina… Sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”. Luego el apóstol añade: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí sino a todos los que aman su venida”.

Mis compañeros pastores, creo que Jesús viene pronto. Lo creo esto con todo mi corazón. Y si usted es uno de los que aman su venida, que espera que Jesús regrese, usted estará ocupando el tiempo con el Señor cada día, de tal forma que reconocerá a su Padre en el cielo y dará la bienvenida a Jesús cuando regrese.

Una vez, un muchachito llegó corriendo a un muelle situado a la orilla de un río. Esforzó sus ojos para mirar a través del río, como buscando algo. Un pescador que estaba cerca observó al muchacho. Entonces el jovencito vio algo a la distancia. Empezó a saludar y a saltar. El pescador podía ver que era un barco y dijo al muchacho: “¿Crees que vas a cambiar la dirección del barco saludando y saltando?” El muchacho no dijo nada, sino que continuó saludando. Lentamente aquel barco comenzó a dirigirse al muelle. Y ante el asombro del pescador se detuvo e hizo bajar una escalera hacia el muelle. El muchacho subió por ella, y mientras el barco se alejaba, el niño gritó al pescador: “Señor, el capitán de este barco es mi padre”.

Mi compañero pastor, lo desafío a hacer de su Padre en el cielo el capitán de su barco. Lo desafío a predicar la palabra, a hacer la obra de evangelista, a dar plena prueba de su ministerio y humillarse a sí mismo ante Dios y su pueblo. Lo desafío a entregar su vida personal en las manos de Dios, y por la gracia de Dios usted será un pastor poderoso.