El departamento de agricultura de los Estados Unidos publica un boletín titulado: “Tome un Buen Desayuno—Comience un Buen Día”. En un lugar destacado lleva el siguiente párrafo: “Una cosa es segura: salir sin desayuno es comenzar mal el día. Algunos estudios revelan que los obreros que se privan del desayuno rinden menos en la primera hora de trabajo que los que toman una buena comida antes del trabajo. Y a medida que transcurre la mañana, los que no han comido son menos eficientes. Después del almuerzo se recuperan; pero luego vuelve a bajar su rendimiento. Lo que les sucede a estos obreros les sucede también a las dueñas de casa”, y a cualquiera persona que no desayune.

El Departamento de Nutrición y Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, ha realizado una extensa investigación con el propósito de estudiar el desayuno y su efecto sobre la salud y la eficiencia de grupos de personas de edades diferentes. Se estudió el efecto de los desayunos básicos, de la falta de desayuno, y también de otras clases de desayuno, para determinar su valor. Se llegó a la conclusión de que la omisión del desayuno disminuía notablemente la eficiencia mental y fisiológica de las personas durante las últimas horas de la mañana. Cuando se incluía el desayuno en el plan de las comidas diarias, se producía un significativo aumento en las dos fases mencionadas.

Cuando no. se desayuna, entre las 10.30 y las 11 de la mañana el nivel del azúcar en la sangre baja peligrosamente. Esta condición denominada hipoglucemia se caracteriza por la nerviosidad, ineficiencia, irritabilidad, y otros síntomas.

El rendimiento en el trabajo de un adulto disminuye a medida que aumenta el hambre. Los accidentes debidos a la falta de atención o al descuido aumentan en la hora que precede al mediodía. La resistencia física disminuye en las personas de todas las edades.

Un desayuno demasiado abundante en carbohidratos concentrados, como ser, jarabe, jalea, compota o bebidas dulces, puede tener el mismo efecto que le falta de desayuno, porque fácilmente puede dar un estímulo adicional a las células que producen la insulina, y así bajar el nivel del azúcar en la Sangre, por debajo de su punto normal.

Salir sin desayuno, o tomar un desayuno insuficiente, puede ser la razón de la costumbre- de comer entre las comidas. Casi todos los bocadillos que se toman entre las comidas son dulces: chocolatines, masas, tortas, o helados… Estas cosas dulces aumentan la cantidad de azúcar de la sangre y quitan el hambre momentáneamente. Sin embargo, generalmente en poco tiempo el nivel de azúcar en la sangre vuelve a disminuir a un punto más bajo del que tenía cuando se tomaron los bocadillos, y vuelve a presentarse la necesidad de comer.

Hay muchas personas que comen cosas dulces todo el día. Esto significa que el azúcar de su sangre varía de un máximo a un mínimo y vuelve a un máximo; y este proceso continúa durante el día. Pero tal cosa es incorrecta. Las comidas debieran tomarse a horas regulares, con cinco o seis horas de intervalo para permitir que el estómago descanse. No debiera tomarse nada entre las comidas. (Véase Counsels on Diet and Foods, págs. 179, 228, 229.)

¿Por qué la gente se priva del desayuno? Algo tiene que ver el hábito. El organismo se acostumbra a prescindir del desayuno, tal como se habitúa a comer abundantemente en la noche. Otra razón es que cuando se come demasiado en la noche, el estómago no se ha librado del alimento a la hora del desayuno. Si vosotros os habéis privado del desayuno probablemente demoraréis un tiempo hasta que reeduquéis vuestro organismo para que acepte una buena comida en la mañana. Sin embargo, esto puede lograrse disminuyendo el alimento que se come en la noche y aumentando el que se toma en la mañana.

Una de las maneras más rápidas de lograrlo es suprimir todo alimento en la noche. Os garantizo que vuestro estómago a la mañana siguiente os despertará a tiempo para tomar un buen desayuno. Conozco a algunos evangelistas que no comen casi nada durante el día, y que luego toman la comida más abundante del día en la noche, después de la conferencia. Por cierto que no están en condiciones de desayunar a la mañana siguiente, ¡jorque probablemente el alimento de la noche no ha abandonado el estómago a tiempo para conceder el reposo que este órgano necesita. Se requiere tiempo para educar el organismo para que se someta a un programa diferente.

Un programa de alimentación más adecuado sería tomar un buen desayuno en la mañana y tener el almuerzo a las dos o tres de la tarde, si es posible, y no comer nada más hasta la hora de la reunión en la noche. Hasta que reeduquen su estómago para que no exija ningún alimento en la noche, pueden comer una sopa de verduras, jugo de tomates con levadura de cerveza, o un té caliente de hierbas con miel y limón.

¿Qué alimentos comeremos en él desayuno? La Hna. White dio este consejo: “Es la costumbre y la orden de la sociedad tomar un desayuno liviano. Pero no es esta la mejor manera de tratar el estómago. A la hora del desayuno el estómago está en mejores condiciones de recibir más alimento que a la segunda o tercera comida del día. La costumbre de tomar un desayuno escaso y una comida abundante es perjudicial. Haced que vuestro desayuno se acerque más a la comida más abundante del día” Esta instrucción se dio al pueblo adventista en 1884. ¿No es interesante saber que pasaron casi 75 años hasta que la ciencia de la nutrición demostró que un buen desayuno es mejor que no tomar desayuno, o que tomar uno insuficiente?

Valdría la pena repasar el capítulo que trata sobre la regularidad en las comidas, en Counsels on Diet and Foods, págs. 173-182.

Parece que la primera comida del día es la que cuesta más hacerla atractiva sin que deje de ser alimenticia. Sin embargo, hay muchos alimentos que pueden servirse en el desayuno, y un régimen equilibrado debe incluir fruta, cereales y/o tostadas, y proteínas.

Analicemos brevemente esta clasificación. La fruta debe incluir dos frutas; ambas deben ser frescas en la época de abundancia, y en el invierno una puede ser fresca y una cocida o envasada. Las manzanas asadas siempre resultan apetitosas para el desayuno.

En cuanto a los cereales, en muchas partes pueden conseguirse listos para prepararlos con o de otra manera. No es bueno consumir los cereales con azúcar. Este es un hábito que puede suprimirse.

Las proteínas pueden obtenerse de la leche y los productos a base de leche. Además, los huevos bien cocidos son una buena fuente de proteínas.

¿Habéis probado la sopa en el desayuno? Esto constituye un cambio interesante, proporciona una comida caliente y puede proveer proteínas adicionales. La sopa de arvejas partidas, lentejas, porotos o garbanzos sirve con ventaja para este propósito. El consumo de levadura de cerveza es una manera fácil de obtener proteína adicional en el desayuno.

Los experimentos realizados en la Universidad de Iowa demostraron que la proteína de origen animal y de origen vegetal tenían el mismo efecto sobre el nivel de azúcar en la sangre. En otras palabras, el azúcar de la sangre se comportaba de la misma manera después de un desayuno que proporcionaba la misma cantidad de proteína vegetal o de proteína animal, o de una combinación de ambas.

Cuando es posible, toda la familia debiera reunirse para tomar el desayuno. La Hna. White da un consejo que debiera ser aplicado a la hora del desayuno como también a cualquier otra hora: “Que la mesa sea invitadora y atractiva cuando se sirvan en ella los buenos alimentos que Dios ha provisto con tanta abundancia. Que la hora de las comidas sea un momento gozoso y feliz. Al disfrutar de los dones de Dios, tributemos una agradecida alabanza al Dador” (Counsels on Diet and Foods, pág. 231). Esta atmósfera agradable hará que la familia comience bien el día, y vigorizará la salud mental y emocional.

Al estudiar la instrucción dada al pueblo adventista por la inspiración y al compararla con la investigación de la nutrición, peemos’ dar el siguiente resumen:

1. Comiéncese el día con un buen desayunó. Si se toma la comida de la noche, debiera ser liviana.

2. El desayuno debiera planearse de manera que incluya una variedad de cereales, calorías adecuadas y proteínas de buena calidad.

3. Las comidas debieran servirse a horas regulares.

4. No debiera comerse nada entre las comidas.

Hagamos un esfuerzo decidido para mejorar nuestros hábitos de alimentación, a fin de conservar intactas las fuerzas físicas y mentales para el servicio del Señor.

Sobre el autor: Dietista de la Fundación Internacional de Investigación de la Nutrición.