JESÚS BUSCÓ SIMPATÍA HUMANA

Habrá momentos en los cuales el evangelista llegará a sentirse muy solo y deberá estar preparado para soportarlos. Esa sensación de soledad absoluta lo asaltará no sólo cuando viaje y extrañe su hogar. También lo acosará en su trabajo.

Podrá sorprenderlo en la calle, mientras esté haciendo visitas. Quizá eche una mirada a la luna y desee estar con su familia, en lugar de hallarse buscando a los perdidos a altas horas de la noche. Pero debe cumplir su sagrado deber. O quizá pueda sobrevenirle cuando alguien rechace con aspereza sus esfuerzos destinados a ayudarlo y salvarlo.

Se sentirá tentado a abandonar al tal a su destino y a salir de su huerto del Getsemaní.

Sin embargo, debe estar dispuesto a soportarlo todo. El Salvador esperó que alguno lo auxiliara pero “no había quien ayudara” (Isa. 63:5). Habrá ocasiones en las cuales su atribulado corazón se sentirá terriblemente oprimido por la situación de aquellos que no cuidan de sí mismos. Esa impresión de soledad total lo acometerá cuando se levante entre los vivos y los muertos llamando a los hombres al arrepentimiento. En tales momentos no podrá prestarle ayuda ninguna potencia humana, y usted se sentirá completamente aislado de amigos y enemigos. Solamente podrá esperar el auxilio de Dios, aunque la presencia divina permanece oculta a los ojos humanos. Los llamados para tomar decisiones desgarrarán su corazón.

Recuerde que ningún alma nace en el reino de Dios sin esfuerzo y sin sufrimiento. Usted no podrá ascender el Monte Sion si no ha recorrido antes el valle, o si no ha agonizado en el Getsemaní. Todo evangelista debe vivir y soportar ese sentimiento de desamparo hasta aquel día en el que pueda deponer la carga y escuchar las palabras: “Bien hecho”.

DEPRESIÓN Y EUFORIA

Aprenda a sobrellevar el fracaso y el buen éxito. Sólo deberá estar prevenido para no dejarse arrastrar a los extremos de la depresión cuando se presente un aparente fracaso, o del júbilo excesivo cuando el éxito parezca extraordinario. Procure mantener una actitud equilibrada. Sus nervios no podrán soportar por mucho tiempo toda postura extremada y con el tiempo llegará a ser víctima de la depresión.

Sea humilde y agradecido cuando Dios le conceda buenos resultados. Sométase humildemente cuando su suerte parezca ser a veces el fracaso. Usted ha obrado lo mejor que pudo. Y es el mismo Dios el que lo ayudó en ambos ciclos.

Comprenda que el Señor está mucho más interesado que nosotros en que la ganancia de almas tenga buen éxito. Por lo tanto, confíe en él aunque se encuentre en el valle o en la cumbre. Un evangelista taciturno deprime a los hombres, defrauda a Dios, alegra al diablo y es un dolor de cabeza para su esposa.

Sea entusiasta y optimista: crea que el fracaso a veces es lo mejor. Usted debe tener un corazón ardiente, un entusiasmo resistente a todo enfriamiento, una energía abundante.

TÓMESE TIEMPO PARA NO HACER NADA

Extraño consejo para un futuro evangelista, ¿verdad? No, de ningún modo. Usted deberá tomarse tiempo para descansar. Haga caminatas, practique natación o remo. No interesa qué ejercicio realice. Lo que importa es que le dedique tiempo.

Pase algunos momentos con su esposa y sus hijos. Ellos tienen derecho a una parte de su vida y usted necesita de la compañía de los suyos. Cuando salga de paseo deje a un lado sus preocupaciones y sus cuidados. No tema, no se perderán. Volverá a encontrarlos a todos cuando regrese. Aparte ese día y goce de la vida haciendo cualquier cosa, o bien no haciendo nada más que disfrutar de la compañía de su esposa, de sus hijos y del ambiente que le ofrece la naturaleza. Goce de la vida ahora, hoy. Así podrá ser mejor evangelista mañana.

AFÍRMESE SOBRE SUS PIES

Un evangelista no puede doblegarse ante el soplo de toda brisa. Pocas personas reciben tanto consejo gratuito como él. Si usted presta demasiada atención a cada sugerencia y a cada crítica perderá la fibra y la osadía tan necesarias en el evangelismo militante.

Evalúe las sugerencias y las críticas. Cuando note que alguna observación se repite, piense que quizá sería mejor modificar un poco sus procedimientos. Pero si titubea procurando acomodar su conducta al parecer de cada consejero, perderá mucho tiempo en llegar a su meta y se aturdirá tratando de alcanzarla.

Predique según su estilo. Sea usted mismo. Muchos le dirán qué debe predicar y qué no debe mencionar, pero no sea demasiado débil. En sus conferencias el evangelista no sólo debe hablar de temas sociológicos o psicológicos. Es un atalaya que vela en las murallas de Sion y debe dar con vigor, con poder y entusiasmo su mensaje de advertencia y reprensión, de consuelo y solaz. Debe presentar sus temas en forma equilibrada.

Obre, bajo la dirección de Dios, de la mejor manera que pueda y esté siempre alerta para captar ideas nuevas y progresistas.

PREPÁRESE, ALÍSTESE

¿Qué preparación debo hacer ahora para mi futuro como evangelista? Es una pregunta interesante. A continuación, le ofrezco varias sugerencias sencillas.

Saque todo provecho posible de la carrera que está estudiando. Algunos temas pueden parecer poco prácticos, pero son parte de la cultura y de la preparación necesarias para la vida y el servicio. Por lo tanto, acabe las asignaturas correspondientes a su curso. Sea práctico en su preparación y en su búsqueda de ayuda: recuerde sus rodillas y dóblelas.

Aprenda dactilografía, aunque le acrediten o no el haber cursado la materia. También sería muy bueno que estudiara algo de taquigrafía. Aprenda a hacer letreros y carteles. Estudie electrónica, por lo menos para saber cómo manejar un sistema de micrófonos y altavoces. Y aprenda algo de mecánica del automotor. Ahorrará dinero y su esposa pensará que se ha casado con todo un hombre.

Haga bastante ejercicio, desarrolle un físico resistente. Le hará falta todas las veces que deba cargar y descargar su equipo de evangelismo, o instalar su auditorio o su hogar móvil. Necesitará tener espaldas fuertes además de una mente hábil.

Aprenda un poco de electricidad. En su vida de evangelista este conocimiento le servirá de muy diversas maneras. En nuestros días todo, con excepción de su cuerpo, se mueve gracias a la electricidad o a los motores de combustión interna. Sea práctico.

En la vida usted tratará con gente amiga de bujías, fusibles y caños mucho más que con Shakespeare, Sócrates y Sófocles. Indudablemente, usted conoce a estos últimos, pero ellos no le servirán de ayuda cuando deba destapar una cañería obstruida.

Lea mucho y aprenda a hacerlo rápidamente. Entresaque lo más importante sin perder demasiado tiempo. Y cuando termine su curso no piense que tiene el deber de leer todo libro que le ofrezcan.

COLECCIONE

Coleccione ideas. ¿Por qué un orador crea interés y otro nos hace dormir? Trate de descubrir qué clase de orador desearía ser, y entonces ¡séalo! En otros términos, procure comprender ahora cuáles son las formas correctas y las incorrectas de acercarse al público y de retener su atención de manera práctica e interesante.

Coleccione ilustraciones. No presente las extraídas de los libros, sino las de la vida misma y del ambiente en que se encuentra. Manténgase atento: las hallará a su alrededor en la naturaleza, en la lectura, en la vida diaria.

Colecciones volantes. Coleccione avisos publicitarios. Algunos son buenos. Otros son de escaso valor. (¡De estos últimos puedo ofrecerle cualquier cantidad!) Una de las mejores sugerencias que puedo hacerle es que coleccione sermones de otros evangelistas. La lectura y el estudio de los mensajes de otros hombres estimularán sus propias ideas. Reúna todo el material que pueda, todos los sermones vivientes pronunciados por otros evangelistas. La sola lectura de esos sermones inflamará su alma, pues existe gran diferencia entre la predicación didáctica erudita, o las presentaciones pastorales y un mensaje evangelizador ardiente y vibrante que puede y debe conmover el corazón de todo oyente.

COMIENCE YA CON LA PREDICACIÓN EVANGELIZADORA

Si, ahora. Consígase ya una carpa, o un salón. Dicte un ciclo de conferencias. Quizá no logre la conversión de una sola alma. Pero habrá dado un gran paso hacia adelante. Habrá creado sermones, habrá aprendido a hacer visitas, habrá comenzado a aprender cosas que no sabía, habrá roto el hielo.

Si las primeras series de conferencias parecen ser un fracaso no se le ocurra pensar que no ha sido llamado a ser evangelista. Persevere y añádalas a su experiencia. Ponga más fervor y celo en los ciclos siguientes. Avance constantemente, aunque deba hacerlo paso a paso. Tome usted la iniciativa en la lucha contra el maligno. Sea audaz por la causa de Dios y no dé el brazo a torcer, no abandone su obra. Recuerde que si quiere obtener éxito alguna vez, debe estar dispuesto a aceptar el fracaso.

Asista a todos los ciclos de evangelización que pueda. Si debe hacer largos viajes para escuchar a otro orador, no vacile: hágalos. Preste atención a los aspectos favorables y desfavorables de esas presentaciones y retenga las diversas ideas qua puedan atraer al público. Pórtese como coleccionista en toda oportunidad. Nunca piense que ya ha gastado todos sus recursos. Continúe experimentando nuevas ideas y nuevos planes. Las cosas que “no sirven” con frecuencia dan buenos resultados. Si tiene una buena idea, póngala en práctica. ¡Atrévase a probarla!

¿CÓMO?

Sí, ya sé lo que va a decir: “¿Cómo lograré un llamado para ser evangelista?”

No lo va a conseguir. Vuelva al ejemplar de septiembre-octubre de 1972 de esta revista y lea nuevamente la primera página del presente artículo. Ningún hombre recibe el llamado para ser evangelista por el voto de determinada junta. Simplemente puede dejar de votarse su nombre para tal cargo. Las juntas llaman a veces a un evangelista, pero éste ya lo es, ya ha desempeñado esa función.

Son muy pocos los que se inician en la obra dedicándose totalmente al evangelismo. Cuando finalice sus estudios es más probable que pongan a su cargo una iglesia o un distrito pequeños. Esa es su oportunidad.

¿Todavía desea ser evangelista? Pues ¡séalo! No espere a que la junta vote el nombre de tal o cual hermano para la

realización de un ciclo de evangelización. Tome usted la iniciativa. No espere hasta poder contar con un gran presupuesto, con un instructor bíblico o un director de música. No los conseguirá hasta que haya dejado correr bastante tiempo.

Láncese a la tarea en un salón, en una vieja carpa, en cualquier parte. Pero ¡predique, predique, predique! Si no encuentra disponible ningún salón, salga a las orillas del Jordán y hable de lo que tiene en su corazón. Alguno se acercará para escucharlo. Yo sé que Jesús lo hará.

Persevere, persevere siempre. “¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor. 9:16). Debo predicar, tenga buen éxito o no. El Evangelio del reino debe ser predicado en todo el mundo.

Entonces, para ser evangelista, predique constantemente. Y si usted pone su corazón en la obra de ganar almas y de buscar a los perdidos, algún día los hermanos dirán en alguna junta: “¡Pongámoslo en el campo para que ayude a algunos de nuestros hombres en su programa de ganancia de almas!”

ID

En este momento su esposa le alcanza la correspondencia.

Entre todas las cartas hay una del presidente de la asociación:

“Apreciados Juan y Susana:

“En el día de ayer la junta de la asociación estudió diversos problemas de nuestro campo. Creemos que nuestra asociación debe adoptar una actitud más vigorosa y directa en lo que toca a la ganancia de almas.

“Los hermanos han decidido que usted dedique todo su tiempo a la obra de evangelización. Estamos seguros de que este desafío despertará su interés y que usted le dispensará su más ferviente consideración. . .

“Firmado …………………..”

Ahora usted es ¡por fin! un evangelista de tiempo completo. Alguna noche desearía estar presente en sus reuniones para descubrir nuevas ideas y obtener renovada inspiración.

Algún día la obra se acabará. Anhelo la llegada de ese día. Estoy un poquito cansado pues he estado trabajando activamente en la obra del Señor durante 42 años y ansío llegar al hogar. Me siento muy feliz de darle la bienvenida al campo del evangelismo. Apresuremos la terminación de la obra pues “la noche viene, cuando nadie puede obrar” (Juan 9:4). (Fin de la serie.)