Ella es madre, consejera, dirigente de iglesia, y acompañante. Ella es huésped al instante, un servicio de contestación telefónica. Es la número dos, de modo que se esfuerza más. Es la esposa del pastor de jóvenes, y experimenta presiones y responsabilidades singulares al cumplir su papel.

 Las esposas de pastores de jóvenes difieren entre sí tanto como los hombres con quienes se han casado. Algunas tienen esposos que, hasta que están listos y capacitados para asumir un pastorado por sí mismos, trabajan con gente joven. Otros esposos son “pastores asociados” y encuentran que no solamente ministran a los jóvenes sino que también manejan ómnibus, y los programas de educación y de visitación.

 Sea que se casó con un pastor de jóvenes “temporario” o con un hombre que es llamado para trabajar con gente joven para siempre, las esposas de los pastores de jóvenes comparten algunos gozos y problemas comunes. Requiere una cualidad especial el trabajar con gente joven: amarlos a pesar de su reticencia, reprenderlos por su rebeldía, y conducirlos a la madurez espiritual. También se exigen cualidades especiales de la esposa del pastor de jóvenes si ha de sobrevivir algunos dilemas singulares.

 Yo soy la esposa de un pastor de jóvenes. He tenido este título honroso durante cinco años. Ha habido días en que hubiera cambiado mi lugar fácilmente con la esposa de un presidente de banco, pero no quiero abandonar a mi marido. Él es un pastor de jóvenes maravilloso, que realmente ama a los muchachos y tiene la singular capacidad de trasmitirles su sentimiento. A través de los años he visto a jóvenes que encontraron dirección para sus vidas y llegaron a amar al Señor por medio del ministerio de mi esposo y, en cierta forma, también del mío.

¿Cuál es su papel?

 Muchas esposas cuyos maridos son pastores de jóvenes afrontan una especie de crisis de identidad. ¿Exactamente cuál es el papel de la esposa en la obra juvenil? ¿Llama Dios a una mujer para el trabajo entre los jóvenes en la misma forma en que llama a un hombre? Aunque muchos no estarían de acuerdo conmigo, yo no creo que sea así. Creo que Dios llama a un hombre para un ministerio, y a la mujer para un hombre. Si es la voluntad de Dios que una mujer permanezca sola, entonces tal vez la dirija hacia un ministerio de tiempo completo como el del trabajo entre los jóvenes. Pero si una mujer está casada, se da por sentado que su primera prioridad es su hogar: su esposo y sus hijos.

 Antes de tener niños era muy activa en el trabajo con mi esposo. Servía como consejera de un grupo de niñas en los campamentos, enseñaba seminarios y clases, dirigía actividades “sólo para niñas’’, y dirigía nuestro grupo de canto. Cuando llegó nuestra hija disminuí mis actividades abruptamente. Ahora ya no tomo la dirección de tantas ocupaciones, aunque trato de asistir a la mayor parte de las actividades juveniles. Es importante que nuestros jóvenes nos vean juntos porque demasiado a menudo somos el único ejemplo de una familia cristiana que ellos tienen a su disposición.

 Paula Walter, otra esposa de un pastor de jóvenes, comparte mi opinión. “Mis prioridades son: Dios, esposo, hijos, y el hogar’’, dice ella. “Luego siguen el ministerio de los jóvenes, la iglesia, y mis vecinos”.

 Paula tiene tres varones y otro hijo en camino. Ella dirige su hogar eficientemente, como “un pequeño negocio del cual mi esposo es el supervisor y yo soy la gerente”. Ella abre semanalmente su hogar a 90 jovencitos de los últimos años del secundario, que llenan su sala para compartir comida, camaradería, y recreación. A los niños de la familia Walker les gusta estar con los jóvenes. “Mis hijos llegan a ver lo que hace su papá”, sonríe Paula. “Creo que eso es maravilloso”.

 Paula también piensa que es vitalizador estar con los jóvenes y ver la vida a través de los ojos de ellos, pero ella ha tenido algunas dificultades por ser la esposa de un pastor de jóvenes. “Lo más difícil para mí es cuando pongo demasiada presión sobre mí misma. Trato de hacer las cosas mejor que todos y pienso que se espera que yo esté en todo. En una iglesia grande, esto es mucho”. Paula aprendió que ella no puede ser efectiva en ninguna cosa si trata de hacer todo. Desde entonces ha renunciado a varias actividades de la iglesia y trata de recordar que ella no es indispensable.

 Jane Randlett y su esposo han estado involucrados en el ministerio juvenil durante 19 años. Su situación es poco frecuente: su iglesia tiene 21.000 miembros y más de 70 personas en el grupo pastoral, incluyendo otros 10 pastores de jóvenes. Ella y su esposo trabajan con jóvenes universitarios en la iglesia, y con 6.000 estudiantes en la universidad vecina. Jane cree que la vocación de su esposo “es también mi vocación y que las recompensas que él obtiene también me corresponden en parte. Hubo ocasiones en que he tenido que enfrentar el hecho de que Douglas tiene una actividad de 24 horas, lo que significa que no tiene horas fijas para el trabajo. Pero hemos resuelto el problema de modo que no me siento frustrada.

El me da el tiempo que yo necesito y se lo da también a nuestros muchachos. Hemos resuelto el problema hace mucho tiempo, pero esa fue la frustración más grande que sentí en el ministerio”.

Encontrar tiempo para la familia

 Muchas veces las esposas de los pastores de jóvenes se quejan porque les falta tiempo para dedicar a la familia. A menudo he escuchado de matrimonios que se separan por causa de este único problema, pero esto no debiera ser así. Lo sé.

 Antes de casarme admiraba tremendamente el ministerio de mi esposo. En realidad, me atrajo porque sabía que cualquier persona que tuviera tal relación con los muchachos tenía que ser alguien especial. Cuando comenzamos a vernos, comenzamos a trabajar juntos en el departamento de jóvenes, y cuando nos casamos el coro de adolescentes interpretó una pieza musical. Nuestra fiesta de bodas estaba repleta de jóvenes de modo que la comida desapareció en pocos momentos.

 Más tarde supe cuán exasperante puede ser este ministerio. Dos niñas de doce años que se habían aferrado a mi esposo, ya sea como una figura paternal o por la presión propia de la adolescencia, lo llamaban por teléfono cada noche sin falta. Hablaba una hora con cada una de ellas. También ellas se sentaban con nosotros en la iglesia, giraban alrededor de mi esposo en cada actividad, y le escribían largas notas. Lo adoraban y, obviamente, a mí me ignoraban. Ser desplazada por una adolescente no es la humillación más grande para una mujer, pero se le parece mucho.

 Traté de hablar con mi esposo y explicarle cuán descuidada me sentía, pero mis explicaciones no parecían tener sentido. Sí, yo sabía que me había casado con un pastor. No, yo no esperaba que él estuviera en casa cada noche. Sí, yo estaba contenta porque los chicos lo apreciaban tanto. Pero ¿sería siempre así?

 Sentía que había algo que no andaba bien en mí. En realidad, cuanto más se extendía esa experiencia, más me amargaba. Encontraba dificultades para ser cortés con cualquiera de menos de 18 años, comenzaba a descolgar el teléfono, y me abatía mientras estaba sentada en la iglesia con mi esposo y su grupo de muchachos. Pensé que no era comprensiva, que tal vez tenía un espíritu egoísta. Oré: “Señor, cámbiame”, y finalmente me resigné a una vida miserable.

 Afortunadamente, nuestro problema se resolvió antes de nuestro primer aniversario. Un amigo le habló a mi esposo y le señaló que había límites en lo que debía hacer un pastor de jóvenes.

 Entonces mi esposo y yo tuvimos una larga conversación. Ambos tuvimos que ceder. Mi esposo se dio cuenta de cómo su ministerio juvenil había estado afectando nuestra vida familiar. Tenía poco tiempo para la familia y ninguno en que pudiera decir que mi esposo era exclusivamente mío. Él comenzó a rechazar las largas llamadas telefónicas en casa; o contestaba la pregunta en forma directa, o le decía, “por favor llámame a la oficina mañana si simplemente quieres conversar”. A la vez, tuve que vencer mi disgusto definido por los chicos que exigían más la atención de mi esposo, dando lugar a algunas emergencias, y aprendiendo a abrir mi hogar con mucha cortesía a los jóvenes.

 Me llevó un tiempo, pero los resultados fueron maravillosos. Cuando desapareció el resentimiento, encontré que los jovencitos seguían siendo agradables. En lugar de disminuir el tiempo que mi esposo pasaba con los jóvenes, lo incrementamos. El tiempo de nuestra familia ahora incluye deportes al aire libre y competencias (estoy casada con el entrenador). En estas actividades hemos encontrado muchos candidatos para nuestro departamento de jóvenes. Y mi esposo ha disminuido el tiempo del aconsejamiento personal, que necesariamente lo limitaba a un reducido número de jóvenes. Ahora, por cuanto no parece estar tan ocupado en hablar, más jovencitos se están abriendo a él.

 En nuestro matrimonio, la madurez también nos ayudó. Yo no siento la presión que sienten las recién casadas de que mi esposo esté conmigo tanto como sea posible. Estoy contenta de ver que él hace lo que le gusta y contenta porque puedo ayudarlo.

Salve su hogar

 La mayoría de los grupos juveniles preferirían tener un grupo de estudios bíblicos en una agradable atmósfera hogareña que en una sala de jóvenes impersonal de la iglesia. Pero las buenas maneras no son un elemento natural en la mayoría de los adolescentes. “Una vez cuando abrimos nuestro hogar, los jovencitos revisaron hasta los anaqueles del baño para descubrir qué colonia usábamos” contó una esposa. “Me paso horas decorando y limpiando mi hogar, y no me gusta que los jovencitos vengan y lo transformen en una ruina”.

 No hay dudas de que los chicos le pueden gastar la casa. La alfombra de la entrada de mi casa está manchada irremediablemente con restos de nuestras reuniones juveniles, pero he aprendido a soportar esta invasión mensual. Primero, diseñe una habitación a prueba de jóvenes. Esta no es la sala donde se ponen muebles valiosos, adornos únicos, o equipos delicados. Es un lugar donde está bien tener una alfombra oscura, juegos, un equipo sólido de música, y muebles hechos con almohadones y tablas. Una vieja mesa de ping-pong puede ser un elemento auxiliar valioso.

 Luego, elija cuál va a ser la entrada más próxima a esa sala y enseñe a los jovencitos a entrar solamente por esa puerta. Declare que el resto de la casa está fuera de los límites para ellos. Si les va a servir algo de comer, lleve la comida hasta donde están los chicos, no les permita ir a la cocina. Ponga vasos plásticos y una jarra de agua en su sala de reuniones. Ciertamente le ayudará si puede tener su sala cerca de un baño. Con toda certeza será la habitación más ocupada de su casa.

 Otro problema que a menudo encuentra la esposa de un pastor de jóvenes es el complejo de ser la “número dos”. Su esposo puede ser el número uno a sus ojos, pero a los ojos de la iglesia no será tan importante como el pastor principal. La iglesia no recordará su cumpleaños o su aniversario, ni les comprará un gran regalo para la Navidad, pero tienen que recordar que su esposo tiene la responsabilidad de las vidas jóvenes en los años más vulnerables. Aunque la iglesia promedio ofrece todavía el 8% de su presupuesto a la obra juvenil, el 96% de la gente que acepta a Cristo lo hace antes de los 20 años de edad.

 Es muy posible que el trabajo de su esposo pase virtualmente inadvertido y aún sea despreciado por aquellos que ven la obra juvenil como la de entretener a los niños. Pero aunque la obra del pastor de jóvenes pueda no ser muy conocida, sus victorias no llamen la atención, y su sueldo sea pequeño, está ocupando un lugar importante, y los años próximos revelarán cuán bien ha hecho su trabajo. La inversión que hacen el pastor de jóvenes y su esposa es una inversión invisible que necesita años para desarrollarse, pero que en última instancia florecerá en una generación de adultos jóvenes piadosos.

Sobre la autora: escribe desde Lynchburg, Virginia, EE UU.