Muchos pastores están dirigiendo amplios distritos constituidos por tres, cuatro o más iglesias, con poca o ninguna ayuda de la Asociación en lo que respecta a ayudantes o directores de música, y con un programa repleto que les consume todo el tiempo. Anhelan en su corazón realizar obra evangélica, alcanzar a los perdidos de su vecindario y predicarles la verdad. Y no obstante, cuando piensan en tal programa, muchas preguntas acuden a su mente. “¿De dónde sacaré tiempo? ¿Cómo puedo trabajar con un presupuesto tan pequeño para obra evangélica? ¿Qué les ocurrirá a mis iglesias si las abandono y me dedico a predicar?

¿De dónde sacaré tiempo?

 Como pastores, ¡debemos encontrar tiempo! Dejando de lado la presión de nuestro programa cotidiano, debiéramos hacer planes para celebrar una serie, de reuniones evangélicas y nada debiera impedirnos hacerlo. Si permitimos que los programas rutinarios de la iglesia, por buenos (pie sean, nos aten de tal manera (pie no podamos romper sus lazos para predicar el Evangelio a los perdidos de nuestro vecindario, estamos dejando de hacer la tarea que el Señor nos señaló.

 Son muchos los que han fracasado en las distintas actividades de la vida porque han considerado una y otra vez los obstáculos que yacían en el camino de las realizaciones de una determinada tarea, hasta ser aplastados por ellos, y nunca se aventuraron a hacer nada y nada obtuvieron. Absolutamente nada debiera impedir a los pastores que prediquen el Evangelio a los perdidos.

¿Cómo puedo cuidar mis iglesias?

 El evangelismo público de un distrito requiere la organización cabal de la obra en la zona y mayor utilización de los talentos de los dirigentes laicos. El esfuerzo evangélico puede ocupar la mayor porción del tiempo del pastor del distrito, tanto de día como de noche. Los ancianos locales, entonces, pueden ocuparse de la reunión de oración. Déseles a los ancianos y a los diáconos la responsabilidad de visitar periódicamente a los miembros de la iglesia, después de organizar la asamblea en grupos y de darle a cada director una tarea definida. Nuestros hermanos creen en el evangelismo público, y si saben que su pastor está haciendo todo lo que puede para ganar a los perdidos, no se quejarán si se ponen responsabilidades sobre sus hombros. A menudo el pastor se sorprenderá al ver cómo disminuyen los problemas de la iglesia mientras se celebra un esfuerzo evangélico. A veces puede ser la única manera de remediar una situación difícil en la iglesia.

Mi presupuesto es muy reducido

Si el presupuesto es muy reducido, digamos que sea $ 300 ó $ 500. o a lo mejor ni siquiera hay presupuesto, ¿qué se puede hacer? De la misma forma en que nuestros buenos hermanos dan para muchos y diversos programas y proyectos de la organización, responderán generosísimamente a un llamamiento para dar dinero que se ha de emplear para evangelización local. Un buen plan es conseguir que cada uno reúna cierta suma: $500, $400. $ 300, y sumas menores. A la hora del culto, durante cierto sábado, se debiera predicar un sermón espiritual acerca de la responsabilidad del pueblo de Dios por las almas perdidas que están en torno suyo, y finalmente se debiera hacer un llamamiento para obtener ayuda financiera. Nuestros hermanos respaldarán este plan con todo entusiasmo.

 Debiéramos lanzar llamamientos enérgicos, pero cuidadosos, para obtener ofrendas cada noche durante las reuniones. Preséntense las necesidades al auditorio, sugiéranse ofrendas de gratitud o de otra clase, empléense ocasionalmente sobres impresos. El dar un libro gratis por cada ofrenda de $ 50 o más puesta en un sobre con un espacio para colocar el nombre y dirección, puede ser de mucho valor para aumentar la ofrenda. El auditorio responderá a esta clase de llamamientos si se presentan las necesidades con claridad y en forma específica y con una sonrisa. La falta de fondos, ¡nunca debiera impedirnos predicar!

Anunciemos el pequeño esfuerzo

Hacer propaganda por medio de los periódicos es, por supuesto, esencial. En los pueblos pequeños un cuarto o un octavo de página se pueden conseguir generalmente a bajo costo. Los volantes también dan resultado. Una manera de economizar dinero consiste en sugerir al editor del periódico que emplee para el volante la misma composición tipográfica empleada para el aviso del diario. De esta manera se economizará la composición tipográfica del volante.

 Desde la primera reunión me gusta enviar por correo un volante del tamaño de una tarjeta postal, o en su defecto, de cualquier tamaño, a todos los distritos rurales de mi territorio, además de los que distribuyen los hermanos de casa en casa en la ciudad o el pueblo. Me gusta poner dos o tres avisos en diferentes diarios, anunciando el programa de inauguración. Es un buen plan darle al director del diario varios artículos sobre actualidad algunas semanas antes de que comiencen las reuniones. Estas colaboraciones desempeñan el papel de excelentes anuncios gratuitos.

 Después que las reuniones están en marcha y que ya se tiene entre manos una buena lista de nombres, un buen plan consiste en enviar por correo un volante todas las semanas a cada una de estas personas.

 También resulta efectivo anunciar las reuniones por radio, siempre que sea posible hacerlo.

Cómo obtener nombres y direcciones

El empleo de un libro para registrar los nombres do las personas que visitan el templo, es una buena manera de conseguir nombres. En el vestíbulo, junto a la entrada, se puede poner este libro, con un letrerito que diga más o menos así: ‘Se enviará gratis un marcador de libros a cada visita que anota su nombre aquí.” El buen resultado de este método depende casi completamente de la persona encargada de recibir a la gente. La mejor persona para realizar este trabajo es sin duda la esposa del pastor. A medida que las visitas llegan, les da la bienvenida y cortésmente les sugiere que anoten sus nombres y direcciones, al mismo tiempo que les muestra el obsequio que se les va a enviar por correo.

 También hago distribuir casi cada domingo de noche unas tarjetas en las cuales pueden anotar sus nombres las personas que quieren recibir publicaciones gratuitamente. Al pedir a la gente que llenen la tarjeta que los hará acreedores a recibir impresos por correo acerca del tema de la noche, me gusta (pie la invitación incluya a todos. Se debiera instruir a nuestros hermanos para que también llenen la tarjeta, poniendo una marca, por ejemplo, una X, en un ángulo, de manera que por medio de ella el evangelista sepa que la ha llenado un miembro de iglesia. De este modo animarán a los demás a llenar sus tarjetas.

 En una campaña evangélica de proporcionéis reducidas, gracias a un esfuerzo diligente, se puede llegar a conocer a muchas personas que no anotan sus nombres en el libro de registro ni tampoco dan sus direcciones por medio de la tarjeta. Al saludarlos, pregúnteseles cómo se llaman. Darán sus nombres sin dificultad.

¡Visitas, visitas y más visitas!

El visitar a la gente es un aspecto tan importante de la serie de reuniones, que ninguna otra cosa puede reemplazarlo. Si el evangelista no visita constantemente en sus hogares a los que asisten a las reuniones, su campaña fracasará. A menos que Ud. haga planes para visitar a la gente, no comience una campaña evangélica.

 A fin de saber cuántas veces ha asistido una persona a las reuniones, el número de visitas que se le ha hecho, y cuántos estudios bíblicos se le han dado, empleo una libreta de notas cuyas hojas están señaladas por orden alfabético. En esta libreta, bajo el nombre de cada persona que asiste a mis reuniones, pongo la lista de temas que voy presentando. Junto a ella, pongo cuatro columnas verticales, a cuya cabeza coloco las siguientes palabras y letras: “Fecha, E, A, y D.” En la columna correspondiente a la fecha, anoto el día en que la persona asistió a la presentación del tema pertinente. Bajo la columna encabezada por una E hago una marca cuando se le da un estudio bíblico relativo a ese tema. En la columna A coloco una marca cuando esa verdad específica ha sido aceptada por el interesado, y en la columna D pongo una señal cuando se ha decidido a vivir de acuerdo con esa verdad. Se deja espacio también en la hoja para temas adicionales. Al frente de la hoja hay un lugar para la dirección, la edad, la iglesia a que pertenece, la ocupación en que se desempeña, y otros datos. También se deja un espacio para alguna información adicional que se obtenga durante la visita. Y por fin, un dato muy importante, se deja una sección para registrar exactamente el número de la visita que se ha hecho y la fecha de la misma.

 Se puede comenzar a visitar a la gente en la primera o segunda semana después de iniciada la serie. La excusa para llegar por primera vez a la casa de la gente puede ser interrogarle en cuanto a si han recibido los impresos o el señalador de libros, según sea el caso. No sé entre a la casa de la persona al visitarla por primera vez. En la segunda o tercera visita entre y comience a interrogar cortésmente a la persona, y si es posible, a enseñarle algo y a orar con ella.

 Hermanos: debemos visitar a los interesados sin cesar, de día y de noche. Predico tres noches por semana, y dejo varias noches libres para visitar a algunas personas que no se pueden encontrar en otra hora.

 Por lo general, los esfuerzos que desarrollamos en las ciudades pequeñas pueden durar de diez a doce semanas.

¿Una clase bautismal?

He trabajado tanto con clase bautismal como sin ella, y he descubierto que, en lo que a mí respecta, me resulta más fácil repasar y estudiar las diversas doctrinas con la gente al visitarla en sus hogares. Por lo general no asumo el compromiso específico de estudiar con la gente, sino que más bien estudio con ella cuando la encuentro en casa y me doy cuenta de la necesidad particular que tiene de conocer específicamente una doctrina. Con las personas que han escuchado un determinado tema en público, se puede repasar ese mismo tema en el hogar al visitarlas. Cuando han faltado a la presentación de cierto tema, se lo puede presentar privadamente en casa. En los esfuerzos que celebramos en ciudades pequeñas, descubrimos que muchas de las personas interesadas viven en el campo, y resulta difícil reunirlos para celebrar con ellos una clase bautismal.

 Dios quiera que seamos hombres dotados del poder del Señor. Que, en todos nuestros planes en favor de la obra evangélica, busquemos la dirección de Dios. Asegurémonos de que estamos predicando en el lugar en que Dios quiere que prediquemos. Cuando estamos seguros de que nos encontramos en el lugar donde Dios quiere que estemos, nos inunda una sensación íntima de fortaleza y seguridad de que obtendremos la victoria final. Si Dios dirige todo, ¿cómo podemos fracasar si seguimos sus planes? Pidámosle al Señor que bendiga nuestra predicación, que toque los corazones hambrientos de la verdad. que dirija nuestras visitas. A pesar de todas las dificultades, ¡salgamos a predicar! ¡se puede hacer!

Sobre el autor: Pastor evangelista de la Asociación de Nebraska, EE. UU.