San Pablo no trabajaba por los blancos, o para ocupar un lugar prominente en las estadísticas denominacionales (FII. 3:13), pero trabajaba. ¡Y mucho! (Hech. 20: 31). Y por qué lo hacía, es porque tenía un blanco (Fil. 3:14 p.p.), el cual estaba centrado en Cristo Jesús (Fil. 3:14 ú.p.). De allí la  diferencia entre trabajar por atribuirle al blanco los papeles de medio y fin al mismo tiempo, y la actitud de aquel que, teniendo una motivación espiritual trascendente, se fija metas a modo de escalones espirituales temporarios en la experiencia de preparar a un pueblo que reproduzca la imagen de Cristo al tiempo de su venida.

El hecho de que Pablo tenía como gran blanco en su vida a Cristo debe dirigir nuestros ojos más allá de aquel siervo de Dios, en un intento de proyectar nuestra visión en las líneas de la santa perspectiva de Jesús. Es allí donde nuestra mente se abre ante horizontes nuevos. Para captarlo mejor, primero hagamos un breve bosquejo de las actividades, que al leer las Sagradas Escrituras, pareciera haber seguido Cristo en su ministerio en relación con el comentario de nuestro editorial, para después proyectarlo en el hombre  a quien él habla servido de modelo: San Pablo.

En cuanto a Jesús, todo parece haber comenzado con una adecuada motivación: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jer. 31:3). El Evangelio según San Juan, en el capítulo 13, nos revela que esa motivación lo acompañó hasta el final de su ministerio terrenal, puesto que allí nos dice: “Como habla amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (vers. 1). Es interesante notar que esa motivación generó en el corazón del Señor ciertos (por así decirlo) objetivos generales (Eze. 18:31,32) que expresan un plan de salvación del ser humano. Otro detalle que parece desprenderse del accionar del Señor, es que él estableció objetivos bien definidos que se desprendían de su objetivo general de salvar. Por ejemplo, San Juan 3: 16 nos especifica que el Señor se proponía salvar a todos y que lo haría en base a un principio fundamental: la fe en su sacrificio vicario. En el sermón profético nos dice que en ocasión de su segunda venida vendría a buscar a los que habla de comprar con su sangre.

Tratando de volcarlo a nuestro vocabulario actual, diríamos que las Sagradas Escrituras muestran que Jesús trazó un programa de acción para lograr sus blancos u objetivos: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Y todo esto en base a un verdadero cronograma: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gál. 4: 4,5).

Frente a estos hechos, pienso que todos aquellos que hemos sentido el llamamiento de Dios al sagrado ministerio debemos sentir el anhelo de vivirlo a la usanza del apóstol San Pablo, con los ojos puestos en Jesús. Por eso es que debiéramos renovar nuestra genuina motivación, viendo a las multitudes como las vio el Señor: “Tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mat. 9: 36). Esa motivación en Pablo se tradujo en palabras metafóricas, muy patéticas. Al escribir a los creyentes de Galacia les decía: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gál. 4: 19). Sin duda que en nosotros debiera expresarse a través de una genuina pasión por las almas.

Esta motivación debe llevarnos a establecer objetivos generales como, por ejemplo, el de San Mateo 24:14; y objetivos tan específicos como la proclamación del triple mensaje (Apoc. 14: 6-12). Esas metas generarán blancos honestos, dignos de aquellos que nos colocó Jesús al declarar: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y que seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8).

Al tratar de objetivar estos principios y darles funcionalidad ejecutiva; llegaremos a la conclusión de que cuando nuestros hermanos, con espíritu de oración elaboraron las bases del proyecto COSECHA 90, viabilizaron caminos para que pudiésemos expresar estas motivaciones y objetivos cristianos. Oremos para que, guiados y fortalecidos por el Espíritu Santo, ejecutemos la voluntad del Señor en estos últimos seis meses de nuestro proyecto COSECHA 90.